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—¿El Duque de Duance? —El Sr. Pratt arqueó una ceja intrigado al oír sobre la llegada del Duque. Su mirada se desplazó hacia Rosalinda—. Le aseguro, no le informé de su presencia.
—Rosalinda lució una sonrisa cómplice—. Entiendo, Sr. Pratt. No tiene por qué preocuparse. Si el Duque desea hablar conmigo, no dude en dejarlo pasar.
—¿Está segura de eso? —preguntó el Sr. Pratt, con una incertidumbre que perduraba en su voz.
—Sí, —respondió Rosalinda con convicción—. El Duque tenía su propia red de informantes dentro de esta institución. Ella dejaría que el Sr. Pratt lo averiguara por sí mismo.
—Señorita Lin... —El Duque de Duance saludó a Rosalinda, una sonrisa cálida adornaba su rostro—. Han pasado algunos meses.