—Pedimos disculpas, pero la aparición de esas bestias fue la gota que colmó el vaso —resonó la voz de una mujer a través de la habitación. El ceño de Rosalind se frunció ya que Denys no la había informado sobre esto.
—Las bestias eran enormes esta vez, más allá de lo que podíamos manejar. Ni siquiera pudimos salvarnos. Sufrimos pérdidas significativas y nuestras ganancias no serán suficientes para compensar a las familias de aquellos que perdieron sus vidas.
Una pesada sensación de tristeza se asentó sobre la habitación cuando Rosalind entró, su expresión llena de dolor. Denys y los demás se levantaron, listos para ofrecer sus respetos, pero Rosalind les hizo un gesto para que permanecieran sentados.
—Por favor, tomen asiento. No hay necesidad de tales formalidades —Rosalind sonrió suavemente mientras miraba alrededor de la sala.