—Los ojos de Rosalind se abrieron aleteando.
Inmediatamente se sentó, jadeando pesadamente. El sueño de esta vez no pareció tan peligroso pero su corazón todavía latía acelerado, sus manos temblaban. Se palpó el pecho mientras miraba alrededor.
Rápidamente se dio cuenta de que estaba en una cueva, rodeada de altas paredes que parecían estirarse hacia el cielo.
Pudo ver perlas brillantes incrustadas en las paredes y antiguas reliquias esparcidas por el suelo.
El suave crujir de un fuego y el sonido de la carne chisporroteando al cocinarse captaron su atención.
Volteando su cabeza, vio a Lucas, tranquilo y recogido, mientras atendía la carne asándose.
Una sensación de confort la inundó al verlo. Sin embargo, viéndolo así de inmediato le recordó su sueño. La envidia brotó dentro de ella.
De nuevo, giró para mirar el amplio espacio frente a ellos, intentando distraerse.
Para su sorpresa, sin embargo, él ya no estaba allí cuando se volteó hacia él otra vez.