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Sin embargo, en el momento en que lo envolvió en un abrazo apretado, los pelos en la nuca se le erizaron y su corazón se aceleró mientras una tensión inexplicable llenaba el aire.
Sin previo aviso, un sonido crepitante resonó. El suelo bajo sus pies tembló violentamente, y rocas sueltas y escombros rodaron por el barranco, aumentando el caos.
Un rugido ensordecedor se hizo eco mientras el aire empezaba a moverse en una dirección circular, convirtiéndose lentamente en un oscuro vórtice giratorio que parecía no llevar a ninguna parte. El viento se hacía más fuerte, tirando de su ropa y pelo.
—¿Qué está pasando? —preguntó Rosalind.
Rosalind podía sentir la energía que crepitaba en el aire. Era extraña, de otro mundo, sus sonidos le hacían erizar la piel.
—Cuando te diga que saltes, saltas —dijo Lucas.
Rosalind miró a Lucas cuando escuchó su voz.
—¿Me entiendes? —preguntó él.
Esta vez, ella asintió.