El bote se balanceó violentamente con cada ola que chocaba contra él, el sonido de las garras raspando la madera les llenaba los oídos de pavor.
Elías usó su habilidad para atacar a las bestias cercanas que eran como nada que hubiera visto antes: criaturas enormes con escamas negras como la noche y ojos que brillaban como brasas. Por fuera, parecían peces ordinarios, un pez negro con escamas realmente gruesas.
Pero una vez que abría la boca, entonces, uno podía ver de inmediato sus dientes afilados como cuchillas que relucían en el sol.
—¡Los voy a asar! —gritó Elías—. ¡Malditos peces! ¡Los voy a comer! ¡Voy a comer su carne cruda! ¡Tú- Elías continuó gritando mientras atacaba al pez con su fuego.
El agua de Valentín no era exactamente confiable contra una criatura del mar tan grande. Además, Valentín no era lo suficientemente fuerte como para controlar una gran masa de agua como el mar.
Por eso, Elías no tuvo más remedio que defender a ambos.