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—¡Lo menos que podrías haber hecho era advertirme! —Rosalind siseó cuando Lucas apareció frente a ella. En ese momento estaba sentada al lado de la bestia, los brazos sangrando, el rostro pálido.
—De nada —pronunció él—. En el campo de batalla, nadie más te advertirá.
Rosalind no dijo nada. Sabía que él tenía razón. Aun así, se sentía un poco traicionada porque él realmente la había abandonado de esa manera. Miró su herida y comenzó a usar su Bendición de luz para curarla.
—No malgastes tu Bendición de luz... —dijo Lucas. Se sentó junto a ella y tocó su brazo.
—¡Ay!
—Usa tu oscuridad para curarla.
—¿Qué? —intentó retirar su brazo.
—Inténtalo.
—La Oscuridad —no funciona así. ¿Cómo podría...
—¿Hacer algo bueno? —se rió mientras negaba con la cabeza—. No todo es blanco y negro, Rosalind. Ahora inténtalo. Piensa en ella contra tu piel. Deberías sentir frío, un poco de hormigueo pero nada realmente doloroso.