—Tú
—Elías —Valentín fue rápido en llevarse a Elías. Era claro que Elías estaba preparado para luchar contra la mujer llamada Magda.
—Ya vienen —añadió Valentín mientras miraba la próxima oleada de bestias que se acercaban.
Y así, Rosalind empezó a potenciar al siguiente grupo de guerreros que iban a luchar. Cuando llegó la luz del día, alrededor de las diez de la mañana, Rosalind ya estaba tan exhausta, que todo lo que quería era dormir un poco.
No había descansado durante las últimas cuarenta y ocho horas y, aunque podía usar su propia Bendición para sentirse bien, aún anhelaba una buena cama.
—¿Qué hay de ellos? —Magda señaló a Valentín y a Elías. —¿Van a quedarse en la torre?
—Recuerdo que hay otra casa fuera de la torre, ¿no? —preguntó Rosalind.
—Esas son para los criados y centinelas.
—Ellos serán mis guardias a partir de ahora.
—¿Le has informado a Su Gracia sobre esto?
—Todavía no. ¿Cómo podría informarle si no está aquí?