—Parece que el Rey quería que Marie se casara con el Príncipe —dijo Federico mientras cerraba el libro que estaba leyendo—. Hizo un gesto para que su asistente le sirviera té a Martín.
—No tenía elección. Marie está embarazada y se niega a acabar con la vida del niño —respondió Martín mientras se acomodaba frente a su padre—. En vez de hablar de esto, creo que deberíamos concentrarnos en el problema actual.
—¿Dorothy?
—Y la Bendición.
—¿Crees que eso es lo que parece una verdadera Bendición? —Federico bufó. Colocó el libro en la mesa de café entre ellos. Por unos segundos, ninguno de ellos dijo una palabra.
—¿Has perdido la razón después de tratar con más de una docena de mujeres en tu casa? —añadió Federico.
—Padre
—Dorothy no tiene la Bendición, nunca la tuvo. Lo comprobamos.
—Pero, ¿y si nos equivocamos? ¿Si el orbe se equivocó?
—Lo que sea que tenga, no puede ser la Bendición. Es malvado y
—No.
—¿Qué?
—Dorothy es Bendecida y el Imperio lo celebrará.