—¿Cómo sabes eso? —preguntó Fraunces, con confusión evidente en su rostro.
—Escuché.
—¿Simplemente estabas escuchando a escondidas?
Rosalind se aclaró la garganta. —Estaba buscando algo y accidentalmente escuché su conversación.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer? Están buscando al Conde para matarlo. La Condesa está trabajando con ellos y... estamos atrapados aquí sin manera de salir. ¿Se supone que debemos esperar a que el Duque venga a salvarnos? —exigió Fraunces.
—¿Dudas de él?
—¡Por supuesto que no! Lo conozco, ¡es un héroe! Sin embargo, no soy una mujer que necesita ser salvada.
—Correcto —asintió Rosalind—. Por supuesto, tú no.
—Para alguien que ha pasado por tanto juntos, estás anormalmente fría. ¿Por qué estás tan molesta? —preguntó Fraunces.
—Nunca hemos pasado por nada de eso.
—Nos hemos salvado la vida mutuamente, es seguro decir que hemos pasado por mucho.
De nuevo, Rosalind asintió. No le quedaba energía ni emoción que gastar.