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—Algo debe estar mal… ¿por qué su Gracia aún no ha llegado? —Frunces comenzó a caminar de un lado a otro en el pequeño estudio donde Leonardo solía esconderse para evitar a su tutor y a la Condesa.
—Leonardo... ¿puedo saber por qué el Conde nunca tuvo más hijos? —Rosalind preguntó de repente.
—¿Por qué preguntas tantas cosas irrelevantes? —Frunces preguntó—. Esto no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora.
Al ver los ojos vacíos de Rosalind, Frunces dejó de caminar y se sentó en el suelo, ya que en este lugar no había sillas. La única que había era una escalera de madera que se podía usar para acceder a los libros en el estante más alto de la biblioteca.
—No lo sé... —dijo Leonardo.