—Señora, el joven maestro también ha desaparecido. Ya revisamos su habitación. Ahora, los demás están tratando de encontrarlo.
—¿Qué quieres decir con... desaparecido? ¡Te dije que lo vigilaras!
—Él
—¿Él qué?
—Dijo que quería hablar con el Duque y nos pidió que no lo siguiéramos.
—¿Al Duque?
—Sí. Sin embargo, también revisamos su habitación. No había nadie dentro, aparte de una caja.
La expresión de Rosalind cambió cuando escuchó sobre la caja. ¡Ella... había olvidado eso porque entró en pánico antes! ¿Y su pastel?
—¿La abrieron?
—No... vinimos a informarte.
—Entonces, ¡vamos a verla! —dijo la Condesa.
—Tengo que irme —dijo Rosalind.
—¿Qué hay de nosotros?
Tristemente, Rosalind realmente no puede dejarlos. Si lo hiciera, la ilusión no duraría mucho ya que no podía mantener dos ilusiones al mismo tiempo.
Aprieta los dientes mientras pensaba en su propia negligencia.