—¡Tú— ¿Qué crees que estás haciendo! —La expresión de Fraunces cambió de inmediato.
—Dado que Dama Fraunces aprendió arquería a muy temprana edad, estoy segura de que debes haber aprendido a esquivar una flecha en qué... ¿una semana? No... —Rosalind sonrió socarronamente—. Una semana es demasiado tiempo. Hagámoslo en un día. La Dama debe haber aprendido a esquivar flechas en un día, ¿cierto?
Al recordar, realmente no debería haber salvado a esta mujer de ese Clinton Moller.
—¿Me estás amenazando?
—Depende... —respondió Rosalind—. ¿Te sientes amenazada?
—¿Qué? —Fraunces bufó—. ¿Por qué alguien como tú me amenazaría?
—Exacto. —Rosalind bajó el arco—. ¿Por qué alguien como yo te asustaría?
—Tú— ¿Quién te dijo que tengo miedo?
Rosalind bufó en respuesta. Luego apuntó su flecha hacia el blanco. La soltó y, como era de esperarse, no acertó al blanco.
—Si ese fuera un humano... —Rosalind miró hacia atrás a Fraunces—. Habría muerto ya. Habría fallado al corazón, pero no a la cabeza.