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—Esta arma maldita fue encontrada en el Norte —explicó el Sr. Pratt mientras abría una caja negra. Dentro había una daga que parecía usada y vieja. Inmediatamente notó la sangre seca en su hoja irregular y áspera—. Solo tocar la daga podría dar al portador una maldición. Por eso, no permitimos que nadie la toque a menos que tomen las medidas adecuadas para hacerlo. También pedimos a alguien que cambiara su empuñadura para hacerla parecer más ordinaria. La envolvimos con seda de un monstruo araña demoníaco para que el portador no se cortara las manos.
Rosalind solo miraba la daga fijamente. No podía negar la sensación de oscuridad cuando sentía que intentaba sofocarla. Los demás dieron un paso atrás mientras ella se acercó un paso hacia adelante. Algo dentro de la daga parecía llamarla, incitándola a tocarla, a sostenerla y hacerla suya.