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Cuando miró a los ojos rojo cobrizo de Vincent, Eva sintió que su corazón se aceleraba. El tiempo parecía haberse detenido entre los dos. Se preguntó si había imaginado lo que él dijo. Él flotaba frente a ella como si esperara que sus palabras se asentaran.
Ella no era ingenua como para no entender lo que él quería decir, pero lo miró con duda en lugar de acoger sus palabras.
—Me hieres… mirándome con ojos desconfiados, niña pequeña —una esquina de los labios de Vincent se curvó sutilmente. Recogió un mechón de su cabello dorado que descansaba en su espalda, sintiendo la longitud y colocándolo frente a su hombro.
La acción fue delicada, y hizo que el corazón de Eva diera un vuelco más mientras ninguno de los dos apartaba la mirada del otro.
—No creo que nadie pueda cambiar sus sentimientos en tan poco tiempo. Especialmente alguien que me rechazó firmemente —Eva susurró las palabras.
La mirada en los ojos de Vincent se suavizó y él dijo: