Eve miró con disculpa a Marceline por haber derramado su té en el costoso vestido de la vampireza, el cual era de color claro. Aunque la señora no la regañó por arruinar su vestido, ella podía notar que la vampireza trataba de no parecer molesta con ella.
—Lo siento muchísimo por eso —se disculpó Eve ante Marceline, quien había quedado congelada por un momento.
—Está... Está bien. No es como si lo hubieras hecho a propósito —dijo Marceline, mientras sus ojos rojos se encontraban con los ojos azules de Eve con ligera sospecha. Cuando el inútil humano le ofreció su pañuelo, la vampireza rechazó:
— Está bien. Tengo que cambiarme de vestido en unos minutos. La criada quitará la mancha después de eso.
Eve no había pretendido que eso sucediera y maldijo interiormente. Una cosa era derramar té de la taza y otra muy diferente era expulsarlo de su boca.