El anciano se paró frente a Drayce, poniendo cierta distancia entre ellos, observando al joven rey con una expresión de jactancia. Solo tenía ojos para Drayce, ignorando al resto de los intrusos. Su malévola sonrisa y sus ojos llenos de orgullo mostraban cuán satisfecho estaba de lograr lo que quería.
—Su presencia es una sorpresa agradable, Su Majestad... o debería decir, ¿no me sorprende para nada? —El anciano hizo una señal con los dedos y dos soldados detrás de él arrastraron a un hombre herido, solo para arrojarlo frente a Drayce.
Drayce reconoció al hombre. Era uno de sus propios hombres, un espía que había enviado para recopilar información secreta sobre el ejército de Thevailes.
—¿Este espía, crees que no lo capturaríamos? —preguntó el marqués.
—Bien por ti —respondió Drayce.