—Entonces no eran solo rumores —concluyó el Marqués Percy.
Ver al hijo del diablo de pie frente a él con dos espadas ensangrentadas había hecho que el viejo general perdiera el coraje para luchar. Todo lo que podía pensar era en huir.
Sin embargo, Drayce fue rápido para bloquear su camino.
Los leales guardias del Marqués se pusieron entre el enemigo y su señor, pero el miedo se podía ver en sus expresiones. Sabían que tan pronto como se moviera el hombre, morirían. En el mejor de los casos, solo podrían comprar tiempo para que el marqués escapara.
—No tan pronto, Marqués Percy.
La derrota era evidente en los ojos del Marqués Percy. Solo podía maldecir cómo terminaron derrotados incluso después de tener un excelente plan. Sin embargo, todos los esquemas solo podían fracasar ante la fortaleza absoluta.
En poco tiempo, Drayce mató a los leales guardias del marqués. El rostro del marqués se salpicó con la sangre de sus propios soldados.