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Con la mandíbula apretada, Drayce dejó vagar su mirada alrededor, pero aún no había señal de la señal acordada que significaba que los dos príncipes estaban a salvo.
—Rey Drayce, puedo ver su nerviosismo ahora. Siempre he sabido, aunque le llaman diablo, usted no es nada de eso. Su corazón es blando como el de una mujer —se rió el marqués en voz alta, su voz resonando en todas partes.
Cuando su mirada volvió al hombre gravemente herido en el suelo, algo dentro de Drayce se rompió. La ira que había estado gestándose antes ahora rugía para ser liberada. El diablo dentro de él que nunca quiso sacar estaba listo para aparecer y correr desenfrenadamente.
Su sangre lo llamaba...
Slayer no era solo su caballero sino también su amigo. Se conocían desde que eran niños, y verlo en tal condición era suficiente para derribar los muros que habían mantenido al diablo dentro de él. Además, no tenía idea de cómo estaba Arlan. Si lo que decía este Godfrey Percy era verdad...