—El silencio acogió mis comentarios mientras los hombres se daban la vuelta y empezaban a dirigirse de vuelta a donde estaba la salida de la autopista —ignoramos los gritos de la gente que pedía ayuda, corriendo tan rápido como podíamos hacia una zona más o menos segura. La gente que podía correr con nosotros, algunos suplicándonos que los lleváramos y otros maldiciéndonos por no preocuparnos por su seguridad o por no llevarlos a una zona segura.
—Que quede claro, en lo que a mí respecta, no quedaban zonas seguras en el mundo. Bueno, había una, y estaba contando los minutos hasta que pudiera regresar a ella —escaneé la zona a mi izquierda y derecha mientras corríamos por la autopista. Necesitábamos salir de ella porque, incluso si la explosión del combustible del jet no nos mataba, provocaría una reacción en cadena en todos los coches que aún estaban en la autopista.