Después de escuchar el cumplido del hombre, Adrienne luchó contra el impulso de tocar la punta de su cabello. Intentó no temblar bajo su mirada y mantenerse arraigada en su lugar. No se atrevía a mover ni un centímetro mientras ambos se medían mutuamente.
—Cálmate, ¿quieres? Vine aquí para disculparme por mi comportamiento anoche —el hombre rompió el silencio entre ellos. Miró a la joven mujer con diversión, pensando que era como un cachorro de tigre, erizándose mientras mostraba sus pequeños colmillos afilados.
Adrienne lo miró con enojo, notando la diversión danzando en su ojo expuesto. —No necesitaba tu disculpa. Estás perdiendo tu tiempo, señor.