—No puedes herirme si sé que no me perteneces. Estoy sobre ti ahora mismo porque no necesito simpatía. No necesito tensión. Mi gloria es todo lo que necesito. Este resplandor es una farsa, y cuando lo descubra, no necesitaré ninguna simpatía —tarareaba Elliana mientras caminaba hacia el estanque.
Este lugar era como su nueva escapatoria del mundo. El silencio hubiera sido ensordecedor si los pájaros no estuvieran cantando tan hermosamente.
Si Daniel no la hubiera interrumpido ayer, habría pasado más tiempo aquí, incluso si eso significaba faltar a una clase.
El tenue olor de las flores y la tierra húmeda y los tranquilizantes sonidos de la naturaleza casi se sentían como un sueño que no quería que terminara.
El color verde de las hojas, algunas oscuras y otras brillantes, el sol brillando justo encima del bosque, los rayos penetrando en el bosque, como si fuera luz filtrándose a través de agujeros en un recinto cerrado. Todo la hacía sonreír con la frescura.