Cuando Lauren y Westley llegaron a la cámara de tortura, para su sorpresa, encontraron a su maestro sentado en el suelo con una evidente marca de arañazo en su rostro. Aunque no habían presenciado directamente lo ocurrido en la habitación, habían permanecido en el corredor, lo que les permitió atisbar a la princesa enfurecida volviendo a su habitación mientras murmuraba para sí misma.
—¿Desea que le ayude a ponerse de pie, Maestro? —preguntó cortésmente Westley a su maestro, quien sonreía ante algo que pasaba por su mente. Su mirada se desvió brevemente para encontrarse con los ojos de Lauren.
—Permítame traer un paño para esa herida en su rostro —propuso Lauren, lista para abandonar la habitación, cuando Raylen dijo: