Anastasia despertó con el alegre canto de los pájaros pequeños. Al abrir los ojos, su mirada cayó sobre las plantas altas que les proporcionaban refugio tanto a ella como a Dante, a pesar de que el sol ya había salido para saludar un nuevo día.
—Buenos días —saludó Anastasia cuando vio a Dante abrir los ojos, y parecía que ambos habían disfrutado de un sueño reparador el uno al lado del otro.
—Buenos días —Dante devolvió el saludo con una expresión satisfecha.
Usando sus codos, ella se acercó a él y luego lo besó antes de que una sonrisa adornara sus labios. Expresó:
—No puedo esperar a que los bosques regresen a Versalles —para que pudieran pasar su tiempo así sin una sola preocupación.
—Será algo que esperar con ansias —murmuró Dante, y colocó su mano suavemente en el lado de su rostro. Luego le recordó:
— Deberíamos regresar a la casa antes de que pierda la credibilidad que gané ayer.
Anastasia asintió, diciendo: