Parte 1
—¿Por qué debería ir a la escuela cuando sé que las sombras pueden acechar en cualquier rincón del mundo? —Agustín se preguntaba a sí mismo mientras caminaba por los tejados de la escuela, un lugar donde nadie podía oír su conversación con las voces. Vestido con ropa limpia y su mochila al hombro, estaba listo para enfrentar otro día de escuela, pero la conciencia de que el mundo dependía de él y de otros como él, le impedía mantener la calma.
—Las sombras prefieren los lugares concurridos —respondieron las voces—. Pero su número es limitado, así que se conforman con lo que tienen a mano, en este caso, una escuela.
—¿Esta escuela en particular? —preguntó Agustín, entrecerrando los ojos.
—Ha habido algunos ataques en esta zona... lo escuchaste ayer en ese aparato que ustedes llaman "televisor", ¿no te acuerdas?
—Ehhh, sí, algo así —Agustín se rascó la mejilla, recordando vagamente haber escuchado algo al respecto—. El entrenamiento me dejó agotado y lleno de moretones... lo único que quería era dormir.
—También podemos oír tus pensamientos.
—¿Eh?
—¿Crees que juzgamos la pureza de un corazón solo por las acciones? A veces, también hay motivos ocultos.
—Intrusivo, pero seguro.
—Hoy tu objetivo es prevenir el ataque de las sombras. Si no puedes, destruye sus cuerpos para que las almas puedan regresar a sus cuerpos.
—Entendido.
La portera de la escuela abrió las puertas y los estudiantes comenzaron a entrar. "Bueno, es hora de entrar", pensó Agustín.
—Sí, es hora.
—Dejen de hacer eso.
—No podemos.
—¿No?
—Lamentablemente no... piensas en muchas cosas a la vez, eres un caos organizado.
Después de una risa ligera, Agustín buscó una oportunidad para bajar del edificio sin ser visto. Una vez dentro, escondió su collar debajo de su remera.
—«Parece que Moyano no va a venir hoy, qué mala suerte. Y para peor, tengo clases de ciencias sociales con este profesor». —Pensó Agustín mientras se sentaba en el aula y veía entrar a Mario—. «Creo que debería empezar a hablar con el chico que toma el mismo colectivo que yo».
—Buenos días, chicos y chicas —saludó el profesor Mario, su tono sonaba un poco forzado mientras se paraba frente a la clase.
Solo unos pocos estudiantes respondieron al saludo, lo que pareció molestar bastante al profesor.
—Cuando yo digo "buenos días", todos deben responder "buenos días". No sean maleducados como el señorito Agustín... —dijo con un tono de decepción, dirigiendo su mirada hacia Agustín.
—«¿Por qué no me deja en paz?» —Agustín trató de evitar su mirada.
—De nuevo... buenos días, chicos y chicas.
Esta vez, todos en el aula respondieron al saludo de Mario, aunque de manera forzada pero respetuosa.
Dos chicas que se sentaban cerca de Agustín se rieron mientras lo miraban, y un chico sentado detrás de ellas miraba a Agustín con furia.
—«¡Oh, no! Deben estar riéndose de mí, o quizás se están burlando. ¡No! ¡Pronto todos se reirán de mí cada vez que me vean! ¡Y ese chico parece que me quiere matar!» —Agustín, desesperado, intentó ocultar su rostro entre sus brazos.
—Estás exagerando —dijeron las voces.
—«No están ayudando».
—No es nuestro deber decir esto, pero haremos una excepción. Ellas no están hablando mal de ti, todo lo contrario.
—«¿Y qué dijeron?».
—Escuchaste suficientes fragmentos de la conversación como para hacerte una idea, usa la cabeza.
En cuestión de segundos, Agustín logró entender algo. En resumen, una de las chicas había dicho "ese chico tiene una cara tonta, pero adorable", aunque no estaba seguro de cuál de ellas lo había dicho.
—Y ese chico realmente quiere matarte —añadieron las voces.
Los labios de Agustín se torcieron ligeramente de disgusto al escuchar eso. Después de unos segundos, echó un vistazo a las chicas y una de ellas rápidamente apartó la mirada y no volvió a decir nada.
Mientras el profesor pasaba lista, al decir "Nahuel" no recibió respuesta. Pero justo cuando estaba a punto de marcar una falta para el supuesto chico, la puerta se abrió de golpe y el responsable gritó "¡Presente!" levantando su mano izquierda.
Todo el aula giró para mirar al chico llamado Nahuel. Tenía el cabello un poco despeinado, ojos de un color marrón oscuro y una piel ligeramente morena.
—Ohhh, parece que a alguien se le pegaron las sábanas —dijo Mario con disgusto y sin un ápice de empatía—. Y en primer lugar, debes tocar la puerta y pedir permiso.
—Lo siento, profesor, llegué tarde.
—¡No me importa, ahora sal del aula y pide permiso correctamente! —Mario gritó, agitando su mano.
Nahuel salió del aula y cerró la puerta. Apoyó la cabeza en la puerta, avergonzado, maldiciendo la alarma que no había escuchado. Después de unos segundos, golpeó la puerta.
—Adelante... —dijo Mario, todavía con un tono de enfado.
—Hola... permiso —Nahuel se asomó por la puerta, tratando de ocultar su vergüenza.
—¿Qué pasó? ¿Te peleaste con el peine?
Se escucharon algunas risas, luego Nahuel se alisó el cabello con las manos y buscó un lugar para sentarse. Agustín le hizo señas para que se sentara junto a él. Al principio, Nahuel parecía indeciso, pero finalmente se decidió y se sentó junto a Agustín.
Después de tomar asistencia, el profesor Mario comenzó a escribir en la pizarra.
—Soy Agustín —dijo, bajando la cabeza para entrar en el campo de visión de Nahuel, quien estaba escribiendo—. ¿Y tú eres...?
Aunque ya sabía la respuesta, preguntó por cortesía.
—Nahuel... —respondió sin levantar la vista de su hoja, pero aún así parecía dispuesto a mantener una conversación.
Mientras ambos escribían, hablaban de lo primero que se les venía a la mente. Cuando sonó la campana para el recreo, Agustín y Nahuel salieron juntos al patio.
—«Una sombra... no parece que vaya a atacar» —Agustín intentó fingir que no la veía—. «Además, si nadie más la ve... significa que aún no le ha arrebatado el alma a nadie».
Una sombra de aproximadamente dos metros estaba observando la escuela desde el otro lado de la calle.
—Excelente deducción —dijeron las voces—. Por ahora, es mejor mantener el anonimato.
—«No sé qué es "anonimato"».
—Solo sigue haciendo tus cosas de estudiante e ignora la sombra. Aprovecha que no te ha visto para observar su siguiente movimiento.
Agustín dudó de dejar que las sombras actuaran antes que él. Muchas vidas estaban en peligro, pero siempre y cuando lograra salvar todas las almas, no habría problema para él.
No parecía que las sombras fueran a atacar, más bien parecían estar buscando algo o a alguien. Era peligroso dejar a esas sombras libres, pero optó por obedecer a las voces y continuar con su día escolar.
§
Mientras la clase continuaba, decidió hacer una materialización en su cabeza para estar listo para su próxima batalla. No había mucho tiempo, pero tampoco había muchas opciones. Si las sombras atacaban, este era el momento perfecto para volverse más fuerte. Haciendo una materialización casi perfecta del interior de la escuela, se preparó para enfrentar a las sombras.
La materialización estaba un poco distorsionada, las paredes parecían más frágiles y el mobiliario parecía escaso, pero no había tiempo para preocuparse por los detalles.
Agustín estaba luchando en su mente mientras el profesor de música daba clases. Él ya había terminado las actividades, así que no había problema, si no fuera porque parecía que estaba durmiendo con la cabeza apoyada en su mano. Pero esta vez, el profesor lo dejó pasar, ya estaba demasiado cansado como para decir o hacer algo más.
Nahuel, que también había terminado sus actividades, se giró hacia Agustín con la intención de charlar un poco más antes de que terminara el día escolar. Sin embargo, al verlo, parecía que estaba completamente dormido. "Bueno, mejor no lo molesto", pensó Nahuel, volviendo a sus hojas. Pero de reojo notó que el brazo izquierdo de Agustín, apoyado en la mesa, temblaba ligeramente. "Tal vez esté teniendo una pesadilla", fue lo primero que le vino a la mente. Pero sabía que si lo despertaba, probablemente gritaría de susto o algo parecido. Entre lo que había sucedido hoy y ayer, era mejor no exponerlo a más humillaciones.
Mientras tanto, dentro de la mente de Agustín, él se encontraba arrodillado, lleno de golpes por todo su cuerpo. Los suelos estaban destrozados y las paredes agrietadas.
—No hay caso... son demasiadas para mí solo... —dijo Agustín.
En respuesta, las voces resonaron por toda la materialización de la escuela:
—Ya va siendo hora de que lo dejes.
—Aún puedo seguir peleando.
—Claro que puedes, pero tienes que guardar energías para la verdadera lucha. No olvides que esto no tiene ningún efecto en la realidad más allá de mejorar tu afinidad con el collar... además, estás preocupando a tu amigo.
—¿Eh?
—Tal vez no te hayas dado cuenta, pero cuando luchas contra las sombras en una materialización, tu cuerpo responde muy ligeramente a tus movimientos y Nahuel cree que estás teniendo una pesadilla.
Dicho esto, era hora de volver. No había que preocupar a un amigo. Al abrir los ojos, sonó la campana que marcaba el fin del día escolar.