Parte 3
Agustín caminaba hacia donde se congregaban los demás estudiantes, mirando al techo con una expresión de confusión.
—¿Qué querría decir ese chico…?
Murmuró Agustín mientras se unía al grupo de estudiantes. Nahuel, uno de sus amigos, ya estaba allí.
—¿Por qué te has demorado tanto? —preguntó Nahuel— ¿Y Moyano?
—Pensé que estaba contigo… —Agustín miró a su alrededor.
—Pues no, por eso te lo pregunto.
—«¿Estará en problemas?» —pensó Agustín, llevándose una mano a la barbilla.
—Y… ¿Estás seguro de que no sientes nada por ella…? Porque la mirabas de una forma extraña.
—¿En serio hice eso?
—Sí, y de hecho… creo que hasta estabas babeando.
—¿Eh? Yo no…
—Tranquilo... solo te estoy molestando —Nahuel le dio una palmada en el hombro a Agustín— ¿Tienes idea de a qué se refería con "Puedes verlas"?
—Yo… eh…
—¿Lo sabes o no? —Nahuel presionó a Agustín, impaciente.
—Yo… no sé a qué se refería —Agustín apartó la mirada.
—... ¿Tienes idea de dónde podría estar Moyano? Es preocupante que no esté aquí.
—Sí… tienes razón… Creo que deberíamos buscarlo.
Mientras todo el grupo de estudiantes se dirigía hacia la salida, Agustín sintió un fuerte tirón en el cuello de su remera desde atrás.
Al escuchar un gemido, Nahuel giró ligeramente la cabeza para mirar a Agustín.
—Supongo que tendré que buscarlo solo —murmuró Nahuel, observando las nubes mientras cruzaba la salida.
Agustín vio cómo los demás estudiantes se alejaban rápidamente y él solo podía observarlos, sin saber quién lo estaba reteniendo. Una vez que se detuvo, pensó en activar su collar.
—Pensé que esperarías a que todos se fueran.
Agustín decidió no usar su collar al escuchar la voz de una niña. Al girarse, vio a la chica de antes, quien le sonreía ampliamente. No pudo evitar que su corazón latiera más rápido.
—¿Te sientes bien…? Te ves muy nervioso —dijo la chica.
—Yo y-y-yo.
—¿Acaso me tienes miedo?
—Es solo que… estás muy cerca.
Ella comprendió lo que quiso decir Agustín, se sonrojó y lo empujó.
—¡Waahh! —Casi cae al suelo, pero logró mantener el equilibrio.
—¡Lo siento…! No quise…
—No te preocupes… no pasó nada.
La niña se acercó a Agustín, inclinando su cuerpo ligeramente para mirar mejor sus ojos:
—Pareces ser muy bueno ¿A cuántas has derrotado?
—Qu-... No sé... de qué hablas… —Agustín trató de evitar el contacto visual.
—Vamos… no te hagas el tonto conmigo —ella extendió su mano hacia el cuello de Agustín.
—Oye… ¿Qué estás…
Con un poco de forcejeo, logró sacar el collar de la remera de Agustín y exponerlo.
—Tu…
La niña sacó de su bolsillo un collar del caos de color rosa.
—Sabía que tú también podías verlas, y estoy segura de que tus amigos también, los tres tienen collares del caos… ¿Y bien? ¿Quién es el líder?
Guardó nuevamente su collar:
—Moyano tiene uno… Pero Nahuel… no estoy seguro del todo…
—¿Y por qué no vas y se lo preguntas?
—Ah claro, "Oye Nahuel ¿Acaso puedes verlas?" —Agustín agitó ligeramente las manos.
—Trataba de no ser tan directa.
—En fin… ¿Cómo supiste que yo tengo un collar?
—Esa cara tonta te delata.
Por alguna razón, Agustín ya parecía más calmado, pero tras escuchar eso hizo un pequeño quejido.
—No entiendo cómo es eso… pero bueno.
Con una sonrisa amable, ella llevó sus manos a su espalda e intentó nuevamente hacer contacto visual:
—Soy Priscilla.
Agustín nuevamente se puso nervioso, evitando los ojos de la chica:
—Soy Agustín…
Priscilla estaba a punto de decir algo, pero fue interrumpida por los gritos de algunas personas fuera de la escuela. Pero no eran los típicos gritos de los chicos hablando entre ellos o las madres buscando a sus hijos, eran los gritos de personas pidiendo ayuda con desesperación.
—Sombras… —dijo Agustín.
Ambos salieron afuera y se paralizaron al ver la cantidad de sombras que había.
Priscilla observó con los ojos bien abiertos a las sombras.
—¿Qué? ¿En serio? Solo son 3… 5… 8… ugh... Mejor ni los cuento.
Había un total de 30 sombras frente a la escuela, listas para pelear.
No quedaba nadie en la zona, todos habían escapado excepto por las personas que corrieron hasta el interior de la escuela para resguardarse allí.
—S-Son muchas… —Priscilla dio un paso atrás, asustada— ¿T-Tenemos que… pelear contra todo eso?
Ambos estaban aterrados por lo que les esperaba, ninguno se atrevía a poner un pie adelante. La oscuridad llenaba por completo el frente de la escuela y las sombras se extendían por toda la calle. Agustín tragó saliva y dio un paso al frente.
—Es nuestro trabajo…, además —El collar de Agustín comenzó a brillar— los guerreros anteriores a nosotros pelearon contra ejércitos enteros, así que no te quejes.
Priscilla parece pensarlo por unos momentos y luego se muestra decidida con la frente en alto:
—Entonces vam…
—¿Qué está pasando? ¿Y qué es eso de "trabajo"? —Un hombre alto salió del interior de la escuela, luego tomó de los hombros a Priscilla.
—¿Quién es él? —Agustín miró confundido a Priscilla.
—Es mi papá —dijo Priscilla.
—¿Y no le contaste nada?
—Lo encontré apenas esta mañana. —Ella sacudió los brazos algo frustrada—. Estuve en clases escuchando las voces.
—¿Escuchas voces? —El padre gritó alterado.
—Ah… por eso actúabas tan raro. —Dijo Agustín.
—¿Me estás diciendo rara?
Ellos estaban conversando ignorando todo el tiempo que el padre de Priscilla les gritaba para entrar porque las sombras se estaban acercando.
—No te estoy diciendo rara, en realidad es-
—¡Están mirando hacia acá! —el padre de Priscilla sacudió a su hija.
—¡Vaya a esconderse! —Dijo Agustín mientras caminaba a través de la salida—. Nosotros tenemos que lidiar con las sombras.
—¡No voy a dejar a mi hija aquí! —El padre de Priscilla no cedería fácilmente.
—No tenemos tiempo para esto.
Agustín tomó la mano de Priscilla y ambos salieron del interior de la escuela.
—Ah ¿Qué haces? —Priscilla se dejó llevar por Agustín.
—¡Ey! ¡¿Qué crees que haces?! —A su padre no le gustó nada esta acción y corrió hacia Agustín.
Pero él ya cerró las puertas y gracias a la fuerza que le brindaba el collar pudo romper una barra de metal de una de las puertas y la ató en la cerradura de manera que la puerta quedó trabada.
—Te pongo a salvo.
—¿Dejarlo atrapado es ponerlo a salvo? —Ella miró enojada a Agustín.
—Seh... no fue la mejor idea.
Mientras ellos discutían, Moyano bajó desde el techo de la escuela justo frente a ellos.
—¡Agustín! Tenemos que hablar.
—Hasta que apareces ¿Dónde te has metido?
—Eso no importa ahora.
—¿Y tu familia?
—Ellos alcanzaron a escapar… Vámonos —Moyano hizo un gesto para que lo siguiera.
—Ella también tiene un collar del caos.
—¿¡En serio!? —Moyano abrió los ojos impresionado por la coincidencia.
—¡Sí! —Priscilla respondió emocionada.
—Oh no… Ya están aquí —Moyano volteó a ver cómo las sombras se acercaban lentamente a ellos.
Y entonces, la primera sombra se lanzó hacia ellos, no era más alta que una persona adulta, por lo que Agustín tomó la delantera y agarró a la sombra del cuello para luego estrellar su cabeza contra el suelo. El cuerpo de la sombra se evaporó en una neblina oscura.
Moyano corrió hacia las sombras y con un golpe en el estómago derribó a una, es entonces cuando las demás se lanzaron hacia él. En menos de un segundo ya no tenía escapatoria. Pero un chico apareció de entre las sombras y con un salto logró salvar a Moyano.
Ambos cayeron en la entrada de la escuela:
—¿Moyano? ¿Agustín? ¿Y esa chica? —El chico miró confundido a las personas con las que se cruzó.
—Me llamo Priscilla…
—¿Nahuel? —Moyano observó confuso al chico que acaba de salvarlo.
Nahuel lleva el collar del caos naranja.
—¿Qué hacen aquí...? Es peligroso —Nahuel se percató de los collares que tenían ellos— ¿Acaso ustedes también…?
—Dejemos la charla para después —Dijo Priscilla.
Es una situación frenética, no había tiempo para pensar porque todas las sombras se lanzaron a la vez hacia ellos, detrás solo tenían la escuela que debían proteger, al frente y a los lados solamente hay sombras incluso por arriba, estaban completamente rodeados.
Sin dudarlo un segundo, Agustín se paró frente a ellos y con su mano izquierda agarró su collar y una poderosa onda expansiva azotó únicamente a la presencia oscura.
—¡Es ahora!
Las sombras estaban aturdidas y dispersas por todas partes, no tardarían en levantarse, es por eso que corrió y aplastó tantas sombras como pudo. El resto también hizo lo mismo, pero no tardaron mucho en levantarse.
Aún quedaban demasiadas sombras, por lo que Agustín decidió llevar el grupo más grande a las calles.
Mientras que Priscilla, Nahuel y Moyano trabajaron en conjunto para lidiar con las sombras restantes. El único problema que se les presentaba era que no podían destruir las sombras de un golpe como lo hacía Agustín, por lo que debían ingeniárselas como podían.
Aunque para Agustín, el hecho de tener una gran cantidad de oponentes hace que esquivar los ataques simultáneos de las sombras sea más difícil.