Parte 2
Al final, las sombras no atacaron, por lo que Agustín tuvo que esperar hasta el día siguiente.
Hoy, Moyano sí asistió a la escuela y se sentó junto a Nahuel. Agustín se sentó detrás de ellos para darles la oportunidad de hacerse amigos. Bueno, esa era la excusa que se había planteado para mantener cierta distancia con ellos. A veces hacía gestos cuando se comunicaba con las voces y la mayoría de la clase lo consideraba raro, así que la mejor opción era alejarse un poco de sus amigos.
Balanceando su lápiz de un lado a otro con su mano izquierda, Agustín estaba teniendo una conversación con las voces:
—«¿Hasta cuándo voy a tener que esperar para recuperar el alma de mi madre? Mientras yo estoy aquí, esa sombra hace de las suyas».
—Es peligroso —dijeron las voces.
—«¿Peligroso? ¿Por qué simplemente no me dices dónde está esa sombra? Solo tengo que golpearla y listo.
—Es un tema complicado.
—Aaaagh.
Después de quejarse, sus amigos se giraron para ver qué sucedía. Agustín rápidamente se acomodó en su silla y fingió estar escribiendo en su hoja.
—A ver cómo sales de esta —dijeron las voces.
—«Ustedes cállense».
—¿Qué sucede? —preguntó Moyano.
Agustín levantó su hoja y la sacudió vagamente:
—Los ejercicios son muy difíciles.
—¿Qué? Pero si fuiste uno de los primeros en terminar —Nahuel levantó la hoja y señaló un lugar específico—. Y hasta ya te corrigieron.
—Agustín es inteligente, pero a veces es muy tonto para algunas cosas.
Al escuchar eso, Agustín miró enojado a Moyano, quien se rió inocentemente. Nahuel aprovechó la distracción para llevarse la hoja de Agustín.
El profesor de lengua, tras una breve ausencia, regresa al aula y, sin mediar palabra, se lleva a un estudiante fuera del salón.
—Bueno... ¿Crees que lo están regañando? —Moyano, con una expresión de incomodidad, desvía la mirada.
—No importa lo que sea... no parece nada bueno —Nahuel, imperturbable, continúa escribiendo en sus apuntes sin siquiera girar la cabeza.
Gracias a la oportuna intervención de Mario, Agustín se libra de tener que dar explicaciones. Piensa que todo ha terminado ahí, pero sin percatarse, una chica se acerca a su grupo de amigos, dirigiéndose específicamente hacia él.
Agustín nota de reojo a la chica a su lado y decide girar a su derecha para identificarla.
Sus ojos se posaron primero en su hermoso cabello castaño claro, suave como algodón de azúcar, brillante como el reflejo de la luna en el agua, que termina a media altura de su cuello en una delicada trenza. Luego, su mirada asciende lentamente hasta sus ojos, en los que siente que podría perderse para siempre, y finalmente se detiene en sus labios, unos hermosos labios de un suave tono rosa.
La mera presencia de la chica es suficiente para acelerar el corazón de Agustín. Es como si estuviera contemplando una hermosa flor en medio de un campo arrasado. "Arrasado", porque la mayoría de los estudiantes en ese salón no son precisamente atractivos, y eso incluye a Agustín y sus amigos.
—¿Puedes verlas?
La chica saca a Agustín de sus pensamientos con una pregunta inusual. Moyano también se sorprende por la pregunta, mientras que Nahuel simplemente desvía la mirada.
—Olvídalo… siento molestarte.
—esp…
Antes de que él pudiera responder, la chica se alejó. Él se levantó de su asiento con la intención de seguirla, pero el sonido de la campana anunciando el final de la jornada escolar resonó por todo el edificio, dejándolo en silencio.
Agustín no es de los que se levantan para pedirle a una chica que espere, pero si se trataba de las sombras, no podía quedarse con la duda.
—Vaya, una chica te habló, jajaja —Nahuel se giró y apoyó su codo en la mesa de Agustín, burlándose.
—¡Déjame en paz! —Agustín apartó la mano de Nahuel, sus mejillas se tiñeron de rojo.
—Es cierto... —intervino Moyano—. Déjalo, al menos a él le habló una chica… Nahuel se llevó la mano al pe
cho, como si hubiera recibido un golpe al corazón.
—Y dime... ¿Te gusta? —Moyano se acercó a Agustín, curioso.
Agustín sintió cómo su corazón se aceleraba ante la repentina pregunta. Se sonrojó aún más y no pudo evitar cubrirse la cara de la vergüenza que sentía.
De repente, la puerta se abrió y todos guardaron silencio. Mario y el chico que había sacado previamente entraron al salón.
—Ve a guardar tus cosas —Mario le ordenó al chico que acababa de entrar.
Obedeciendo a Mario, el chico caminó en silencio y guardó sus cosas.
—Él es Ezequiel... y se burló de mí, igual que el señorito Agustín, así que ahora voy a llamar a sus padres.
Ezequiel, un chico de la misma altura que Agustín, de tez morena y cabello oscuro y no muy corto, se sentó solo en el fondo del salón. Agustín lo observó por unos segundos, sintiendo lástima, hasta que la chica de antes cruzó su campo de visión, dejándolo atónito por unos segundos.
Ella notó que Agustín la estaba mirando y, con una sonrisa inocente, le saludó, lo que fue suficiente para poner nervioso de nuevo a este chico de corazón sensible.
Fue entonces cuando se dio cuenta, era la misma chica que le había dicho "tonto pero adorable".
—Jejeje... Máquina —Nahuel le dio ligeros codazos en el brazo a Agustín—, está a tus pies... o más bien al revés.
Agustín lanzó una mirada afilada hacia Nahuel, causándole un pequeño susto, más que nada porque esa acción no era típica de él y lo tomó por sorpresa.
—Bueno, bueno... no molesto más…
Mientras todos se iban del aula, Agustín volteó hacia la ventana en busca de sombras.
—Agustín…
—¿Qué pasa? —Él giró para ver a Moyano.
—Debes estar preparado... —Moyano sacó de su bolsillo algo brillante, era el collar del caos verde.
—¿Cómo sabías que...?
—Parece que ni te esfuerzas por ocultarlo.
—¿Tan descuidado soy?
Moyano asintió lentamente, cerrando los ojos, para luego mirar extrañado a Agustín:
—No pareces tan sorprendido.
—Durante la clase vi cómo tu collar se salía del bolsillo.
Moyano evitó la mirada de Agustín, rascándose la mejilla.
—Hay muchas sombras... debemos tener cuidado —dijo Agustín.
—... Tienes razón.
Moyano salió del aula para reunirse con sus demás compañeros de curso. Agustín también decidió irse, pero al voltear, vio a un chico parado a un metro de él, observándolo.
—Ella es demasiado buena para ti.
Un chico de la misma altura que Agustín estaba parado justo frente a él, con una ligera expresión de ira y un tono amenazante en sus palabras.
—Tú eres Carlos, ¿no? No tengo idea de qué estás hablando.
—Te lo advierto... aléjate de ella.
Tras decir eso, Carlos salió del aula. Agustín recordó rápidamente que ese era el chico que se sentaba detrás de la chica de antes, el mismo que lo miraba con ojos asesinos. Olvidándose por completo del tema, se dirigió a la salida con sus demás compañeros.
§
Mientras tanto, Moyano caminaba por los corredores de la escuela, buscando a sus compañeros de clase.
—Veo sombras —susurró Moyano, con una mirada inquieta hacia su derecha.
Intentó localizar a Agustín, pero su búsqueda fue en vano. Decidió actuar solo, temiendo que un accidente pudiera ocurrir en cualquier momento.
—No deberías enfrentarte a esto solo —las voces en su cabeza le advirtieron.
—Lo sé, pero algo malo podría suceder si permito que se acerquen a las personas.
—Si ese es el caso, ten mucho cuidado.
—Lo tendré.
Moyano se lanzó hacia el patio de recreo con tal velocidad que solo unos pocos estudiantes se percataron de su presencia. Las sombras se elevaron hasta el techo de la escuela, y Moyano las siguió con un salto, iniciando una persecución.
—¡Alto ahí!
Las sombras, sin mirar atrás, corrieron por el techo de la escuela, pero Moyano las alcanzó con facilidad gracias a su collar. Con un golpe, desintegró una sombra, y con una patada, eliminó a otra. Atrapó a la última sombra con un agarre firme.
—¡Suéltame, humano! —gritó la sombra, desesperada y sin su poder completo para defenderse, ya que aún no había absorbido un alma.
—¿Qué están haciendo aquí?
La sombra pareció reflexionar por un momento.
—¡Habla ya!
—Jajajaja… ¡Ingenuo! —La sombra señaló detrás de Moyano.
—Espero que no sea una trampa —Moyano giró para ver hacia dónde apuntaba la sombra y rápidamente volvió la vista— ¡Maldición!
En algún rincón de la ciudad, en un callejón oscuro como la boca de un lobo, un tenue resplandor violeta parpadeaba.
—Los hemos encontrado —declaró una voz profunda y resonante—. Es hora de atacar.
Siguiendo esa orden, una multitud de sombras emergió del callejón, comenzando a absorber las almas de cada persona con la que se cruzaban. Se dispersaron por una sección de la ciudad, dirigiéndose hacia la escuela donde Agustín y los demás se encontraban.
Moyano eliminó con facilidad la sombra que tenía en sus manos y volvió a mirar hacia atrás.
—Tengo que avisarle a Agustín…
Observó la gran cantidad de sombras que se cernían sobre los edificios de la pequeña ciudad en la que se encontraba. La vista era aterradora, pero Moyano sabía que tenía que actuar.