Bahar narra
—No pasa nada—se adelantó a explicar porque no le convenía hablar de eso con Kemal. Al parecer, dudaba de las conjeturas que su mente estaba formando— Solo estábamos bromeando, ¿no es así, Bahar?
Intenté relajarme bajo la mirada confundida de Kemal, y lo logré. Fingí mi más sincera sonrisa.
—Sí —respondí—. Samira me estaba mostrando cómo pelean las mujeres callejeras, y volví a poner mi atención en ella. ¿Lo hice bien o me falta más práctica?
Ella me miró con severidad por el comentario, lástima que no le convenía decir absolutamente nada.
—¿A qué te refieres? -inquirió Kemal con desconfianza— ¿de qué me perdí?
—Cosas de mujeres—pronuncié con una sonrisa maliciosa— no lo entenderías.
De igual forma, Samira fingió su mejor cara; sin embargo, la tensión negativa casi podía palparse en el aire. Por suerte, los hombres no entendían indirectas.
—Ah, entiendo —dijo—. Te estaba buscando Bahar, para confirmar nuestra salida...—me guiñó un ojo—. Emir me pidió que te acompañe. ¿No tienes ningún problema con eso?
Negué captando su indirecta.
—No hay problema—sonreí—. Ahora me voy a retirar, terminaré de hacer mis ejercicios.
Estaba por girarme, pero la desagradable voz chillona de Samira invadió mi zona auditiva, irritando mi estado de ánimo. No pude negar que por una parte me sentía demasiado contenta, porque Samira me había declarado la guerra y me demostró cuáles eran sus verdaderas intenciones. Un punto a mi favor fue que, ella iría a poder hablar lo que sea, pero sin pruebas de lo que decía su palabra era inválida. Ese era el punto a mi favor.
A ella no le convenía tratarme de esa manera porque no sabía de lo que yo era capaz. Ella no conocía el monstruo pasivo que vivía dentro de este cuerpo. Ese monstruo que estaba dormido y que poco a poco se iba levantando con cada acción negativa de las personas.
—¿A dónde van a ir? -preguntó esa infeliz.
—Bahar tiene que ir al consulado -contestó— necesita visa para territorio ruso. Es para cuando quiera visitar a su esposo, ya que se irá por una temporada larga.
Resoplé y rodé los ojos con fastidio. Ahora resultaba que ella quería saberlo todo. Esa metiche igualada atrevida.
—Ozgur irá con nosotros, él nos llevará—volvió a hacerme un ademán para que le avise a Gül.
Kemal se quedó embobado observándome.
—Pero... ¿no puede ir sola? -inquirió ella acariciando su hombro— es que quería proponerte salir esta tarde. Hay un restaurante muy bonito que llamó mi atención.
—No, no puede ir sola—respondió Kemal, y su rostro decayó en una mueca desanimada— lo siento, cariño... Pero podemos ir luego.
—No te preocupes ya habrá demasiado tiempo para que lo pasemos juntos—habló luego, besó su mejilla y se despidió—iré a tomar un baño... ¿Te espero? -pronunció con coquetería.
—Adelántate, tengo que hablar de algo importante con mi hermana.
Asintió no muy feliz y se fue. Rodé los ojos tras girar sobre mis tobillos y caminé apresuradamente.
—Espera—me pidió y me detuve. Se aproximó a mi dirección y se posicionó al frente mío.
—¿Qué sucede? Kemal, estoy ocupada. Ni siquiera he terminado mi rutina de yoga.
—¿Por qué le dijiste a Samira que tenía que cambiar su religión para ser mi esposa?
—Porque ella me preguntó sobre nuestras tradiciones—respondí con amabilidad— no tengo la culpa de que mi respuesta no le haya gustado, solo intentaba ser amable con ella.
—No debiste decirle eso... Tú sabes muy bien que yo no sigo estás tradiciones.
Me enfurecí cuando inconscientemente me culpó de tener una novia tan metiche.
—Lo que deberías hacer es decirle de una vez por todas que deje de meter sus narices donde no le concierne.
Mi rostro se desencajó en una mueca enfurecida. Esa maldita perra nos estaba haciendo pelear, eso era lo que ella quería, ese era su objetivo. Vio que pudo tomar eso a su favor y tiró esa puñalada al aire.
Estaba incómodo, acomodó su melena negra hacia atrás con frustración.
— Me casaré con Samira en cuanto pueda—contestó con una nota de voz molesta— así que si ella te pregunta algo no le digas, ya que ese no será nuestro estilo de vida.
Mi corazón quedó vuelto añicos dentro mi pecho y olvidé cómo se sentía respirar con normalidad. Asentí e intenté esconder lo que me habían afectado sus palabras. Fue como un maldito balde de agua fría, como una daga incrustada en mi esternón que me robó el aire. Dios, quería que la tierra me tragara y dejar de sentir ese malestar en mi estómago.
Me sentía tan miserable y tan pequeña ante esa severidad... ¿por qué era tan cruel conmigo? Después de que hicimos el amor, después de que me entregué a él, después de que me dijo que me amaba, no podía creer que le estaba diciendo eso.
—¿Qué hay de nosotros?—mi voz débil se destruyó en mis cuerdas vocales.
—Bahar... Yo te amo—murmuró— pero eso no significa que estaré contigo como ambos quisiéramos estar. Nuestra familia está en juego y puede destruirse a causa de esta relación.
Suavizó la expresión y acarició mi barbilla suavemente. Temblé ante su tacto tibio y mi cuerpo se estremeció. Mi garganta ardía y me vi obligada a tragarme ese nudo junto con esas lágrimas que estaba conteniendo para que no fueran derramadas.
—Yo quiero estar contigo—volvió hablar y en ese preciso momento fue que quise sollozar con descontrol pero intenté esconderlo. Y lo logré a sabiendas de que podían vernos.
Al menos hice mi mayor esfuerzo para no desmoronarme. Aunque estábamos en el jardín, estábamos expuestos a la luz del día y existía lo posibilidad de que nos vieran en una situación comprometida.
—¿Esta es tu venganza por lo que te hice?—pregunté triste, decaída.
—Por supuesto que no, linda—respondió— jamás he querido dañarte... Y si lo he hecho en algún momento, quisiera que supieras que nunca fue mi intención. Si queremos vivir nuestro amor, vamos a tener que adaptarnos a esto. Yo estoy dispuesto a correr el riesgo... ¿Crees que para mí es fácil, preciosa? Para mí no lo es, pero lo haré porque quiero estar a tu lado.
—¿Sabes a lo que yo estoy dispuesta?—sonreí con debilidad— estoy dispuesta a dejarlo todo por ti—podía sentir el escozor de mis lágrimas en los ojos— pero ya veo que no estamos en la misma sintonía. Nunca vamos a estar en la misma, por desgracia.
Respiró profundamente y me miró con pesar. Me dolía todo y tuve que moverme porque pensé que, si continuaba mirándome a los ojos, iba a desfallecer. Maldita sea, ya no podía soportar ese desgarrador dolor en mi pecho.
Él me tomó del brazo y logró hacer que me detuviera.
—No te vayas así—me pidió— no llores, por favor, no llores.
—Eres un maldito—repliqué soltándome de su agarre— pero te juro que nunca más voy a caer en tu maldito juego. No soy plato de segunda mesa. Si quieres casarte con Samira, adelante, pero yo no me voy a prestar para ser tu amante. No me vuelvas a buscar, Kemal, olvídate de mí.
—No me pidas algo que no puede ser posible—dijo— por más que intento no puedo olvidarte.
—Eres un cobarde—farfullé rabiosa— tanto que me quisiste alejar, ¿para qué? Me rechazas cuando me buscas y luego cuando comprendo que no puede ser me buscas... Caigo, nos acostamos, y luego cuando me siento en las nubes, caigo contra el suelo.
Ya no pude soportarlo más, rompí a llorar. Y me odié por eso, me odié porque me dejé ver nuevamente vulnerable ante él. Mis lágrimas calientes se desbordaron en mis mejillas y rápidamente intenté limpiarlas. Él frunció el ceño y respiró profundamente.
—Mi amor, ya no llores. ¿Sí? Hablemos de esto después—buscó mi aprobación y yo negué con la cabeza sin poder detener ese maldito llanto.
—¡Ya... Déjame en paz! Te odio, te odio tanto porque no puedo dejar de amarte.
Kemal quiso abrazarme entre sus brazos, pero yo no se lo permití porque me removí alterada.
—Eres muy impulsiva—me dijo— como si yo no lo supiera y gemí de angustia y dejé de moverme.
—Nos pueden ver—le avisé— así que si no quieres que la familia feliz se separe, lo mejor será que me sueltes.
—¿Y si no quiero hacerlo?—el sonido de su voz se volvió más delicado y ronco— Bahar ¿Por qué actúas de ese modo? Quiero creer que ya no sigues siendo esa adolescente caprichosa, sin embargo, no puedo decirlo.
—Porque solo quiero que seas mío, porque no te quiero compartir con esa. Así como tú no querías compartirme con Emir. ¡Por eso te largaste!
Me solté de su agarre, y en ese preciso momento apareció Melek en nuestro campo de visión. Ella nos miró confundida y perpleja.
—¿Bahar, Kemal? ¿Qué pasa? -cuestionó Melek.
Me moví inquieta de espaldas hacia ella y Kemal se quedó en silencio.
—Kemal, ¿Qué le sucede a tu hermana? -cuestionó nuevamente con preocupación.
Silencio...
Sorbí mi nariz y limpié mis lágrimas. Me giré en su dirección, y la mirada de odio que le dediqué no pasó desapercibida ante los ojos de Kemal, que estaba pálido ante la presencia de ella.
—No te incumbe—ladre en respuesta— no te metas en lo que no te importa.
—Bahar, no le hables de ese modo—me retó Kemal— debes de respetar a nuestra madre.
Reí sin gracia.
—¿Ahora tú me vas a decir cómo debo comportarme, imbécil? -apreté los dientes— escúchame bien, a mí nadie me puede dar órdenes.
Mi mamá me miró con severidad.
—Bahar, no estás bien, estás estresada y lo entiendo, pero eso no te da el derecho de hablarnos de ese modo y menos a mamá, que no te ha hecho nada.
—¿No me ha hecho nada? -volví a reír como una maniática— tú no sabes nada...
—¡Bahar, ya cállate! -me ordenó furiosa al entender que estaba dispuesta hablar demás.
—Te dije que te fueras de mi casa—la señalé— si no te vas por las buenas, te irás por las malas, mamá.
—¿Puedes dejarnos a solas, Kemal?
Él me miró con desconfianza y decepción, porque ni siquiera se imaginaba de qué era capaz nuestra madre, si hubiera sabido, hubiera estado despotricando en su contra. Sin embargo, le hizo caso. Y cuando él estuvo lo suficientemente lejos de nosotros, fue que mamá sacó las garras.
Ella me abofeteó, sí, fuerte, muy fuerte.
—¡Te voy a enseñar, a como de lugar, cómo respetarme! Ya lo verás.
Me puse seria.
—Si me vuelves a levantar la mano—la señalé en modo advertencia— olvidaré que eres mi madre, y te voy a devolver el golpe.
—Entiendo que no tengas miedo ahora, no pretendo ser la responsable de eso en este momento, pero si sigues como vas, te veré arrodillada rogándome que me detenga.
—¿Qué harás? ¿Buscarás al hombre que amé cuando era adolescente... Te diré algo: ya no me importa. Hace tanto tiempo que dejé de amarlo, que lo que sea que le hagas a él y a los suyos no me va a afectar en nada.
—No lo creo.
—No me interesa, mamá, puedes hacer con él lo que se te de la gana.
—¿Me vas a decir quién fue?
—¿No que eres astuta e inteligente? -me burlé de ella— no eres más que una estúpida.
—Tienes el diablo dentro—negó con la cabeza— y eso va a ser tu perdición.
—Ya me cansé. ¿No lo entiendes? Esto es lo que pasa cuando te reprimen demasiado. Un día te levantas sin temor a nada y descubres que el mundo puede estar en la palma de tu mano si te lo propones.
—¿Qué planeas hacer? Por favor, mi amor, no te hagas esto... Yo no quiero perderte, eres mi hija—levantó la mirada hacia el cielo, y sus ojos se cristalizaron— no quiero que te pase nada malo, mi amor.
—Eso mismo pensé cuando por tu mente pasaba darme aquél té abortivo- me miró— pensaba en cómo proteger a mi hija... Es una tortura... ¿No es así? No poder proteger a tu hija, y sentir que en cualquier momento puede venir alguien y arrebatarle la vida y tú te quedas ahí, sin poder nada.
—Nunca lo olvidarás, ¿no es así?
—No, y cada día que pase, te lo voy a estar recordando, y quien sabe, tal vez algún día, gritar a los cuatro vientos la clase de monstruo que eres.
Su rostro se desencajó en una mueca maquiavélica. Era increíble cómo cambiaba de ánimos para poder manipularme.
—Si hubiera sido un niño lo hubiera dejado nacer, pero por desgracia, fue una niña. No cabe duda que la biología no va de la mano con las mujeres golfas. Esa hija no era del hombre correcto, imagínate que hubiera sido un niño, qué desgracia, hubiéramos engañado a tu futuro marido con un bebé que no era suyo.
—¡Eres una maldita perra! Recoge tus pertenencias y te largas de una vez por todas. No te quiero ver en mi casa cuando vuelva.
Rió con malicia y se giró sobre sus tobillos dejándome colérica. No sabía donde iba a parar esta guerra con mamá. Con cada palabra despectiva que decía me hacía odiarla aún más. Pero de una cosa si estaba segura y era que la quería fuera de mi vida.