Narra Gül
Ozgur me llevó a una habitación de hotel. Ni siquiera había dicho una palabra, él estaba serio y eso me tenía demasiado inquieta por dentro.
—Ozgur...
Él estaba de espaldas hacia la gran ventana de cristal, en silencio analizando o esperando a que le dijera algo. Temía que estuviera furioso conmigo por mi indecisión.
Tragué saliva, jugué con mis dedos mientras esperaba a que me prestara atención. Él se giró, caminó en mi dirección, y luego cuando estuvo cerca de mí se sentó a mi lado.
—¿Aceptaras mi propuesta? — cuestionó sin dejar de mirarme a los ojos. Me sentí acorralada porque por un lado, tenía miedo de escapar con él, tenía miedo de que luego mi padre nos encontrara, incluso tenía miedo en ese mismo instante de que aquellos hombres irrumpieran en aquella habitación.
—No lo sé — contesté — tengo miedo.
Silencio.
—¿Estás molesto conmigo? — cuestioné buscando alguna emoción negativa en su mirada. Más no la encontré.
Quería ser sincera y estaba esperanzada de que Ozgur iba a comprenderme. La última vez que nos vimos él se enfureció conmigo porque me negué a seguirlo.
—No — pronunció con gentileza — quiero pedirte perdón por cómo actué la última vez.
—Yo te perdono amor mío — acaricié su barbilla.
—No deberías temer — acarició mi mejilla—, yo te voy a proteger, lo prometo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—La verdad es que no temo por mí, es por ti. No quiero que nadie te haga daño.
Yo conocía la ira de mi padre, a él no le temblaban las manos para matar a alguien.
Entre en una especie de trance recordando aquel año cuando mi madre decidió escapar conmigo.
Cada noche escuchaba los gritos desgarradores de mamá.
Ella siempre estaba suplicando que no la dañara, sus lamentos y los sonidos del cinturón cuando hacía contacto con la piel de mi madre.
Ella pretendía que no pasaba absolutamente nada en el día, pero a pesar de que yo era una niña de cinco años, podía comprender cómo se sentía el ambiente donde vivía.
Cuando llegaba la noche, no podía dormir y cada vez que escuchaba a mama gritar cubría mis oídos con la almohada y mis lágrimas brotaban de mis ojos rogando a Dios que se detuviera o que nos ayudara.
Mi mamá fue la hija de un empresario. Su familia paterna era dueña de una empresa petrolera, su padre murió y sus hermanos mayores la entregaron en matrimonio a un hombre. Ella era una mujer, las mujeres no tenían derechos de heredar, al contrario, era solo una carga más. Así que sus hermanos mayores decidieron por ella.
Mi mamá vivió un infierno con mi padre hasta aquella noche.
Esa noche me despertó a las tres de la mañana, me arropó con una gran manta, y me tomó en brazos. Le había pagado a uno de los guardias de seguridad y él vendió su lealtad por un collar de diamantes costoso valorado en un millón de dólares.
Ella escapó conmigo esa noche, a las tres de la mañana y esa semana el semblante de Celma Zidane cambió por completo, ella fue feliz. Hasta esa maldita noche.
Mi padre nos encontró e hizo el acto más cruel y horrible que pudo haber existido. Él la mató, en frente de mis ojos. A pesar de que ella le suplicó que no lo hiciera delante de mí, él negó. Él dijo que quería darme un ejemplo por si algún día tendría la osadía de escapar.
Ella lloró y le suplicó que no me arrebatara la inocencia. Y luego cuando él se negó a cumplir "ese capricho" ella me dijo que cerrara los ojos, pero yo no pude hacerlo.
Él le cortó la cabeza, delante de mis ojos. Jamás iba a poder olvidar la expresión de su rostro, sus lágrimas cayendo en sus mejillas y esa palabra que me dijo antes de escuchar el arma.
—Te amo, Gül.
Dijo. Ni siquiera estaba preocupada por lo que le pasaría, solo estaba preocupada de que no pasara cerca de mí. Ella me amaba tanto.
Mi padre me arrebató a la persona que más me quería, a la persona que sin pensarlo dos veces daría su vida por mí. La persona que siempre iba a respaldarme.
Me quedé en shock, solo tenía cinco años y a pesar de que intenté bloquearlo nunca pude hacerlo. Los recuerdos me atormentaban y más cuando la noche caía.
—Estás temblando — tomó mis manos en las suyas — ¿qué te pasa?
—No lo puedo evitar — respondí — cada vez que rompo las reglas me pongo nerviosa.
—Si escapamos nadie nos podrá encontrar, lo tengo todo solucionado. Solo dime qué sí. Mordí mis labios con nerviosismo.
—Ozgur, yo quiero estar contigo, pero mis traumas de la infancia no me dejan decidir. Si tengo esperanzas me autosaboteo.
—Olvidate por un momento de Burak y solo mirame a los ojos — propuso— piensa solo en mí.
Y él me besó, sus labios pudieron controlar la revolución que se estaba armando dentro de mi cabeza y dejé de sentirme tan cohibida.
Me dejé caer lentamente en la cama y pude sentir el calor de su piel masculina contra la mía.
—No me quites la ropa — le pedí cuando su mano descendió por debajo de mis caderas. Y el sonrió contra mi boca.
—Solo quiero estar contigo, no tengas miedo, Gül.
Tragué saliva.
—No lo he hecho con nadie— murmuré con inseguridad — no sé cómo hacerlo.
Él me miró, con ternura.
—No debes preocuparte por eso. Me encantas.
Sus manos comenzaron a desabrochar los botones de mi vestido.
—Eres muy hermosa, mi amor.
—No quiero perderte — murmuré muy cerquita de su mejilla. Sus labios besaban mi cuello y un leve calambre cosquilleó en mi vientre.
Quería dejarme llevar pero no estaba muy segura. ¿Qué tal si luego quería retractarme de escapar con Ozgur? Por Dios, ¿Y si mi padre descubría que había dejado de ser virgen?
No. No podía entregarme a él. Nadie iba a respaldarme, yo no era como Nurbahar. Ella era muy atrevida, ella era una mujer que no tenía miedo y que a pesar de que había pasado por tanto dolor continuaba arriesgándose con Kemal.
Hubiera querido ser como ella, sin embargo cada vez que recordaba como mi padre fue capaz de asesinar a mi madre, cerraba los ojos y en vez de mi madre veía al amor de mi vida, pasar por la misma situación.
—Ozgur, no puedo hacerlo — dije — no puedo hacer el amor contigo.
Y él paró, él dejó de besarme. Y yo me sentí terrible. Porque su cara cambio de expresión.
—¿Por qué? — cuestionó — no es un pecado, yo me casaré contigo. No voy a deshonrarte. Lo prometo.
—No es por esa razón — pronuncié— quiero hacerlo pero... Cuando estemos lejos de aquí. Cuando estemos seguros. Si lo hacemos ahora mi padre podría saberlo.
Mentí, sabía que no estaba segura y que, probablemente existía la posibilidad de retractarme de esta locura.
—Pero no deberías de preocuparte. Si decides escapar, lo haremos de una vez por todas. Solo dime qué sí, princesa.
Esto era tan difícil para mí no quería decepcionar a Ozgur, no quería ser una cobarde, sin embargo no quería verlo morir en manos de papá. Pero quería estar con él, vivir nuestro amor.
Vivir fuera de esta maldita dictadura, ser libre.
—Cásate conmigo — me pidió— sé mi esposa. Te aseguro que allá fuera hay una vida que nos espera, no la hagamos esperar.
—Mi padre puede matarnos a ambos. ¿De verdad quieres correr el riesgo por mí?
—Por supuesto que sí, no me importa. Pero solo si eso es lo que tú quieres.
—¿Cómo no voy a quererlo? Desde que supe que arreglaron el matrimonio con la hija de Zhera me sentí miserable. No podría soportar tu matrimonio.
—Tu padre fue quien lo arregló — reveló— quiere enviarme lejos porque sospecha lo que yo siento por ti.
—¿Acaso te dijo algo sobre lo nuestro?
—Sí, pero no me importa. No le tengo miedo a Burak Yildiz. Se puede ir al demonio. Y si intenta hacerte daño lo mataré.
—Es mi padre, Ozgur.
—Tu padre te ha hecho demasiado daño. No deberías ser condescendiente con él. Solo dame luz verde y prometo que lo mataré.
—¿Cómo puedes hablar así? ¿Cómo puedes estar pensando en matar a alguien?
—Lo merece. Después de lo que le hizo a tu madre y a su hija, lo merece.
—Lo odio pero no sería capaz de matarlo.
—No eres como él, eres el ser más puro e inocente que puede existir.
Sonreí.
—Quiero casarme contigo — acepté— me iré, escaparé contigo. Después de todo, eso era lo que quería mamá, que fuéramos libres.
—Esta noche, cuando todos estén dormidos, Gül, desde esta noche jamás nos volveremos a esconder.
Narra Bahar
No sé de dónde obtuve fuerza para maltratar verbalmente a Kemal, pero estaba tan furiosa que no podía medir o controlar mis negativas emociones.
Supe que tenía que parar así que lo hice de golpe, cuando me di cuenta de que fui demasiado cruel con él.
Ni siquiera me atreví a mirarlo a los ojos, pero a juzgar por su silencio, eso que le dije le dolió.
—Al final, tienes razón — su tono fue serio y frío. Temblé y un dolor opresor se instaló en mi garganta. Y me maldije por la perra en quien me convertía cuando algo me molestaba o cuando estaba triste.
Ya no podía soportar tanto dolor, era desesperante este vacío en mi pecho, esta ansiedad azotando y destruyendo mi estabilidad desde lo más profundo de mi cuerpo.
Tal vez algún día iba a suicidarme, pensé, y lo haría de una manera tan romántica. Mi suicidio sería dedicado en su totalidad a él. Cortaría mis venas, o bebería un frasco de pastillas para dormir, dentro de mi bañera, sintiéndome miserablemente feliz porque le daría fin a mi sufrimiento.
Me atreví a mirarlo a los ojos.
—Perdóname, Kemal.
Quise retractarme, pero comprendí que era demasiado tarde cuando lo miré a los ojos y en ellos no vi dulzura ni fascinación. Estaba molesto, decepcionado, ya no era mi Kemal.
—¿Qué le dijiste? — me interrumpió con insistencia — ¿Qué te dijo? Necesito saberlo, no te quedes callada.
Al verlo, comprendí que estaba desesperado. Temía que Samira supiera lo de nuestro amorío. Sin embargo no debía preocuparse porque su novia estaba tan ciega que no podía ver que al igual que yo, él quería estar conmigo. O tal vez ella lo sabía o sospechaba pero decidió ponerse la venda asimisma.
—Es obvio que lo negué — respondí con frialdad — pero no sospecha de ti, sospecha solo de mí. Cree que intento seducirte. Ella cree que no tienes idea de lo que sea que esté pasando por mi cabeza.
—Fue lo mejor que hice. Así debí hacerlo. Tu novia me dijo muchas cosas hirientes — lloré — Kemal, ella, me pegó y por eso reaccioné de esa manera...
No sé por qué lo hice, pero le mentí porque demonios, la odiaba y no soportaba saber que Kemal la defendía. Me estaba quemando por dentro saber que él siempre que tenía la oportunidad le daba su lugar aún siendo yo la dueña de su corazón.
Pero Kemal hizo una expresión de duda.
—¿Ella te pegó?
Asentí.
—Sí, ella me abofeteó — limpié mis lágrimas —. Ella me abordó y me empezó a decir muchas cosas hirientes. Lo único que quería era hablar con ella, decirle que tú y yo no teníamos nada, aunque eso no fuera verdad.
—¿En serio lo hizo? Dime la verdad. Samira no sería capaz de hacer eso.
No me estaba creyendo pero no iba a abandonar esta maldita mentira.
—Lo único que te preocupa es la integridad de ella ¿no es así? — lloré más, con desconsuelo.
Estaba demasiado dolida. Era tan difícil poder controlar esta maldita furia. Era tan difícil asimilar que en su corazón ella era más importante que yo.
—No, eso no es lo único que me importa. Pero no quiero lastimarla, ¿entiendes? No quiero que ella se vaya a enterar de este desliz. Ella no se merece esto.
Esa maldita palabra se quedó resonando en mi cabeza y la respiración se me entrecorto de ansiedad. Eran tantos golpes, tantos sinsabores, tanto drama. Maldición.
—¿Desliz? — reí amargamente — ¿Para ti solo fue un desliz? ¡Maldito seas Kemal! — sollocé, golpeé su pecho varias veces y lo empujé contra la pared, mis manos temblorosas se aferraron a su camisa.
Lo acorrale en la pared y ni siquiera hizo absolutamente nada para desprenderse de mi agarre, solo bajó la cabeza observando mis manos.
—Al final no soy tu familia... — hizo una pausa, al parecer se le dificultaba decirme cosas hirientes — así que, ¿Por qué me debería de importar tu integridad? ¿Por qué debería importarme tu bienestar?
Su mirada gélida me paralizó, aunque por dentro todo se volvió a quebrar, había una tormenta dentro de mí llamada: necedad. Sí, porque era una necia. A pesar de todo lo malo que me dijo y que sabía que tenía que parar, mi corazón traicionero latía con más fuerza, solo tenía que darle una razón. Para bien o para mal.
Hubiera querido decir que yo, Bahar Yildiz, despotrique en su contra, pero no fue así, al contrario, opté por meter el dedo en la llaga.
—Dijiste que me amabas, Kemal — hice una pausa y agaché la cabeza — pero al parecer eso no es suficiente.
—Tal vez si hubieras escapado conmigo no estaríamos en esta situación. Las prioridades cambian y las personas maduran.
—¿Vas a seguir con ese discurso de mierda? — cuestioné con furia — ¿Me vas a seguir culpando, Kemal? ¡Maldición! Entiendo que tengas ese resentimiento guardado pero por favor, no me hagas sentir más miserable de lo que me siento.
Lloré en silencio, y cuando creí que se iba a alejar, sentí como sus brazos me tomaban. Me tomó de la cintura y mi cabeza descansó en su pecho. Acomodó su mandíbula en mi cabeza y aspiró mi aroma como si hubiera querido guardarlo con él.
Sinceramente, nunca comprendí por qué se trataba de algo tan irracional. Nuestra convivencia en los últimos años se había convertido en algo dañino para los dos y era adictivo para ambos, porque mientras más daño me ocasionaba, de esa misma manera, quería estar aferrada a él.
—Siento un profundo dolor en mi pecho cuando te veo llorar— murmuró en mi oído, besó la coronilla de mi cabeza y luego me pegó más a su cálido cuerpo—. Siempre te amaré, mi amor.
—Me siento tan miserable esperando algo que nunca llegará— pronuncié entre sollozos—, tanto así que no quisiera respirar. Me duele tanto.
—Nunca quise que las cosas terminaran de ese modo. Créeme que intentaba buscar una solución.
—Estoy cansada de pelear— dije—, ya no me hables de mamá. No me hables de lo que pasará mañana. Solo quiero estar en paz hoy.
Subí levemente mi cabeza y lo miré, y él me miró. No hizo falta decir nada, las palabras sobraban. El lenguaje del amor se podía leer en nuestros ojos y nuestras almas estaban deseosas de fundirse con nuestras pieles.
Y lo besé, y él correspondió.
Lo besé como si ese día fuera a ser el último en mi vida. Nuestros labios devorándose en esa unión, como si hubieran echado raíces para permanecer así, juntos por toda la eternidad. Pero teníamos que ser cautelosos y aprovechar cada caricia y cada toque, porque al final del día íbamos a estar dispersos, perdidos: él besando otros labios y yo ebria besando una botella.
—Esto es una locura— pronunció en un murmullo cuando se alejó unos milímetros de mi boca. Abrí los ojos y lo miré.
—¿Por qué lo dices?— volví a poseer su boca con ferocidad y él aprovechó para mordisquear mi labio inferior.
No pude evitar sentir esos hormigueos recorriendo cada rincón de mi vientre, desatando la humedad en mi entrada.
—Porque somos tóxicos— respondió, su voz se volvió ronca, estaba comenzando a excitarse al igual que yo—. Por eso debemos alejarnos.
—Siempre dices que debemos alejarnos... No quiero hacerlo ahora, Kemal— me negué— estaremos lejos todo lo que quieras, pero eso será después de que salgamos de esta habitación.
No quería perder más tiempo, tenía la necesidad de estar con él, esa necesidad de tenerlo entre mis brazos, entre mis piernas crecía cada instante.
—Estoy molesto contigo, Bahar, y ni siquiera puedo hacerlo bien— volvió a unir sus labios con los míos y su lengua entró en mi boca, apoderándose de la mía. Suspiré de placer— me tienes como quieres.
—Es mentira— nos movimos rápidamente y estrelló mi cuerpo contra la pared de una manera brusca. Tiré de su corbata y acomodó sus dos brazos en la pared, me acorraló. Nuestras respiraciones estaban descontroladas—, no es como yo quiero. Solo tengo tus malditas migajas y mi corazón está hambriento.
Desaté el nudo de su corbata y ésta cayó al suelo.
—No quiero lastimarla— me detuve— no quiero que ella sufra, ¿entiendes?
Él me lo confirmó, no solo estaba alejándose de mí por miedo a que la familia se destruyera, estaba preocupado por ella. Por Samira. No podía creer que estuviera pensando en esa arpía y me dejara de lado a mí.
—Pero yo sí estoy sufriendo. ¡Maldición! ¿Acaso no te importa lo que estoy sintiendo?— cuestioné buscando alguna emoción en su rostro, y ahí estaba él, sintiéndose culpable.
Silencio. Separó su cuerpo del mío, dejándome un vacío en mi pecho que crecía con cada maldita palabra hiriente que no había dejado de pronunciar.
—No puedo dejarla— reveló— Bahar, no puedo dejar a esa mujer que me eligió. Ella me ama, ¿entiendes? No puedo romperla en pedazos.
—No puedo creer lo que estoy escuchando.
—Tú elegiste, desde que elegiste casarte ataste mis manos. Ya no hay nada que podamos hacer, más que hacer el amor— volvió acercarse y acorralarme contra la pared.
—¿La eliges a ella por encima de mí y de lo que sentimos nosotros dos?— lo empujé lentamente— ¿me desechas y luego quieres cogerme?
—Pensé que te había quedado claro.
—Eres un imbécil— respiré profundamente— pero te prometo que jamás volverás a hacerme esto.
—Tú solo piensas en ti, no te detienes a pensar en los demás, ese es tu problema. Crees que los errores que cometes no pueden hacerte daño a largo plazo. Eres demasiado caprichosa y egoísta.
Sabía por qué estaba diciendo esto. Él pensaba que yo seguía siendo esa niñita caprichosa del pasado; pero lo que él ignoraba era que todo lo que hice, lo hice por él. No tenía elección, y lo que él llamaba errores no era más que protección hacia su persona.
Si tan solo hubiera podido hablar, si tan solo hubiera podido decirle todo lo que mi cabeza pensaba, la verdad, sin miedo. Estaba segura de que su percepción hubiera cambiado, pero era demasiado arriesgado. No sabía cómo iba a actuar en contra de mamá.
—Te vas a arrepentir de todo lo que me estás haciendo, Kemal. Algún día, lo harás y será demasiado tarde.
—Bahar, es la verdad. No puedo ponerme una venda en los ojos solo porque te amo. Yo te conozco.
—Hablas de que soy una egoísta, pero tú, a pesar de que no querías romperle el corazón a tu novia, te acercaste a mí y me hiciste el amor, incluso me querías dar el título de amante. ¿Te imaginas si Samira hubiera descubierto lo nuestro?
—Lo sé, no lo niego. Estaba pensando en nosotros, en estar juntos sin que nadie pudiera salir lastimado— afirmó—. No soy perfecto, cometo errores. Soy humano y me dejé llevar por mis sentimientos. No estoy orgulloso de lo que le hice a Samira— tragó saliva— ¿y sabes lo que más me mata?— negué— que no me arrepiento, porque fue contigo, mi amor. Y quiero que sepas que para mí es duro dejarte,—hizo un leve pausa sus palabras se diluyeron en sus cuerdas vocales—, verte así, ver que sufras así. Me voy a ir lejos de ti, y tal vez así podamos olvidarnos el uno del otro.
lloré, lloramos los dos, abrazados. Y el tiempo nunca se detuvo por más que quería detenerlo. El tiempo me demostró que algunos sueños nunca se convierten realidad .
(...)
Narra Kemal.
—Al fin llegaste— dijo Samira. Busqué algún gesto en su mirada que delatara lo que estaba pensando de mí, sin embargo, no lo encontré.
—¿Cómo has estado?— pregunté— ¿qué hiciste en mi ausencia?
Sonrió.
—Leí un libro— respondió—, ya sabes, una novela juvenil. Ya casi la termino.
La miré con seriedad.
No quería preguntar lo que pasó. Sería muy cínico y descarado de mi parte reprocharle la discusión que tuvo con Bahar, ya que la estuve engañando con ella.
—¿Sucede algo?— inquirió—, estás muy serio. Tienes los ojos hinchados. ¿estabas llorando?
Negué con la cabeza y respiré hondo antes de formular esa pregunta peligrosa.
—Samira, ¿crees que mi hermana está enamorada de mí?
Pestañeó varias veces y abrió la boca para decir algo, pero no encontró las palabras, así que insistí.
—¿Por qué le pegaste a Bahar?— inquirí, molesto.
—Yo no le pegué— se negó—, escucha, Kemal, yo no quería decirte esto, pero tu hermana est
—Samira, mi hermana y yo siempre hemos sido unidos y créeme— me sentía tan seguro de ello que si hubiera sido ella, incluso yo me hubiera creído—, ella no siente un cariño más que fraternal por mí.
—¿Ella te dijo que yo le pegué?— cuestionó indignada—¿Le crees a ella?
—Ella habló conmigo y me contó todo lo que le dijiste— dije—, me parece que fue una falta de respeto lo que hiciste. Ella es mi hermana y está en mi vida. Y no voy a permitir que le falten el respeto a mi hermana.
Rió sin gracia.
—Estás ciego. ¿Crees que yo no la he visto cómo te mira, cómo se pierde en tu figura, cómo mueve sus piernas, cómo tensiona las manos debajo de la mesa? ¿Cómo se muerde los labios? ¿Crees que soy estúpida, Kemal?
Sí, la respuesta era sí. Yo lo notaba, ella la había estado analizando demasiado bien. Lo que no entendía era por qué no me había analizado a mí.
Aunque estaba nervioso, pude esconder cómo me sentía e intenté dar por terminada la conversación buscando una solución. Y respiré profundamente.
—Quiero que te disculpes con Bahar mañana —le pedí—, quiero que se aclare este malentendido. Por favor y no me digas más.
Parecía rendida, así que bajó la guardia.
—Lo haré por ti, ¿entiendes? Pero no voy a abandonar mis pensamientos. ¿Quieres someterme también?
Fruncí el ceño.
—¿De qué hablas?
—Quiero saber si planeas controlar mis pensamientos, Kemal.
—¿Tan poco me conoces? ¿Crees que sería capaz de hacerte eso?
El teléfono móvil nos interrumpió.
—No, Kemal, pero temo por tu familia. He notado que ellos quieren lavarte el cerebro. Y tú no ves que estoy nerviosa, estoy nerviosa por lo que me puede pasarme aquí.
—No deberías preocuparte por eso. Yo estoy aquí y mi familia jamás te haría daño.
El teléfono siguió timbrando.
—¡Maldición!
—¿No vas a contestar?
—Estoy cansada, de seguro es mamá.
—¿Por qué no le contestas? Puede ser algo malo.
—Porque ya ha estado llamando varias horas. Siempre que llama es para hablar de papá. No me gusta.
Respiré profundamente.
—Está bien, le contestaré.
Descolgó la llamada.
—Hola, mamá.
Vi que frunció el ceño con molestia.
—Te dije que no quiero hablar contigo, pero consigues cada oportunidad que tienes para fastidiarme la vida.
—No eres más mi padre, ¿entiendes?
—¿Dónde está mamá?
¿Qué?
Sus manos temblaban y dejó caer el teléfono al suelo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y yo me acerqué buscando una explicación.
—¿Qué sucede?
—Mi mamá se está muriendo— dijo entre lágrimas—, necesito tomar un avión.