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Chapter 13 - No puedes competir con la tradición

Narra Bahar

Pensé que después de lo que él me había dicho, iba a alejarse de mí nuevamente como lo había hecho en el pasado.

Cuando Kemal supo sobre nuestra hija no nacida y me trató con esa crueldad, me rendí a que toda la vida iba a despreciarme, era un hecho aunque dolió mucho.

Sin embargo, aunque insistió en alejarse de mí, lo tenía aquí y ni siquiera había hecho nada, él solito volvía a caer porque lo que sentía por mí era mucho más fuerte que su orgullo.

Él quería una despedida, pero ambos sabíamos que esto no iba a ser una despedida, que esto solo sería el comienzo de una lujuria incontrolable entre dos amantes que compartían un deseo prohibido. Aunque no teníamos algo en común y era el gran amor que sentía por él.

Cuando él deslizó la mano por mi muslo y levantó mi pierna, una corriente eléctrica creció en mi vientre y mi femineidad se puso débil y sensible con el efecto de sus caricias.

—Sé que es un riesgo —deslizó lentamente las manos por mis piernas y estremecí, estaba totalmente anonadada— un riesgo que estoy dispuesto a correr.

Un cosquilleo placentero comenzó a invadir mi piel cuando sus dedos juguetones se detuvieron y comenzaron a trazar suavemente mis caderas. Ahogué un jadeo de placer cuando su otra mano se escapó a mi nuca, obligándome a verlo a los ojos.

—¿Por qué?— pregunté con voz temblorosa por el efecto del tacto de sus caricias en mi piel. A pesar de que yo estaba mojada, la tensión de sentirme tan tentada a dejar que me desnudara por completo era fuerte, tanto así que me hizo transpirar. No respondió, solo me dedicó una mirada cargada de lujuria y deseo. Tragué saliva.

—¿Por qué quieres correr el riesgo?— repetí al no recibir una respuesta—. Dime algo —le animé de una manera provocativa —¿Qué hay de Samira? Dices que soy un monstruo...

Murmuré extasiada cuando sus labios se posaron en mi cuello y comenzaron a dar besos mojados, alimentando la sensación entre mis piernas. Podía sentir ese cosquilleo de mi miel en mi entrada, la cual palpitaba y se retorcía por unas deliciosas embestidas.

Pero, unos segundos de raciocinio invadieron mi cerebro, y bajé mi pierna al suelo y lo empujé lentamente con dificultad. No me quería soltar, pero yo no era plato de segunda mesa. Además, él me trató como una maldita basura el día anterior y no iba a permitir que trapeara el suelo con mi persona y dignidad.

—Pero tú eres desleal —terminé de decir con un gran esfuerzo para parecer fría.

Me miró y tragó saliva, sus ojos estaban oscurecidos de deseo, lo sabía, las ganas de estar dentro de mí lo habían hecho perder el control.

Respiré profundamente al sentir que me faltaba el aire. Era un gran esfuerzo tener a ese hombre dispuesto a hacer el amor conmigo, sin embargo, no podía hacerlo porque cada vez que pensaba en todo lo que me dijo y en lo cruel que fue cuando nos dimos aquel beso, me sentía algo incómoda y molesta.

—Vete Kemal, le pedí, no voy a permitir que juegues conmigo. Ya hablaste lo suficiente para dejar claro que a la que amas es a ella—reí sin gracia y con malicia, al comprender que el supuesto amor que decía sentir por ella era una farsa—ese amor tan pobre que pones el deseo y la pasión por encima de ello. Y yo soy el monstruo, ¿no es así?

Se quedó en silencio, sin saber qué decir, tal vez iba a quedar más en ridículo si hubiera replicado en contra de ese argumento.

—Ella es la mujer de tu vida y yo una simple tentación, sin embargo, estás tan vacío que prefieres la tentación más que el amor.

Me miró detalladamente y frunció el ceño. Su expresión se endureció, era entre dolida y severa.

—Tu elegiste a Emir y te casaste con él. ¿Qué querías que te dijera, qué te seguía amando después de todo?

—Eres un cobarde—le reproché—desde que llegaste no has hecho otra cosa que restregarme en la cara a esa mujer. Y tu cinismo no tiene límites... ¿Qué pretendes? Que me acueste contigo y después le sonría a tu prometida? Que todos seamos una familia feliz.

—Al menos fui más valiente que tú porque alguna vez luché por lo nuestro.

Silencio. Tenía razón, no podía decirle nada y eso era lo que más me dolía, tener las manos atadas y no explicarle cómo en realidad fueron las cosas. Cuando vió que me quedé en silencio siguió.

—No fue mi intención. Sabes que intenté alejarme, pero tú no me ayudas en nada. No sabes cuánto he querido dejar de pensar en ti... Sacarme este sentimiento y amar con la misma intensidad a otra persona.

—Eres un desalmado—le dije—un hipócrita, un falso que no ha hecho nada más que jugar con los sentimientos de alguien más.

— Supongo que querías que detuviera mi vida hasta que tomaras una decisión de volver a considerar escogerme. ¿No es así?—pronunció en un tono sarcástico—. No soy perfecto, Bahar aunque aparentemente las personas piensan que lo soy.

—Yo tampoco soy perfecta pero... Ni siquiera me dejaste explicarte lo qué pasó con mi bebé y me juzgaste sin respetar mi dolor. Y no, no quería que detuvieras tu vida por mi decisión.

—Ya te pedí una disculpa por ello. Lo mejor es que dejemos de atacarnos.

—Tu iniciaste, tú lo hiciste, y ahora resulta que quieres hacer las paces. ¿No será que quieres otra cosa? Creo que lo único que te motivó a pedirme una disculpa fueron los efectos de tu libido.

Me sentía muy dolida y aún así iba a guardar silencio ya que eso fue lo que acordé con mamá. Ella me advirtió que siempre me ayudaría cuando lo necesite como esa vez que lo "hizo" y no entendía porqué, yo no se lo había pedido y a lo que llamó ayuda solo fue un crímen. Ella me advirtió que siempre iba ayudarme con la condición que no le dijera a nadie, ya que si se enteraban no tendría el poder que tenía.

Siempre he pensado que mamá disfrutaba ver cómo me retorcía de dolor, porque sus ayudas siempre me lastimaban. Ella era una persona muy radical en cuanto a lo que significaba resolver una situación.

—Necesito que te vayas Kemal.

No obedeció a mi sugerencia en su lugar se aproximó hasta mí y estampó sus labios contra los míos. Intenté moverme y empujarlo, sin embargo, él era más fuerte que yo. Sus labios se movían en los míos, los cuales se encontraban quietos por el esfuerzo que estaba haciendo por quitármelo de encima.

Cuando logré empujarlo, se tambaleó y luego de que pudo estabilizarse, nos quedamos quietos mirándonos por unos microsegundos y por impulso mi mano se estampó en su mejilla con fuerza.

—No vuelvas a tocarme—le advertí—después de todo lo que me has lastimado con tus palabras despectivas, ¿crees que voy a dejar que me toques? No. Después de que sabías cómo me dolía mi perdida, y me trataste con esa crueldad, yo no quiero que me toques. Además, no voy a ser tu tentación del momento. Soy una mujer casada, respeta eso. No seas desleal con Evliyaoglu, él piensa que eres su amigo del alma y tú solo estás pensando en acostarte con su mujer. ¿No te da vergüenza?

Me miró a los ojos con desilusión y tensionó su mandíbula. Solo bastaron unos microsegundos. Se dio la vuelta, salió y cerró la puerta.

Yo estaba temblando, todavía podía sentir la huella de sus labios contra los míos. Me senté en la cama anonadada y posé mis dedos en los labios. Mi corazón saltó en mi pecho y una leve sonrisa se escapó de lo más profundo de mi ser, pero no por mucho tiempo porque los ojos se me llenaron de lágrimas y una profunda tristeza me embargó, nuevamente tenía ganas de llorar.

(...)

Aylín estaba organizando mi habitación. La noté algo inquieta, sus manos temblaban y su mirada estaba algo perdida.

—Aylín—la llamé suavemente, volvió a la realidad cuando mi mano tomó su muñeca. Dejó caer una paleta de maquillaje haciéndose añicos en el suelo.

—Lo siento señora—se disculpó varias veces, estaba asustada por algo que para mí no tenía demasiada importancia.

Se bajó a la altura de suelo para recoger los pedazos de productos esparcidos en el suelo.

—Soy una tonta—se dijo así misma al darse cuenta de que ya no podía hacer nada por la paleta de maquillaje. Me miró, con miedo — le prometo que lo voy a reponer señorita.

—No pasa nada—intenté calmarla—tranquila —le sonreí para brindarle seguridad.

—Claramente no fue intencional—mencioné tras entender que se iba a seguir culpando por una simpleza.

Respiró profundamente, dejando atrás ese sentimiento de horror y vergüenza.

—Menos mal señora—dijo—ya estaba preocupándome por cómo iba a pagar eso. Ni siquiera todo el sueldo del año iba a ser suficiente para pagarlo.

Reí.

—¿Qué te sucede?—le dediqué una mirada condescendiente—te he notado algo inquieta.

—Es que... Mi padre Ali quiere casarme con alguien—dijo.

—¿En serio?— inquirí.

Asintió.

—Él me gusta y es todo un caballero...

—¿Y por qué estás así, temblando? Deberías estar feliz porque es probable que te cases con alguien a quien amas.

—Sí, pero he estado pensando en mis estudios— desvió la mirada—papá dice que estudiar en la universidad no me serviría de nada. Pero yo quiero estar en la universidad. Yo siempre la admiré, usted logró estudiar en la universidad y eso sin duda fue algo impresionante.

Sonreí, me sentí totalmente halagada por Aylín, esa dulce chica inocente. Pobre, le esperaba un destino agridulce.

—¿Y quién es el afortunado?—me mostré curiosa.

—Ozgur, su chofer—respondió.

—¿Ozgur?— intenté no parecer un tanto sorprendida.

Asintió.

Y entré en una especie de trance.

—Pronto será la pequeña fiesta de compromiso—comentó—me encantaría que fuera, pero no es su ambiente... Lamentablemente. Pero sería un honor que usted fuera de verdad, señora.

Forcé una sonrisa. Estaba pensando en Gül. Quería irme y saber si ella tenía el conocimiento de aquello. Tal vez todo fue obra de Burak Yildiz.

—Está bien—asentí—¿me disculpas? Tengo que hacer algo, luego hablamos. ¿Sí?

(...)

Caminé por el pasillo y me encontré con Emir que iba de paso hacia su despacho.

—Debemos hablar—me avisó—te espero en mi despacho.

Se dio la vuelta.

—¿De qué quieres hablar?— cuestioné sonriendo con malicia al entender de qué se trataba.

Él se giró en mi dirección.

—No quiero decirte en público, nos pueden escuchar… Luego viene Kemal y te salva de todas las cosas que merecen que te digan.

—Vaya, vaya, cuánto respeto le guardas a Kemal. Supongo que ya descubriste que Kemal es más hombre que tú.

Eso que le dije le molestó tanto, así que se terminó de girar sobre sus tobillos y me encaró más de cerca.

—Eres una perra— farfulló en un murmullo enfurecido—una mal nacida, no tienes agradecimiento. Pero veo que contigo no seré bueno nunca más.

Reí sin gracia.

—Nunca pensé que dejar a una persona expuesta en los periódicos y revistas de farándula era ser una buena persona. ¿Te acuerdas de la cornuda Nürbahar? Así fue el encabezado. Sin duda alguna eres una vergüenza. Ni para ser infiel sirves.

—Estoy cansado de tus reproches sin sentido. Si te fui infiel es porque nunca sentí nada por ti, pero tu cabeza es tan hueca que no puedes entenderlo. Sabes que no fue mi intención dejarte expuesta, pero se me salió de las manos.

—Puedes ir y decirle a mis tíos cómo despilfarré el dinero que por ley me toca… eso me tiene sin cuidado, Emir— lo miré fijamente a los ojos—. Y tranquilo, que no tengo que escuchar tu desagradable voz. Ya sé por lo que estás molesto. Deberás pagar un precio muy alto. La próxima vez será peor.

Me solté de su agarre y lo dejé detrás, con la cólera intacta. Eso me ponía feliz, yo reía y él se molestaba. Era un cretino, ni siquiera sabía por qué después de todo intentaba actuar como buen samaritano, si no había hecho nada más que ganarse mi resentimiento.

Las cosas nunca volverían a ser iguales. A pesar de que eso había pasado hace diez años, nunca iba a perder la oportunidad de hacerle la vida miserable a mi esposo, aunque eso me hiciera perder la vida, la vida que no me pertenecía y la cual no me importaba perder, a sabiendas de que toda la vida me iba a quedar estancada aquí.

Quería pensar que allá fuera había una vida distinta la cual vivir, pero solo pertenecía a un tonto y patético sueño. Tenía las manos atadas, lo bueno era que podía hacerles pagar, eso me reconfortaba.

Las entrañas de mi corazón solo eran movidas por un sentimiento de venganza. Esa era una de las razones por la cual seguía con vida y no había terminado con esta agonía.

(...)

Abrí la puerta de la habitación de Gül, la busqué y la encontré en la cama hecha un ovillo. Volteó la cara, me miró y rompió en llanto.

—Gul—caminé en su dirección, mientras ella se sentaba en la cama y abría los brazos para recibirme. La abracé muy fuerte, brindándole el apoyo que necesitaba.

—Ozgur se va a casar, es un hecho—susurró con voz llorosa—se va a casar con esa sirvienta.

Me separé de ella y la miré apenada. Sorbió su nariz y limpió sus lágrimas con un pañuelo.

—Lo supe esta mañana—acaricié su cabellera castaña larga, la cual se encontraba encrespada.—me lo dijo la hija de Zhera.

—Es todo por mi culpa, él está dispuesto a escapar conmigo, pero yo le dije que no—lloró nuevamente—no quiero que le hagan daño. Sé que si escapo con él no viviré ni una semana y prefiero verlo con otra que verlo muerto.

—Lo siento Gül, le dije—siento muchísimo que tengas que pasar por esto.

—Mi padre quiere que me case, al regresar dijo que se pedirá mi mano... Ni siquiera conozco a ese hombre, ni siquiera lo he visto.

Tembló.

—No sé quién es, si es bueno o malo... Lo peor es que... Mi padre lo sospecha y por eso quiere casarme cuanto antes y mandarme lejos.

—Gül, debe haber otra salida—dije, quería darle esperanzas, esperanzas que obviamente no existían—no pierdas la fe.

Negó.

—No puedes competir con la tradición—me recordó—aquellos que lo han hecho están bajo la tierra: Entre ellos mi mamá...