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Chapter 23 - Capítulo 21 – Enemigo natural

Oía una estalactita goteando, sus mareos eran intensos como si su cabeza fuera a estallar.

Las discusiones entre sus padres eran frecuentes, ambos pasaban de su hijo y se centraban en sus problemas personales. Él se mantenía al margen escapando de la realidad, estudiando de todo.

Nació débil, quería ser como los héroes de los libros: le fascinaba cómo derrotaban a los fuertes con pura inteligencia, se le plasmaba una sonrisa; pero, al volver a la realidad, desaparecía de su rostro.

…¿Por qué no puedo ser como ellos...?

A pesar de ser el más inteligente de la clase, era reservado y no podía expresarse bien; lo cual, algún que otro niño se aprovechaba de ello. 

—Déjame eso un momento. —Uno le quitó el cuaderno para copiarse de sus escritos.

—N-… Devuél…

—¿¡Eh!? ¿Decías algo? —preguntó descortés, sabía que no se atrevería a replicarle.

—Déjamelo a mí también. —Otro más se le unió.

Pasaron meses quitándole cosas sin su permiso.

A los siete años se armó de valor, al instante que iban a quitarle los apuntes, los agarró con fuerza.

—¿Qué estás haciendo?

—¡Suéltalo! ¡Hacedlo vosotros mismos!

—¿Qué-?

A la hora del recreo, esos dos niños se lo llevaron a un bosque cerca de la escuela.

Le golpearon y protegía su cara indefenso, aprovechaban eso para golpearle en el abdomen.

—¡Parad! ¡Soltadme!

De repente se detuvieron y quedaron en silencio.

…¿Qué ha pasado?…

Se levantó y miró a los alrededores, estaban a unos metros de él, alzó la vista al ver unas sombras regresando a alguien encima de un árbol, leyendo un libro. 

Lo reconoció enseguida por sus cuernos rojos y quedó paralizado, parecía enojado.

—Hacéis demasiado ruido, dejadme concentrarme —se quejó arrogante.

Al escucharlo, por instinto, se arrodillaron ante él.

…¿Por qué Demonio está aquí? Tengo miedo, no puedo moverme…

Era el individuo que los representaría con más estatus social, por lo que no le salían las palabras.

—¿Eso es verdad? —preguntó.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no atendió a la conversación y, por el aura del mismo, no podía ni abrir la boca.

Los agresores se acobardaron y escaparon hacia la escuela.

El niño seguía en el suelo preocupado, su largo cabello oscuro tapaba la mitad de su rostro.

—Si no quieres que te molesten, quédate cerca de mí. No quiero que arruinéis de nuevo el ambiente —ofreció con mala gana; él asintió callado.

Pronto se convertiría en su refugio, estar debajo de ese árbol junto a él le tranquilizaba. Pasaría mucho tiempo a su lado, le enseñaría a leer y compartirían sus insignificantes problemas.

A los dieciséis, Demonio le encontró llorando.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? Sólo los débiles lloran —Se subió al árbol y se recostó despreocupado.

—E-Ella me ha engañado con otro… No sé qué debería hacer…

—¿Y si la dejas?

—No es tan fácil… Yo, no sé qué hacer…

—Cada uno crea su futuro, si algo no te gusta, lo dejas y pruebas otra cosa. Si no sabes qué hacer, haz lo primero que tengas en mente. Así de simple.

—Es la primera vez que te escucho decir algo decente… ¿Lo has sacado de algún libro?… —Ocultó su boca con la mano e hizo una risa entre lágrimas al escuchar su cursilería; le recordó al día en el que se conocieron.

Ambos, a los veintidós años, se pusieron a discutir.

—Pero ir solo es arriesgado.

—¿Y eso lo dices tú? Después de lo que provocaste la última vez… Y al contrario, será más fácil investigar de incógnito. Además, nunca me ha pasado nada, ¿cierto?

—Haz lo que quieras.

…Ojalá tener vacaciones… espero por dios que no se mueva de aquí…

—Volveré con lo necesario. ¡Y ni se te ocurra hacer las cosas por tu cuenta! —Marchó de la sala y, al salir, se detuvo a suspirar cansado; sin más descanso, partió a su misión.

Luces mágicas, que flotaban fijas, iluminaban las calles como farolas. Era una ciudad en el bosque, las calles eran de césped y los edificios de roca pizarra.

La noche eran los mejores aliados de los demonios. En alerta, avanzaba encapuchado de esquina a esquina evadiendo la luz.

Se dio cuenta de que algo andaba mal: la rúa estaba vacía y silenciosa como un pueblo muerto.

…¿Es una trampa? Imposible… ¿Qué sucede?

En duda, pensaba con una de sus manos llevadas a la barbilla.

Evitaba entrar en las sombras, ya que ellos tenían una magia para percibirlo.

…¿Estarán reunidos en algún lugar?

Pasaron varias horas sin rastro alguno; entró en varias casas que fueron desalojadas.

Después de recorrer la ciudad, encontró una cueva. Al fondo se apreciaba una tenue luz y alguien hablando.

Gran sabía el lenguaje de los elfos, por lo que entendería la conversación.

Se adentró sigiloso para espiarlos y, una vez escondido en la esquina de donde provenían, se detuvo. Los escuchaba con claridad, pero algo andaba mal.

…¡No reconozco esta lengua! ¿¡Qué raza es!?

Atemorizado, asomó la cabeza; no había nadie, los ruidos procedían de una luz flotante.

Se puso en defensa y se dio la vuelta, la entrada estaba bloqueada por una pared mágica morada que no le permitía salir; fuera había una pareja de elfos aguantando el hechizo.

…¿¡Era una trampa!? ¿¡Vaciaron la ciudad para atraparme!? ¿Acaso quieren negociar?

Detrás de ellos, se acercó un elfo de pelo plateado con aires de grandeza y otro, de raza diferente, de pelo rubio con una cicatriz en diagonal por toda la cara, y la mitad de su torso podrido.

El elfo vestía un sobretodo azulado de manga corta, junto a un guante negro que le tapaba entero el brazo derecho; el otro iba con el pecho al descubierto con unos pantalones largos de metal. 

—Éste nos debería servir —mencionó el elfo; el otro afirmó con la cabeza. 

Con dificultad, atravesó el brazo podrido, distorsionando y moldeando la pared mágica en él.

…¿¡Por qué un zerot está uniendo fuerzas con un elfo!? ¿¡Por qué parece consciente!?

Apresurado, Gran esprintó hacia él para cortarle el brazo, pero algo repentino afectó a su cuerpo: tanto sus ojos, nariz y boca sangraron.

—Descansa… —dijo el zerot mirándolo sin motivación alguna.

Las gotas resonaban, recuperó la consciencia y se percató de que estaba atado a una estalagmita.

…¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy vivo? ¿Es un sueño?

Su consciencia seguía activa, pero no podía mover su cuerpo a voluntad.

Una alarma y varios gritos resonaron por el lugar; incluso él rugió y, con suma facilidad, se desató.

A la misma vez, oyó pensamientos desgarradores a los alrededores:

…¡Matar! ¡Matar!

…Por favor, alguien, que alguien me mate, por favor-

…¡Nunca os lo perdonaré, malditos elfos, no dejaré ninguno vivo!

…¡Ayuda! Quiero volver a casa...

…¿¡Por qué!? Yo era de los vuestros, ¿¡por qué me habéis convertido en un monstruo!?

… ¿¡En qué me han convertido!?

… ¡No puedo controlarme! ¡Maldición! ¿¡Hay alguien ahí!?

…Yo no quería matarte… No quería, lo juro...

Una de las colas, que ahora tenía, se movió y atravesó el pecho de alguien metido en una sombra, sacándolo y lanzándolo contra una estalactita que estaba encima de él. Clavado, dejó de moverse y le empapó de sangre.

…¿Qué ha pasado? ¿Qué era eso? ¿Lo he matado yo? Tengo que escapar de aquí.

Sus pensamientos eran un desastre, no podía moverse a voluntad.

Su cuerpo se movió como una bestia a cuatro patas de un lado a otro hasta encontrar a su presa.

Como si fuera su sombra, con su mano reunió en una esfera la sangre que le empapó y la lanzó a la cara de otro monstruo, haciendo desaparecer parte de su rostro a la perfección; el resto del cuerpo cayó sin vida.

Sin descanso, se desplazó hasta un lago dentro de la cueva.

…¡Cuidado, estoy detrás de ti! ¡Huye!

Seguía oyendo los pensamientos de alrededor.

Una de las colas se metió en el agua y la electrocutó, dejando chamuscado al monstruo que estaba sumergido. 

A la misma vez, la otra cola enrolló una estalactita a gran velocidad que se dirigía a su corazón; con el mismo impulso, dio una vuelta con su cuerpo y la devolvió con el doble de fuerza al que se la lanzó, matándolo en el acto y clavándolo en la pared.

Después de eso, la alarma dejó de sonar.

Se posó delante del agua y miró su reflejo. 

Tenía cara de niña de tez blanca; pelo verde hierba; ojos oscuros; orejas de gato de cristales escarlatas; labios carnosos; y, detrás de su cintura, dos colas como enredaderas con gemas doradas radiantes en la punta.

Como si de un animal se tratase, olfateó el agua y la lamió desesperada.

…¡Qué asco! ¡Oye niña! ¡No hagas eso! ¿¡No ves que está sucia!? ¡Detente!

Como estratega que era, se puso nervioso al ver su acción.

A los alrededores no había nadie, la cueva era pequeña; donde mirase había sangre y cadáveres asesinados por las demás bestias.

…¿Por qué estoy aquí? ¿Qué es este lugar?

Una vez que se alejó del lago, un extraño gas incrementaba, haciendo que perdiera el conocimiento.

Entre cinco elfos, lo retenían flotando en el aire en un cubo morado mágico en la misma cueva.

…¿Por qué no me puedo mover?

Cada vez que intentaba moverse a voluntad o hacer algo en contra de la bestia, éste rugía.

Los cabecillas de la última vez se acercaron entablando una conversación, empezando por el elfo:

—Como era de esperar, el alma de un demonio es más destructivo que el resto de basura.

—Fue entretenido ver la diferencia abismal que tienen el uno con el otro.

Aplaudió para que sus súbditos espabilaran y elevó la voz:

—¡Efectuad la siguiente fase!

Sus propios súbditos estaban sorprendidos de lo rápido que avanzaba.

…Elfos tontos, ¿crees que saldrá como quieres? ¡Una vez los demonios sean aniquilados, la siguiente orden que le daré será vuestra extinción!

Eran los pensamientos del zerot, continuado de los del elfo y de Gran:

…Pff. ¡Jajaja! Ya no te necesitamos, cuando salgas de aquí morirás, repugnante zerot. ¡Nunca entenderé por qué ibas con el pecho al descubierto, me tienes harto! 

…¿¡Aniquilar!?… ¿¡Entonces era verdad!?

Una elfa de pelo dorado entró agitada, hizo una reverencia de pie a su jefe con las manos abiertas como si quisiera algo.

—Los demonios nos han declarado la guerra y enviado una tropa entera por el sud-este.

El elfo la abofeteó y aguantó una risa con la mano:

…Será el preludio de mi espectáculo. Aún no puedo creer que esté funcionando lo que dijo aquel pelirrojo.

—Enviadlo al frente, luego seguiremos con el plan original.

Al instante que apareció delante de la tropa, el monstruo, de un coletazo, rompió el tronco de un árbol y lo lanzó aplastando a varios.

…¿¡Qué estás haciendo!? ¡Detente, son mis camaradas!

La bestia rugió dejando paralizado a algunos sin saber qué hacer.

—¿¡Qué!? ¡Al ataque, es el monstruo que mató a nuestro estratega Gran!

…¿Yo, muerto? ¡Estoy aquí!

Varios se sumergieron en las sombras. Él hizo lo mismo, y segundos después cuerpos salieron a la superficie como peces muertos, algunos con extremidades perdidas por el lugar.

…¡Para! ¡No mates más! ¡Te lo suplico!

Volvió a la superficie y dos se posicionaron detrás de él, encerrándolo en una burbuja. Otra, que vestía diferente, con pensamientos de vengar a Gran, creó una guadaña e iba a golpearla, pero las colas del monstruo salieron del techo y los electrocutó.

…¡Huid! ¡Es demasiado fuerte! ¿¡Por qué no puedo hacer nada!?

Varios, subidos en los árboles, hicieron arcos con flechas y le dispararon: eran teledirigidas y enseguida volvían a su dueño.

Veloz a cuatro patas, las esquivó e incrustó la cola al tronco que derribó; las hojas de éste salieron disparadas como perdigones perdidos, hiriendo y matando a casi todos en el acto.

…Huid…

Perdiendo la esperanza, intentó dejar de pensar, se hizo creer que era una pesadilla.

Los de la retaguardia hicieron un techo de sombra sobre él que descendió para aplastarlo; pero se adentró bajo el suelo, apareció en el aire detrás de ellos e hizo una vuelta de hélice con su cuerpo, haciendo que sus colas los cortara por la mitad. 

Al tocar el suelo, a medida que caían los torsos, con rapidez deslizó y tocó la sangre que caía con la mano y la dirigió como una garra contra los que se escondían en la distancia por el miedo.

—¡Huid en una dirección diferente, que alguien llegue hasta Demonio e informe la situación!

Tres de los cuatro que huyeron acabarían muertos.

Tras pocas horas, la bestia fue teletransportada cerca de donde residía el líder de los demonios.

…Este lugar… Detente… 

Avanzando hacia el trono, despedazaba a los guardias que encontraba junto a los faroles de luz.

…Detrás de esta puerta… No la abras… ¡No te atrevas a cruzarla!

La bestia rugió y, con las colas, la hizo añicos.

…¿Qué son esas sombras rojas?

—Por fin nos encontramos… ¿Me buscabas? Deja que me presente. ¡Soy Gran Demonio! Dime tu nombre, lo necesitaré para el pedestal en el que colocaré tu cabeza.

…¡Demonio, soy yo! ¡Huye de aquí! ¡No puedes contra él! ¡Te matará!

La bestia rugió.

—Buen nombre, perfecto para un monstruo como tú.

…¿Yo? ¿Monstruo?…

De una embestida se arrimó a él y, a una velocidad increíble, alargó su cola hacia su cabeza.

Demonio, sin mover ni un músculo, desplazó a la misma velocidad unas sombras rojizas, parándolas en el aire más la mitad de su cuerpo, dejándolo inmóvil.

—¿Has terminado? ¡Baja tu cabeza, monstruo! —exclamó con una arrogancia inigualable. 

Gran retrocedió; pero, acostumbrado a su ímpetu, no acabó de arrodillarse.

Con su cola metida en la sombra, le atacó por la derecha. Inclinando su cabeza, esquivó el golpe mortal; pero rajando su nariz y partiendo su cuerno derecho por la mitad.

—¡Muere! —imprecó con rabia, apuntó con su brazo hacia él enviándole dos sombras rojizas que parecían lanzas: una atravesó su brazo izquierdo haciendo que sangrara y rugiera. Levantó el brazo a la misma altura que su pecho y varias sombras rojizas le arrinconaron.

…¡Duele! ¡Demonio, mátame!

En acto de esquivar las siguientes acciones de Demonio y de que tenía medio cuerpo inmovilizado, movió sus colas con dificultad en el suelo para arrastrarse y adentrarse en las sombras.

—¿¡Piensas esconderte!?

Las sombras rojizas, como si fuera el mismo suelo, elevaron a Demonio; alzó su mano al techo y un sinnúmero de sombras se reunieron, encerrándose en una burbuja de color sangre.

Desde las sombras aporreó con las colas su burbuja, pero no la pudo rasguñar y fueron repelidas.

…¿Qué es eso? ¿Sangre?

—¡Voy a destruir todo! ¡Contempla mi mejor ataque, criatura!

…Con esta habilidad, puede que incluso destruya el mundo; no importa… Haré que pagues tus crímenes, sin importar el precio que tenga que pagar.

…¿¡Destruir el mundo!? ¡Sólo me tienes que matar!

Elevó e incrementó la intensidad de luz de sus colas con una potencia inigualable que cegaría durante varios minutos a cualquiera.

—Es inútil, aunque hagas desaparecer las sombras de esta sala, mis sombras no lo harán, arrebatan y se generan a partir de mi vitalidad, ¡no puedes hacerme nada!

…¡Huye Demonio! ¡Es inútil! ¡Puede atravesar la sangre cuando quiera! ¡Para, no lo hagas! ¡Haré cualquier cosa, pero no lo mates! 

Aprovechando la expulsión de las sombras por la luz, de un salto llegó hasta él y atravesó la burbuja con la cola, atinando su pecho. Demonio expulsó sangre de su boca y miró de reojo detrás con dificultad.

—Jaja… Pensaba que eras un monstruo…, pero se queda demasiado corto… ¡Maldición! —pronunció rabioso con su último aliento; movió su mano hacia él y quedó en shock cuando vio que sus sombras no respondían.

…¡Demonio, no! ¿¡Por qué!? ¡Dime que es una pesadilla! ¿¡Por qué lo has hecho!? ¡Juro que te mataré! ¡Te mataré!

Gran estaba furioso y su conciencia llegando al límite. 

Se adentró en su burbuja como de una sombra normal y rugió. Para finalizar, le partió por la mitad y controló su burbuja haciéndolo pedacitos.

De noche, en un bosque, acabó de matar al último de los suyos. Había cadáveres despedazados y un lago con una cueva al fondo.

…Te voy a matar, te voy a matar…

Era lo único que tenía en mente; por fin, moviéndose a voluntad, se arrastró hasta el lago y se miró en el reflejo manchado de sangre.

…Monstruo, te mataré, muere, muere, muere.

Demente, veía a su enemigo natural; sobre él estaban sus colas reflejadas y, furioso, cortó la cabeza de la bestia.