La lluvia caía débilmente sobre las afueras de la ciudad, empapando las calles de adoquines y dando al lugar un aire melancólico. Dentro de un bar pequeño y mal iluminado, el ambiente era completamente diferente. Risas ásperas, vasos chocando y una vieja melodía de fondo llenaban el espacio.
Ray entró al bar con paso firme, pero no apresurado. La puerta de madera se cerró tras él con un sonido suave, casi imperceptible, como si se deslizara entre las sombras. La penumbra del lugar lo acogió sin que nadie lo mirara dos veces, como si fuera una figura más en ese rincón olvidado de la ciudad. El aire estaba denso, cargado con el olor a alcohol barato y el humo de cigarro que se levantaba en espirales hacia el techo bajo. La música de fondo, suave y melancólica, alcanza apenas sus oídos, compitiendo con el murmullo de las conversaciones que se cruzan en el ambiente. Ray no necesitaba más que unos segundos para tomar nota de todo a su alrededor: las pocas personas dispersas, las mesas vacías, la barra iluminada por una luz cálida, y los detalles que otros habrían pasado por alto. Cada rincón, cada sombra, cada movimiento era analizado por sus ojos, que no podía evitar estar siempre alerta, siempre buscando algo más.
No era un joven que llamara la atención. De hecho, su presencia parecía casi invisible, como si se desvaneciera entre las sombras. Su figura delgada, casi frágil, estaba vestida con sencillez: una camisa oscura con las mangas arremangadas hasta los codos, un chaleco gastado, y unos pantalones grises oscuros que parecían haber visto mejores días. Las botas negras sin cordones, desgastadas por el uso, completaban su atuendo. Todo en él parecía elegido con el único propósito de pasar desapercibido, de no ser notado. Pero en su caminar había algo diferente, algo que desentonaba con la apariencia de quien no quiere ser visto. Era como si, a pesar de su intento de ocultarse, su presencia invadiera el espacio de manera inevitable, como una sombra que se extiende sin pedir permiso.
Sus ojos, de un ámbar profundo, recorrían el bar con una calma inquietante, como si estuviera esperando que algo sucediera. Había una tensión contenida en su mirada, una alerta constante que no podía esconder. Cada rostro, cada gesto, cada sonido era analizado en segundos, como si estuviera esperando el momento en que todo se desmoronara, como si su vida estuviera en pausa, esperando que la próxima pieza del rompecabezas encajara. Su rostro, marcado por una madurez prematura, no reflejaba ninguna emoción en particular. Había una dureza en sus facciones, como si estuviera acostumbrado a cargar con algo más pesado que su propia edad. Su mandíbula estaba ligeramente apretada, y sus labios, casi siempre tensos, dejaban entrever una sensación de frustración contenida. Cuando algo lo incomodaba, apretaba los puños sin darse cuenta, como si esa fuera su única forma de lidiar con la impotencia que lo envolvía.
Ray no era alguien que hablara mucho. De hecho, prefería el silencio. Las palabras, cuando las usaba, salían cargadas de sarcasmo, de humor negro, como una forma de ocultar lo que realmente pensaba. A veces, sus bromas crueles eran un intento de aligerar el peso de sus pensamientos, de disimular la rabia que se acumulaba dentro de él. Era impulsivo, casi siempre actuaba sin pensar, pero había una determinación inquebrantable en su ser. Cada acción que tomaba estaba motivada por algo más grande, algo que lo impulsaba a seguir adelante, aunque no siempre estuviera seguro de qué era. La venganza era su motor, pero rara vez lo admitía abiertamente. Era un deseo oscuro que lo consumía, que lo mantenía en movimiento, pero también había algo más profundo, algo que no lograba comprender. A veces, en los momentos más solitarios, se preguntaba si realmente quería vengarse o si solo estaba huyendo de algo que lo atormentaba.
Ray giraba lentamente la jarra entre sus manos, observando cómo el cristal reflejaba las luces tenues del bar. El murmullo de conversaciones lejanas y el ruido de vasos chocando se mezclaban con la música suave de un viejo gramófono en el fondo. La atmósfera estaba cargada de una calma inquietante, como si el lugar mismo respirara al ritmo de las sombras que se alargaban en las paredes. Todo parecía ajeno, como si el mundo continuara sin él, como si estuviera suspendido en un espacio donde el tiempo no tenía sentido.
De repente, una voz interrumpió su ensimismo.
"¿Esa silla está ocupada?"
Ray levantó la vista, sorprendido. Frente a él, un joven alto y de porte imponente lo observaba con una leve sonrisa. Su cabello negro como la noche caía sobre su frente, ligeramente despeinado, y sus ojos celestes parecían atravesarlo con una mirada fría pero curiosa, como si estuviera evaluando algo mucho más allá de su presencia física. Había algo en su postura, en la forma en que se mantenía erguido, que denotaba seguridad, pero también una calma inquietante.
"No", respondió Ray con un gruñido, volviendo a mirar su bebida. No estaba interesado en compañía. No lo necesitaba. No hoy.
El joven no hizo ningún gesto de sorpresa, ni siquiera una ligera inclinación de cabeza. Simplemente se sentó sin esperar más invitación, como si el lugar le perteneciera, como si hubiera tomado la decisión de ocupar ese espacio sin necesidad de permiso. Su chaqueta negra larga rozó el suelo mientras cruzaba las piernas y apoyaba un codo sobre la mesa, como si hubiera hecho de ese rincón su refugio personal.
"Pareces alguien que ha tenido un mal día", comentó el extraño, su tono casual, pero con un matiz de interés que no pasó desapercibido para Ray.
Ray frunció el ceño, molestándose por la insinuación. "¿Y tú qué sabes?"
"Lo suficiente. He visto esa expresión antes", respondió el joven, su voz tranquila pero firme, como si estuviera hablando desde la experiencia. Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran en el aire antes de agregar: "Ray, ¿verdad?"
El corazón de Ray dio un salto en su pecho. Su rostro se endureció, y por un momento, la jarra que sostenía en sus manos pareció volverse más pesada. "¿Cómo sabes mi nombre?"
El joven enojado, un gesto leve pero cargado de significado. "He estado siguiéndote. No de forma literal, claro. Solo he estado... observando. Buscando a alguien como tú."
Ray sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era paranoia. Era el tipo de sensación que quirúrgica cuando algo no encajaba, cuando una parte de la realidad parecía desbordarse. Se obligó a mantener la calma. "¿Alguien como yo?" Dejó escapar entre dientes, soltando una risa amarga. "No sé qué crees saber, pero no estoy interesado."
"Eso es porque aún no has escuchado lo que tengo que decir", dijo el joven con una tranquilidad que parecía desafiar la tensión del momento. Su mirada se mantuvo fija en Ray, sin vacilar, como si estuviera esperando una reacción, una respuesta. Y aunque Ray intentó ignorarlo, no pudo evitar sentir que algo en su interior comenzaba a agitarse, algo que no podía identificar, pero que lo inquietaba profundamente.
"Soy Matt", se presentó finalmente, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si el gesto fuera parte de una coreografía cuidadosamente ensayada. "Y estoy..."
"No me importa", cortó Ray, apartando su mirada del extraño. Su voz era tajante, casi desafiante. "Busca en otro lado, forastero".
El joven no parecía ofenderse. "Es de mala educación interrumpir a las personas, ¿sabías?", replicó con una sonrisa tranquila, como si el comentario fuera de una simple observación.
Ray lo ignoró, manteniendo la vista fija en su bebida, sin querer mostrar más de lo que sentía. No era su tipo meterse en conversaciones inútiles. Y menos con alguien que sabía demasiado sobre él.
"No es como si quisieras estar así el resto de tu vida, ¿no?", continuó Matt, sin dejar que el silencio se alargara demasiado. "Estoy reuniendo a personas especiales. Personas que pueden cambiar las cosas. Y tú, Ray, eres una de ellas".
Ray soltó una risa amarga, esta vez más fuerte. "¿Especial? ¿Yo? Debes estar bromeando."
Matt lo miró fijamente, su expresión seria ahora, mucho más intensa. "No lo estoy". Su voz se volvió más grave, más firme. "Sé lo que puedes hacer. Sé lo que eres. Y también sé que estás huyendo de algo, de alguien... o tal vez de ti mismo."
Las palabras golpearon a Ray como un puñetazo. La jarra en sus manos tembló ligeramente y su pulso se aceleró. Sintió que la respiración le fallaba por un segundo, y apretó los puños sobre la mesa, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. ¿Cómo sabía eso? ¿Quién era este tipo para decirle lo que sentía, lo que estaba haciendo?
"No tienes idea de lo que estás hablando", dijo Ray, su voz más baja, pero llena de furia contenida. Su mente comenzaba a correr a mil por hora, buscando una explicación lógica, algo que pudiera poner en orden la confusión que sentía.
"Claro que sí", replicó Matt, sin inmutarse. Su tono seguía siendo tranquilo, pero ahora había una firmeza que no dejaba lugar a dudas. "Porque todos los que estoy buscando tienen algo en común: un pasado del que no pueden escapar. Pero en lugar de seguir corriendo, estoy ofreciéndote una oportunidad para enfrentarlo. Para redimirte."
Ray lo observó en silencio, su mente luchando por procesar lo que estaba escuchando. ¿Quién era este tipo? ¿Cómo sabía tanto sobre él? Y lo más importante, ¿por qué lo estaba buscando? La idea de enfrentarse a su pasado, de enfrentarse a todo lo que había dejado atrás, le provocó un nudo en el estómago. No estaba listo. No quería estar listo.
Antes de que pudiera responder, el cantinero se acercó, dejando otra jarra frente a Matt. "Aquí está su pedido, señor", dijo el hombre, lanzando una mirada rápida hacia Ray antes de alejarse.
Matt tomó la jarra con una mano y la levantó ligeramente en señal de agradecimiento. "No espero que confíes en mí de inmediato", dijo, dando un sorbo. "Pero piénsalo. Si sigues como estás, ¿cuánto tiempo crees que podrás aguantar antes de que te alcancen?"
Ray sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No estaba seguro de si se refería a su pasado o a algo más literal, pero la verdad era que no tenía una respuesta. No podía predecir el futuro, pero sabía que las sombras de su vida no lo dejarían en paz. Y la forma en que Matt hablaba... había algo en su voz, en su mirada, que lo hacía sentir que este encuentro no era una coincidencia.
El silencio entre ellos se rompió cuando la puerta del bar se abrió de golpe, dejando entrar una ráfaga de aire frío. Dos hombres de aspecto sombrío entraron, sus ojos recorriendo el lugar hasta detenerse en Ray. El ambiente, que hasta ese momento había sido tenso pero manejable, se cargó de una energía palpable, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso. Los hombres avanzaron con pasos decididos, y Ray sintió que su instinto le decía que algo no iba bien.
"Ah, parece que la conversación tendrá que esperar", dijo Matt, dejando la jarra sobre la mesa y poniéndose de pie con una calma inquietante. Su voz había cambiado, ahora sonaba más seria, más decidida. "Espero que sepas pelear decente".
Ray también se levantó, notando cómo los hombres comenzaban a rodearlo con pasos pesados. La tensión en el aire era casi insoportable, y su cuerpo comenzó a tensarse, preparándose para lo que estaba por venir. No estaba dispuesto a dejarse intimidar. No ahora. No nunca.
"Cállate", replicó Ray, apretando los puños y mirando fijamente a los extraños. Su mente estaba en alerta, pero su cuerpo ya había reaccionado, moviéndose con rapidez, con la certeza de que algo iba a estallar en cualquier momento.
Matt no dijo nada más. Con un suspiro, se giró hacia la parte trasera del bar. "Nos vemos afuera", murmuró antes de desaparecer entre las sombras, dejando a Ray frente a los hombres que ahora lo rodeaban.
La calma del bar se había evaporado por completo, reemplazada por una tensión palpable. Ray apretó los dientes, su cuerpo tenso, preparado para lo que venía.
Ray giró lentamente sobre sus talones, enfrentándose a los dos hombres que se habían acercado con pasos pesados. Eran grandes, con hombros anchos y miradas que irradiaban hostilidad. Uno de ellos, con una cicatriz que cruzaba su mejilla izquierda, llevaba un cuchillo largo en la mano, mientras que el otro se limitaba a apretar los puños, mostrando nudillos marcados por antiguas peleas.
"Eres tú, ¿verdad?" dijo el hombre con la cicatriz, su voz grave y burlona. "Tenemos un mensaje para ti."
Ray no respondió. Su mirada pasó rápidamente de uno al otro, evaluando sus movimientos. Había aprendido a leer a las personas durante sus años huyendo, y estos dos no eran aficionados. Su postura, su confianza... eran cazadores acostumbrados a acorralar a sus presas.
"¿No tienes nada que decir?" insistió el hombre, dando un paso más cerca.
Ray dejó escapar un suspiro pesado, como si toda la situación le resultara tediosa. "Si vas a hacer algo, hazlo ya. Estoy cansado de esperar."
El comentario pareció encender al hombre con la cicatriz, quien se lanzó hacia adelante con el cuchillo en alto. Ray esquivó el ataque con un movimiento rápido hacia un lado, y el filo del arma pasó peligrosamente cerca de su costado. Aprovechando el impulso de su oponente, Ray lo empujó con fuerza, haciendo que chocara contra una mesa cercana.
El segundo hombre no esperaba. Se abalanzó sobre Ray con un puñetazo dirigido a su rostro. Ray apenas logró levantar el brazo para bloquear el golpe, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder unos pasos. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, el hombre lanzó otro ataque, esta vez hacia su abdomen.
Ray sintió el aire escaparse de sus pulmones al recibir el golpe. Sin embargo, reaccionó rápidamente, agarrando el brazo de su atacante y girando sobre sí mismo para usar su propio peso en su contra. El hombre perdió el equilibrio y cayó al suelo con un gruñido.
El ruido de la pelea había llamado la atención de los pocos clientes en el bar, quienes comenzaron a retroceder hacia las esquinas, algunos incluso saliendo apresuradamente por la puerta. El ambiente se volvió tenso, y el clamor de los vasos rotos y los murmullos nerviosos de los testigos crearon una atmósfera cargada de tensión.
"¡Basta de juegos!" rugió el hombre con la cicatriz, levantándose de la mesa con el cuchillo aún en la mano. Esta vez, no se lanzó de frente. Dio un par de pasos laterales, buscando un ángulo para atacar mientras su compañero se levantaba del suelo.
Ray sabía que estaba en desventaja. Estos tipos eran más grandes, más fuertes y, probablemente, más experimentados. Pero él tenía algo que ellos no tenían.
Cerró los ojos por un breve instante, sintiendo cómo la electricidad comenzaba a correr por sus venas. Un leve zumbido llenó el aire, y cuando abrió los ojos, estos brillaban con un tenue resplandor amarillo. La energía recorría su cuerpo como una corriente vibrante, y con cada respiración, el poder se acumulaba, listo para ser liberado.
El hombre con el cuchillo notó el cambio y se detuvo por un momento, confundido. "¿Qué demonios...?"
Ray no le dio tiempo para reaccionar. Con un movimiento rápido, extendiendo su mano hacia adelante, lanzando una pequeña descarga eléctrica que impactó directamente en el pecho de su oponente. No fue suficiente para derribarlo, pero sí para hacerlo tambalearse y soltar un gruñido de dolor.
"¿Qué es esto?" gritó el otro hombre, ahora claramente nervioso.
"Es tu señal para salir corriendo", respondió Ray con una media sonrisa, aunque su respiración comenzaba a acelerarse. Usar su poder siempre le exigía más de lo que estaba dispuesto a admitir. A pesar de eso, la sensación de control que le daba el poder era embriagadora.
El hombre sin cuchillo no parecía tan dispuesto a continuar. Dio un paso atrás, mirando a su compañero como buscando una señal. Su compañero, aún tambaleándose, miró a Ray con furia, pero algo había cambiado en su actitud. Ya no se sentían tan confiados. La electricidad en el aire era palpable, y ambos sabían que no tenían muchas opciones.
"¿Te crees muy fuerte, eh?" gruñó el hombre con la cicatriz, recuperando algo de compostura. "Vamos a ver qué tal resiste esto."
Con un rugido, el hombre lanzó un ataque más directo, apuntando al costado de Ray con el cuchillo. Esta vez, Ray no esquivó. En lugar de eso, se lanzó hacia adelante, bloqueando el golpe con su brazo y utilizando la fuerza de su cuerpo para derribar a su atacante al suelo. El cuchillo quedó clavado en el suelo junto a su cabeza.
El otro hombre, que había intentado mantenerse a distancia, se acercó rápidamente, buscando una oportunidad para golpear. Ray, sin dudarlo, extendió su mano hacia él, y una descarga mucho más fuerte recorrió su cuerpo. El impacto fue brutal, y el hombre cayó de espaldas, convulsionando brevemente antes de quedar inmóvil.
El hombre con la cicatriz, viendo la caída de su compañero, intentó levantarse, pero la electricidad aún zumbaba en el aire. Ray lo miró fijamente, su respiración controlada, pero su cuerpo aún vibraba con la energía que había liberado.
"¿Quieres seguir intentándolo?" preguntó Ray, su voz fría y desafiante.
El hombre, ahora claramente asustado, vaciló. Miró a su compañero tirado en el suelo, incapaz de moverse, y luego a Ray, quien mantenía la mirada fija y desafiante. El miedo comenzó a tomar control, y sin decir una palabra más, el hombre con la cicatriz dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición.
"Esto no ha terminado", murmuró, antes de girarse y huir hacia la puerta, dejando a su compañero atrás.
Ray avanzaba rápidamente por las oscuras calles del callejón, su respiración agitada mientras sus piernas seguían el ritmo frenético de su persecución. El matón con la cicatriz había logrado escapar, y ahora Ray lo seguía con determinación, sin detenerse a pensar en las consecuencias de usar su poder una vez más. La energía eléctrica que había descargado sobre los hombres en el bar aún zumbaba en su cuerpo, pero el cansancio comenzaba a pesarle, haciendo tambalear de vez en cuando.
Con cada paso que daba, el agotamiento lo invadía más. Sentía como si sus venas ardieran, la electricidad recorriéndola como un veneno que lo desgastaba por dentro. El poder que había usado para derribar a los matones en el bar le estaba cobrando su precio, y lo sabía. Cada chispa que liberaba le robaba un poco más de fuerza, pero no podía detenerse. No hasta que atrapara al tipo que lo había desafiado.
De repente, al girar la esquina del callejón, se encontró con una multitud de matones, todos vestidos con chalecos de motociclistas, armados hasta los dientes. El ambiente se volvió tenso, el aire cargado de hostilidad. Ray se detuvo en seco, su mirada analizando rápidamente la situación. Eran demasiados, mucho más de lo que había anticipado. No era posible que pudiera con todos ellos, no en su estado actual. El poder que había usado ya lo estaba debilitando, y el simple hecho de estar de pie le exigía más energía de la que tenía.
Uno de los matones, un hombre corpulento con una barba tupida, dio un paso hacia él, y los demás lo siguieron, rodeándolo. Ray sintió la presión en su pecho, la necesidad de actuar, pero también el dolor punzante que le recorría los músculos y las articulaciones. La electricidad que había liberado hacía solo unos minutos seguía quemando su interior, y el agotamiento se estaba volviendo cada vez más evidente.
"¿Qué tenemos aquí?", dijo el matón con una sonrisa burlona, mientras los demás se reían entre dientes. "¿Es este el chico que tenemos que temer?"
Ray no dijo nada. En lugar de eso, se preparó para lo que venía, con los músculos tensos y los ojos fijos en los atacantes. Sabía que su velocidad era su única ventaja, e iba a usarla al máximo.
Cuando el primer golpe vino, Ray lo esquivó con facilidad, moviéndose con la rapidez de un rayo. Sus venas brillaron con un resplandor tenue, impulsándolo a moverse con una agilidad sobrehumana. A cada paso, el poder eléctrico lo impulsaba, pero también lo desgastaba. Esquivó otro golpe, y luego otro, sus movimientos rápidos pero imprecisos debido al cansancio que comenzaba a nublar su mente.
Sin embargo, por cada matón que lograba evitar, había otro que lo atacaba desde un ángulo diferente. Un golpe impactó en su espalda, enviando una sacudida de dolor por su columna. Ray se giró rápidamente, buscando al atacante, pero al hacerlo, dejó su flanco expuesto. Un puñetazo le alcanzó en el costado, y el dolor lo hizo tambalear.
"Maldita sea", murmuró para sí mismo, tratando de recuperar el equilibrio. Sabía que no podía seguir así por mucho tiempo. Cada golpe que recibía lo debilitaba más, y el uso prolongado de su poder estaba comenzando a mermar su agilidad y resistencia.
Intentó concentrarse, pero la fatiga se estaba apoderando de él. Los matones lo rodeaban, y aunque su velocidad le permitía esquivar algunos ataques, no podía evitar que algunos golpes le conectaran, dejándolo más vulnerable con cada segundo que pasaba. Su respiración se volvió más pesada, y el dolor en su cuerpo era insoportable.
Fue en ese momento que escuchó un sonido estridente, el crujir de una puerta abriéndose a lo lejos. Ray apenas tuvo tiempo de girar la cabeza antes de ver a Matt entrar al callejón con calma, como si la pelea no fuera nada fuera de lo común. El contraste entre la gravedad de Ray y la indiferencia de Matt lo desconcertó por un momento.
"¿Ya terminaste de jugar?", preguntó Matt, cruzándose de brazos, su tono tan tranquilo que parecía burlón.
Ray apenas pudo evitar gruñir, esquivando otro golpe de un matón que se acercaba rápidamente. "Ocúpate de tus asuntos", replicó, sin dejar de moverse, aunque su cuerpo ya no respondía con la misma rapidez.
Matt suspiró, como si estuviera cansado de esperar, y levantó una mano. En un instante, el aire a su alrededor pareció enfriarse excesivamente. Ray sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras la temperatura bajaba de manera alarmante. Antes de que los matones pudieran reaccionar, Matt cerró el puño con fuerza.
El aire se congeló. Los matones que aún estaban de pie comenzaron a gritar, pero sus palabras se ahogaron en el sonido del hielo formándose rápidamente alrededor de sus pies. La escarcha se expandió con una velocidad impresionante, cubriéndolos hasta las rodillas, luego hasta las caderas, y finalmente, los bloques de hielo envolvieron sus torsos, atrapándolos por completo. En cuestión de segundos, todos los hombres restantes quedaron completamente inmovilizados, sus cuerpos congelados en la estructura de hielo que los aprisionaba.
El callejón quedó en absoluto silencio, salvo por el crujido del hielo mientras los matones luchaban inútilmente por liberarse. Ray, aún jadeante y con el cuerpo dolorido, miró a Matt con una mezcla de sorpresa y molestia. "Pero, ¿qué…?"
"Estabas tardando demasiado", respondió Matt con indiferencia, sin ni siquiera mirar a los hombres atrapados.
Antes de que Ray pudiera replicar, el cantinero apareció detrás de la barra, sosteniendo una escopeta con una mano temblorosa. "¡Fuera de mi bar! ¡Malditos demonios!" gritó, apuntando hacia ellos con una mirada furiosa.
Matt levantó las manos en señal de paz, su rostro inexpresivo. "Tranquilo, ya nos íbamos", dijo sin prisas.
Ray lanzó una última mirada a los hombres atrapados en el hielo, sintiendo una mezcla de frustración y alivio. No había logrado terminar la pelea como había querido, pero al menos Matt había llegado a tiempo. Sin decir una palabra, comenzó a caminar hacia la salida, pasando junto al cantinero, quien no dejaba de mirarlos con desconfianza.
Al cruzar la puerta, Ray sintió el aire fresco de la noche golpear su rostro. El alivio fue inmediato, pero no pudo evitar dejar escapar un suspiro pesado. El cansancio lo estaba derrotando, y su cuerpo le recordaba lo cerca que había estado de caer.
"¿Quién eres tú realmente?", dijo Ray, lanzándole una mirada juiciosa a Matt, quien caminaba a su lado con una calma inquebrantable.
"Quería ver de qué eras capaz", respondió Matt con una sonrisa ligera, como si nada de lo que acababa de suceder fuera importante. "Y debo decir que no estuvo tan mal... para un principiante. Vamos, que no hace justicia a lo que había oído de ti."
Ray apretó los dientes, pero no respondió. En el fondo, sabía que Matt tenía razón. No había sido suficiente. No había sido lo suficientemente rápido, ni lo suficientemente fuerte.
"Vamos", dijo Matt, señalando hacia la calle desierta, donde las luces de la ciudad comenzaban a titilar en la distancia. "Aún tenemos mucho de qué hablar."
Los pensamientos invadieron la mente de Ray mientras caminaba a su lado. Nunca había conocido a alguien como Matt. Nadie que no ocultara su poder, que lo mostrara sin miedo, sin reservas. Y lo peor de todo era que Matt no parecía ser como los demás. No había dudas ni vacilaciones en su actitud. No había miedo. Solo una calma fría, casi aterradora.
Ray no sabía si debía sentirse incómodo o impresionado. Pero una cosa era segura: estaba empezando a entender que, en este mundo, los límites de lo que creía posible se estaban desmoronando rápidamente.
En ese momento, una voz alegre rompió la tensión del callejón.
"¡Ahí estás! ¿Ya lo encontraste?"
Ray giró la cabeza, confundido. Una chica de cabello naranja recogida en una alta coleta apareció en la entrada del callejón. Vestía un buzo verde con franjas blancas, pero sus zapatillas y la parte baja de su pantalón estaban cubiertas de manchas de grasa. A pesar de su aspecto desalinizado, su energía desbordante iluminaba el ambiente.
Ray observó a la chica de cabello naranja con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Ella no parecía notar la atmósfera tensa que había dejado atrás la pelea, y mucho menos la peligrosa situación en la que se encontraba.
"¿Quién demonios es ella?" preguntó Ray, todavía con la guardia alta.
Naomi caminó hacia Matt sin prestar mucha atención a los matones congelados en el suelo, como si aquello fuera de un escenario común. Su actitud era despreocupada, incluso alegre, lo que contrastaba enormemente con la frialdad de Ray y la presencia imponente de Matt. Se detuvo frente a él, con una sonrisa amplia y casi traviesa, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente. "Matt, deberías avisarme que quieres hacerlo todo solo como siempre. ¿Qué tal si te hubieran golpeado? Aunque, bueno, no creo que eso pase contigo".
"Naomi", dijo Matt con una mezcla de exasperación y resignación, "¿qué haces aquí?"
"Te estaba buscando, por supuesto. Me aburro cuando desapareces sin decir nada." Luego miró a Ray con curiosidad. "¿Y tú? ¿Cómo te llamas?"
Ray vaciló un momento, desconcertado por su entusiasmo. "Ray", respondió al final, seco pero no tan agresivo como antes.
"¡Encantada, Ray!" Naomi extendiendo una mano con una sonrisa tan amplia que era imposible ignorarla. Ray miró su mano como si fuera un objeto extraño antes de estrecharla brevemente.
"¿Siempre es así de... ruidosa?" preguntó Ray, mirando a Matt.
"Siempre", respondió Matt, suspirando.
Naomi, sin perder su energía, levantó las manos en señal de rendición. "¡Oye! Estoy aquí para animar el ambiente, ¿vale? Además, no puedo dejar que Matt sea el único que recluta. ¡Necesitamos un equipo completo!"
Ray arqueó una ceja. "¿Equipo? ¿Qué es exactamente lo que están planeando?"
Matt volvió a cruzarse de brazos, su tono volvió a ser serio. "Te lo dije antes. Estamos reuniendo a los elegidos para una travesía. No solo para reclamar lo que nos pertenece, sino para enfrentarnos a algo mucho más grande que cualquiera de nosotros."
"Y para limpiar el nombre de los isleños", añadió Naomi, con un toque de orgullo en su voz.
Ray los miró a ambos, intentando descifrar si hablaban en serio o si todo esto era una especie de broma elaborada. Finalmente, dejó escapar un suspiro. "No sé si creo en todo eso de 'los elegidos' y 'grandes travesías'. Pero... algo me dice que quedarme aquí no va a mejorar mi situación."
"Entonces, ¿eso es un sí?" preguntó Naomi, inclinándose hacia él con una expresión expectante.
Ray se tomó un momento antes de responder. "Es un... veremos. No soy de los que se comprometen fácilmente."
"Lo suficiente para mí", dijo Matt, girándose para caminar hacia la salida del callejón. "Vámonos. No necesitamos quedarnos aquí más tiempo."
Naomi dio un pequeño salto de alegría, siguiendo rápidamente a Matt, dejando a Ray unos pasos atrás. Mientras caminaba, Naomi no pudo evitar volverse hacia él, su rostro iluminado por una amplia sonrisa. "¡Vamos, Ray! No te quedes atrás, hay mucho más que conocer." Ella le hizo una señal con la mano, invitándolo a unirse al grupo.
Ray la observaba mientras se alejaba, preguntándose qué tipo de juego estaba jugando Matt y qué tan serio era todo esto. Pero algo en la actitud de Naomi, tan despreocupada y llena de vida, hizo que por un momento se sintiera menos solo. A pesar de todo, no pudo evitar una pequeña chispa de esperanza al ver cómo Naomi lo llamaba, como si estuviera invitando a alguien a unirse a algo más grande que él mismo.
Por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente solo.