Al día siguiente, Takeuchi acude a trabajar como de costumbre. Pudiendo apenas mantener el equilibrio, deja caer su hombrera en lo que bosteza. La recepcionista se acerca de inmediato y recoge la hombrera.
—¡Aquí tienes!— dice con una gran sonrisa.
—G-gracias— responde Takeuchi sin siquiera mirarla.
Takeuchi camina a paso lento hacia el elevador, tambaleándose de un lado a otro. Confundida, la recepcionista saca su celular para hacer una llamada.
Llegando a su cubículo, Takeuchi se sienta y recuesta en el escritorio. Las imágenes del caso del joven asesinado aparecen en su mente cuando cierra sus ojos, forzándolo a mantenerse despierto. Retrocede un poco y corre al baño para enjuagarse la cara. Al alzar su mirada, nota en su reflejo las ojeras debajo de sus ojos.
—Necesito un café— dice mientras se observa.
En el comedor, sostiene la cafetera con su mano temblorosa y se sirve en una taza. Entre el temblor, una gota de café humeante cae en su mano.
Con horror, ve que la gota es de color rosa, y al voltear lentamente a ver la cafetera, se da con la sorpresa de que en lugar de café, está llena de la sangre especial.
Takeuchi deja caer la cafetera, quebrándola en mil pedazos, causando una mancha rosa en el suelo.
El intendente sale de inmediato del fondo del comedor y se acerca con Takeuchi.
—¡¿Se encuentra bien, joven?!— pregunta el intendente con su mano puesta sobre el hombro de Takeuchi.
Takeuchi mira como el café se escurre por el suelo. Respira con dificultad mientras se aleja del lugar y corre hacia su cubículo.
Ya en su estación, Takeuchi accede al buscador en su computadora y comienza a investigar más acerca de la sangre especial, encontrándose esta vez con más artículos que anoche. Niños, jóvenes, mujeres, todos aparecen sin vida y sin una sola gota de sangre en sus venas en alcantarillas o en el fondo del mar.
La reacción de la recepcionista en el baño cobra sentido en la mente de Takeuchi. Cabizbajo, la presión en su pecho regresa, tomando con fuerza esa parte para calmarse.
—¿¡Qué crees que haces?!—
Yoshida golpea con fuerza el escritorio de Takeuchi, despertándolo de su sueño.
—Parece que aún no has entendido que aquí se viene a trabajar, no a perder el tiempo— dice mientras se truena los nudillos.
—No quiero problemas— responde Takeuchi con la mirada perdida.
—¡Pues ya lo tienes!—
Yoshida golpea el escritorio de nuevo, clavando su mano con uno de los tornillos que se zafa gracias a los golpes que le ha dado.
—¡Mierda!— exclama Yoshida mientras aprieta su mano.
Takeuchi mira con atención a la mano herida de Yoshida. Un rastro de sangre rojo carmesí gotea de la palma.
—Tú… no eres…—
Confundido, Yoshida observa con rabia a Takeuchi.
—Esto aún no termina—
Yoshida se marcha, no perdiendo de vista la herida que tiene en su mano. Atónito, Takeuchi mira los artículos de nuevo. Con sus manos sobre la cabeza, las noticias de nueva cuenta dan vueltas en su mente.
—No entiendo. Creía que él era uno de ellos, pero ahora, entonces, ¿qué es lo que Kuki sabe de él?—
—¿Saber que de quien?—
Takeuchi reacciona tarde al saber que Kuki se encuentra detrás suyo. En lugar de cerrar las páginas, se gira despacio con una sonrisa para disimular su sorpresa.
—Nada, nada. Lo de siempre con Yoshida—
Kuki toma el mouse de la computadora de Takeuchi y pone algo en el buscador ante la mirada confusa de Takeuchi.
—¿Qué buscas?— pregunta Takeuchi.
Kuki se mantiene en silencio, concentrada en la pantalla. El silencio provoca que Takeuchi sienta cada vez más ansiedad, temiendo ser descubierto.
Kuki abre entonces una página en la web. Creyendo haberlo visto todo, Takeuchi queda boquiabierto al revisar su contenido.
—¡¿Q-qué es esto?!—
Un video de una chica siendo torturada y sometida por cuatro hombres en un callejón a plena luz del día se puede ver en la pantalla. La chica ruega por su vida mientras que los hombres ríen sin piedad y sostienen una jeringa con la que la amenazan. Kuki pone en pausa el video justo cuando están a punto de insertar la jeringa en su cuello.
—Fue encontrada sin vida esta mañana. Tenía dieciséis años— dice con una calma inquietante. —Le harán un velorio este viernes—
Kuki se apoya sobre el escritorio. Takeuchi intenta advertirle acerca del tornillo, pero ella lo ignora. Clavando su mano en el tornillo, Kuki mantiene su mirada en la pantalla.
—Era hija única. Sus amigos la consideraban como un modelo a seguir, alguien que siempre te daría una mano. Ahora se ha ido, ¿y para que? ¿Para usar su sangre en caprichos de los cazadores?—
Takeuchi, atónito, guarda silencio ante las palabras de Kuki. La culpa comienza a consumirlo por dentro, volviendo la presión a su pecho.
—Dime algo, Takeuchi. —Si alguien que te importa tuviera esta sangre, ¿te gustaría que le hicieran esto?—
Apretando su mandíbula, Takeuchi solo niega con la cabeza.
—Eso creí—
Kuki retira su mano del clavo. Atento a su herida, Takeuchi nota con horror que de ella, cae un rastro de sangre rosa. Estando a punto de indicarle, ella pone su mano sobre la suya.
—¿Sabes cuántas veces hemos tenido que ocultarnos? ¿Pretender que no pasa nada sabiendo que cualquiera de nosotros puede ser el siguiente?— dice Kuki con la voz quebrada. —Todos los días vemos noticias como esa. Gente que quiere vivir una vida normal siéndole arrebatada por ser diferente. Dime, ¿vale la pena quitarle la vida a otros para poder disfrutar la tuya?—
Takeuchi ve como la sangre de Kuki va cayendo sobre su mano hasta llegar al escritorio.
—Solo quería salvar al abuelo. Había escuchado rumores, pero ahora… Ahora lo tengo claro— piensa. —No puedo permitir que nada les pase. Abuelo, por favor, resiste. Buscaré la forma de salvarte sin hacerle daño a ellos—
A lo lejos, Yoshida observa la escena. Recargándose tras una pared, respira profundo antes de comenzar a reír de manera macabra.
—¡Ahora yo sé tu secreto, Kuki!— se dice Yoshida con el puño cerrado.