El reloj marca las 6:30 p.m. Takeuchi toma su hombrera y se prepara para la salida. Las palabras de Kuki y la sangre rosa aún visible en el tornillo revuelven su cabeza. Sosteniendo la hombrera con fuerza, se retira y se dirige al elevador. Una vez en la recepción, ve con sorpresa a Kuki frente a él de brazos cruzados y un vendaje que cubre su mano.
—Tomaste tu tiempo— dice con una ligera sonrisa en su rostro.
Apenado y confundido, Takeuchi evita hacer contacto visual e inclina ligeramente su hombro.
—Lo siento— responde.
Kuki se acerca y toma su brazo. Takeuchi se sonroja. Sus hombros se tensan y comienza a sudar de su frente.
—¿Vamos?—
Como un soldado en plena marcha, Takeuchi da pasos lentos y firmes mientras camina con Kuki. En la calle, Kuki rememora la discusión que tuvo con la recepcionista en la mañana.
Estando ambas en el área de fumar en la terraza del edificio, la recepcionista le expresa a Kuki su preocupación respecto a Takeuchi.
—¿Tan mal estaba entonces?— pregunta Kuki con cigarrillo en mano.
—¡Si!— responde la recepcionista. —Parece como si no hubiera dormido toda la noche. Estaba muy pálido—
Kuki exhala el humo de su cigarro y suelta un gran suspiro.
—Me temo que ya lo sabe—
—¿Saber qué?—
Kuki fija su mirada en la recepcionista.
—Lo vi espiándote en el baño, el día que te empezó a sangrar la nariz—
La expresión de la recepcionista se transforma. Traga saliva en un intento por calmar su ansiedad y se rasca el hombro con mucha fuerza.
—N-no puede ser. ¿Crees que me delate?—
—No lo creo— responde Kuki con una perturbadora tranquilidad.
—¿Qué te hace pensar eso?—
El viento se intensifica afuera en la terraza. Kuki y la recepcionista se cubren del mismo y regresan al interior del edificio.
Ambas jadean y se arreglan el cabello despeinado por el viento. Recuperando el aliento, Kuki se acomoda el pelo y fuma una vez más de su cigarrillo.
—¡¿Qué haces?! ¡Está prohibido!— le reclama la recepcionista, que voltea a los lados para ver si no son descubiertas.
—Lo averiguaré— contesta Kuki, quien deja caer su cigarro en el suelo.
De vuelta al presente, Takeuchi recibe un mensaje en su celular, y al revisarlo, ve que quien se lo ha enviado es el doctor.
"¿Has sabido algo?" se puede leer en el chat. Takeuchi observa por unos instantes el mensaje antes de contestar con un rotundo no.
Kuki lo observa de reojo.
—Oye, Takeuchi. ¿Puedo preguntarte algo?—
—¿Qué ocurre?—
—¿Por qué no me has delatado?—
Ambos se detienen en la banqueta. Takeuchi, pensativo y serio, no se atreve a contarle la verdad.
—Pensé en lo que me dijiste— contesta con los ojos cerrados.
No convencida de su respuesta, Kuki se suelta de él y coloca sus manos sobre sus hombros.
—Puedes decirme la verdad. Ya te he dicho la mía—
La calidez y vulnerabilidad de Kuki conmueven el corazón de Takeuchi, quien no puede ocultar más su culpa y la tristeza que lo invade por dentro.
—Mi abuelo está en el hospital— dice entre lágrimas. —En el hospital me dijeron que si no me ponía al corriente con mis deudas, no seguirían con el tratamiento. Me ofrecieron el trabajo y lo acepté, pero jamás pensé que fuera algo como esto—
Takeuchi cae de rodillas.
—En serio, perdóname. Perdón, perdón, perdón—
Kuki se inclina y abraza a Takeuchi, quien no para de llorar.
A lo lejos, una figura los espía. Con un celular en la mano, la figura manda un mensaje.
"¿Ahora?"
En una oficina, un celular vibra con la notificación del mensaje. La persona que lo ha recibido lo toma y le responde.
"Si"
Inhibiendo su celular, la persona que recibió el mensaje se acomoda la manga de su bata blanca. Mirándose en el espejo, el doctor frunce su ceño y aprieta sus dientes.
—Takeuchi— dice el doctor soltando una risa burlona. —Ojalá hubieras hecho lo que se te pidió—
Kuki y Takeuchi dejan de abrazarse. Takeuchi se seca las lágrimas con fuerza. Kuki, por su parte, sonríe con orgullo.
—Sabía que no eras un tipo malo. Tu abuelo te educó bien—
Takeuchi sonríe y extiende su mano a Kuki.
—Desde ahora, no más secretos. Si me ayudas con mi abuelo, te prometo que no diré nada de los demás—
Kuki está por estrechar la mano de Takeuchi. De repente, un disparo interrumpe su reunión. Takeuchi y Kuki se ven el uno al otro en un encuentro que parece eterno. Takeuchi pone su mano sobre su abdomen y nota con horror su mano manchada de su propia sangre roja carmesí. La mancha roja comienza a impregnarse en su camisa blanca, cayendo al suelo fulminado.
—¡TAKEUCHI!— grita Kuki desesperada. Intenta apoyar su mano sobre la herida de Takeuchi, pero solo logra que Takeuchi suelte un grito desgarrador por el profundo dolor que siente.
La figura que estuvo espiándolos se aproxima a Kuki.
—¡MALDITO BASTARDO! ¡ES A MI A QUIÉN QUIERES! ¡¿POR QUÉ TE METES CON ÉL?!—
—Nada que te incumba, portadora.
Takeuchi entre abre uno de sus ojos y ve a la figura parado frente a Kuki. Reconoce a la figura como el hombre encapuchado que lo reclutó para ser un cazador.
El hombre encapuchado, estoico y sin remordimiento, coloca sus dedos sobre sus labios y chifla. De entre las sombras, varios sujetos con camisas de tirantes negras y el logotipo de un león de color rojo en el medio rodean a Kuki.
El líder de ellos, un hombre robusto y calvo con una cadena de oro que rodea su cuello, sostiene una jeringa y una caja conectada a esta misma.
—Vaya, vaya. Con que era cierto— dice entre risas. —Las ratas creen que pueden ocultarse con pruebas falsas, no, ¿lindura?—
Kuki no suelta a Takeuchi, quien sigue en shock por la herida y el suceso que ocurre frente a él.
—¡NO SÉ DE QUÉ ESTÁS HABLANDO! ¡SOY UNA CIUDADANA NORMAL!—
El líder tira un puñetazo en el rostro a Kuki, sacándole sangre de su nariz.
—¡NO INTENTES ENGAÑARNOS!— responde el líder con furia. —¡Conozco a los de tu clase! ¡Son tan creídos!—
El líder ve a Takeuchi en el suelo y le pide disculpas por el disparo.
—Lo siento, Takeuchi. Pero tu trabajo ya terminó. Gracias por traernos a este bombón—
Kuki y Takeuchi quedan atónitos. Desconcertada, Kuki fija su mirada en él, que sigue tirado en el suelo con la herida de bala en su abdomen.
—¿Me mentiste?— pregunta Kuki con decepción.
El líder toma por la fuerza a Kuki, quien forcejea pero es sometida por los sujetos. Entre el escándalo, Takeuchi escucha como pide ayuda mientras es ingresada a la fuerza en un carro. El hombre encapuchado, por su parte, mira a Takeuchi con frialdad.
—Ah, casi lo olvido— El hombre encapuchado apunta su pistola hacia la frente de Takeuchi. —Un mensaje del doctor—
Impotente ante la situación, intenta levantarse sin éxito. El hombre encapuchado dispara el arma, haciendo resonar un fuerte eco alrededor de toda la calle y ante la mirada desconcertada de todos.