—¿Pulso?—
—Débil, pero hay—
—Manténganlo anestesiado. No queremos que se lleve el dolor de su vida—
La enfermera le pasa unas pinzas al cirujano. Este retira la bala incrustada en la cintura de Takeuchi, poniéndola en un contenedor de plata.
—Pañuelo—
La enfermera pasa un pañuelo sobre la frente sudorosa del cirujano. Se mantiene en completo silencio mientras sutura la herida, secándose el sudor de su frente con su mano tras lograrlo.
—Llévenlo a emergencias. Ahí sabrán que hacer con él— dice el doctor.
Los enfermeros se lo llevan en su camilla, acomodándolo en su cama antes de irse. Siendo ya de madrugada, Takeuchi logra despertar de su largo sueño.
A su lado, un sujeto robusto adormilado lo espera sentado en un sofá de la habitación. Sus ronquidos irritan los oídos de Takeuchi, quien se los tapa.
—¡Oye!— le reclama Takeuchi con la voz reseca del cansancio.
El sujeto se despierta de golpe. Al ver a Takeuchi, agita su cabeza de lado a lado y se talla los ojos, enfocando su mirada en él.
—¡Un fantasma!— grita el sujeto antes de caer de espaldas del susto.
Incrédulo, Takeuchi afirma no ser uno, e insiste de nuevo en conocer su identidad.
—¡Uff, menos mal!— dice el sujeto después de acomodarse su gorra. —Te creí muerto tras el disparo. ¿Estás mejor?—
Takeuchi recuerda lo sucedido con el hombre encapuchado y el secuestro de Kuki. Desesperado, intenta quitarse todos los parches pegados a su cuerpo ante la mirada atónita del sujeto.
—¡¿Qué crees que haces?!—
Takeuchi no logra su cometido, sucumbiendo ante el dolor de su herida y recostándose para calmarlo.
—¿Dónde está Kuki?—
pregunta con algo de dolor.
El sujeto, apenado, niega con la cabeza.
—Lo siento. Solo te encontré a ti. Me dio miedo salir después de escuchar los disparos—
—Dime la verdad— le responde Takeuchi, desconfiando de él.
El sujeto alza sus manos y jura estar diciendo la verdad, sin embargo, Takeuchi no le cree y le avienta varios objetos metálicos alrededor suyo.
El sujeto se cubre de sus ataques, viéndose obligado a llamar a la enfermera para pedir apoyo. Ella viene enseguida con una jeringa en la mano y una sonrisa fingida en el rostro, acompañada por un enfermero de expresión sería y fornido.
—¡Vaya! Parece que la cirugía te vino bien— dice con sarcasmo. —Muchacho, por favor, no te resistas. Solo queremos lo mejor para ti. Es un milagro que sigas vivo después de todo—
Takeuchi se resiste a la inyección, viéndose sometido por el enfermero.
—¡Díganme dónde está! ¡Sé que la tienen! ¡DÍGANME!—
El tranquilizante hace efecto en Takeuchi, quien cae en un profundo sueño.
—¿V-va a estar bien?— pregunta el sujeto secándose el sudor de la frente.
—Dele un par de días y estará como nuevo— responde la enfermera. —El pobre aún debe extrañar a su amiga. Es normal que se haya puesto así—
—B-bueno, por si acaso, puedo quedarme a cuidarlo—
La enfermera ríe con las palabras del sujeto. Atónito, el sujeto le cuestiona por su risa.
—No es nada— responde la enfermera secándose una lágrima del ojo. —Solo un pequeño chiste del que me acordé—
La enfermera pone su mano sobre el hombro del sujeto, asegurándole que van a cuidar de él. El enfermero se limita a asentar ante las palabras de su compañera, convenciendo al sujeto de que Takeuchi estará en buenas manos.
Este se retira, no sin antes de mirar a la enfermera despedirse y al enfermero estoico. Cruza miradas con ellos antes de marcharse del lugar.
—¿Y bien?— pregunta el enfermero. —¿Qué hacemos ahora?—
La enfermera ríe, expandiendo sus ojos y formando una sonrisa macabra en su rostro.
—Bueno, el doctor dejó en claro que no lo matáramos. Pero si que lo hiciéramos sufrir—
—¿Y como hacemos eso?— pregunta de nuevo el enfermero.
La enfermera pone su dedo sobre su labio. Suelta un ligero grito y da un brinco de la emoción.
—¡Lo tengo!—
La enfermera revisa una lista en la tabla que tiene enfrente suyo. Esboza una ligera sonrisa y alza el mentón, apuntando hacia una habitación en el listado.
—¿Qué no recuerdas que tiene un abuelo?—