Las calles se llenan de miedo y
temor. El hedor no cesa, sino que se expande.
Según los hechos de las notificas, que fueron desarrollándose a lo largo de la noche en internet minuto a minuto. Varios sectores de otros barrios de la ciudad, fueron escenario de ataques, y muertes. Aparentemente todos eventos sin razón alguna que explique, la violencia desmedida y sus atentados. Ya no era un diminuto sector. Único, sino que toda una ciudad en diferentes focos. Mei debería saber bien que significaba ello.
Todo ello era revisado a medida que iba de camino a la escuela. Cada pantalla, un informe diferente. En realidad, estaba más confundido, y las voces comenzaron nuevamente a manifestarse. Un hombre me miraba fijamente, aunque no me prestó la atención debida. Su paso linear era en dirección a un almacén de comercio de la zona
- ¿Otra vez? – Me pregunté sobre aquellas voces.
Al subir al ómnibus se fueron, multiplicando. En un instante el susto me hizo retroceder y desear abordarlo, no obstante me arme de una poca de esa sensación que nombran como valor, para no permitir que me consuma ello.
- Vamos. La sed me invade.
- ¡¡Sí!!, nos invade la sed.
- El deseo – Ahora se oía una voz de mujer – El deseo del cuerpo mutilado.
- Sus cabezas, en una pica – Dijo otra voz de un anciano. –
Así fueron aparecieron a medida que iba caminando, hasta que disminuyeron paulatinamente, al descender del vehículo. Una cuadra desolada me esperaba. Delante de unos metros Mei. Ella de cierta forma a pesar de tener un solo ojo, tenía, y tiene una percepción excepcional y se detuvo hasta que la confronté y ella se dio la vuelta. Claro que algunos alumnos pasaron a nuestro lado. Eran de esos revoltosos, que suelen perjudicarla, sin embargo al verme, prosiguieron observando de pies a cabeza mi figura con menosprecio.
- Es bueno que este aquí, de lo contrario, hubiera sido víctima de alguna broma pesada
- No te preocupes, aunque son muy agresivos contigo.
- Ya te lo he dicho, puede que ellos y ellas, lo sean porque algo en mi nos les agrada, les da miedo, y puedo verlo.
- Tal vez, yo también pase a ser parte del club de los que reciben agresiones – Le dije por el hecho de defenderla
- ¡Lo siento! – Agachó la mirada
- No, no, no... - Moví las manos como negando con un gesto – Tú no tienes la culpa. Son ellos y ellas los que merecen un escarmientos
- Son los otros, aquellos. Así los llamo. -
- ¿Los otros, aquellos, esos?
- Si, esos que puedo ver con el orificio de mi ojo, cuando el parche desaparece. Eso que te he dicho que es maravilloso, pero a la vez desagradable. Es como ver algo distinto.
- ¡Qué extraño!..¿Y no lo has hablado con tu tía...?
- No tengo mucha relación con ella. A penas nos comunicamos.
- ¿Y eso que tu puedes ver? A lo que llamas maravilloso, y desagradable..¿Qué suele ser?
- ¿Te interesa saberlo?
Asentí con curiosidad. Ella miró al cielo y suspiró un instante en segundos para tomarse un respiro.
- Es la muerte.
Al decirlo, mis huesos se calaron de un recorrido por toda mi anatomía en un temor que se difundía por aquella palabra.
- ¿No lo entiendo?
- Tampoco lo comprendo, pero sé que es ello. Entes que forman parte del mundo y no saben que ya no existen.
- Hay cosas que no me has dicho.. – Expresé a Mei.
- Hay cosas que no podría explicarte bien, sino las vieras.
- ¿Sabes, a ti no te ocurre lo que a mí?
- ¿Qué quieres decir?
- Que tienes algo, aunque algo te falta –
- ¡MMM! – Meditó colocándose el dedo en la barbilla. – ¡Explica!
- Que estamos vacios. Como huecos, pero que no logramos llegar a lo que son esos entes. ¿Y no se la razón?
- En parte puede que tengas razón. Somos un experimento muerte – fallido. O como dices esos huecos que escaparon a la muerte, pero la muerte quizás les quitó algo.
- ¡Y algo nos dio!. – Ambos pensamos en ello. Muchas controversias y secretos para resolver.
Estábamos entrando en la puerta principal de la puerta, y una pausa nos interrumpió, aunque la plática era extremadamente insólita. Y es así fue como fui teniendo relación con Mei, con los días que se iban plasmando. Y ahora estábamos ingresando al recinto. Algunas paredes estaban pintadas. Obra de muchos de esos idiotas de la escuela. Por lo que se veía las actividades se intensificaron con los
hechos de extrema violencia. Incluso en las calles en cuanto estaba de camino a la escuela podía percibir los hedores, ambientes adversos, y las voces. Mei, aún no lo sabía con exactitud lo que me ocurría. Era por el momento mejor, guardar aquel secreto.
De la ciudad. Del país. El mundo ¿Podría suceder que fuera incrementándose todos estos hechos? No había una explicación para ello. Era como si la locura se adueñase de las mentes. Mei que lo veía todo como lo me lo manifestaba. Veía la muerte en los que ella define como otros, o aquellos ¿Sería capaz de que ella señalase a cada condenado. Mei no era de entrometerse. Tenía que lidiar con su vida, que ya era difícil en la escuela, al parecer en su casa, y quizás en las calles.
Y continuó siendo el blanco directo de los abusos, y la que es mi compañera. Esa mujer con la que mantenía mis conversaciones. Que me entendía, no reaccionaba, o no podía reaccionar. Sino que yo lo hacía por su bien. Debía hacerlo, aunque ello significase considerarme un boleto al exilio. En algún lugar de mi corazón que nombraba a mí mismo como su caballero, pues tenía el deber de protegerla.
Fue cuando entre los maltratos, de uno de tantos estúpidos que existen en el recinto educativo, tiró con sus dedos machucados del cabello de Mei por detrás. Ella produjo un leve movimiento de dolor. Entonces algo en mi interior, estalló como una furia desmedida, y aventajé hacía él golpeándolo con rudeza, tal así que cayó al suelo desmayado. Mi puño no podía detenerse y una vez más desde el suelo, me senté arriba suyo, para continuar mí trabajo. Al tercer golpe, y la sangre de una nariz rota, Mei me detuvo.
- ¡Detente!...¡Detente Octavio!
La respiración me estaba fallando de manera que me consideraba poseído, como un lobo salvaje.
- ¡Detente!.... - Y me regaló dio una bofetada, que me hizo entrar en razón
-
- ¡Perdón!...¡Perdón... y Me incorporé..pe...pero...¡No dejes que te molesten Mei!
Ella estaba sumisa en el suelo
- ¡No es necesario! – Se acercó a mí – No es nada necesario defenderse. Por favor, no te conviertas en ellos – Soltó una minúscula lagrima, que caía desde su parche.
Asentí con dificultad de respiración ante lo que había ocurrido. Pronto los directivos me llevaron a la oficina, y al abusador a la enfermería. Como había testigos, pudieron darme algunas amonestaciones, y apercibimientos, aunque severos pues la intensidad del ataque no podía justificar un simple abuso. No alegué nada en mi defensa. El propio directivo, no tenía la mínima intención de levantar un peso ante mi persona. Como si me tuvieran miedo. O eso sentí. Luego me enteré que aquel
chico que hizo la pesada broma, fue retirado a su casa. Mei no quería que se agravaran los problemas, y permitía los atropellos contra ella. Como siempre no entendí, porque su resignación. Una sombra se estaba acercando a donde me ubicaba. Era una típica silueta conocida.
- Parece que te metiste en problemas – Expresó una de las profesoras. Jazmín Aledaño. Profesora de los primeros años. Se percató de que estaba allí, como en penitencia. – Es raro en ti Octavio
- Lo siento profesora- Dije
- Nunca te había visto actuar con tanto desdeño. Debe haberte hecho algo muy malo para reacciones de esa forma. – Ella en cuanto me hablaba tomaba asiento del otro lado de la mesa de un escritorio. Era un lugar específico, en el cual se registraba todos los eventos sucedidos. Jazmín se hacía cargo de ello como suplente, debido a un accidente de la titular. Oriana, que pidió licencia hasta poder recuperar de lo sucedido.
- Solo hice por inercia.
- ¿Llamas inercia, a golpearle el rostro varias veces a otra persona? – Pregunta con un poco de enfado - ¡Por favor Octavio!
No podía alegar nada en mi defensa. Después de todo tenía razón.
- Sin embargo....
- ¿Eh?
- No te voy a sancionar, tan severamente. Aunque no puedo dejar pasar esto por alto. Sé que lo hiciste con una razón. Inosanto, recibe muchos abusos, y apenas hacen algo por ella. Creo que tú debes ser el primero.
Eso de alguna manera me alegró
- De todas maneras, no voy a justificarte. Como tampoco lo ataques a Inosanto.
¡¡Dios!!..ojala terminasen todos estos hechos delictivos y violentos. Esos parecen otros, cuando actúan.
Al escucharla, y oír sus palabras, me produjo un poco de injerencia en sus dichos.
- ¿Otros?
- Si, sabes, los alumnos, alumnas. Algo no está bien. No eran lo que soy. Es como si fueran dominados por una sed de odio y deseo de venganza..
¡¡Ja!!¡Ja.. perdona me deje llevar por las palabras. No prestes atención a lo que expresé, y por favor firma éste papel.
Al pasarme el boletín de faltas, firme como es debido, pero pensaba en lo que me confesó la profesora.
- Bien, puedes irte, y por favor Octavio..No te metas en problemas.
- Gracias, profesora.
- Ya puedes ir. Vuelve al aula... Adiós
- Adiós.
Salí de allí por el corredor derecho. Increíblemente del lado de las ventanas, el sol se estaba reflejando. Eso quería mencionar que no habría lluvias, y que tampoco el día estaba nublado como suele serlo.
Al entrar al aula, pedí permiso y fui a mi banco respectivo. Mei no me quitaba la vista de encima, como algún otro de los alumnos. Pronto concluiría la clase y podría ir almorzar. Mei. Me había enviado un mensaje por línea de internet, para comentarme ¿Cómo encontraba luego de la reprimenda? A lo que respondí luego de tomar todos los apuntes necesarios, por el retraso que tenía al estar en penitencia en la sala de directores con Jazmín, que solo completó unos papeles precisos para dejarme en libertad..
- ¿Nos vemos en la terraza para almorzar? – Un mensaje nuevo de Mei, que me miraba desde el otro lado del banco.
- ¡Sí!, ¡Perfecto! – Le respondí
Al salir de allí, primero fue ella, y luego la seguí, aguardando un poco de tiempo para que no haya malos entendidos de otros grupos que nos vieran juntos. Así lo propuso, ella, aunque no me molestaba en lo más mínimo. El que estuviéramos juntos. No interesaba el pensamiento de los demás, o lo que Mei llama otros. Tampoco quería que le hicieran alguna broma que pudiese lastimarla. No jugaba a ser un paladín de la justicia, pero tampoco toleraría quedarme pasivo ante una agresión. Sin embargo por el hecho anterior estaba en la mira de los profesores y directivos interdisciplinarios.
Algunas alumnas estaban murmurando algo, y no pude evitar acercarme a ellas.
- ¡No lo puedo creer!
- ¡Es que, todo es muy extraño!
- Un alumno excepcional. Siempre muy buena persona.
Evidentemente estaban conversando sobre alguien de su aula, pero no manifestaban su nombre. Otro compañero de ellas, llego para sumarse a ese grupo.
- Era muy bueno, no puedo creer que haya muerto.
- ¿Fue un accidente?
- Aparentemente, dicen que lo fue. Se lanzó desde un octavo piso del edificio en el cual vivía. Fue como un suicidio.
- Los padres no han dicho nada al respecto.
Otro personaje se acercó a ellos. Y esto fue lo más extraño e inusual.
- ¡Oigan!... ¿Están hablando de...Eduardo Cisneros?
- El mismo.. tu sabes algo..
- Hable con él hace unos días
- ¿Sabes si estaba mal por algo en especial?
- ¡¡Aguarden!!..¿A qué se refieren?
- ¿Es qué no sabes?
- El... - Tardó en decir esas palabras – Él, está muerto.
- ¿¿Ehh?? ..¿Pero cuando ocurrió?
- ¡¡Fue hace dos días!!
- Eso.... No puede ser...Lo acabo de ver ayer caminando por la avenida Rosas.
- ¡Debes haberte confundido!.. No seas tonto
- ¡No lo soy!
- Eso me da miedo...
- Debe haberse confundido...
- ¿Mmm?... ¿No será la maldición?
- No seas estúpida..no existe tal...
Al oírlos, me parecía una plática de lo más insólita. Un compañero que ya no estaba, y otro que lo había visto, y ante la confusión...¿Una maldición?...No debe ser una total locura.
- Te has equivocado, con seguridad –
- Si, piensa Ernesto.
- ¿MMMM?....no lo sé.. lo he visto de lejos. Posiblemente me confundí. Pero era tan parecido, y tampoco puedo dar fe. ¡Qué sorprendente!
- Me han dicho que todo por estas calles se está convirtiendo en puras coyunturas que escapan al entendimiento.
Aparentemente todos se estaban alarmando por cada aspecto. Es mejor que vaya almorzar y vea a Mei.
El grupo permaneció con su conversación sin exponer nada que fuera concreto ante la manifestación carente de credibilidad de Eduardo. No digo que no deberían creerle, pero sería algo tan descabellado y distopico el que una persona que ha muerto, regrese a la vida. Salvo que fuera un zombie que abusa de tener razonamiento y no se transporta como un ente sin capacidad.
Fui por las escaleras hasta el tercer piso, algunos alumnos estaban almorzando en sus aulas. Eran los del segundo año. Todos parecían disfrutar de sus comidas en varios grupos. Los veía como si fueran pequeñas piezas que se enfrentarían en algún momento entre sí. O esa fue mi sensación al recorrer aquel parsimonioso camino, que podía ser un disfraz perfecto. Llegué a la siguiente escalera, y mis pasos se hicieron enormes, hasta llegar a la luz de la ventana y una puerta cerrada. Cada sonido se iba mimetizando con el ambiente. El hedor proseguía. Es una costumbre, el que exista, como si viviéramos en un gran basurero de cuerpos que se iban descomponiendo. Abrí la puerta que lindaba con la terraza, e ingresé. Un cálido viento del sudoeste me rosó los labios que se secaron de inmediato. Comencé a buscar a Mei. Un lugar tan amplio, requería que llamase. –
- ¡¡¡Mei!!!. ¡¡Meii!! – Alcé la voz –
- ¡Aquí! – Dijo. Estaba sentada de cara a una pared con unas escaleras de metal que llegaban hasta el gran tanque que proveía de agua a la escuela.
Me coloqué a su lado, y saqué de mi bolso la comida. Eran unos sándwich que compré en el comercio interno de la escuela.
- ¿Quieres? – Le ofrecí
- No, gracias – Ella tenía en un termo, una sopa caliente. Para los días fríos, y húmedos era perfecta – ¿Tú quieres?
- No.. te agradezco – Expresé –
- Deberías alimentarte mejor. –
- Es que no suelo almorzar tanta comida. Es por una cuestión de cansancio.
- Me parece perfecto. ¿Hoy el día está muy tranquilo no crees?
- A que te refieres. Hubo un incidente a la mañana, y bueno ya sabes los resultados.
- Si, fue injusto, pero me refería a que, no han ocurrido otros eventos que suelen pasar, y no sé cómo decirlo. Todo está calmado.
- ¿Eso es bueno o malo?
- No lo sabría decir con certeza. Sin embargo.. a veces la calma trae tempestad.
- Me genera escalofríos – Di un mordisco de mi comida. –
- Hasta el momento, han ocurrido extrañas circunstancias. Me mantuve pensativo en ello.
- ¿Mei?
- ¡Dime!
- Tú puedes ver algo que no podemos. Me lo habías dicho cuando el accidente se produjo cerca de la plaza en la cual nos vimos.
- Si...lo maravilloso y desagradable.
- ¿Qué es específicamente?
- Como decirlo. Veo a la persona común y corriente, pero su rostro, es difiere de los rostros que solemos conocer.
- ¿Como si no fuera humano? – Pregunté
- Algo así... una cara desfigurada con ojos oscuros sin retinas ni pupilas, y una sonrisa que sobrepasa los pómulos, como si hubieran delineado la misma con un cuchillo hasta llegar a las mejillas.
- ¿Y esa sonrisa dice algo?
- Nada en absoluto. Solo es una sonrisa que ríe. -
- ¿Hay algo más?
- No, solo eso. No quisiera hablar mucho de ello.
- Tus dibujos..dijo ¿Suelen significar esas figuras no?
- ¡Exacto! Creo que es hora de regresar..
- Si vayamos, antes que nos pongan un parte por tardar.
- Tienes suficiente por hoy.. – Expresó con una leve risita. – Sonreí cuando lo dijo.
El día concluyó sin más contaminantes. Decidí no inmiscuirme en ninguna noticia del día, para no entrar en el campo de lo oculto. Con lo que Mei, me expresó, era suficiente.
Al llegar a casa, mi madre hablaba con Frank, mi hermano.
- No digas eso ¿No entiendo lo que ocurre contigo?
- No me ocurre nada Frank. Dejen de preocuparse tú, y no metas a Octavio en esto.
Yo lo escuchaba, pues no se habían percatado de que había ingresado a la casa.
- ¿Y qué pasa si llegase a enterarse de lo que sucede?
- No se enterará, sino abres la boca. En ese instante aparecí.
- ¿Enterarme de qué?
Ambos se mantuvieron firmes con asombro, ante la aparición.
- Nada en absoluto Octavio – Dijo mi madre
- Pero, parecía que estaban hablando de algo.
- Es que desde que viniste, no queremos darte problemas. Recuerda que aún estas con el tratamiento psiquiátrico.
- Ese no sería el problema. –
- El problema Octavio es que tu madre. Tuvo una serie de recaídas.
- ¡¡Frank!!
- Es verdad. El médico le ha dicho que repose, pero no quiere ceder a ello.
- Pero, ¿Por qué? – Me preocupé por ella. –
- Hijo, no es nada grave. – Se miraron con Frank. Elegí no decir nada, y le dí un abrazo, al cual ella asintió, con sus manos.
- Si, ¿Puedo hacer algo? Por favor descansa. –
- Sí, no te preocupes. – Ella se retiró a su habitación. –
Frank, preparó la cena, así que decidí, mientras hacer los quehaceres de la casa. Aprovechando su siesta, despertó y se preparó para salir.
- ¿No deberías descansar? – Le dije
- No, te preocupes. Solo quiero salir hacer una compra de un medicamento. Frank, escuchó su respuesta, y resolvió acompañarla.
- Octavio, controla la comida que no se queme el estofado.
- ¡Perfecto!
Ellos salieron, y yo permanecí en la cocina controlando la cena. Sentí la necesidad de ir al baño, y en ese ínterin, noté que la luz de la habitación de mi madre estaba encendida a sí que fui a apretar el interruptor para apagarla. Las voces, se hicieron presente. ¡Otra vez! – Me dije. –
- ¡Vennn!
- Sí, estamos aquí, y en todas partes.—
- No, nos ignores. –
Y así me tomé con las manos la cabeza, ante un ligera jaqueca. Ingresé a la habitación y un leve mareo me hizo golpear con el hombro un mueble que abrió la gaveta derecha. El golpe fue tal que me produjo un dolor. Un cuaderno cayó al suelo. Era un anotador por lo que veía. Las voces fueron disminuyendo pero no se retiraban. El anotador tenía mi nombre.
- ¡¡¡Ábrelo!!!
- ¡¡¡Sí!!!, ¡¡¡Ábrelo!!! – Expresaban
Al tomarlo y abrir la primera página, había una serie de anotaciones referentes a mi estado. Y no podía creer lo que mis ojos leían.
- ¡Ja!..¡Ja!... – Se reían en conjunto las voces –