Daphne intentó reprimir un gemido mientras sentía sus labios acariciar la sensible piel de su cuello, besando cada centímetro de su piel expuesta.
—Por favor... Atticus... por favor... —Daphne no sabía por qué suplicaba. ¿Porque Atticus se detuviera o porque continuara?
Su cuerpo tomó la decisión por ella. Sus manos se envolvieron instintivamente alrededor de los anchos hombros de Atticus para atraerlo más cerca, inclinando la cabeza para darle un mejor acceso.
—Sol... me estás matando... —Atticus gimió, sus ojos nebulosos de lujuria al ver el exquisito cuadro que su esposa pintaba debajo de él.
Sus dedos eran delgados, pero se sentían como hierros candentes incluso a través de su túnica, su espalda marcada de por vida por su tacto. El pensamiento racional prácticamente había abandonado su mente, e inclinó la cabeza para besar sus labios, ya inflamados por su beso anterior.