—¡Yo ... yo ... lo siento mucho! —Daphne balbuceó al ver cómo los hombres le disparaban miradas inquisitivas, preguntándose qué era la conmoción. Mientras tanto, las mujeres que estaban sentadas en su mesa parecían menos que complacidas, muchas de ellas la miraban con ira por haber arruinado sus atuendos.
—¡Ay, mi vestido! —Drusilla gritó con desesperación.
Rápidamente agarró la primera servilleta que pudo encontrar, tratando de limpiar la mancha de vino en su vestido lo mejor que pudo. Fue un esfuerzo inútil. Cuanto más intentaba limpiarla, más rápido se expandía la mancha de vino a través de la tela rosa claro. Al final, la mancha resultó ser más grande de lo que originalmente era, manchándose por todas partes hasta que parecía una mancha de sangre desde lejos.
—¡Qué descuido! —Una de las mujeres de la mesa exclamó—. ¡Nuestra ropa está arruinada!
Varias otras comenzaron a hacer comentarios similares, cada una de ellas más molesta que la anterior.