NOTA 1: Todos los derechos de la serie Neón Génesis Evangelion pertenecen a Gainax/Khara, o aquellos quienes les sucedan legalmente en el futuro. Esta historia fue escrita sin fines de lucro, solo como medio de esparcimiento. No me demanden.
NOTA 2: Este capítulo contiene escenas de tipo LIME (descripciones eróticas de tenor moderado) por lo que no es apto para menores de 18 años.
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Misato Katsuragi tenía un problema, y era muy consciente de ello. En un inicio no le había dado la importancia que requería, por considerarlo una especie de fase por la que estaba atravesando, o como una entretenida y deliciosa aventura de autodescubrimiento impulsada por el calor del momento. Ciertamente se había entregado por entero a este "Capricho de Juventud", como ella lo llamó. Las alarmas debieron comenzar a sonar en su cabeza, cuando se encerró con Kaji por una semana para tener sexo apasionado, salvaje, brutal, romántico y de todas las otras formas que se les pudieran imaginar, pero lo dejó pasar en favor de disfrutar la experiencia.
Durante esos días de reclusión tanto ella como Kaji, hicieron cosas que nunca creyeron que podrían hacer y llegaron a lugares que ninguno imaginó llegar. Finalmente y al cabo de una semana de sexo desenfrenado, ella había quedado literalmente rellena de semen por cada agujero de su cuerpo, mientras que Kaji había terminado seco y demacrado. Parecía estar a un pie de la tumba, casi muerto; pero feliz.
Kaji tuvo que pasar los siguientes días recuperándose luego de esa candente experiencia, mientras que ella cojeó al caminar por otros tantos días más, aun así, fue una experiencia que ambos disfrutaron y que estaban más que dispuestos a repetir. Desde ese punto en adelante su relación con Kaji había sido principalmente sexual, pero nunca volvieron a llegar a lo vivido en esa semana de desenfreno. Las cosas simplemente no se dieron y tampoco hubo tiempo, ya que las clases de la Universidad se tornaron cada vez más complejas y el estudio consumía todo su tiempo. Finalmente por distintas razones, la relación con Kaji se terminó.
Nuevamente, hasta ese momento Misato no había tomado en serio su problema, atribuyéndolo a un deseo natural, pero estaba claro que algo no andaba del todo bien con ella. Una molesta picazón se instaló entre sus piernas y parecía no querer abandonarla. Eventualmente tuvo sexo con otros hombres buscando calmar esa picazón. Si bien es cierto que hubo algunos hombres muy buenos en la cama, desgraciadamente como persona eran un asco. Otros eran muy simpáticos y entretenidos, pero en la cama eran un fiasco. Lo peor de todo es que la picazón no quería parar. Este permanente estado de deseo y ganas de follar, sin poder encontrar alguien decente que calmara sus deseos, la había llevado a hacer algo que nunca se le había pasado antes por la cabeza: experimentar con una mujer. Específicamente con su amiga Ritsuko Akagi.
Esto ocurrió luego de una fiesta casi al terminar la Universidad, cuando tuvo que llevar a una mareada Ritsuko de regreso al cuarto que compartían. Ella también había bebido, pero no estaba tan mareada como aparentaba. Entonces, Ritsuko la besó.
Ella no era tan tonta como aparentaba, desde hace un tiempo sospechaba que a Ritsuko le iban más las mujeres que los hombres. En más de una ocasión la había descubierto observándola de forma poco inocente, en los instantes cuando ella pensaba que no la estaba mirando. Con todo, la idea de hacerlo con Ritsuko parecía descabellada, pero la picazón era muy intensa ese día y simplemente se dejó llevar. Debió reconocer que Ritsuko era bastante buena en el sexo lésbico, aprendió mucho de ella esa noche y de paso le calmó la picazón, aun así, divertido como fue, prefería a los hombres. Nada podía reemplazar a un grande y duro pene entre las piernas. Luego de esa alocada noche, ambas conversaron largamente sobre lo que había pasado y finalmente quedaron en seguir como amigas. Aun así, lo volvieron a repetir un par de veces cuando la picazón era demasiado intensa, y Ritsuko estuvo más que feliz de ayudarla con eso.
Pronto se graduó de la Universidad y los años fueron pasando, pero las cosas no habían cambiado para ella. En este punto Misato ya era plenamente consciente de que tenía un problema, pero no estaba haciendo nada por remediarlo; todo lo contrario, se estaba dejando llevar cada vez más profundo por la picazón que se había anidado perpetuamente entre sus piernas, lo que estaba impactando en su vida personal y laboral.
Ya sin la presión académica de la Universidad, Misato pasaba todo su tiempo libre en discotheques, pubs y bares en busca de hombres. No buscaba una relación sentimental, solo buscaba alguien que la follara. Con el tiempo se fue ganando una reputación de mujer fácil, o derechamente de "puta". No podía culparlos. En ese punto de su vida no tenía respeto por sí misma, se metía con el primero que se le cruzara y tuviera un bulto entre las piernas que le resultara interesante. Solo buscaba un buen pene y que la follaran hasta dejarla estúpida y rellena de semen hasta las orejas… sí, sin dudas se merecía el apelativo de "puta".
Por otra parte, su trabajo en NERV se estaba volviendo cada vez más absorbente y más importante, a la vez que su mala reputación de mujer fácil se estaba expandiendo más y más en el mundillo nocturno de Alemania. Finalmente, como era de esperar, comenzó a cometer errores en el trabajo. Su continuidad en la Rama Alemana de NERV, estuvo en entredicho cuando cometió un error particularmente feo, por estar más pendiente de que le rascaran la picazón entre las piernas, que del trabajo que debía realizar. Logró salvar su puesto de trabajo en NERV solo porque se las arregló para presentar una solución al problema que creó, que resultó ser mucho más eficiente de lo que ya estaba implementado. Para ella ese fue el último aviso. No podía seguir así por más tiempo. Era hora de poner un freno a su vida licenciosa y tomar cartas en el asunto consultando con un especialista.
No fue muy sorprendente para Misato descubrir que era "Adicta al Sexo". Siendo sincera, ella disfrutaba demasiado del sexo. La excitación y la lujuria eran sus diarias compañeras y la picazón entre las piernas era casi insoportable. Cuando tenía sexo se entregaba por entero, embriagándose en los orgasmos, pero cuando la excitación se iba y la picazón se había calmado, miraba hacia atrás lo que había hecho, y no podía dejar de sentir culpa y remordimiento. Se sentía miserable, como si no fuera más que basura, pero por sobre todo, se sentía sucia.
No supo en qué momento había llegado a eso, pasando de una semana de sexo desenfrenado sin culpa, solo disfrutando de la experiencia, a necesitar sexo de forma compulsiva, solo disfrutando del acto, para pasar a sentirse como basura al momento siguiente. Lo peor de todo, es que no podía parar. La picazón entre las piernas volvía inexorablemente y el deseo de más sexo la hacia olvidar todos esos pensamientos reprobatorios, para ir en busca del siguiente polvo, continuando con el mismo ciclo una y otra vez. Esa fue una de las razones por la que le costó tanto partir con la rehabilitación, tenía que dejar el sexo.
La rehabilitación de la "Adicción al Sexo" es algo tan serio como la rehabilitación por drogas. Tuvo que tomarse las vacaciones que le debían desde hace años para internarse discretamente en una clínica especializada para iniciar el tratamiento y pasar los síntomas de abstinencia, que fueron brutales. Literalmente lloró y rogó desesperadamente como una posesa para que se la follaran. Cualquier hombre del personal médico que pasaba cerca de ella era víctima de sus gritos y suplicas. Cuando no accedían a sus demandas y explicitas ofertas de lo que les haría y se dejaría hacer, se enojaba comenzando a gritar improperios, que de solo recordarlos la hacían sonrojar de vergüenza. Sin dudas ese fue su peor momento. Solo podía agradecer la profesionalidad y paciencia del personal médico que la atendió.
Finalmente y con el correr de los días, lo peor del síndrome de abstinencia fue quedando atrás. La ayuda de medicamentos que le bajaban los niveles de ansiedad y el deseo que la consumía en vida, fue fundamental en este punto. Entonces, cuando ya se encontraba más en control de sí misma, comenzó a asistir a sesiones psicoterapéuticas individuales y otras grupales, donde aprendió mucho sobre sí misma y descubrió que había personas que la estaban pasando incluso peor que ella. Todo eso la ayudó poco a poco a tratar de adaptarse a lo que en un futuro los especialistas esperaban fuera una vida sexual mucho más sana; si es que lograba superar su adicción primero.
El tomar la decisión de tratar su problema de adicción al sexo, también resultó positiva para su trabajo, porque al ir subiendo de rango en el escalafón de la Rama Alemana de NERV y asumir cada vez más responsabilidades, esto era totalmente incompatible con su vida licenciosa. Si en NERV llegaran a descubrir que ella frecuentaba regularmente bares de mala muerte y que se acostaba con lo primero se le cruzaba por delante, de seguro la despedirían; tanto por un tema de imagen como también por seguridad, ya que alguno de sus amantes casuales bien podían ser espías en busca de información. Eso último no era una exageración.
Otro punto muy preocupante, es que mientras estaba internada en la clínica luchando contra el síndrome de abstinencia, los especialistas que cuidaban de ella la hicieron tomar conciencia del riesgo en el que había incurrido al tener sexo con tantos hombres distintos, muchas veces sin la protección adecuada. En su estado de perpetua excitación buscando que le rascaran la picazón, Misato nunca se preocupó de la posibilidad de contraer alguna clase de enfermedad de transmisión sexual. Si hubo otras consecuencias, las que no quería ni recordar o comenzaría a llorar de pena, pero ciertamente las enfermedades de transmisión sexual nunca las consideró. Le realizaron múltiples exámenes preventivos y, gracias a una fortuna que hasta entonces no sabía que tenía, no había contraído ninguna enfermedad; fuera de un desagradable problema de "ladillas", del que pudo librarse sin mayores inconvenientes.
Finalmente, Misato dejó la clínica cuando estuvo recuperada del síndrome de abstinencia y podía llevar una vida más estable, sin la necesidad imperiosa de correr en busca de un pene para encajarlo entre sus piernas. De hecho, la picazón seguía ahí, pero ahora podía lidiar con ella, sin dejar que esta dictara sus acciones y su vida. Fue justo en ese momento que la llamaron de regreso a NERV. Había demasiado trabajo acumulado y no podía estar fuera por más tiempo. Esto puso punto final a sus extensas "vacaciones". Aun así, no estaba ni por asomo recuperada de su problema. Si bien ahora podía lidiar de mejor forma con la picazón, seguía tomando medicamentos que le bajan la ansiedad y el deseo, junto con asistir a sesiones todas las semanas, con las que paulatinamente fue mejorando su condición, hasta que su traslado a la central del NERV en Japón, marcó lo que sería una nueva oportunidad, donde podría dejar atrás su pasado de "puta", para comenzar una más tranquila y normal vida sexual. O eso es lo que ella esperaba al menos.
Apenas Misato llegó a Japón, se dio cuenta que el lidiar con su problema sería algo complejo. Desde Alemania hicieron los contactos y la derivaron con un especialista en Tokyo-3, ya que aún no estaba dada de alta, por lo que debía seguir aun con la medicación y asistiendo a terapias semanales, pero la cantidad de responsabilidades que le habían caído encima la estaban absorbiendo, por lo que le resultaba cada vez más complejo asistir a todas las sesiones.
El reencuentro con Ritsuko también fue algo complejo para ella. Si bien estaba feliz de volver a ver a su vieja amiga, no pudo dejar de recordar los buenos momentos que pasaron juntas en la cama y como la rubia había logrado satisfacerla. La picazón se intensificó de solo pensar en los agradables momentos compartidos en la cama y en la idea de proponerle a Ritsuko recordar los viejos tiempos, pero pronto descubrió que su amiga tenía sus propios problemas, que eran tanto o más serios que los de ella misma. La descubrió llorando más de una vez, cuando ella pensaba que nadie la veía. Pronto se enteró que era un secreto a voces que Ritsuko mantenía una relación con el Comandante en jefe de NERV, y por lo que podía ver, era una relación bastante tóxica. El que su asistente Maya Ibuki, la rondara con genuina preocupación y un no tan disimulado interés romántico, solo complicaba las cosas para la rubia, sobre todo porque sabía que Maya es justo el tipo de mujer que le gustaba a Ritsuko.
Finalmente, la idea de proponerle a su querida amiga un encuentro íntimo para recordar viejos y buenos tiempos, quedó descartada de plano. No quería complicar aún más las cosas para Ritsuko.
Es así como su nuevo cargo como Directora de Operaciones de NERV terminó por consumir a Misato, no dándole apenas tiempo de tener una vida privada. Fue bueno en el sentido de que estaba más cerca de su venganza contra los Ángeles, y a la vez, no le daba tiempo de tener una recaída en viejos hábitos que le había costado demasiado superar. Aun así, no podía negar el hecho de que quería y necesitaba tener sexo. Los especialistas que la trataron le habían dejado claro que era algo totalmente normal desear tener relaciones sexuales, solo debía cuidarse de no volver a caer en los errores del pasado. Debía verla por tener una vida sexual sana, con una pareja que la comprendiera y apoyara; algo que tristemente ella no tenía.
El ser Directora de Operaciones de NERV era un cartel muy importante que colgaba del cuello de Misato, que no ayudaba en nada en su problema. Con un cargo tan importante sobre sus hombros, debiendo mantenerse firme, profesional y estricta para ser tomada en serio, había terminado alejando a los pocos hombres que podrían haber sido potenciales parejas románticas estables; y no es como si hubieran sido muchos, de hecho, solo recordaba uno. Así mismo, no podía volver a cometer la irresponsabilidad de tener sexo casual. Era un tema de salud, de reputación y de seguridad, ya que con un cargo tan importante, ahora más que nunca debía cuidarse de potenciales extorsionadores o espías.
El buscar alguien en el trabajo también estaba descartado de plano. Los potenciales hombres a elegir estaban de una u otra forma bajo su mando, que eran prácticamente todos en NERV. Ninguno se perfilaba como una potencial pareja sentimental o sexual; de hecho, podría ser un verdadero problema. Ya podía imaginarse el calibre de los comentarios, si se llegara a descubrir que ella estaba acostándose con algún guardia de seguridad, operario, ingeniero, o lo que fuera. Lo que hacía o no hacía en la cama la Directora de Operaciones de NERV, sería el comidillo diario de todos. El respeto que había logrado ganar se iría al infierno con un solo polvo. El problema es que la picazón nunca se había ido, por el momento podía manejarla, pero estaba llegando a su límite. Ella no era célibe ni pretendía serlo. Quería tener sexo. ¿Qué podía hacer?
Finalmente, ante tantos problemas potenciales, así como el miedo a tener una recaída en su adicción y volver a ser esa mujer sucia y licenciosa que fue una vez, llevando su recién recuperada vida directo al infierno, terminó optando por la única solución discreta, razonablemente segura y que podía mantener bajo completo control para lidiar con su problema: Masturbarse.
Eran extrañas las vueltas que da la vida. Luego de no poder vivir sin follar todos los días, de literalmente desesperarse si no tenía un pene encajado entre las piernas, y de adorar sentirse llena y cubierta de semen, había terminado conformándose con la masturbación. Era simplemente tragicómico.
No era lo ideal, Misato lo sabía, los especialistas que la habían tratado también lo sabían, pero ¿Qué otra cosa podía hacer? No podía volver a la vida licenciosa que llevó en Alemania, a la adicción por culpa de la cual casi destruye su vida y su carrera. Solo le quedó la masturbación. Al menos trató de hacerla entretenida y compró cuanto consolador y juguete sexual pudo encontrar, logrando armar una colección tal vez demasiado grande. Aunque en principio algo pareció ayudar, al final del día no era más que un pobre sustituto del sexo real.
No era de extrañar que Misato se sintiera tan frustrada y tan amargada. Se estaba volviendo tristemente normal para ella terminar llorando de pena, luego de obtener un miserable e insatisfactorio orgasmo, masturbándose con la ayuda de alguno de sus juguetes. ¿En qué momento su vida se había ido tan espectacularmente a la mierda? ¿En qué momento había pasado de "Adicta al Sexo" a "Onanista Amargada"? De solo pensarlo le daban ganas de llorar; y eso no era lo peor.
Tan frustrada se sentía, tan amargada estaba por su situación, que terminó cayendo en la bebida. Si bien Misato siempre fue una buena bebedora, desde que tuvo que recurrir a la masturbación como medio para calmar la picazón, había comenzado a beber en exceso. El acto de autosatisfacción que debía ayudarla a lidiar con sus deseos, la dejaba triste, vacía y miserable. El alcohol pudo ayudarla con eso… mucho alcohol, de hecho. Bebía todos los días para anestesiarse, aunque tuvo el buen juicio de centrarse en la cerveza en vez de algo más fuerte y potencialmente más peligroso.
Otro punto es que tuvo que comenzar a fingir. Misato se vio en la necesidad de aprender a interpretar un personaje todos días, fingiendo ser una mujer alegre, risueña, pero a la vez fuerte y decidida, cuando la verdad es que por dentro se sentía totalmente distinto. Es en este punto que Misato supo que se iba a romper. Algo dentro de ella le dijo que no podía seguir así por más tiempo. Fue justo en ese momento, cuando no podía sentirse más miserable y patética por el rumbo que estaba llevando su vida personal y su cada vez más insatisfactoria "vida masturbatoria", que las cosas dieron un vuelco espectacular. Los Ángeles habían regresado.
Todos los problemas que Misato tenía, tuvieron que ser forzosamente relegados a segundo plano cuando sonaron las alarmas y MAGI determinó que un nuevo Ángel se acercaba a Tokyo-3, dando oficialmente inicio a la guerra por la supervivencia de la humanidad, y de paso, el inicio de su venganza personal. Con lo que ella no contaba es que con todo eso, llegaría también la persona que le haría replantear su problema, junto con una posible solución a la molesta picazón entre sus piernas. Junto con el Ángel, también había llegado el Tercer Elegido, Shinji Ikari… fue en ese momento que el teléfono sonó, retumbando por todo el lugar.
Misato; que había estado con la cabeza apoyada en sus brazos, los cuales estaban recargados en su escritorio, dio un salto al sentir el timbre del teléfono a su lado, que la había sacado de sus lamentables recuerdos. Miró con odio al aparato aun lado de su escritorio, junto a una pila de papeles que se suponía que debía estar revisando en ese momento. Suspiró con resignación.
— Katsuragi — fue todo lo que dijo cuándo tomó la bocina y la acercó a su oreja. Escuchó unos segundos antes de responder — Voy.
Misato colgó la bocina y se recargó en el respaldo de su silla de cuero, cerrando los ojos con un nuevo suspiro de cansancio. El recordar su pasado le había dejado un muy mal sabor de boca. Era un pasado que la avergonzaba, la hacía sentirse sucia y triste. Era un pasado que había dejado atrás, para caer en un presente donde desafortunadamente se sentía tan miserable como en ese entonces. ¿Qué había hecho para mecer una vida así? ¿Podría alguna vez tener una vida normal? ¿Podría alguna vez calmarse la maldita picazón entre sus piernas? Misato no pudo dejar de estrechar los ojos ante ese pensamiento, que la llevó inevitablemente a un joven introvertido de cabello oscuro, que había acogido en su departamento hace tantos meses, y que de un tiempo a esta parte la hacía pensar y sentir cosas que no eran muy adecuadas para un adulto responsable. Bien, ella era una adulta, pero ni por asomo responsable.
Negó con la cabeza, no era el momento de estar pensando en eso. Se levantó y salió de su oficina con paso decidido para sumergirse en el trabajo y así apartar su mente de la picazón que martillaba perpetuamente entre sus piernas. Hizo nota mentar de pedir una cita con el especialista, para solicitar más medicamentos que le calmaran la picazón. Desde que llegó Shinji a su vida, las cosas estaban escalando un poco demasiado.
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Misato se encontraba en medio de la sala de control donde se monitorizaban las pruebas de sincronización. Estaba de pie en una postura firme, los brazos cruzados bajo el pecho y la cabeza ligeramente baja. Sus ojos estaban clavados en los grandes monitores frente a ella, con el ceño fruncido y una mirada penetrante. Sus ojos estaban concentrados solo en uno de los tres Pilotos EVA visibles en los grandes monitores; estaban fijos en el Tercer Elegido, Shinji Ikari.
Los ojos de Misato no podían dejar de contemplar el rostro de total concentración del joven Piloto EVA. Sus ojos estaban cerrados y sus labios ligeramente apretados, dándole un aire de seriedad que lo hacía lucir bastante interesante, de hecho, debía reconocer que el chico se veía bastante bien.
El rostro de Shinji había cambiado un poco con el tiempo. Ya no es el rostro de cachorrito desvalido listo a llorar a la menor presión. Había ganado un poco más de confianza en sí mismo. No es que ahora fuera el señor extrovertido, ni por asomo, pero a lo largo de todos los meses pasados en Tokyo-3 y en NERV, el chico había comenzado a madurar, aunque fuera a tropezones. Sin contar con que el entrenamiento físico y mental también lo ayudaban favorablemente.
Es cierto que Asuka siempre está reclamando que Shinji es un cobarde y un alfeñique llorón, pero la verdad es que esa declaración está totalmente alejada de la realidad. Sí, Shinji seguía siendo algo tímido e introvertido, pero había demostrado en más de una ocasión que tiene una gran determinación y un buen par de pelotas. Sin ir más lejos, el primer día que Shinji llegó a NERV, fue lanzado de cabeza a una situación a la que un chico de 14 años no estaba listo para afrontar, demonios, incluso dudaba que un adulto lo estuviera. Era totalmente normal su reticencia a subir a un armatoste de 40 metros de altura que nunca antes había visto en su vida, para salir a pelear con una especie de monstruo gigante, salido de una mala película norteamericana de Clase B. Si sumabas a eso un reencuentro de mierda con su padre minutos antes, era natural que se negara a pilotar el EVA, pero todo cambió cuando llegó Rei Ayanami. Cuando Shinji tuvo en sus brazos a esa chica, sangrando y a un paso de la muerte, él cambió su postura. En ese momento, ella pudo ver determinación en sus ojos. Ese día Shinji Ikari subió al EVA y salió a pelear por Rei. Eso habló muy bien de él.
Luego de ese día, Shinji estuvo dando la cara y arriesgando el pellejo en cada batalla. Es cierto que su actitud no fue la mejor en algunas ocasiones, es cierto que cometió muchos errores; pero también es cierto que solo se trata de un chico pronto a cumplir 15 años, que desafiaba la muerte sin ningún entrenamiento. Esto hacía aún más meritorio todo lo que él había logrado y las batallas que había ganado, pero sobre todo, el coraje que había demostrado en tantas ocasiones.
Misato no pudo evitar recordar el día que, en un acto de total arrojo e iniciativa propia; ya que ella jamás dio la orden, saltó sin dudarlo a la caldera de un volcán sin ningún tipo de protección, para ir a salvar el trasero de Asuka. Tampoco podía olvidar el día en que Shinji la asistió para detener al descontrolado "Jet Alone", al que estaba por estallarle su reactor nuclear, causando de paso un segundo Hiroshima. Ella le había dicho que no se preocupara, que dentro del EVA estaría a salvo de una explosión nuclear, pero Shinji se enfadó por esas palabras ya que él estaba preocupado por ella. Ese día Shinji actuó con profesionalidad y seguridad, como nunca antes y en todo momento estuvo pendiente de ella. Aun recordaba sus palabras de preocupación mientras ella entraba al "Jet Alone", sus palabras de alivio cuando el reactor de esa cosa se detuvo y el fuerte abrazo y las lágrimas de alegría que derramó cuando se reencontraron una vez todo eso terminó.
Shinji se preocupaba por ella. Lo demostró ese día y en muchas otras ocasiones, pese a no merecer esa deferencia de su parte, ya que, siendo sincera, ella no es una buena mujer. Ella tiene un pasado oscuro, sucio, retorcido y un presente menos que estelar. Es irresponsable, no sabe cocinar, es desordenada, sucia, bebe en exceso y puede ser bastante descarada por momentos, pero pese a todo eso, Shinji siempre cuida de ella. Y no solo eso, también limpia el departamento, cocina, se encarga de echar a lavar la ropa, e incluso la atiende cuando llega ebria a casa. Ha cargado con ella a su cuarto para acostarla, incluso la ha llevado al baño y sostenido en alto su cabello para que pueda vomitar. Si, definitivamente Shinji ha visto lo peor de ella, pero pese a todo eso, sigue cuidándola.
Misato no pudo evitar que un poco de vergüenza se filtrara de ella. Bien visto, Shinji se había comportado como la persona responsable, siendo ella la irresponsable. ¿Cómo podía él soportarla después de verla en sus peores momentos? ¿Cómo podía pese a todo eso, guardar cariño por ella? Porque ella no era ciega, podía sentir un genuino aprecio por parte de Shinji. No un cariño romántico, más bien algo parecido al cariño por una hermana mayor; y ahora ella estaba considerando cruzar esa línea con él. ¿Qué es lo que estaba mal con ella?
La morena se mordió un labio ante ese pensamiento. Era una completa locura lo que estaba pensando, era inapropiado e insano, pero por más loco que parezca, ella necesitaba esto y por retorcido que suene, sabía que Shinji era la mejor opción. Lo cierto es que ya había pasado demasiado tiempo en sequía autoimpuesta y la masturbación simplemente no es suficiente. Sus juguetes y sus dedos ya no hacían el trabajo, no había verdadero placer en eso. Al lograr un insatisfactorio orgasmo, se sentía triste y amargada, y la maldita picazón no dejaba de molestarla. No podía seguir así, necesita tener sexo, pero no quería volver a ser la mujer que fue en Alemania, no quería volver a ser la puta que fue una vez. Quería sexo, pero quería que fuera algo distinto, quería que fuera algo como lo que los especialistas que trataron su adicción siempre decían: "Una vida sexual sana". Ahora, ¿Dónde estaba lo sano al querer tener eso un chico que aún no cumple los 15 años?
Ciertamente no parece correcto ni sano, pero ella siente que eso puede funcionar, porque sabe que Shinji en secreto, sufre lo mismo lo que ella. Lo había descubierto en varias ocasiones y sabe que él tiene sus mismos deseos, sabe que al igual que ella, está condenado a una insatisfactoria vida masturbatoria. Si ambos sufrían por algo similar, ¿por qué no juntarse y ayudarse mutuamente?
Si, la idea es una verdadera mierda, podía ser catalogada de inmoral por el solo hecho de pensarlo; sin considerar que las consecuencias legales tampoco le eran favorables si concretaba su idea. Pero ella en verdad le tiene cariño al chico y sabe que él la quiere a ella también. Serían solo dos personas que se quieren, ayudándose mutuamente, amigos con ventaja. No había nada de malo en eso, ¿verdad?
Misato estrechó el abrazo en que se tenía a sí misma, mientras mordía con más fuerza su labio. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza. Shinji y lo que representaba para ella, como él se preocupaba por ella, sus propios sentimientos y la maldita picazón entre sus piernas que había regresado con más fuerza y no la dejaba en paz; picazón que estaba por quebrar su resolución. Ese era su mayor temor, no ser capaz de aguantar más y caer con el primer hombre que se le cruce, volviendo a ser la misma mujer sucia y vulgar que fue en Alemania, volver a ser una puta. No podía volver a eso, no quería ser esa mujer otra vez, le aterraba el solo pensarlo. Por eso quería que fuera Shinji, porque sentía que si era con él, que si ella se entregaba a él, entonces…
— ¡¡MISATO!!
La morena salió de su alocado tren de pensamientos cuando fue remecida con fuerza por una preocupada Ritsuko, que la sujetaba fuertemente por los hombros mientras la miraba con pánico en los ojos.
— ¿Qué? — preguntó Misato, sacada de onda.
— Tu boca — dijo la científica, como si estuviera recalcando lo obvio.
Solo en ese momento, Misato cayó en cuenta de que había mordido con tanta fuerza su labio que se había sacado sangre. Podía sentir el sabor metálico en su boca y como la sangre bajaba por su mentón.
— Mayor Katsuragi — dijo una preocupada Maya de pie junto a Ritsuko, tendiéndole un pañuelo.
Misato solo pudo asentir con la cabeza, recibiendo el pañuelo y usándolo para limpiarse la sangre de la cara. Al comprobar con su lengua, sintió un pico de dolor, percatándose de que había mordido el labio con tanta fuerza, que se había hecho un pequeño corte.
— Misato, ¿Qué pasó? — preguntó una preocupada Ritsuko — Estabas mirando los monitores tan fijamente que parecías un zombi. Te llamé un par de veces pero no respondías y de pronto te mordiste el labio hasta hacerlo sangrar. Tuve que remecerte para hacer que entraras en razón.
La sorpresa en los ojos de Misato fue genuina. ¿Tanto se había perdido en sus pensamientos? Volvió a mirar a una preocupada Ritsuko y una igualmente preocupada Maya, de pie junto a ella. En eso cayó en cuenta de que los Pilotos EVA estaban también ahí, detrás de la rubia y la morena. ¿En qué momento terminó la prueba de sincronización y entraron al cuarto de control? ¿Cuánto tiempo estuvo perdida en sus pensamientos? Volvió a mirar a los chicos y vio a Rei de pie con su típico rostro carente de emoción. Asuka estaba a un lado mirándola con el ceño fruncido, entre molesta y curiosa, aunque intuía que más molesta que otra cosa. Y junto a la pelirroja estaba Shinji, que la miraba con la preocupación pintada en el rostro.
— Misato, ¿estás bien? ¿Qué ocurrió? — preguntó el chico, dando un par de pasos hacia ella, la preocupación palpable en su voz.
La aludida fue remecida por las palabras del joven Piloto EVA. Su preocupación por ella era evidente y la hacía sentir bien. Se sentía cálida. Tuvo que girar el rostro y luego su cuerpo para evitar que todos vieran su sonrojo. Sentía como todo su rostro ardía al pensar en su joven protegido, lo que estaba considerando proponerle y cómo su mente le decía una vez más que él era la elección correcta, que él…
— Misato, me estás preocupando — dijo una oficialmente alarmada Ritsuko, parándose junto a la morena y obligándola a mirarla — Tienes el rostro rojo.
— Solo estoy algo cansada — se defendió Misato.
— Me parece que es algo más que eso — dijo una seria Ritsuko — Muéstrame el labio.
Misato no pudo replicar nada a las palabras de la rubia. La mirada seria y las palabras duras de Ritsuko no le dejan margen de maniobra. Con una mueca se quitó el pañuelo y le mostró su herido labio a la científica, que la estudió con ojos estrechos.
— Por fortuna no parece ser una herida grave, pero por precaución la revisaré en la enfermería y aprovecharé de hacerte un chequeo — declaró Ritsuko.
— Vamos, no es para tanto — dijo la morena restándole importancia.
— No te estoy dando a elegir, Misato — declaro Ritsuko, con una mirada que no admitía discusión.
— Ve con la doctora, Misato. Me preocupó verte así. Deja que te revise — dijo Shinji apareciendo junto a ella.
Misato agachó la cabeza ante las palabras del chico, mientras volvía a llevar el pañuelo a la boca en un intento por disimular el sonrojo, cuando en su corazón supo una vez más que él era la elección correcta, solo que su parte racional aun no lograba asimilarlo del todo, diciéndole una y otra vez que esta idea suya era un terrible error.
— Está bien. Iré — dijo simplemente, antes de dar un par de pasos y poner una mano en el hombro de Shinji — Gracias por preocuparte.
Con esas palabras dichas le hizo un gesto a Ritsuko y esta asintió siguiendo a Misato fuera del cuarto de control, dejando el trabajo de analizar el resultado de la prueba a una aun preocupada Maya, mientras Rei se retiraba en silencio y Asuka lo hacía mascullando algo sobre mujeres borrachas e irresponsables. Shinji le dio una mirada venenosa, pero no dijo nada, solo se retiró poco después, no sin antes dar un último vistazo hacia el lado del corredor por donde la doctora Ritsuko y Misato se habían perdido.
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Era tarde en la noche y Misato estaba sentada en una mesa frente al enorme ventanal, con una vista privilegiada de la gigantesca caverna que era el Geo-Frente. Era un Bar que se encontraba en uno de los tantos edificios que colgaban desde el techo del Geo-Frente. El lugar era bastante popular entre los trabajadores de NERV, que solían concurrir en base regular. Este día en particular no habían demasiados comensales, por lo que Misato estaba agradecida, aunque no es como si mucha gente se le acercara de todos modos. Fuera de Ritsuko, Maya, Aoba, Makoto y el idiota de Kaji cuando andaba por el vecindario, nadie más se acercaba a ella.
Misato bajó la mirada y contempló fijamente la copa a medio consumir con su segundo Daikiri de la noche. La verdad es que ella no tenía particularmente ganas de beber esa noche, además la herida en su labio molestaba un poco, pero tampoco tenía muchas ganas de llegar a casa. Por un momento consideró tirarse a dormir en una esquina de su oficina, pero eso tampoco le apetecía demasiado, ya que sabía en el fondo de su mente que solo estaba rehuyendo la situación en la que estaba atrapada. Estaba rehuyendo lo que pretendía hacer al día siguiente.
Miró con una mezcla entre resignación y amargura la copa de Daikiri, la tomó con una mano, pero sin la más mínima intención de levantarla. Solo la sostuvo en su mano mientras sus ojos se perdían en el líquido que contenía.
— En verdad soy patética — se dijo Misato casi en un susurro, sintiendo pena por sí misma.
— ¿Misato?
La aludida levantó la cabeza al escuchar su nombre y se encontró con Ritsuko parada junto a ella mirándola con seriedad. La científica había visto a Misato a la distancia, sentada sola ante una mesa y se acercó para acompañarla. La verdad esperaba que para estas alturas la morena estuviera en casa. Luego del preocupante episodio de hace unas horas, le había ordenado que se fuera a descansar; pero aquí estaba ella, bebiendo sola, con una cara de muerta en vida. Algo andaba mal con su amiga. La actitud de Misato no era normal y ahora al ver su cara demacrada, supo que algo muy malo debía estar carcomiéndola. Verdaderamente se veía como la mierda.
— Misato. ¿Qué pasa? — preguntó una oficialmente preocupada Ritsuko, sentándose junto a la morena, mientras dejaba en la mesa su Margarita y lo hacía a un lado con una mano. Por la cara de Misato, supo que necesitaba estar totalmente sobria para lo que ella tuviera que decir.
La Directora de Operaciones de NERV miró a su rubia amiga por unos segundos para luego apartar la mirada y devolverla a su Daikiri, el que ahora sujetó con ambas manos, pero nuevamente, sin la menor intensión de beberlo. Centró su vista en el contenido de la copa, como si ese líquido en base a ron blanco, jugo de limón y azúcar, tuviera las respuestas a todas las dudas existenciales que rondaban por su cabeza, pero tristemente no era así. Seguía sintiéndose triste, amargada y como una criminal por lo que estaba considerando, pero en su corazón, no podía encontrar una mejor solución a su problema, no podía pensar en nadie mejor. Ella sabía que Shinji era alguien que sabría cuidar de ella y que mantendría la discreción, entonces, ¿por qué se sentía tan miserable con esta idea?...cierto, porque sentía que lo estaba usando, así como usó a tantos hombres en el pasado.
Ese pensamiento era una verdadera mierda. Misato sabía que la propuesta que le haría a Shinji era totalmente honesta. Esto sería distinto a lo que había vivido en su peor momento en Alemania. No usaría a Shinji como usó a todos esos hombres y sabía que Shinji no la trataría mal, ni la usaría como lo hicieron a su vez esos hombres con ella. En su corazón, sabía que no importara cuán lejos llegaran, o que cosas llegaran a hacer en la cama, ella tenía la seguridad de que Shinji nunca la miraría mal, que nunca perdería el respeto que le tiene, que nunca la vería como una puta. Entonces, ¿por qué tenía tanto miedo? ¿Por qué la lastimaba tanto la idea? Tristemente sabía la respuesta; porque pese a todo lo que ella misma se repite una y otra vez, en el fondo teme que Shinji se horrorice al conocer su pasado, al saber cuan profundo cayó, cuan sucia está, que la vea como lo que una vez fue y lo que volvería a ser, ya que una vez más iba a ofrecer su cuerpo para que le calmaran la picazón. Al final, luego de tantos años luchando contra esto, luego de tantas terapias, de tantos medicamentos, la picazón volvería a ganar y ella volvería a ser lo que siempre fue… una puta.
En ese momento, no pudo aguantarlo más. Misato se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar.
Ritsuko se sorprendió y horrorizó por partes iguales. Misato estaba llorando, no un sollozo contenido, era un llanto en toda regla. Dio un rápido vistazo alrededor y por fortuna estaban lo suficientemente lejos de los pocos comensales como para pasar desapercibidas. Acercó su silla junto a Misato y la abrazó, mientras ella seguía llorando. Misato se aferró a ella y siguió llorando, mientras Ritsuko no pudo evitar que sus propios ojos se humedecieran. Misato se veía tan triste, tan vulnerable, tan frágil. No sabía qué la estaba lastimando tanto, pero debía ser algo muy grande.
— Déjalo salir… estoy aquí para ti — susurró Ritsuko, mientras su amiga seguía desahogándose.
Finalmente, y luego de largos minutos, Misato estuvo lo suficientemente calmada como para apartarse de la rubia. De pronto vio que extendía un pañuelo ante ella. No fue capaz de levantar la vista, solo asintió con la cabeza y tomó el pañuelo, se limpió las lágrimas y se sonó la nariz, mientras Ritsuko le frotaba la espalda para calmarla.
— Perdón por eso — dijo Misato con algo de vergüenza.
— No lo menciones. Tú sabe que yo también he tenido mis momentos — comentó Ritsuko con algo de amargura — ¿Quieres hablar de eso?
Esa pregunta golpeó duro a Misato. Ciertamente podría usar eso. Hablar con alguien sobre lo que le pasaba, lo que sentía en ese momento. Hablar con un terapeuta de vez en cuando no era malo, pero sabía que poder contar con una amiga que pudiera escucharla, a la que le pudiera contar toda la mierda que la consumía en vida, sería de gran ayuda, pero simplemente no podía hacerlo.
Ritsuko no solo era su más vieja amiga, ella es alguien con quien además había compartido la cama. Simplemente no podía contarle la clase de mujer en la que se convirtió, que se había vuelto adicta al sexo y que en su peor momento había caído tan bajo, que se la había follado casi la mitad de la población masculina de Alemania, a veces de a uno, otras veces en grupo, literalmente rellenándola de semen por dentro y por fuera, y ella siempre volvía por más. Como si fuera poco, ahora estaba considerando follarse a un adolescente porque la maldita picazón entre las piernas estaba carcomiéndola en vida.
¿Qué pensaría Ritsuko de ella si le contara todo eso? ¿Se escandalizaría? ¿Seguiría siendo su amiga? ¿La denunciarían a la policía o al Comandante Ikari? No quería las respuestas a esas preguntas. No las soportaría.
— Gracias por la oferta, pero debo declinar — respondió finalmente Misato.
— ¿Segura? Realmente no sé qué pasa contigo, pero por ese llanto de hace un momento, puedo decir que es algo que te lastima mucho. Tal vez hablar de eso ayude. Sabes que puedes contar conmigo — señaló Ritsuko.
— Gracias, pero es algo que simplemente no puedo contar. No estoy lista.
— ¿Tan grave es? — pregunto Ritsuko preocupada.
Misato sonrió, una sonrisa sincera, pero triste.
— Lo que me pasa, no es algo que ponga en entredicho o en peligro mi labor como Directora de Operaciones de NERV, así que puedes dejar de lado esa mirada sospechosa — dijo Misato.
— No estaba pensando en eso — se defendió Ritsuko — Solo me preocupas Misato. Puedo ver que no estás bien.
— Es verdad, no estoy bien. Hace demasiado tiempo que no lo estoy, es solo que finalmente estoy llegando al límite. Pero es algo con lo que debo lidiar, para bien o para mal — comentó la morena, mirando fijamente su Daikiri una vez más.
— Misato… ¿Qué es? Tal vez pueda ayudar.
— Gracias, pero si te lo dijera, tu opinión sobre mi cambiaría. Nunca me volverías a ver con los mismos ojos, tal vez te horrorizarías y te alejarías de mí — dijo Misato con pena.
— ¿Qué? No. No haría eso. Eres mi amiga Misato, incluso fuimos amantes. No podría renegar de ti.
Ritsuko se vio repentinamente atrapada en un abrazo de una emocionada Misato. Pronto se encontró devolviendo el abrazo, preocupada como nunca antes por su amiga de hace tantos años. Misato se apartó y se secó un par de lágrimas rebeldes, dándole una sonrisa a la rubia.
— Gracias Ritsuko. Por estar aquí para mí. Tal vez no te lo parezca, pero me ayudaste mucho. Me siento mejor ahora. Gracias — dijo con sinceridad.
— Yo… de nada. Puedes contar conmigo. Si necesitas hablar o solo un hombro donde llorar, estaré aquí para ti — afirmó Ritsuko.
— Gracias. De verdad — respondió Misato con una pequeña sonrisa, antes de mirar fijamente a la rubia junto a ella — Ritsuko, quiero que sepas que yo también estoy aquí para ti. Si lo necesitas, solo búscame.
Ritsuko se sorprendió genuinamente ante las palabras de Misato y la seria mirada que esta le estaba dando. ¿Ella lo sabía? ¿Sabía sobre su problema con el Comandante Ikari? ¿Sus dudas existenciales sobre qué hacer con lo que Maya le ofrecía desinteresadamente? No habría vergüenza en hablar ese tema con Misato, fueron amantes en el pasado, por lo que ella la comprendería si le revelara que le interesaba otra mujer, pero este no era el momento. Justo ahora, era Misato la que necesitaba ayuda.
— Gracias. Lo tendré en mente — dijo finalmente Ritsuko, con una leve sonrisa.
Luego de eso ambas mujeres guardaron silencio por varios minutos. Fue un silencio cómodo, solo dos amigas sentadas una junto a la otra, ambas con problemas, ambas con el corazón destrozado, pero ahora con la seguridad de que contaban con la otra para ayudar a sobrellevar la carga.
Finalmente Misato dio un fuerte suspiro, estiró la mano, tomó su Daikiri y lo bebió de un trago. Se sentía mejor. Llorar había ayudado, se sentía más liviana; aun se sentía como una mierda, sucia y miserable, pero ya con la resolución tomada. Ritsuko no tenía idea de cuánto había ayudado solo con prestarle su hombro para llorar.
— Mañana no iré a trabajar. Pedí el día libre y el día siguiente tampoco trabajaré. Era mi día de descanso asignado, así que no me verás la nariz por dos días, si es que no pasa algo realmente grave o ataca el Ángel de turno — dijo Misato de pronto.
— Me parece bien. Necesitas descansar y relajarte un poco — añadió Ritsuko.
— Gracias por lo de hoy. No tienes idea de cuánto me ayudaste prestándome tu hombro para llorar. Me siento mucho mejor ahora — dijo Misato con una pequeña sonrisa.
— Para eso están los amigos — dijo Ritsuko.
Misato se puso de pie y para sorpresa de la rubia, le dio un beso en la frente.
— Yo invito esta noche. Pide lo que quieras, quedará en mi cuenta.
Con eso, una ya más repuesta Misato se encaminó con paso decidido a la salida del bar, no sin antes hacer una escala para pagar su consumo y solicitar que lo de Ritsuko se cargara a su cuenta. Dejó el lugar unos minutos después, más tranquila de lo que había llegado. Aun así, las dudas, remordimientos, culpas y miseria en que se había transformado su vida, seguían ahí, pero su resolución se había reafirmado. Sabía que lo que iba a hacer era una soberana locura, un verdadero salto al vacío, que podía salir muy bien o estrepitosamente mal; de hecho, tan mal, que podría terminar despedida, o lo que es peor, tras las rejas, pero sentía que es lo único que podía hacer.
Con eso en mente, Misato subió a su automóvil, lo hizo andar y condujo a su departamento, pensando en lo que haría al día siguiente, en calmar de una vez la maldita picazón, pero no con un cualquiera, lo haría con alguien especial para ella, con alguien que quiere. ¿No era eso lo que le repetía siempre el especialista? Aunque estaba segura que no se refería a un adolescente cachondo camino a los 15 años. Bien, lo que fuera, si las cosas se iban a ir al infierno, que así sea.
Continuará...
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Notas del Autor: Hola a todos.
Acá estoy una vez más con una historia de mi serie favorita, centrándome en uno de los personajes más queridos, como es Misato Katsuragi. Una mujer alegre, parrandera y bebedora, pero como vimos a lo largo de la serie, con varias cicatrices emocionales. Misato es una mujer muy linda, un sueño erótico para cualquier hombre, pero no es ni por asomo perfecta. Como dueña de casa es un fracaso y emocionalmente es un desastre. Así y todo, yo llevé eso un escalón más allá.
En esta historia Misato tiene un problema, un gran problema. Como mujer cayó a lo más bajo que se podía llegar, buscó ayuda, pero esta pudo llegar solo hasta cierto punto. La sanación pasa por la propia Misato, pero como podemos ver, ella está lejos de poder sanar.
Misato está triste, amargada y rota. Es una mujer que vive con miedo a los fantasmas del pasado, un pasado al que no quiere volver, pero que la persigue día a día. Como adulta se esperaría que afrontara las cosas de mejor forma, pero sus cicatrices son demasiado profundas, su dolor demasiado grande, su soledad y su necesidad desgarradoras. Misato no está bien, por esto no puede ver con claridad, pero aun así, está tratando de buscar una salida, de buscar un camino que la saque de su miseria.
Esta es una historia distinta, una historia que nos va a llevar a conocer algunas de las peores miserias del ser humano, una historia dura y muy cruda, pero que espero puedan apreciar y seguir hasta su desenlace.
Saludos y nos leemos.