Wilden Darkfell era un niño tranquilo e inteligente. Vivía con su abuela y su hermano menor. Le gustaba ir a la escuela, pero prefería pasar el tiempo en casa conversando con su abuela antes que jugando en la calle con otros niños de su edad. De ella aprendió mucho sobre las bestias y las cosas que debía evitar. También le habló de los héroes de cada reino, y de la historia de una larga lucha por los territorios. La abuela, con un vasto conocimiento de lo que sucedía en el reino, le contó a Wilden que el sucesor del héroe caído era un niño de su misma edad.
—¿En serio, abuela? ¡Entonces yo también seré un héroe! —gritó emocionado Wilden—. ¡Pero seré el héroe de ustedes! Prometo que los cuidaré y los protegeré de todo lo malo —añadió, señalando a su abuela y a su hermano.
La abuela, riendo desde su silla, le agradeció a su nieto y se levantó para abrazarlo con fuerza. Luego, Wilden salió de casa decidido a explorar la plaza y encontrar un lugar donde pudiera entrenar. Mientras caminaba, notó la presencia de Ezra, y los murmullos de la gente lo intrigaron:
—"Ahí está el héroe..." —"Será mejor irnos..." —escuchó a algunos decir.
Esto llenó a Wilden de dudas.
—Entonces, ¿él es el famoso héroe Ezra Grimoire...? —pensó mientras intentaba acercarse—. Disculpa... me preguntaba si podríamos... ¡ser amigos! —dijo nervioso, sin pensar demasiado en lo que decía.
Ezra lo miró fijamente, sin decir una sola palabra ni mostrar emoción alguna. Estaba sentado al borde de una fuente, observando el agua con indiferencia. Wilden, incómodo, intentó seguir hablando, riendo nerviosamente, pero Ezra no parecía escuchar ni una sola palabra, hasta que finalmente:
—Lárgate de aquí, no estorbes... —dijo Ezra, empujando a Wilden sin miramientos.
—¿Qué te pasa? —preguntó Wilden mientras intentaba levantarse—. Dije, ¿qué te pasa? —insistió, tomándolo del hombro.
Ezra, por reflejo, lo agarró de la muñeca, lo levantó y lo golpeó en el estómago con fuerza.
—Te dije que no estorbaras... —murmuró Ezra, alejándose como si nada hubiera sucedido.
Wilden, doblado de dolor y vomitando del golpe, sintió cómo la gente lo miraba con desdén. Los murmullos a su alrededor le pesaban más que el dolor físico. Se quedó un rato tirado en el suelo, avergonzado y furioso, antes de regresar a casa.
—¿Qué te pasó, hijo? Estás todo sucio —preguntó la abuela, preocupada.
—¡Ese no es un héroe, abuela! —respondió Wilden, furioso—. No tiene nada que ver con los héroes de los que me contaste...
—¿Por qué lo dices? —preguntó la abuela, intentando calmarlo.
—¡Escuché lo suficiente para saber que él no es un verdadero héroe! —continuó Wilden, enojado—. Es malo. Cuando lo miré a los ojos, vi vacío y oscuridad. Además, la forma en que trata a los demás es muy irrespetuosa. Un niño que se niega a ser un héroe, que mata a sus enemigos sin compasión... incluso escuché que lo hace por diversión. Dime, abuela, ¿crees que eso lo haría un héroe?
—No, hijo... no lo justifico. Pero tienes que entender que él también es un niño, como tú. Está tomando decisiones y enfrentando responsabilidades que corresponden a un adulto —respondió la abuela con suavidad.
Wilden se quedó en silencio, sorprendido por la respuesta. Sentía que su abuela estaba defendiendo a Ezra, lo que lo frustraba aún más. Sin decir nada más, subió a su cuarto y decidió no salir hasta el día siguiente.
—Dicen que el manejo de su elemento es de temer... por eso, el mío debe ser el más fuerte y ser reconocido por todos —pensó mientras sentía cómo la energía fluía por su cuerpo.
Después de dos semanas de intenso entrenamiento, y mientras continuaba buscando a Ezra, finalmente lo encontró. No había podido verlo antes porque estaba en una misión, pero ahora Ezra regresaba al reino, entrando por la gran puerta tras cumplir su tarea. Wilden, que salía para seguir entrenando, lo vio y no perdió la oportunidad.
—¡EZRA! —gritó Wilden, señalándolo con el dedo, lleno de enojo—. ¡Estoy aquí para devolverte la humillación que me hiciste la primera vez que te vi!
Ezra, suspirando, apenas lo miró.
—¿Mmhh? —bufó con desdén—. ¿No te cansas de interponerte en mi camino? Ve a hacer otra cosa —dijo mientras caminaba sin prestarle atención, cruzándose con Wilden como si fuera invisible.
Wilden, paralizado por el momento, sintió cómo la rabia se acumulaba dentro de él.
—¡Ya verás! —gritó, girándose con rapidez y lanzando un golpe dirigido a la cabeza de Ezra.
Sorprendentemente, el golpe de Wilden acertó. Ezra, con los ojos bien abiertos por el enojo, estaba a punto de sacar su espada, pero fue detenido por los gritos de los guardias de la entrada:
—¡NO TIENES PERMITIDO BLANDIR TU ESPADA!
Gracias a ese grito, Ezra se contuvo. Sin embargo, la furia aún ardía en sus ojos, y optó por golpear a Wilden con sus puños. Saltó hacia él, pero quedó sorprendido cuando Wilden esquivó tres de sus golpes. Frustrado, Ezra hizo un sonido de enojo y, con una velocidad asombrosa, le propinó un rodillazo en el estómago y un derechazo en la barbilla, seguido de varios golpes mientras Wilden caía al suelo.
Cuando terminó, Ezra lo miró desde arriba, lleno de desprecio.
—Eres un estorbo... —murmuró con frialdad antes de marcharse, dejando a Wilden ensangrentado y golpeado en el suelo.
Al levantarse para ir a entrenar, Wilden no aceptó la derrota. Primero, utilizó su elemento para curarse, pero al terminar de regenerar sus heridas, se sintió extraño y agotado, así que decidió volver a casa y tomar una siesta.
—Tengo mucha hambre... —murmuró Wilden, tratando de levantarse de la cama—. ¡Abuela, tengo hambre! —gritó.
—¿Te encuentras bien, Wilden? Estuviste dormido por dos días. Tuve que pedir permiso en tu escuela —respondió su abuela desde la cocina.
—Lo siento, abuela... Creo que entrenar tanto me dejó agotado —contestó, luchando contra el sueño.
—Ya me contaron que te peleaste con el héroe Ezra... —comentó la abuela, con un tono de preocupación.
—Ese desgraciado... Pero me las va a pagar, abuela —dijo Wilden con rabia.
Wilden era muy apegado a su abuela. Su hermano estaba presente, pero no podía hablar aún, así que cada día le contaba a su abuela lo que hacía y en qué mejoraba. Ella siempre lo escuchaba con atención y se alegraba por sus progresos.
Durante años, se volvió una rutina para Wilden enfrentarse al héroe Ezra tras cada entrenamiento para medir su progreso. Aunque siempre salía herido, podía curarse con su elemento agua. Un día, Ezra fue enviado a una misión larga, lo que le dio a Wilden más tiempo para entrenar y alimentar su odio, deseando vengarse de las humillaciones sufridas.
Un día, mientras paseaba por la plaza para despejar su mente, vio a Ezra, pero notó algo diferente en él.
—Vaya, vaya, vaya... ¡Oye, tú! —gritó Wilden, pero se quedó en silencio, asombrado—. ¿Está... sonriendo? —pensó, desconcertado.
Ezra, quien antes tenía un aura aterradora y no mostraba expresión alguna, ahora caminaba con una sonrisa en el rostro, acompañado de una mujer, charlando como si fueran cercanos. Wilden no podía entender el cambio y sintió la necesidad de acercarse, no para hablar, sino para pelear.
—¡Oye, héroe de pacotilla! Espero que estés listo para la golpiza —dijo Wilden, acercándose con hostilidad.
—Un momento, por favor —respondió Ezra con una sonrisa, dirigiéndose a la chica—. No vine a la plaza buscando pelea. Hablemos de una vez.
—¡Que hablen nuestros puños! —gritó Wilden, lanzando golpes hacia el rostro de Ezra.
—Siempre te he escuchado, y aunque es tarde para decirlo... disculpa por la humillación cuando nos conocimos, y también por los golpes que te di durante estos años. Te lo digo de corazón —dijo Ezra, esquivando todos los golpes de Wilden.
—¿De qué rayos hablas? ¿Estás delirando? ¿Quién eres tú y dónde está el héroe de pacotilla? —preguntó Wilden, intentando con todas sus fuerzas golpearlo.
—He cambiado. Ya no soy ese niño arrogante. Me he redimido de todo lo que hice, y tú no eres la excepción. Te pido perdón —respondió Ezra, deteniendo con ambas manos los puños de Wilden.
—¡No sé de qué me hablas! —gritó Wilden, intentando tirarlo al suelo.
Ezra, con su agilidad, se posicionó detrás de Wilden y, de un empujón, lo hizo caer al suelo, sentándose sobre él.
—Cada día te haces más fuerte... ¿cuál es tu nombre? —preguntó Ezra con una sonrisa.
—¿Qué demonios te importa? ¡Déjame levantar! —respondió Wilden, retorciéndose para liberarse.
Ezra se levantó y le ofreció una mano para ayudarlo a ponerse de pie. Luego, le dijo que buscaría la forma de conocer su nombre, antes de retirarse junto a la chica, quien mencionó que era su amada. Wilden, confundido, regresó a su casa y le contó todo a su abuela, expresando lo desconcertado que se sentía.
—Ya ha crecido, Wilden. Parece que Ezra encontró el amor y, con ello, el camino correcto. Quiere redimirse por todo lo que hizo en el pasado —le explicó su abuela, sonriendo.
Para Wilden, todo eso eran tonterías, así que volvió a entrenar con aún más determinación. Pasaron meses de entrenamiento y varios enfrentamientos con Ezra, en los que, pese a sus esfuerzos, nunca pudo darle un solo golpe. Un día, en medio de una de sus peleas, Ezra le reveló que ya conocía su nombre, que había visitado su hogar para quitarse la duda.
En su academia, Ezra participaba en misiones importantes y, en varias ocasiones, salvó al grupo de Wilden. Con el tiempo, comenzó a acercarse más a Wilden, siempre preguntándole cómo estaba, aunque Wilden seguía ignorándolo y mirándolo con desprecio. Sin embargo, en su casa, le contaba a su abuela cómo Ezra era increíble y cómo admiraba su fuerza y carácter, aunque nunca lo admitiría en público.
A pesar de que la reputación de Ezra había cambiado radicalmente, y ahora era querido por todo el reino, aún había gente que lo recordaba por sus errores pasados. Wilden escuchaba esos comentarios, pero no se involucraba. No era por miedo, sino porque tenía sus propias metas. Sentía una mezcla de vergüenza y orgullo al escuchar hablar bien de Ezra, pero, por dentro, comenzó a tomarle cariño y a admirarlo.
Sin embargo, ante el mundo, Wilden mantenía su fachada de odio y desprecio, jurando que algún día humillaría al héroe del reino, demostrando que era más fuerte que él. Ante su hermano y su abuela, era el único lugar donde revelaba la verdad: Ezra, a quien alguna vez despreció, ahora era su mayor inspiración y el rival al que soñaba derrotar.
La rutina de ambos volvió a ser como antes, pero con el pequeño detalle de que ya no recibía los golpes. Con la nueva personalidad de Ezra, este simplemente hacía lo posible por no golpearlo, derrotándolo de otras maneras: aplicándole llaves, empujándolo y dejándolo en lugares altos durante mucho tiempo.
Una tarde, mientras Wilden se dirigía a entrenar, salió del reino como de costumbre, pero se encontró con un grupo de personas heridas que pedían ayuda. Inicialmente, decidió ignorarlos para continuar con su entrenamiento, pero después de reflexionar un momento, dio media vuelta y comenzó a curarlos con facilidad.
Todo el grupo de Ash quedó asombrado al ver cómo Wilden los estaba atendiendo.
—Es increíble... ¿cómo es posible que pueda curar a todos?—pensó Nadia, sorprendida—. No hizo ningún conjuro, ni parece pertenecer a algún gremio... Es impresionante este chico...—comentó mientras lo observaba.
—Muchas gracias por la ayuda, señor... pero yo también estoy al límite—mencionó Ash antes de desmayarse.
—Es asombroso el poder que tiene para curar a todo el grupo sin fatigarse... y lo mejor es que no recita ningún hechizo. ¡Qué curioso!—pensó la chica del grupo de Ash, riéndose despacio mientras se tapaba la boca.
—Eso es lo mucho que puedo hacer por ustedes... me voy—dijo Wilden, levantándose para irse.
Mientras Wilden se retiraba del lugar para continuar con su entrenamiento, todos lo miraban, sorprendidos y preguntándose por su nombre. En ese momento, llegaron los que iban a auxiliar al grupo de Ash y Kai.