—¡Buen provecho! —exclamó Ash con la cuchara en la mano.
El grupo estaba reunido alrededor de la mesa, disfrutando del banquete. Incluso la nueva integrante, Eryndra, parecía cómoda. Sin embargo, Kai mostraba un aire de preocupación. Miró a su alrededor y, al notar que podía llamar la atención, decidió empezar a comer para actuar con normalidad.
—Oye… disculpa, pero desde que regresamos al castillo no tuvimos tiempo para presentarnos. Así que yo comenzaré. Mi nombre es Nadia Tsuki, ¡mucho gusto! —dijo Nadia con una sonrisa, levantándose para presentarse.
—¿Eh? —respondió Eryndra, confundida por un momento antes de soltar una risa suave—. ¡Oh! Cuánto lo siento, olvidé mis modales. Mi nombre es Eryndra Veyrith, pero pueden llamarme solo por mi nombre. —Dijo esto mientras se limpiaba las lágrimas de la risa.
—Mi nombre es Nina Kiruma, espero que podamos llevarnos bien. —Nina inclinó la cabeza con cortesía.
La atmósfera parecía relajarse hasta que Ash dirigió su mirada hacia Kai.
—Hay algo que no entiendo, Kai... Desapareciste después del combate y regresaste con la señorita sin decirnos nada. —Su tono era directo, pero no agresivo.
—Solo sucedió, hermano. No es para tanto. —Kai respondió con aparente calma, aunque sus ojos se desviaron hacia su plato con una expresión pensativa.
—No digas eso. Si algo te hubiera pasado… o peor aún, si aparecía un monstruo por ahí, no tenías fuerzas para seguir peleando. Bueno, qué más da. Con su permiso. —Ash dejó su cuchara sobre la mesa, se levantó y salió de la sala sin mirar atrás.
Kai suspiró y murmuró:
—Da igual, no sé por qué mi hermano está así hoy.
—¿Cómo puedes decir eso, mi héroe? —Eryndra, que estaba sentada cerca, se levantó para abrazarlo. Su voz sonaba cálida mientras añadía—: Estaba preocupado por ti. Después de que quedaras inconsciente, un hombre en la entrada del reino tuvo que curarnos. Eso lo puso al límite.
Nadia y Nina observaron la escena en silencio, sus miradas fijas en Kai y Eryndra.
—No sabía que eran tan cercanos… —pensó Nadia, mientras Nina miraba de reojo con expresión seria.
Finalmente, Nadia rompió el silencio.
—Por cierto, aún no le dimos las gracias al hombre que nos curó. ¿Deberíamos ir a buscarlo después de desayunar?
—Sí, pero primero averigüemos qué le pasa a Ash. Es la primera vez que lo veo así. —La preocupación era evidente en la voz de Nina.
—¿Así cómo? —preguntó Nadia, intrigada.
—Mmm… no sé cómo explicarlo. Parece estar enojado por algo. —respondió Nina, un poco insegura.
Kai levantó una mano, deteniéndolas antes de que continuaran.
—Hablaré con él más tarde. Por ahora, sigan comiendo.
—¡OK! —exclamó Eryndra con una sonrisa burlona, intentando aligerar el ambiente.
El grupo seguía comiendo, pero Ash, en su dormitorio, estaba sumido en sus pensamientos. Miraba por la ventana con el ceño fruncido, incapaz de sacarse de la cabeza lo ocurrido.
—Kai… En ese momento no parecía ser él. Esa aura negativa que lo rodeaba… era sofocante, peor aún porque no pude hacer nada. —Sus pensamientos estaban cargados de incertidumbre y frustración—. Casi nos mata si no hubiera sido por ese hombre. ¿Cómo pudo volverse tan fuerte de repente? —Se pasó una mano por el cabello, nervioso—. Ese demonio mencionó algo de una "ultimate". ¿Será posible que en este mundo existan habilidades definitivas como en los juegos de mi mundo? Necesito averiguarlo… —murmuró, apretando los puños.
Horas más tarde, el grupo se dirigió al gremio para aceptar algunas misiones. Después, comenzaron a buscar al hombre que los había curado, describiéndolo a las personas, ya que desconocían su nombre. Sin embargo, no lograron encontrarlo. La conversación pendiente con Eryndra quedó relegada, pues Nina decidió que más tarde intentaría sacarle información. Por el momento, lo dejaron pasar.
Tras mucho buscar, el grupo se resignó y decidió esperar a Ash en la entrada del reino. Sin embargo, se dieron cuenta de que habían olvidado informarle dónde encontrarse. Afortunadamente, no pasó mucho tiempo antes de que lo vieran corriendo hacia ellos, levantando una mano en alto mientras gritaba.
—¡Aquí estoy! —exclamó Ash, con una sonrisa llena de energía.
—Ahí viene de nuevo… —dijo Nadia, suspirando con una mezcla de alivio y resignación.
—Hahaha, me sorprende lo persistente que es este tipo. Tiene mis respetos. —comentó Eryndra, divertida.
—¡Esta vez lo vencerás, vamos! —exclamó un desconocido detrás de ellos.
—¿Acaso no sabe rendirse? Dios… —agregó alguien más con tono molesto.
El grupo miró a su alrededor, perplejo por los murmullos y la creciente multitud que se estaba formando. Fue entonces cuando notaron al hombre que estaban buscando, parado entre la gente. Para su sorpresa, también estaba allí el héroe Ezra. Este sonreía tranquilamente mientras Wilden, un hombre visiblemente exaltado, lo señalaba y le gritaba algo que no podían escuchar con claridad debido al ruido.
De repente, la voz de Wilden resonó por encima de la bulla:
—¡Esta vez te voy a derrotar frente a todos! ¡Verán que eres un fraude! —gritó, adoptando una postura de combate.
Ezra, sin perder la compostura, respondió con calma y una sonrisa confiada:
—Hahaha, vamos, Wilden. Veamos qué tienes hoy. —Cerró los ojos y cruzó los brazos, plantándose firmemente en el lugar.
El ambiente se tensó al instante. La multitud contuvo la respiración, expectante ante el enfrentamiento que estaba a punto de comenzar.
Wilden rápidamente desenvainó su arma de la funda en su cintura y comenzó a correr hacia Ezra mientras gritaba su nombre.
Con toda su fuerza, intentó atacar al héroe con cortes rápidos y precisos. Sin embargo, Ezra atrapó cada uno de los golpes con la mano desnuda, sin recibir ni un rasguño. En un último intento desesperado, Wilden saltó alto y descendió con la intención de asestarle una patada contundente. Ezra, tranquilo, la detuvo con una sola mano y, con un movimiento fluido, lo lanzó por los aires.
Wilden salió volando varios metros y rodó por el suelo, golpeándose contra el polvo. A pesar de esto, se levantó rápidamente, aunque su espada ya no estaba en su poder. Miró a su alrededor con desesperación, buscando su arma, hasta que su mirada se posó en Ezra.
Para su sorpresa, Ezra sostenía la espada con una expresión serena. Wilden comprendió de inmediato que, en el instante en que fue lanzado, Ezra ya le había desarmado. Decidido a no rendirse, utilizó su elemento agua para curarse las heridas rápidamente y volvió a correr hacia Ezra, esta vez intentando recuperar su arma.
Ezra, sin embargo, se movía con una velocidad abrumadora, esquivando cada intento de Wilden con facilidad. Lo más sorprendente para los espectadores era que Ezra no se desplazaba de su posición inicial, controlando todo el combate sin moverse un solo paso.
De repente, pequeñas chispas de rayo comenzaron a aparecer alrededor de Ezra, electrificando el aire. Con calma, Ezra alzó la mano y, usando su dedo medio y el pulgar, lanzó un golpe preciso que envió a Wilden volando nuevamente. Antes de que Wilden pudiera recuperarse, Ezra lanzó la espada hacia él, clavándola en el suelo junto al derrotado combatiente.
Ezra soltó una risa ligera mientras se acercaba.
—Has mejorado bastante, Wilden. Te felicito. —Con esas palabras y una sonrisa confiada, Ezra se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejando al público atónito. La multitud rompió en aplausos y murmullos, alabando la increíble habilidad del héroe.
Mientras tanto, Wilden, aún en el suelo, comenzó a curarse una vez más. Se puso de pie, recogió su espada y, tras soltar un profundo suspiro, murmuró para sí mismo:
—Es un fraude… Necesito entrenar más. —Cuando se disponía a marcharse, el grupo de Ash lo interceptó.
—¿Qué quieren? ¿Burlarse de mí o algo? —preguntó Wilden con tono desanimado y una mirada de frustración.
—¡No! Claro que no, ¿cómo crees eso? Solo vinimos a agradecerte por curarnos cuando nos encontraste en ese estado. —Ash extendió la mano hacia Wilden mientras el resto del grupo asentía con seriedad.
Wilden observó la mano extendida, pero la ignoró.
—No fue nada. Ya se hace tarde, tengo que irme. —dijo con frialdad mientras comenzaba a caminar.
—Quisiéramos saber su nombre. Créame, le devolveremos el favor. —dijo Nina amablemente, con una sonrisa cálida.
—Wilden Darkfell. Y no me interesa saber sus nombres, así que adiós. —respondió sin detenerse, alejándose con determinación.
—¡Ese viejo necesita aprender modales! —exclamó Nadia, cruzándose de brazos y mirando con enojo mientras hacía amago de ir tras él.
El grupo la detuvo rápidamente, llamándola por su nombre y convenciéndola de dejarlo ir. Antes de marcharse, alzaron sus voces para agradecerle nuevamente. Wilden no se volvió, pero continuó su camino hacia su destino.
El grupo, al quedarse solo, comenzó a comentar lo que acababan de presenciar. La velocidad y habilidad de Ezra era un tema central en la conversación, y no pudieron evitar maravillarse ante el impresionante combate.