—¿Por qué nos detenemos? —preguntó Nina en la entrada de la dungeon.
—Es verdad, aún nos falta cumplir las misiones —mencionó Kai.
—¿Cómo derrotarás a esos monstruos con los que nos topamos? —respondió Ash.
—¡Haciéndolos cenizas! —exclamó Kai.
—No funcionará. En esa batalla, ese monstruo parecía reencarnar y tomar su verdadera forma... —dijo Ash con expresión pensativa—. Además, no sabemos si el grupo de Aric nos está espiando o piensa venir por algo más. No debemos dejar que nos acorralen.
—Debe tener algún punto débil —mencionó Nadia.
—Tendremos que quedarnos unos días. Necesitamos crear un plan y saber si vienen otros aventureros aquí. Si nos encontramos con Aric, debemos estar preparados. Mientras tanto, aprovecharemos para entrenar un poco —dijo Ash.
—¿Pero por qué? ¿Y si aún están ahí y llegamos tarde? No podemos quedarnos, la misión es encontrarlos vivos —dijo Nina.
—¿Y si están muertos? No sabemos con exactitud las circunstancias, por eso necesitamos estar listos para lo que se viene —dijo Ash.
—Pero... —dijo Nina cuando Kai la interrumpió.
—Mi hermano tiene razón. Un mal movimiento y podríamos morir —mencionó Kai con seriedad.
—De acuerdo —dijo Nadia.
El grupo se apartó unos metros de la dungeon para poder entrenar. Ash sabía que no podrían derrotar al esqueleto del piso seis. Cuando trató de usar su habilidad para encontrar un punto débil del enemigo, aparecieron muchos hilos; en pocas palabras, vio muchas debilidades, pero al acertar en todas nunca logró matarlo. Supo que no lo derrotarían. Nina y Nadia practicaron juntas, queriendo mejorar su resistencia, el aguante de sus hechizos y la efectividad de su curación. Sabían que no habría una gran diferencia, pues solo eran días de práctica, pero para ellas eso bastaría.
Por otro lado, Ash les enseñó la meditación para intentar controlar todos los elementos. Algo que no se había mencionado era que los hermanos, como prodigios, podían controlar todos los elementos. Sin embargo, por falta de entrenamiento, solo se habían enfocado en uno. Les era imposible combinar todos los elementos a la vez en un combate, pero para ellos eso era suficiente. Al entender las circunstancias, cambiaron esa mentalidad. Ash les explicó los pasos: sentarse con los pies entrecruzados, cerrar los ojos y poner las manos en posición como si trataran de agarrar una esfera. Primero tenían que concentrarse en el elemento fuego. Una vez teniendo la bola de fuego bien controlada, sin distorsionarse, cambiarían al agua, y así sucesivamente hasta llegar al viento.
Con mucha paciencia y la mente en blanco, cambiaron al viento, donde ambos comenzaron a recordar involuntariamente. Kai recordaba toda su infancia al lado de sus padres y hermano: las aventuras que tuvieron, cómo llegaron a la academia, cómo hicieron amigos, cómo lucharon, cómo su hermano fue expulsado y cómo llegaron al gremio. Sentía que no estaban en un mal camino. Poco a poco, las imágenes que lograba apreciar Kai se tornaron oscuras. Apareció sangre dentro de las imágenes. Observó cómo su hermano, Nadia y Nina estaban tirados en el suelo dentro de la dungeon, sin vida, sangrando, y su hermano sin una pierna. Entre desesperación, la bola de viento explotó y Kai se desmayó.
Ash comenzó a recordar su vida antigua. De niño era muy activo, siempre haciendo travesuras, pero también muy inteligente. Sus hermanos y padres lo querían mucho. En el colegio conoció a sus dos grandes amigos, Andre y Sara, con quienes tenía diferentes gustos. Al principio creyó que no se llevarían bien por eso, pero fue todo lo contrario. Ambos experimentaban y conocían los gustos de cada uno, lo que hacía su amistad divertida. Con los años, se enamoró de su mejor amiga Sara, pero por miedo jamás se lo dijo. Sus padres lo adoraban, pues sacaba muy buenas notas. Luego recordó el accidente. De la nada, escuchó un murmullo: "Te amo y siempre lo voy a hacer, pero es momento de seguir adelante... pero no olvides que siempre estarás en mi corazón..." Era la voz de Sara, llorando. Sin entender y queriendo saber más, también rompió la bola de viento y se desmayó.
Ambos hermanos quedaron desmayados, y a lo lejos se vio cómo Nina y Nadia corrían hacia ellos para auxiliarlos.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Nina.
—Nada, simplemente no aguantamos el entrenamiento —dijo Ash.
—Gracias por la ayuda, pero deberían seguir entrenando —mencionó Kai.
—Uno les ayuda y se comportan así... Vámonos, Nina —dijo Nadia, enojada.
—Continuemos, Kai —murmuró Ash, cansado.
Repitieron la meditación durante dos días. Al fallar, se enojaron tanto que comenzaron a entrenar con las chicas. El tercer día, se centraron en la estrategia. Ash mencionó que, al ser alguien que cura y potencia a sus aliados, Nina debía estar siempre oculta o protegida. Ahí es donde entraba Nadia, protegiéndola. Ash y Kai estarían al frente para atacar y cubrir a ambas. Pero si en alguna ocasión se separaban, ¿qué deberían hacer? Ash les mencionó que la mejor opción era esconderse y encontrar la forma de escaparse sigilosamente sin ser detectadas.
Kai les enseñó la habilidad de crear una bola del elemento que controlaran y moldearla con mucha energía. Deberían concentrarse en la esfera y golpearla contra el suelo, tratando de expandir la energía para que el choque y la explosión no se concentren en un solo lugar, sino en toda la zona.
Durante esos días, notaron que no solo aventureros, sino también soldados y personas normales entraban a la dungeon y nunca salían. Nina mencionó que dentro de las dungeons hay muchos tesoros que pueden valer muchas monedas de oro. A casi todos les enseñaron que una dungeon tenía el propósito de entrenar y volverte más fuerte, avanzar y enfrentarte a enemigos formidables, y como recompensa, recibir los tesoros que esa dungeon poseía. Ash pensaba que era tal y como veía en sus cómics, exactamente lo mismo. Eso significaba que en el último piso se encontraba una gran recompensa.
Después de charlar y observar la entrada de la dungeon, decidieron descansar de los entrenamientos. Ahora estaban preparados para lo peor y listos por si alguien intentaba atacarlos por la espalda.