Todo se veía oscuro... No importaba hacia dónde se mirara, solo había oscuridad. A lo lejos, se escuchaban las voces de Ash y la sirena, murmurando.
—¿Dónde están los demás? —preguntó Ash.
—Murieron... Otros huyeron y no sé si aún siguen con vida —respondió la sirena con tono deprimido.
—Ya veo... ¿Y por qué te quedaste? ¿Por qué huyeron? ¿Y quién era ese sujeto que hizo esto? —preguntó Ash.
—Ha pasado tanto tiempo que perdí la cuenta. Este mundo era maravilloso, la guerra no existía y todas las razas eran amigables. Teníamos a muchos dioses cuidando estos hermosos paisajes, gracias al dios supremo que pudo crear un mundo perfecto. Pero todo se fue cuesta abajo el día que vinieron esos dos malditos demonios haciéndose llamar dioses —respondió la sirena, cambiando su tono de voz amable y delicada a uno más enojado—. Dijeron ser nuevos dioses que fueron traídos por el mismo supremo... La diosa del mar tuvo un mal presentimiento. Luego de presentarse, se retiraron; solo venían a saludar a todos los dioses... No obstante, los dioses me advirtieron por el aura maligna que tenían —dijo con enojo.
En el entorno oscuro comenzaron a escucharse gotas cayendo y una luz a lo lejos se notaba, poco a poco agrandándose con un efecto de gotas cayendo al agua y creando ondas.
—¿Y qué sucedió? —dijo Ash intrigado.
La luz creció y toda la oscuridad desapareció mientras lo que iba a contar la sirena, Ash lo pudo observar.
—Poco tiempo después, otras razas mencionaron que la alianza entre reinos había sido anulada y que una gran guerra entre los reinos y las razas había comenzado —dijo la sirena.
—Entonces, la llegada de esos dioses fue la causa de todo —preguntó Ash.
—¿No te parece obvio? La llegada repentina, una guerra sin sentido... No olvidaré la sonrisa de ese maldito dios y la mirada de esa diosa —mencionó la sirena con enojo.
—¿Sabes qué fue lo que sucedió que provocó la guerra? ¿Y qué pasó con tu diosa y el resto en la guerra? —preguntó Ash.
—Nuestra diosa nos enseñó la importancia de cuidar los lagos, de cuidar lo que hay dentro de ellos, dejar que su ciclo de vida siga... No teníamos enemigos, o eso creía. Me enviaron a una misión a una laguna que se encontraba cerca del centro de los cinco reinos, a pocas horas de la ciudad de los mortales. La misión fue algo parecida a lo que ustedes hicieron: el agua estaba envenenada y los animales se estaban muriendo. Pero llegamos a tiempo y logramos curar el agua, fue una tarea fácil. Cuando regresamos, nos demoramos más de lo que esperábamos. Tuvimos que escondernos y escapar de la guerra; éramos enemigos ante cualquier raza que nos mirara. Cuando llegamos, solo pudimos ver a casi todos muertos y a los heridos llorando por la diosa que allí se encontraba muerta... —dijo la sirena mientras lloraba—. Dijeron que los dioses llegaron y comenzaron a destruir y asesinar a todos. Nuestra diosa poco pudo hacer. Con la llegada de ellos, ella perdió mucha fuerza y no podía respirar bien. Mencionaron que, peleando, parecía que algo le robaba su energía. La asesinaron cruelmente, diciendo que solo debían existir dos dioses en este mundo —dijo con tono de voz temblorosa—. Todos escaparon, dijeron que no podían vivir aquí, que necesitaban esconderse... Yo simplemente me quedé viendo a mi familia muerta y a la diosa. Conocí a mis pequeños niños saliendo de la superficie, me cuidaron en mi tristeza y soledad. Cuando fue hora de salir del caparazón, cambiamos de rol, y ahora es mi turno de cuidarlos. Estoy segura de que es la última voluntad de mi diosa y prometo seguir cuidando los lagos para el bien de todos.
—Esa es una triste historia. Muchos se habrían corrompido por lo que pasaste; qué fuerte eres, tienes mis respetos —dijo Ash con tono suave—. Mi meta es ser el más fuerte y poder ser un héroe del reino. Solo quise ser eso, era en lo único que pensaba. Fui expulsado de la academia, la forma que en mi caso pensé que sería la única para poder llegar a ser fuerte. Mi hermano y yo fuimos al gremio a hacer misiones para no regresar con mis padres y decirles que fracasamos. Mi intención era ser reconocido en el reino a base de mis logros en las misiones... Pero conocí tu historia y la de los ancianos de la aldea. Dicen que es para darles una mejor vida en el reino, pero nada fuera de la realidad... Solo se van para ser reclutados e ir a una futura guerra sin sentido —dijo Ash con tono deprimido—. Es por eso que yo lograré traer el equilibrio de este mundo a toda costa. ¿Total? Nada pierdo. Es más, para llegar a eso tengo que llegar a mi meta de ser el más fuerte y podrás observar el mundo lleno de colores como antes —dijo con mucho orgullo.
—Hahaha, eres raro, humano. Si es verdad lo que dices, confío en ti y, por favor, trae de vuelta la paz a este mundo —dijo la sirena mientras la voz se alejaba.
En ese momento, todo se tornó en silencio y el espejismo que pudo ver Ash se rompió como si de vidrio se tratase.
—¿Dónde estás... por favor... déjame volver a verte una vez más... —murmuró una voz con tono de melancolía.
Ash se levantó por los movimientos bruscos del carruaje, escuchando cómo los caballos estaban alterados y dándose cuenta de que su hermano lo miraba fijamente.
—¿Tuviste pesadillas, Ash? —dijo Kai.
—Sí... soñé lo que me contó la sirena —dijo Ash, bostezando y estirando los brazos—. ¿Qué pasa con los caballos?
—Se asustaron por unos animales que nos estaban persiguiendo, pero parece que ya se fueron —respondió Kai.
Una vez llegaron al reino, fueron al gremio para dar por cumplida la misión y recibir sus recompensas. Mientras Kai miraba otras misiones que pudieran hacer, entre risas y felicidad por recibir una buena recompensa, optaron por ir a otra misión, no sin antes ir a comer algo caro y delicioso. La misión era sencilla: llevar un carruaje a zonas específicas donde se encontraban aldeas. ¿Qué llevaban? Semillas de cultivos, unos pergaminos, y varias botellas con líquidos de varios colores que los del gremio no quisieron decir qué eran, ni en la hoja fue mencionado.