La oscuridad intentó disipar mi sufrimiento, a pesar de encontrarme envuelta entre sus brazos violentos. En ocasiones, mi garganta rozaba el lamento acelerado de un dolor muy intenso; quemando así, los sollozos que intentaban adueñarse de mis pensamientos.
Su mirada era quién carcomía mi alma; me acariciaba, pero a su vez me asesinaba. Es curioso como insinuaba que me amaba, cuando sus hazañas tremebundas eran quienes me destrozaban.