En las penumbras me derrumbé, suplicando por su regreso. Torturé mis pensamientos, imaginando nuestros recuerdos; aquellos que yacían quebrantados sobre el pavimento.
Deseé que me abrazara, pero no existían tales sentimientos, como para desnudar mi alma y embriagarme con sus besos. Caminé descalza sobre clavos de hierro; donde finalmente comprendí, que nunca formó parte de mi universo.