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Chapter 4 - Capítulo. — 4

Hastel y Máron corrían por el pueblo, en su cuerpo se podía visualizar la fatiga acumulada de ocho horas de entrenamiento, lo cual se había invertido tres horas corriendo, según el punto de vista de su abuela necesitaban más resistencia, tal vez los cambios no aparezcan mañana, pero esto seguro les servirá con el tiempo.

Todos los saludaban cuando tenían la oportunidad de verlos pasar, todos les deseaban suerte en su viaje, algunos más agradecidos les regalaban lo que poseían a su alcance.

Maron deja corriendo solo a Hastel, afloja el paso para que el cansancio que lleva acumulado no lo deje ver que se alejaba de su lado, una vez tomada la distancia necesaria para perderla de vista corre hacia el descampado, así tenía la oportunidad de no ser encontrada o poder tomarse un descanso hasta que la vuelvan a hayar.

Se para en un lugar alto, desde ahí se lograba ver todo el pueblo, con la ayuda de la puesta de sol se pone nostálgica recordando el día que llegó, cuando se hizo maestra de aquellos niños y las amistades que logró hacer, lo cómoda que se logró sentir y el cariño que tomó a cada habitante/rincón de este pueblo, su cuerpo quería expresar la nostalgia que estaba cargando, su corazón desagotaba su carga emocional mediante pequeñas lágrimas que no tenían la oportunidad se rozar su mejilla, ella se pasaba la mano sobre sus ojos queriendo parar aquella emoción que la estorbaba.

Ella se asusta al sentir que alguien posa su mano sobre su hombro, se exalta ya que estaba centrada en callar aquella emoción.

—Máron.

Al girar ve que era Eslley, su amigo de la infancia.

—Discúlpame, no te quise saludar.

—Dios, casi me muero imbécil.

—Lo siento. Te traje comida.

Saca de un pequeño bolso de cuero un plato lleno de comida, al observalo se veía el vapor que enmanaba.

—¿Para mí?.

Él afirma aquella inquietud con un movimiento de cabeza mientras extendía sobre el césped una manta, acomoda todo lo que había traído para el disfrute de Máron.

—Por favor, toma asiento.

Ella se sienta tímidamente ya que estaba cegada con la cantidad de platos posados sobre la manta.

—Muchas gracias por la comida.

Comenzaba el disfrute de todo lo que había llevado.

—No te preocupes, no hace falta que me agradezcas cada vez que te doy comida.

—Claro que si, no cualquiera te da comida, por eso agradezco a todos quienes me regalan comida, más si se toman el tiempo de cocinar.

—Me gusta hacerlo, más si es para ti, me gusta verte sastifecha.

—Siempre le das en el clavo, me encanta que me des lo que me gusta, eres sorprendente.

Él se queda en silencio para no molestarla mientras come, es así durante varios minutos hasta que una duda le surge.

—Vi a tu hermano corriendo en la ciudad cuando venia hacia aqui, se lo veía muy cansado.

—Wow, todavía sigue corriendo.

—¿Porque esta corriendo?.

—Es un entrenamiento de mi abuela.

—¿Para que? ¿Para entrar a Kolizco?.

—No, no aguantariamos nada en ese torneo. Es por que nos vamos a Fáttima, logramos entrar a Melisma.

Se para exaltado con una sonrisa gigante, en su rostro se notaba que no podía creer lo que escuchaban sus oídos, se tira arriba de ella mientras se ríe, la abraza con fuerza, ella logra contagiarse de su gracia y lo imita por unos cortos, luego vuelve a comer, mientras él no la soltaba.

—No lo puedo creer, te felicito, estoy muy orgulloso de decir que soy amigo de una estudiante de Melisma.

—Muchas gracias, no estoy muy emocionada de ir.

—Cierto, no importa si eres gina, a nadie le tiene que importar eso.

—Eso dices, es lindo de tu parte, pero lo todos piensan así, si se enteran que soy gina me graduare de minera en vez de gurnamental.

—Eso es lo increíble, vas a poder demostrarle a todo el mundo que aún siendo lo que seas puedes ser igual o mejor que cualquiera.

—Que lindo que pienses así.

Ella se tapa el rostro con sus manos debido a la vergüenza que aprecia por culpas de esas palabras tan lindas inspiradas en ella.

—Claro que si, eres fantástica, puedes graduarte y mostrarle al mundo que somos iguales.

—Me van a matar cuando diga que soy gina.

—Es verdad, cambiemos de planes.

—Es lindo de tu parte, pero no creo ser la única que se haya graduado siendo gina.

—Igual te admiro mucho, eres mi héroe.

—¿Porque?.

—Por tu valentía de entrar a Fáttima y cursar esos tres años, yo nunca podría hacerlo.

Busca en su bolsillo un papel, lo abre y lo pone a la vista.

—Fui rechazado y lo malo es que no estoy triste, es más, estoy alegre por esto, el miedo me gano.

Trataba de sonreír, pero la vergüenza lo forzaba a no mostrar su verdadero sentimiento.

—Por eso te admiro, yo tenía mucho miedo de haber sido aceptado, que cuando vi que fui rechazado solo sonreí y me quedé en silencio mirando ese maldito papel, preguntándome ¿Porque?

Ella lo miraba con toda la atención, memorizaba cada palabra que salía de su boca, sabía por lo que estaba pasando su mente, ella podía leer las gesticulaciónes que hacía al hablar, lo conocía.

—Cuando escuché en el pueblo que tu y Hastel se irían me alegre por ti, me puse triste también por eso mismo y me odie a mi mismo por haberme alegrado, me sentí una basura.

Máron apoya su mano sobre su hombro para aliviar la carga emocional con la que estaba luchando.

—En fin. Soy un maldito miedoso. Ahora me quedare aquí extrañandote durante tres años, aquí estaré para cuando vuelvas siendo gurnamental, seré el primero en recibirte, espero que no te olvides de mi.

Ella entendio a la perfección que quería cambiar de tema, no quería hablar de eso ya que sentía que se humillaba frente de ella.

—Jamas podría olvidarme de ti, no pienses en lo imposible, por más que quiera no puedo ya.

—¿Cuando te vas?.

—Mañana por la mañana.

—Asi que este será el último momento juntos hasta tres años.

—No digas eso, voy a volver cuando pueda, me encanta Bélenn.

Ambos se quedan en atención durante un tiempo, solo querían disfrutar del momento juntos, sin decir nada, solo los dos mirando como el sol se iba escondiendo, era una hermosa postal que era envidiada por cualquier fotógrafo de no tener la oportunidad de mortalizar ese bello momento, dos muchachos siendo ellos mismos.

—Máron

Eslley se pone de pie bruscamente, se queda en silencio mirando hacia adelante mientras ella lo obserbava confundida, trataba de deducir que iba a decirle.

—Quiero decirte algo antes que te vayas

Gira y la ve fijo a los ojos, su respiración se acelera, mientras luchaba para mantener su vista sobre ella, no quería decir nada si no la miraba a los ojos, necesitaba que sus palabras sean claras y entienda de una sola oración lo que estuvo callando durante años.

—M-M-ME G-G-G-GUSTA...-.

Se ve interrumpido con la llegada de Zaidda, abuela de Máron, la mirada de ella cambiaba al escuchar el estruendo que hizo con llegada, había caído del cielo.

—Asi que aquí estabas maldita huérfana, llevo una hora buscándote.

Máron saca un pergamino de su bolsillo y grita mientras pone enfrente las dos manos, pero nada pasó, ella mira el papel desentendida.

—No eres maga pura idiota, eres gedymo.

Le pega una patada en el estomago haciéndola volar unos buenos metros, rápidamente se pone de pie y sale corriendo a toda velocidad, tratando de alejarse de ella lo más rápido posible.

—Lo siento. ¿Interrumpi tu declaración con ella?.

—No, no, no se preocupe.

—Tsch, afronta tus sentimientos rechazado.

Despega sus pies del suelo y sale en busca de Máron.

—Me gustas Máron.

Miraba como ella se alejaba, almenos podía consolar su corazón con que almenos lo intentó, lo dijo al viento teniendo la esperanza que el viento haga llegar sus palabras hasta ella.

–Hasta tres años. Cuídate mucho.

Sonríe a la nada mientras su corazón se desangraba y salía en lagrimas, era temor, impotencia, preocupación, nunca podremos saberlo con certeza, solo él podria describirlo ya que lo estaba viviendo en carne propia ese sentimiento que nos carcome por dentro, las palabras se atoran en la garganta y luego se amontonan en el corazón.

Hastel llega a casa de sus tíos, su ropa estaba destrozada, tenía muchas heridas, ambos se ponen de pie asustados al verlo en ese estado.

—¿Que te pasó?.

—¿Estas bien?.

Ambos lo agarran y lo ayudan a sentarse, Ría, esposa de Saúl, se va a la cocina y vuelve con un plato con comida, lo posa enfrente suyo y se va a buscar vendajes y medicamentos para el dolor, se notaba lo nerviosa que estaba.

—No se preocupen, no es la primera vez que llego en este estado.

Saúl le pasaba una pomada por las raspaduras que tenia su piel.

—Y nunca nos vamos a acostumbrar a esto. Debes cuidarte.

—Lo se, disculpen por hacerlos preocupar.

—No digas eso, estamos bien.

Saca de su bolsillo un frasco y lo pone sobre la mesa.

—Esa maldita vieja me dijo que la tome antes de comer.

—Almenos te dio eso, menos mal, ya estábamos preocupados que viajaras en este estado mañana.

Hastel lo toma y se pone de frente a la mesa.

—Gracias por la comida.

Luego de cenar y bañarse se pone a acomodar las últimas cosas que llevaría en aquel viaje, su silencio se ve interrumpido con la llegada de Saúl.

—¿Aun no te vas a dormir?.

—No, tengo que acomodar esto y después preparar a Azul para el viaje, también tengo que esperar a esa maldita que me dijo que vendría para hablarnos sobre el viaje.

—Cuídense, se que soy muy fuertes y no será la primera vez en estos viajes, pero quiero recordartelo.

—No se preocupe, nos cuidaremos mucho.

—Esta casa estaría muy vacía sin ustedes, sin que golpeen la puerta quejándose por algo que hicieron, los vamos a extrañar.

—Ahora podrán volver a dormir tranquilos.

Ambos se ríen llenando de la habitación de aquel sonido que contagiaria a cualquiera.

—Sabes que puedes volver cuando quieras, ai sientes que no encajas o las cosas salen mal aquí estaremos con tu tía para recibirlos con un festín, todos en el pueblo los recibiremos de la misma forma.

Hastel le regala la más sincera y hermosa sonrisa que podía manifestar, resumía todo sus sentimientos en aquel gesto silencioso.

—Muchas gracias, pero no vamos a fallar.

Levanta su puño con orgullo mostrando lo mucho que había crecido en mente y cuerpo, recuerdos de aquel niño abandonado sin deseos de vida se le venían a la mente, se sentía parte de aquel cambio que sufrió esos años.

Ambos chocan los puños transfiriendo así todo lo que no se podían decir en palabras, con este gesto se entendía a la perfección lo que gritaban sus corazones.

Alex M. Martinez