Download Chereads APP
Chereads App StoreGoogle Play
Chereads

Mi Reino (Reescribiendo)

🇲🇽Itlen_tc
--
chs / week
--
NOT RATINGS
12.7k
Views
Synopsis
Andrei es un hombre ambicioso y manipulador, que pertenece a la Casa Northster, casa que gobierna el gran reino de Kaeviel, pero como segundo hijo siempre fue opacado por su hermano mayor, Olef, un hombre atractivo y considerado de temperamento apasionado, atrevido y peligroso, lo opuesto a Andrei que es considerado reservado, frío y distante con casi todos. Así que el día de la coronación de su hermano, algo en Andrei se rompe y el rencor y irá de años de ser el segundo en todo, le hace preguntarse ¿Por qué, Olef tenía que ser el rey y no el?. [Algunos de mis personajes hechos con una IA. https://pin.it/7A56ljFY1].
VIEW MORE

Chapter 1 - Coronación (Capitulo Original)

Andrei

La voz cansada del gran patriarca Leif de la iglesia Agli resonaba en la vasta sala ceremonial mientras colocaba la corona del reino de Kaeviel sobre la cabeza de su hermano. El aro abierto de plata, engarzado con piedras preciosas de un blanco deslumbrante, brillaba con la luz de las antorchas que adornaban el salón. Andrei observaba la escena con una mezcla de amargura y resentimiento que había guardado durante veinte años. — Le pedimos a la Madre Fryz que su gracia sea bendecida con su sabiduría, que sea bañada con su valor y valentía, y que guíe y proteja sus pasos—, murmuraba el patriarca con solemnidad. El corazón de Andrei se hundió en su pecho al ver a su hermano mayor, Olef, ser coronado como el nuevo monarca de Kaeviel. Una tormenta de emociones tumultuosas rugía en su interior, pero sabía que no era el momento adecuado para dejarlas salir a la superficie. No podía arriesgarse a enfrentarse a Olef en ese momento, no con la Guardia Rlaker presente y listos para actuar en defensa del nuevo rey. Aunque su rostro permanecía impasible, su mente ardía con el fuego del odio y el resentimiento. Durante años había sido eclipsado por la sombra de su hermano mayor, siempre relegado al segundo plano a pesar de sus propios méritos y habilidades. Pero ahora, con la corona de Kaeviel descansando sobre la cabeza de Olef, el deseo de venganza bullía en lo más profundo de su ser. Andrei sabía que el tiempo de la paciencia había llegado a su fin. Pronto encontraría la manera de reclamar lo le pertenecía por derecho propio, aunque eso significara enfrentarse a su hermano y a todos los que se interpusieran en su camino. La coronación de Olef marcaba el inicio de una nueva era en Kaeviel, una era en la que Andrei estaría decidido a escribir su propio destino, aunque tuviera que manchar sus manos con sangre para lograrlo.

Andrei se sentía enojado, él siempre ha sido el segundo en todo, no importaba si el era mejor general o era mejor gestionando y gobernando un territorio, su padre y madre siempre favorecieron a su hermano, incluso entre las mujeres normalmente el siempre era la segunda opción. Cuando Olef ya tenía con quién entretenerse, las sobras por fin se interesaban en el, pero siempre las rechazo, odiaba ser la segunda opción. Olef, su hermano siempre ha tenido todo lo que él a querido incluso su primer amor, el la tomo, el amor de sus padres también lo tuvo, la fama y prestigio también y ahora la corona del reino era de Olef.

Andrei estaba lleno de ira. Desde siempre había ocupado el segundo lugar en todo, sin importar que el fuera el jodido mejor más general del maldito reino, o habilidad para gobernar y administrar territorios, en todos los sentidos el era mas competente y hábil que su hermano. A pesar de sus talentos y esfuerzos, sus padres siempre favorecieron a su hermano. Incluso entre las mujeres, Andrei era siempre la segunda opción. Cuando Olef ya tenía a alguien con quien pasar el tiempo, solo entonces las sobras se interesaban por él. Pero siempre las rechazaba con desdén, odiando ser relegado a un segundo plano una y otra vez. Olef, su hermano, siempre había tenido todo lo que Andrei deseaba. Incluso su primer amor, lo había tomado para sí. Los afectos de sus padres, también los había acaparado. La fama y el prestigio le pertenecían de manera natural. Y ahora, la corona del reino también estaba en manos de Olef. Cada vez que Andrei miraba a su hermano, sentía un ardor en su pecho. La injusticia de todo lo que había sido arrebatado de él se manifestaba como un fuego furioso que amenazaba con consumirlo por dentro. Ya no podía soportar ser dejado de lado, ya no podía seguir siendo la sombra de Olef. Estaba decidido a reclamar lo que le pertenecía por derecho propio, sin importar el costo.

— Todos arrodíllense ante Olef de la Casa Northste, Rey de los Kevls, ¡que largo sea su reinado! —ordenó el anciano, mientras Olef tomaba asiento en el imponente trono gris de su linaje. Los presentes en la sala del trono obedecieron el mandato, inclinándose ante el nuevo monarca. — ¡Que largo sea su reinado! —repitieron al unísono los presentes, mientras Andréi luchaba por contener la ira que lo embargaba al pronunciar esas palabras. Una oleada de resentimiento y frustración lo invadió mientras sus labios formaban las palabras de sumisión. ¿Qué mal había hecho para merecer la desgracia de ver a su hermano coronado como rey? ¿Por qué debía Olef tenerlo todo, incluido el trono que Andréi consideraba su legítimo derecho de nacimiento? La pregunta retumbaba en su mente como un eco de indignación. «¿Por qué Olef debe ser el rey? ¿Por qué no yo?», se cuestionaba Andréi con furia contenida. La semilla de la rebelión germinaba en su corazón, alimentada por años de envidia y resentimiento. Una idea comenzó a cobrar forma en su mente, un plan que había estado gestando de manera subconsciente durante años. Andréi no solo deseaba el trono; lo exigía como su derecho de nacimiento, como la única opción digna para liderar el reino de sus ancestros. Ya no podía seguir siendo eclipsado por la sombra de su hermano mayor. Era hora de reclamar lo que le pertenecía por derecho propio, sin importar las consecuencias.

— Levántense, amigos míos —dijo Olef con una voz afable mientras se erguía del imponente trono gris. Andréi, junto a los patriarcas de las seis grandes casas, los jefes de los doce Clanes Vlograds y los líderes de las cuarenta Tribus de Novof, se incorporaron al unísono. — ¡Amigos míos, en este decimoquinto día del noveno mes del año 1290 de nuestra señora, les hago una promesa como su rey! Durante mi reinado, haré que Kaeviel sea un reino que el mundo recordará por generaciones por su grandeza —declaró Olef con convicción, su voz resonando en la majestuosa sala del trono—. ¡Y los nombres de aquellos que me acompañan serán marcados en la historia de este mundo! Cuando Olef concluyó su pomposo y estúpido discurso, casi toda la sala estalló en aplausos. Sin embargo, la expresión impasible de Andréi y la de algunos líderes tribales destacaban entre la multitud, revelando su descontento ante las palabras del nuevo monarca.

Cuando escudriñó la sala, una sonrisa sutil se curvó en los labios de Andréi al percatarse de las falsas muecas de los patriarcas de las grandes casas, las sonrisas forzadas de los jefes de los clanes y las expresiones de disconformidad de varios líderes tribales. No era que a ninguno de ellos les disgustara la idea de expandir el reino y obtener más riquezas y poder; más bien, desconfiaban de la capacidad de Olef para lograrlo. En repetidas ocasiones, Olef había demostrado un mayor interés en las regiones del oeste y del sur, mostrando una clara inclinación por dejar de anexar a los clanes nómadas de las tierras de Aesirus, Thonia, Wisucan y las tribus de las tierras de Icreoca, Treskan y Brista. Esta decisión no solo aumentaría el número de guerreros feroces y jinetes experimentados de manera relativamente sencilla, dado que muchos se unían por voluntad propia, tras un simple combate de campeones o tras una única derrota en batalla, sino que también privaría al reino de la oportunidad de explotar las ricas minas de hierro y plata dispersas por el territorio de las tribus Novof y los clanes. Además, se perderían las posibilidades de expandir las tierras fértiles y las rutas comerciales de las estepas orientales de los clanes, aspectos cruciales para el crecimiento y la prosperidad del reino de Kaeviel.

Aunque Olef destacaba como guerrero, no gozaba de la misma reputación como estratega militar o gobernante eficaz. A pesar de su apariencia imponente, con su largo cabello plateado y su rostro atractivo que parecía sacado de las leyendas de los cuentos de doncellas, y sus ojos morados exóticos que hipnotizaban a quienes lo miraban, Olef en pocas palabras era un imbécil y idiota, con dos grandes defectos que lo convertían, a los ojos de muchos, en una elección cuestionable para el trono. Por un lado, su imprudencia e impulsividad eran evidentes. Olef actuaba sin pensar dos veces, lanzándose a la acción sin considerar las consecuencias de sus actos. Esta falta de reflexión lo llevaba a cometer errores graves que podrían poner en peligro el bienestar del reino. Por otro lado, su temperamento volátil y su propensión a enojarse fácilmente eran aspectos preocupantes para aquellos que contemplaban su liderazgo. La más mínima provocación podía hacerlo estallar en cólera, lo que generaba un clima de inestabilidad y discordia en la corte y entre sus súbditos. Aunque algunos podían admirar su valentía en el campo de batalla, solo un otro imbécil y idiota consideraría estas cualidades como adecuadas para un rey. En opinión de muchos, tales rasgos lo hacían indigno de ocupar el trono de Kaeviel y guiaba a la incertidumbre sobre el futuro del reino bajo su reinado.

Además, según los informantes de Andréi, varios jefes tribales y líderes de los clanes alimentaban un odio profundo hacia su hermano, ya que este había deshonrado a varias de sus hijas y nietas, arrebatándoles su pureza sin siquiera considerarlas como esposas o concubinas. Esta afrenta no solo había ofendido a los afectados, sino que también había sembrado la discordia entre sus seguidores y sus descendientes. La situación se complicaba aún más cuando se consideraba que no solo una fracción de la nobleza menor despreciaba a su hermano, sino que toda la nobleza mayor, representada por los patriarcas de las seis grandes casas, lo veía con desdén. Las razones que mencionaba Andréi antes, referentes a los defectos de Olef como líder y las afrentas personales que había infligido, contribuían a este descontento generalizado. Si bien su hermano podría haber sido amado en su juventud como príncipe, ahora, como rey, no contaba con el respaldo ni el afecto de sus súbditos. Pero antes de que Andréi continuara rumiando sobre las deficiencias de su hermano, Olef retomó la palabra.

— Bien, ahora que hemos concluido con estas formalidades, pueden retirarse y prepararse para el banquete de esta noche —anunció su hermano con esa desagradable sonrisa pretenciosa que tanto lo caracterizaba, antes de volver a sentarse y hacer un gesto para que abandonaran la sala del trono. Mientras todos abandonaban el recinto, Andréi observó cómo algunos luchaban por ocultar su molestia, conscientes de que estaban rodeados por los Guardias Rlakers, la élite de guerreros del rey encargados de su protección en todo momento. Sabían que cualquier indicio de traición a los ojos del monarca podría significar su muerte. Sin embargo, en ese momento, a Andréi poco le importaban esas personas; las consideraba meros peones en su tablero de ajedrez, herramientas que podría utilizar más adelante a su conveniencia. Pero ahora, con la mente turbada por la ira, no podía pensar con claridad ni mantener su expresión solemne. Decidió retirarse a sus habitaciones en busca de tranquilidad, necesitando desesperadamente calmar las tormentas que rugían en su interior antes de poder idear cualquier plan con coherencia.

Al llegar a su habitación, Andréi notó con cierto alivio que un fuego ardía en la chimenea, proporcionando un cálido respiro frente al crudo invierno que rugía afuera. La nieve caía con fuerza, cubriendo el paisaje con un manto blanco que apenas permitía vislumbrar los contornos de los edificios del castillo. Agradeció internamente no tener que encender el fuego él mismo y esperar a que la habitación se calentara; en ese momento, su paciencia estaba al límite y cualquier tarea adicional solo habría alimentado su creciente frustración. Entre el desorden de su habitación, Andréi divisó algunas bolsas de cuero tiradas cerca de un baúl. Sin embargo, su atención apenas se desvió hacia ellas; en ese momento, su mente estaba demasiado ocupada con pensamientos turbios y emociones agitadas como para prestarles atención. Sin dudarlo, se dirigió hacia la chimenea, buscando el calor reconfortante del fuego para encontrar un momento de calma en medio de la tormenta que arreciaba dentro de él.

Andrei se acercó a una silla situada junto a la ventana y observó cómo la nieve caía con suavidad fuera del castillo. Aunque su corazón ardía de ira en esos momentos, contemplar la nevada siempre le brindaba una sensación de calma. Sin embargo, al mirar su reflejo en el cristal empañado, vio la expresión solemne que siempre había llevado consigo, una máscara que utilizaba para ocultar sus verdaderos sentimientos. Se preguntó qué virtudes encontraban los demás en su hermano, ese idiota impulsivo que parecía aburrirse fácilmente de todo lo que no le proporcionaba entretenimiento. Sabía que Olef, con su temperamento volátil, eventualmente conduciría al reino hacia la destrucción cuando se cansara del peso de la corona. La idea lo perturbaba profundamente mientras limpiaba la ventana empañada, contemplando su propio rostro reflejado en el cristal. Andrei también poseía sus propios encantos: un cuerpo musculoso, aunque quizás no tanto como el de su hermano; un pequeño lunar que adornaba la parte inferior de su ojo, agregando un toque de misterio a su ya atractivo rostro; una tez pálida que resaltaba sus rasgos; y unos ojos azul grisáceo que, aunque apagados en ese momento, conservaban su encanto. Su cabello negro azabache caía en suavemente sobre sus hombros, enmarcando su rostro de manera elegante. Se planteó la posibilidad de cambiar su actitud distante y fría hacia los demás, fingiendo preocupación por aquellos que lo rodeaban para evitar que se alejaran de él. Quizás era hora de dejar de lado su reserva y abrirse más a las personas, aunque solo fuera como una estrategia para mantener su influencia y poder en el turbulento juego de la política del reino.

Antes de que Andréi pudiera continuar sumergiéndose en sus propios pensamientos, la brusca apertura de su puerta lo sacó de su ensimismamiento. La intrusión le molestó profundamente; ¿quién se creían para entrar sin siquiera pedir permiso? Al girarse, se encontró con la inesperada presencia de dos jóvenes hermosas. La primera, llamada Melissa, poseía una tez de porcelana y un largo cabello dorado que enmarcaba uno de sus ojos azules con un mechón seductor. Su rostro, de forma diamantina, irradiaba un aura coqueta y encantadora. Vestía un provocativo vestido verde con detalles dorados que resaltaban su figura esbelta y curvilínea. La segunda mujer, Jazmín, exhibía una piel lechosa y un rostro igualmente hermoso, con ojos color vino que complementaban su cabello rojo oscuro y ligeramente ondulado. Su vestido rojo con detalles en negro abrazaba sus formas con elegancia, resaltando su figura curvilínea, aunque poseía pechos más prominentes que Melissa. Ambas mujeres eran, en cierto sentido, propiedad de Andréi, desde que las sacó del prostíbulo donde vivían hace unos años. Las conoció en una noche de desesperación, tras enterarse de la traición de su hermano con su ex prometida. Para olvidarla, había recurrido a los placeres del prostíbulo, donde encontró a Melissa y Jazmín. La experiencia fue la primera vez para ambas mujeres en compañía de un hombre, y Andréi quedó tan cautivado por su belleza y compañía que decidió llevárselas consigo. Con el tiempo, las hizo completamente dependientes de él, asegurándose de que nunca quisieran abandonarlo.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Andréi al notar las expresiones de tristeza y enojo en Melissa y Jazmín, respectivamente. Sin embargo, fue el estallido de Melissa lo que lo dejó perplejo. — ¡¿Por qué carajos no nos dijiste que te ibas a casar?! —exclamó Melissa con lágrimas en los ojos, casi gritándole. La acusación resonó en la habitación, provocando una oleada de furia en Andréi. No solo se enfureció por el hecho de que Melissa le gritara con la puerta abierta, exponiendo su discusión a quien pudiera escuchar, sino también por la audacia de cuestionar su elección de matrimonio. ¿Desde cuándo tenían ellas derecho a decidir con quién se casaba?. La ira se arremolinó en el pecho de Andréi, amenazando con desbordarse en cualquier momento. Con cada palabra de Melissa, la tensión en la habitación aumentaba, y él luchaba por mantener la compostura mientras intentaba procesar la situación.

Decidió actuar con prudencia antes de que su ira lo llevara a cometer un error irreversible. Con paso firme, se dirigió hacia la puerta y la cerró con llave, asegurándose de que nadie más pudiera interrumpir su conversación. Respiró profundamente, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón y aplacar la furia, dejando que el aire llenara sus pulmones y calmara su tumulto interior. Una vez que su rabia se desvaneció lo suficiente, se acercó a Melissa, quien lo miraba con temor en los ojos, como si esperara lo peor, a pesar de que él nunca la había golpeado. Con suavidad, tomó su rostro entre las manos y comenzó a limpiar las lágrimas que surcaban sus mejillas. Al principio, ella se resistió, pero con un poco más de tacto, volvió a su sumisión habitual ante él. Luego, Andréi hizo una señal a Jazmín, cuyos ojos también estaban llenos de lágrimas cristalinas. Ella se acercó, mostrando la misma sumisión que siempre había caracterizado su relación con él. No le sorprendió; Jazmín siempre había sido la más dependiente de las dos, y ahora, en este momento de vulnerabilidad, buscaba consuelo en sus brazos. Con gestos suaves, Andréi limpió las lágrimas de Jazmín, reconociendo el papel que había desempeñado en sus vidas y la dependencia que habían desarrollado hacia él.

— ¿Por qué se preocupan, mis amores? —Andréi intentó calmarlas con un tono suave, pero la respuesta de Melissa lo golpeó con fuerza.

— ¿Cómo que "por qué"? —respondió Melissa, apartándose bruscamente de su agarre y mirándolo con ojos llenos de dolor—. Tú dijiste... que éramos tuyas y que... y que nunca nos ibas a dejar, pero ahora tú...

La voz de Melissa se quebró y las lágrimas volvieron a inundar sus ojos mientras la tristeza y el enojo se reflejaban en su mirada. Jazmín, por su parte, lo abrazó con desesperación, aferrándose a él como si temiera que se fuera en cualquier momento, mientras también lloraba. Su gesto era de súplica, como si implorara que todo volviera a ser como antes. Andréi sabía que Melissa y Jazmín eran su única debilidad, más que un amor real, las veía como un capricho, pero disfrutaba de la sensación de posesión que tenía sobre ellas. Le complacía saber que sus ojos solo lo veían a él con ese amor incondicional, que eran suyas y de nadie más. No quería perder esa sensación de control y poder sobre ellas.

— Mis hermosas Jazmín y Melissa, ¿no se dan cuenta de que mi futuro matrimonio nos asegura una vida juntos? —expresó con tono suave, mientras rodeaba el delicado cuerpo de Jazmín con uno de sus brazos y comenzaba a trazar círculos sobre su espalda.

— ¿Y... y cómo...? —preguntó la voz rota y hermosa de Jazmín, con la esperanza destellando en sus ojos cristalinos.

Andréi le regaló una sonrisa y continuó explicando: — Mis prometidas no solo me proporcionan una ventaja política, sino que también son mujeres que harían cualquier cosa que yo les pidiera. Si les digo que acepten nuestra relación y se conviertan en mis esposas en lugar de simples concubinas, lo harán. Así, mi hermosa Rosa —añadió, dirigiendo su mirada hacia los ojos rojos y cristalinos de Jazmín—, podríamos volverlas solo mías. Con sus palabras, Jazmín parecía ilusionada, y esta expresión la hacía ver extremadamente tierna a los ojos de Andréi.

— ¿En serio? —Jazmín preguntó con emoción e ilusión en su voz, lo que la hacía ver adorable.

— Claro, mi amor. Después de todo, ustedes me pertenecen y las quiero como unas de mis esposas —respondió Andréi, conmovido por la expresión de felicidad en el rostro de Jazmín.

La emoción en Jazmín se reflejaba en sus ojos mientras él le daba un beso algo áspero en sus suaves labios, gesto que ella devolvió con gusto. Cuando su beso terminó, Andréi extendió una mano hacia Melissa, quien mostraba una expresión de arrepentimiento. — Ven, Meli —la llamó él, y Melissa corrió a abrazarlo, permitiéndole rodearla con su brazo. — Andréi, perdóname... Yo no quiero que nos dejes. Nosotras... teníamos miedo de que nos desechases. Por favor, perdóname. Te prometo que seré una buena esposa, pero por favor, perdóname —suplicó Melissa entre sollozos, buscando su perdón desesperadamente.Andréi respondió con un suave beso para calmarla. — No te disculpes, mi amor. Como les dije el día que nos conocimos, ustedes me pertenecen y nunca las voy a dejar —susurró, aunque en su mente resonaba un pensamiento más oscuro: "«Incluso si me acabas odiando siempre serás mía»

Melissa le regaló una bonita sonrisa antes de volver a besarle. Siempre resultaba sencillo para ellas aceptar todo lo que él les hacía o les decía. Eran tan dependientes de él que no les importaba si tenía cien esposas, mil concubinas o diez mil amantes; Ellas se regocijarían simplemente con ser una de ellas, y eso a Andrei le gustaba. Estas hermosas mujeres le pertenecían a él y solo a él. Nunca permitiría que alguien más las tuviera. Eran suyas y siempre lo serían.

Andréi las llevó a su cama, buscando mayor comodidad para calmarlas y permanecer abrazados un poco más.

— Cariño, ¿te puedo hacer una pregunta? —fue Jazmín quien le preguntó mientras se acurrucaba en él.

— Claro, mi hermosa Rosa —respondió Andréi, depositando un suave beso en su frente.

— Cuando nos vayamos de Hearford Fort... odio cómo nos ven y hablan aquí. Extraño nuestro hogar —confesó Jazmín, y Melissa también se acomodó cerca.

La pregunta no le sorprendió a Andréi; a ninguna de ellas les gustaba la capital. Aquí, algunas personas las veían como si aún fueran prostitutas, pero solo estaban bajo su protección, lo que evitaba que las trataran peor. En cambio, les encantaba Ovof, la ciudad que él había construido desde cero, donde las trataban como si fueran damas nobles. Sin embargo, algo le pareció extraño en ellas. No solo por la pregunta anterior, sino también por su comportamiento actual, que era muy diferente a lo habitual. Aunque podrían molestarse con él, nunca antes le habían hecho este tipo de reclamos o rabietas.

— ¿Alguien les hizo algo? —preguntó Andréi, notando cómo sus cuerpos se tensaban y apretaban el abrazo. Entonces, Jazmín comenzó a hablar. — Cuando estabas en la sala del trono, salimos al mercado principal porque escuchamos que había un vendedor del Imperio Meliz que vendía ropa interior de mujer para el dormitorio y... bueno... —Jazmín se ruborizó ligeramente antes de continuar—. Queríamos sorprenderte, ya que escuchamos que la ropa de dormitorio del Imperio Meliz era famosa por resaltar la feminidad y sensualidad de una mujer gracias a sus diseños. Después de comprar varios conjuntos para tu sorpresa, regresamos al castillo. Pero en la entrada al torreón principal nos encontramos con algunos Krovavyye Voiny de Su Majestad y cuando vieron nuestras nuevas ropas... Jazmín dejó de hablar, aparentemente renuente a continuar, así que Melissa tomó la palabra. — Nos preguntaron si eran nuestras nuevas ropas para regresar al prostíbulo... —comenzó Melissa, su voz temblorosa reflejando su angustia—. Cuando les preguntamos, enojadas, de qué mierda estaban hablando, uno de ellos nos dijo, entre risas, que escuchó al rey decir que su hermano pequeño, tú, te ibas a casar con dos mujeres más hermosas que sus pequeñas putas... Nosotras... Melissa se detuvo un momento, luchando por controlar sus emociones mientras sus palabras se entrecortaban. Andréi comenzó a acariciar suavemente sus espaldas, tratando de reconfortarlas. Finalmente, Melissa tomó aire y continuó.

— Estábamos paralizadas por lo que nos dijeron, y mientras se reían de nosotras, uno de ellos sacó una moneda de cobre y nos la lanzó. Se rió mientras decía que quería ser el primero en ser atendido —continuó Melissa, su voz cargada de emoción—. Me enojé y fui a golpearlo, incluso cuando Jazmín me pedía que no lo hiciera y que nos fuéramos. No le hice caso. Cuando llegué a él, le di una cachetada y le grité que se jodiera, pero cuando me disponía a irme, el hombre no me dejó. Jazmín trató de detenerlos, pero los otros Krovavyye Voiny también la sostuvieron... Mientras relataba lo ocurrido, note cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, y al mismo tiempo, sentía como una ola de ira crecía dentro de mi de nuevo

— Pero antes de que nos hicieran algo, algunos de tus Krovavyye Voiny y de otras casas llegaron de no sé dónde. Cuando vieron esa escena, tus Krovavyye Voiny les recordaron que estábamos bajo tu protección. Algunos de ellos empuñaban sus bardiches y otros desenvainaban sus espadas o sables. Solo así nos dejaron ir. Después de eso, vinimos directamente hacia aquí —terminó Melissa, su voz resonando con rabia contenida. Andréi estaba hirviendo de ira. No solo se atrevieron a insultar a sus mujeres, sino que también se atrevieron a tocar su propiedad. Sin embargo, no quería estallar frente a ellas. En cambio, comenzó a planear cómo vengarse y eliminar a aquellos que se atrevieron a amenazar lo que era suyo, sin dejar rastro de su ausencia.

— ¿Las tocaron de forma indebida? —preguntó Andréi, su ira apenas contenida. Las dos mujeres negaron rápidamente. — N-no, solo nos sujetaron de los brazos —respondió Melissa apresuradamente. — Te lo juro, cariño, solo nos tocaron los brazos. No te enojes con nosotras. S-si nos hubieran tocado de otra manera, te lo hubiéramos dicho —añadió Jazmín con rapidez, su voz temblorosa al borde de las lágrimas. Andréi soltó un suspiro, tratando de calmarse ante la situación. — No llores, mi rosa, no estoy enojado con ninguna de ustedes—. Habló con tono suave y las acerco más a él. — Ustedes son de las pocas razones por las que puedo decir que mi vida no es una mierda—. Dijo mientras les daba una pequeña sonrisa, algo raro para cualquier persona que lo conozca, menos para ellas. Ambas tenían unos bonitos sonrojos en sus rostros, mientras le devolvían bonitas sonrisas llenas de amor.

— Lo que me molesta es que alguien que no fuera yo las tocara —declaró Andréi mientras comenzaba a darles suaves besos, los cuales poco a poco se volvían más intensos—. Me enoja que pensaran que podrían tocar los hermosos cuerpos que me pertenecen, los cuerpos de mis mujeres —continuó, mientras empezaba a amasar sus suaves traseros y pechos. Sus manos expertas exploraban las curvas de Jazmín y Melissa, haciendo que soltaran pequeños gemidos de placer. Aunque estuvieran cubiertas por sus vestidos, aún se podía sentir la suavidad y la flexibilidad de sus pechos y traseros bajo su toque, despertando sensaciones de deseo y posesión en él. — Y me llena de rabia que pensaran que pueden tener a mis hermosas y amadas mujeres —les dijo Andréi con vehemencia, mientras les daba pequeños besos en sus cuellos y les hacía pequeñas mordidas para marcarlas como suyas. El deseo ardía en él, su cuerpo respondiendo con firmeza a la excitación que las mujeres despertaban en él. Quería sentir sus cuerpos, quería estar dentro de ellas, quería hacerlas completamente suyas. La tensión se palpaba en el aire mientras el deseo lo dominaba por completo.

Andréi comenzó quitándole la parte superior del vestido rojo y negro de Jazmín, liberando sus firmes y grandes pechos con sus rosados pezones ya erectos. Los amasó con cierta brusquedad, provocando gemidos de Jazmín. Normalmente, comenzaba de manera más gentil con ambas, pero en ese momento quería liberar todo su enojo y rabia de alguna manera, y qué mejor manera de hacerlo que follando a sus hermosas mujeres. Sus manos expertas exploraban los contornos de los senos de Jazmín, disfrutando de su suavidad y firmeza. Cada gemido que ella soltaba alimentaba aún más su deseo y su furia acumulada. Sin embargo, sabía que debía ser cuidadoso para no lastimarla, así que alternaba entre caricias más delicadas y apasionadas, buscando equilibrar el placer con la intensidad de su ira.

— Meli —le dijo Andréi mientras continuaba acariciando el suave trasero de Jazmín—. Sé una buena prometida y dale placer a tu futuro esposo con tu boca. Meli le respondió con una sonrisa coqueta y le dio un profundo beso antes de bajar hacia sus pantalones, deslizándolos lo suficiente para liberar su miembro erecto. Sus labios ansiosos rodearon la dura longitud, y Andréi dejó escapar un suspiro de placer mientras ella comenzaba a satisfacerlo con habilidad y dedicación.

Meli comenzó dando pequeños besos en la punta de su miembro antes de abrir la boca y tragárselo por completo. Andréi soltó un gemido ahogado entre los pechos de Jazmín, quien lo observaba con deseo y excitación. Con una mano, Andréi agarró un puñado del cabello de Meli, sosteniéndola firmemente mientras ella continuaba con su habilidosa tarea. Guió el ritmo, disfrutando de cada movimiento de su boca alrededor de su erección, mientras ella tragaba más y más de su longitud, llevándolo al límite del placer. Pudo sentir las manos suaves de Jazmín en su trasero, apretándolo con deseo mientras él hundía más su miembro en la boca de Meli. La lengua de la rubia rodeaba en círculos su largo miembro endurecido, provocándole oleadas de placer. Con satisfacción, apretó las suaves mejillas de Jazmín, quien respondió con gemidos de deleite. Cada movimiento de sus caderas contra la cabeza de Meli lo acercaba más al clímax. Podía sentir cómo la cabeza de su hombría chocaba con la parte posterior de la garganta de la hermosa mujer, mientras el placer se intensificaba con cada vaivén.

Para Andréi, esto era justo lo que necesitaba. Su día había sido una verdadera mierda; aguantar toda una mañana y la mitad de la tarde en una estúpida ceremonia de coronación lo había agotado mentalmente. Ahora, solo quería sumergirse en el placer y olvidarse del mundo entero, aferrándose al calor y la sensualidad de sus mujeres.

Las manos de porcelana de Jazmín se deslizaron por los suaves muslos de Andréi, mientras ella misma comenzaba a estimularse. Sus movimientos eran suaves y precisos, cada caricia aumentando su propio placer mientras continuaba brindándole placer a su amado. Mientras tanto, Jazmín se despojó por completo del vestido, revelando su lascivo cuerpo de suave piel lechosa. Se acercó al lado de Melissa y comenzó a chupar las bolas de Andréi con habilidad, sumándose al placer que compartían. Sus movimientos eran expertos, agregando una nueva dimensión al éxtasis que los envolvía.

Andréi emitió un gruñido de satisfacción al sentir el aumento de la intensidad en la succión de Jazmín. Observó cómo Melissa cambió de lugar con ella, revelando su desnudez al quitarse el vestido verde. Sus pechos, aunque un poco más pequeños que los de Jazmín, eran igualmente tentadores y voluptuosos. La visión de sus cuerpos desnudos aumentó aún más la pasión en la habitación, llenándola con el aroma embriagador del deseo. Con un gruñido y un último empuje, Andréi se liberó, derramándose en la boca de Jazmín. Ella tragó algunas cuerdas de su semilla antes de cambiar de lugar con Melissa, quien esperaba ansiosa para recibir su parte. Las cuerdas de su espesa, caliente y salada semilla aterrizaron sobre la lengua de Melissa, que las recibió con gusto y las saboreó con devoción. En total libero ocho cuerdas se espesa semilla en ambas.

Sus miradas se encontraron con la de Andréi cuando sacó su miembro semi-erecto de la boca de Melissa y Jazmín. Ambas abrieron sus bocas, mostrándole que habían recibido cálido néctar. El gesto de sumisión y satisfacción en sus rostros lo llenó de una extraña sensación de poder y posesión, un recordatorio tangible de que eran completamente suyas, de cuerpo y alma. Pudo ver cómo los ojos rojos y azules de sus mujeres se oscurecieron por la excitación, al igual que sintió cómo sus propios ojos se oscurecían por la misma razón. Ambas se lamieron los labios con satisfacción y le dedicaron una sonrisa, una que reflejaba no solo el placer físico compartido, sino también la complicidad y el vínculo que compartían los tres.

— ¡Sabes delicioso, como siempre mi amor!— Exclamó emocionada Melissa, mientras Jazmin asentía en afirmación.Ambas se vieron tan lascivas, que provocaron que su erección no bajará. —Acuéstate en la cama Jazmín—. Dijo con voz de mando. La pelirroja rápidamente se acostó sobre las suaves sábanas, dejando ver su coño húmedo. — Meli súbete sobre Jazmín—. Ella rápidamente se subió sobre Jazmin, haciendo que ella y Jazmin empezaran a besarse ya jugar con ellas mismas, soltando algunas risitas. Su mirada no podía separarse de sus lascivos cuerpos, en especial con el pequeño baile del redondo y perfecto culo que le estaba dando a Melissa, y más cuando Jazmin separó las piernas con algo de timidez para darle una buena vista de su perfecto, deseable y recortado coño. Andréi se quitó la ropa que le quedaba y se acercó a ellas, ansioso por reclamar a sus mujeres. Se acomodó entre los suaves y tonificados muslos de Jazmin, usando una mano para masajear el redondo trasero de Meli y la otra para alinear su miembro con la entrada del coño de Jazmin, preparado para penetrarla. La habitación resonaba con los gemidos de Jazmin, su cuerpo vibrando con el éxtasis mientras se movía al compás de Andréi. La pasión ardía entre ellos, cada movimiento sincronizado era un baile de deseo y ansias de placer. Andréi se dejaba llevar por la deliciosa sensación de sus cuerpos entrelazados, entregándose por completo al fuego que los consumía.

— Me encanta lo apretada y cálida que eres Jazmin—. Los ojos de Andréi se posaron sobre el perfecto culo de Melissa y su coño que no dejaba de gotear. Se inclinó y cerró los labios alrededor de sus labios inferiores, y empezó a chuparla y lamerla. El sabor de Melissa era embriagador, su excitación mezclándose con la intensidad del momento. Andréi saboreaba cada gota de su dulce néctar, su lengua explorando cada pliegue y recoveco de su sexo. Mientras tanto, seguía embistiendo a Jazmin con pasión y firmeza, disfrutando de la estrechez y calidez de su interior. La combinación del dulce sabor de Melissa y la apasionada embestida a Jazmin envolvía a Andréi en un torbellino de sensaciones. Cada gemido, cada movimiento, resonaba en la habitación, creando una sinfonía de placer. Sus sentidos estaban completamente saturados, perdidos en el éxtasis del momento. Mientras continuaba explorando el cuerpo de Melissa con su lengua, Andréi se dejaba llevar por la vorágine de pasión, entregándose por completo al placer que sus mujeres le ofrecían.

Melissa gemía y gemía, su cuerpo lascivo se estremeció ante los cuidados que le estaba dando. Con una mano tomó uno de los muslos de Jazmin, hundiendo sus dedos en la suave carne y empezó a darle estocadas más fuertes, con su Melissa empezó a golpear las suaves y firmes mejillas de su trasero. Ambas empezaron a gemir sonoramente, cuando sintieron como empezaron a follarlas como una bestia. El ritmo frenético de sus embestidas hacía que el placer se intensificara con cada movimiento. Andréi se entregaba por completo al deseo, sintiendo cómo el éxtasis se apoderaba de él. Cada golpe resonaba en la habitación, mezclándose con los gemidos y los susurros de sus mujeres. El placer fluía libremente entre ellos, creando un vínculo indisoluble de pasión y deseo.

El sonido de los cuerpos chocando llenaba la habitación, mezclado con los gemidos y las súplicas de sus mujeres. Andréi se dejaba llevar por el frenesí del momento, entregándose por completo al placer que los envolvía. Cada embestida era más poderosa que la anterior, cada gemido más intenso. Con una determinación ardiente, continuó moviéndose dentro de Jazmin, sintiendo cómo su excitación alcanzaba cotas inimaginables. Los labios de Melissa eran un manantial de placer, sus movimientos expertos envolvían el miembro de Andréi en una vorágine de sensaciones. Él respondía con una entrega apasionada, devorando su intimidad con una lujuria desenfrenada. El sabor de su excitación era embriagador, cada lamida y succión hacía que su deseo creciera aún más. El éxtasis se acercaba con rapidez, envolviéndolos a todos en una espiral de placer incontrolable. Andréi aumentó el ritmo, entregándose por completo al ardor del momento. Cada embestida era un paso más hacia el clímax, cada gemido un eco del placer compartido entre ellos.

El éxtasis los envolvió como una ola, arrastrándolos hacia un abismo de placer indescriptible. Los gemidos se mezclaron en un susurro apasionado, ahogado por los labios ansiosos que buscaban consuelo mutuo en un beso apasionado. Mientras el orgasmo los consumía, cada fibra de su ser vibraba con una intensidad abrumadora, fundiéndose en un éxtasis compartido. Andréi se dejó llevar por la oleada de placer, entregándose por completo al frenesí del clímax. Cada sacudida de su cuerpo estaba impregnada de una satisfacción embriagadora, cada pulsación de su virilidad liberaba una explosión de placer contenido. Cuando finalmente alcanzó el clímax, su semilla caliente y potente inundó el interior de Jazmin, marcando su territorio con una posesión irrevocable. El mundo pareció detenerse por un momento mientras recuperaban el aliento, envueltos en el calor y la intimidad de su unión. Melissa y Jazmin encontraron consuelo en los brazos una de la otra, sus cuerpos entrelazados en una danza de éxtasis compartido. En ese momento, todo lo demás se desvaneció, dejando solo la conexión profunda y visceral que compartían entre ellos.

La visión de Jazmin, con sus ojos cerrados y su boca entreabierta en un intento de recuperar el aliento, despertó un sentimiento de satisfacción en el interior de Andréi. Observarla en ese estado, con su rostro angelical transformado por el placer en una expresión de deseo desenfrenado, solo intensificó su propio éxtasis. Mientras tanto, Melissa, con su habilidad para recuperarse más rápido, se posicionó con gracia sobre Jazmin, elevando su trasero y exhibiendo su delicado coño entre sus dedos. La imagen era una mezcla embriagadora de ternura y lujuria, una invitación irresistible para continuar el deleite carnal que habían compartido. Andréi se dejó llevar por el deseo renovado, sintiendo cómo la pasión ardía dentro de él con una intensidad renovada.

— Mi amor~... Aún no... Aun no hemos terminado~— Melissa hablo con dificultad. La sugerencia de Melissa, pronunciada con dificultad pero con un toque de excitación, encendió aún más la chispa de deseo en Andréi. Su sonrisa adquirió un matiz perverso mientras comenzaba a retirar lentamente su miembro del coño aún húmedo y dilatado de Jazmin. Cada movimiento provocaba un gemido suave de la pelirroja, cuyas caderas aún se movían en anticipación de más placer. Con una mano firme en las caderas de Melissa, Andréi guió su polla hacia la entrada del coño de la rubia, sintiendo el calor y la humedad que la envolvían. Cada pulgada de su piel sensible parecía vibrar con anticipación mientras se preparaba para el siguiente acto de deleite carnal. El sonido nítido de la bofetada resonó en la habitación, acompañado por el gemido de Melissa cuando el golpe golpeó su trasero. Sus ojos se abrieron de par en par con una mezcla de sorpresa y excitación cuando sintió la entrada de la polla de Andréi en su interior, llenándola por completo con una sensación abrumadora y embriagadora. —Mi amor... ¡ahh! —susurró Melissa entre gemidos, sintiendo cómo el placer se arremolinaba dentro de ella, cada movimiento de Andréi enviando oleadas de éxtasis a través de su cuerpo. Una segunda bofetada, esta vez más fuerte, provocó que su respiración se volviera agitada, su pecho subiendo y bajando con rapidez mientras se sumergía más profundamente en el torbellino de sensaciones que la envolvían.

Andréi se cernió sobre Melissa con determinación, su expresión reflejando una posesión absoluta mientras colocaba una mano debajo de su barbilla y la sujetaba bruscamente. La sensación de su agarre firme le hizo estremecerse, mientras él presionaba su mentón contra el hombro sudoroso de Melissa con una intensidad casi dominante. No había duda en su mente de que él sería el único hombre que ella probaría y cuya semilla recibiría. Un escalofrío recorrió la espalda de Melissa ante la firmeza de su toque, una mezcla de excitación y un toque de temor. Andréi ajustó su agarre y embistió con fuerza, estrellando sus caderas contra el trasero de Melissa con un golpe poderoso que arrancó un grito de la mujer de piel de porcelana. La intensidad del momento era palpable en el aire cargado de pasión y deseo. Melissa comenzó a gemir sin control, entregada al placer que la invadía mientras Andréi la penetraba con firmeza. Aunque Jazmin fuera más estrecha y su interior más suave, Melissa irradiaba un calor envolvente y sus paredes parecían ansiosas por devorarlo. Con un movimiento experto, Andréi rodeó su cintura con el brazo, elevando su trasero y presionándola contra él mientras continuaba embistiéndola con determinación, como un conquistador dominando a su presa. — ¡Oh, mi amor! ¡Más fuerte! ¡Hazme tuya por completo! ¡Oh, sí, sí! ¡Sí! —. Los gemidos lascivos de Melissa resonaban en la habitación, cada convulsión de su cuerpo respondiendo al ritmo salvaje impuesto por Andréi, quien la tomaba con una pasión animal, como un depredador consumiendo a su presa. La intensidad del momento se hacía cada vez más palpable, envolviéndolos en una espiral de éxtasis y deseo desenfrenado.

Andréi se sentía al borde del éxtasis, con cada embestida más profunda y salvaje que la anterior. Sintió la urgencia de su clímax acercarse, una necesidad primal de fundirse por completo con Melissa. Con determinación, retiró su brazo de debajo de su cintura, asegurándose de que permaneciera alzada mientras la penetraba, y la agarró firmemente por el cabello, incrementando el ritmo de sus embestidas con ferocidad. El sonido de sus cuerpos chocando llenaba la habitación, ahogando cualquier otro sonido. — Me voy a correr, Meli... ¡Voy a llenarte con mi semilla! — gruñó, sus palabras cargadas de deseo y pasión desenfrenada. Melissa, inmersa en el torbellino de placer, respondió con un grito de excitación. — ¡Sí, mi amor! ¡Lléname, márcame como tuya! ¡Embarázame y te daré muchos hijos fuertes! — exclamó, su voz llena de entregada devoción y ansias de posesión. La promesa de fertilidad y descendencia solo intensificó el frenesí de Andréi, quien se entregó por completo al delirio del placer y el deseo. Melissa no dejaba de venirse cuando dijo eso. 

Con una última y poderosa embestida, Andréi se dejó llevar por la exquisita sensación de su clímax, derramando su semilla en el interior del apretado coño de Melissa. Se desplomó exhausto sobre ella, sintiendo una oleada de satisfacción y placer recorrer su cuerpo. Para él, profanar a dos mujeres tan hermosas era una indulgencia que no podía resistir, y no sentía ni un ápice de remordimiento por ello. Ellas eran suyas, y solo suyas. Con este pensamiento resonando en su mente, sintió cómo su virilidad volvía a despertar, ansiosa por tomarlas una vez más y satisfacer sus deseos más primitivos. Decidido a continuar el festín de placer, se entregó al ardor del deseo y se dejó llevar por el éxtasis de la lujuria. Finalmente, cerró los ojos y se dejó envolver por el sueño, decidiendo dejar de lado las preocupaciones del día y la noche. Se contentó con disfrutar del peso reconfortante de los cuerpos sudorosos de Melissa y Jazmin, cuyas sonrisas radiantes nunca se desvanecieron, prometiendo un futuro lleno de deleite y pasión.