Andrei
La suave y cálida luz de las velas danzaba en las paredes de su habitación mientras Andréi se movía entre la sombra y la luz. Cada pequeño golpe en la puerta resonaba en la quietud de la noche, interrumpiendo la placidez de su sueño. Con un leve gruñido, se apartó con renuencia del confortable abrazo de Jazmin y Melissa, deseando permanecer envuelto en su calidez por el resto de la noche. Con paso pesado, se dirigió hacia el armario, donde la tenue luz de una lámpara de aceite iluminaba sus prendas. Se vistió con una camisa de lana blanca, adornada con intrincados bordados plateados que resplandecían débilmente a la luz tenue. Sus dedos se movieron con torpeza mientras se ajustaba los pantalones negros, luchando contra la rigidez persistente de su cuerpo, que se negaba a ceder ante el recuerdo del placer compartido con sus mujeres. La libido incesante que lo impulsaba siempre había sido tanto su bendición como su maldición, y esa noche no era diferente. Una vez vestido, se detuvo frente al espejo, contemplando su reflejo con una mirada crítica. Las sombras danzantes jugaban en su rostro, resaltando los rasgos afilados y masculinos. Un destello de satisfacción cruzó su mirada al observar la marca que había dejado en el cuerpo de Melissa, un recordatorio tangible de su posesión sobre ella. Suspiró profundamente, tratando de apartar los pensamientos lascivos que amenazaban con nublar su mente.
Con renuencia, Andréi quitó el seguro de la puerta y la abrió, revelando a una sirvienta desconocida que aguardaba afuera. Su mirada se posó en la joven, cuya presencia inesperada interrumpía su rutina nocturna. La muchacha, de estatura menuda, irradiaba una suave belleza que capturó su atención de inmediato. Sus ojos café claro destellaban curiosidad y timidez, y su rostro ovalado estaba adornado con una cascada de pecas que le otorgaban un encanto juvenil e inocente. El cabello de la sirvienta caía en ondas rizadas de un castaño claro, enmarcando delicadamente su rostro. Su piel de melocotón estaba salpicada de pecas, agregando un toque de singularidad a su apariencia. La joven poseía una figura voluptuosa, con curvas que recordaban la forma de un reloj de arena. Sin embargo, lo más llamativo de ella eran sus generosos atributos: unos pechos grandes y tentadores que amenazaban con desbordarse de su ajustado vestido verde escotado, casi rivalizando con los de Jazmin en tamaño y exuberancia. El vestido que la sirvienta llevaba abrazaba sus curvas con elegancia, resaltando su silueta de forma halagadora. Andréi notó los detalles de la tela y los bordados, reconociendo la calidad que se esperaría de una prenda de mayor estatus. Aunque era una simple sirvienta, su vestido sugería un cuidado especial y un toque de coquetería que no pasó desapercibido para él.
— ¿Qué quieres? — inquirió con seriedad, sus ojos explorando discretamente el cuerpo de la joven, quien pareció recibir su atención con agrado. — Perdóneme por molestarlo, mi príncipe — murmuró ella con voz suave, inclinándose ligeramente en un gesto de respeto que revelaba un sugerente escote. A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, Andréi se sintió momentáneamente distraído por la vista, su libido aún despierta y nublando parte de su mente con lujuria. — Pero me pidieron que le informara a usted y a sus acompañantes que su baño está listo — añadió con una sonrisa encantadora. Andréi frunció levemente el ceño ante la mención del baño, no recordando haber solicitado tal servicio. Sus ojos oscuros se encontraron con los de la joven, buscando alguna señal de insinceridad en sus profundidades color café. — No he solicitado ningún baño — declaró con firmeza, manteniendo su mirada fija en la de ella. La joven pareció tambalearse ante su respuesta, mostrando signos de nerviosismo que se reflejaron en un ligero tartamudeo en sus palabras. — L-lo siento, mi príncipe. P-pero solo sigo órdenes de mi superiora — explicó con timidez, desviando la mirada hacia el suelo mientras se aferraba a la discreción de su posición como sirvienta.
Se aproximó a ella con pasos deliberados, su mirada fija en el rostro pecoso de la joven, quien parecía estar luchando por mantener la compostura bajo su escrutinio. Con una mano, Andréi levantó suavemente el mentón de la joven, permitiéndose examinar de cerca cada detalle de su rostro. Los suaves trazos de sus dedos recorrieron las pecas que adornaban su piel, mientras observaba cómo el rubor comenzaba a teñir las mejillas de la joven. A medida que la estudiaba más de cerca, un destello de reconocimiento cruzó su mente. Recordó las conversaciones susurradas entre sus espías sobre una mujer de belleza singular, con pecas que adornaban su rostro como constelaciones en el cielo nocturno. Anny Lepher, el nombre resonó en su mente, una hija bastarda de un noble de Bocapia, cuya vida había sido marcada por la falta de bondad y la crueldad del mundo. Sus espías le habían informado sobre su historia, sobre cómo había sido relegada al olvido y privada de la calidez y la amabilidad que merecía como hija. Por lo que pudo indagar de la historia de Anny Lepher es que estaba marcada por la negligencia y el desprecio de su propio padre, quien había optado por ignorar los maltratos infligidos por su esposa y sus hijas legítimas. Durante años, Anny fue relegada al olvido, víctima de los caprichos de su madrastra y hermanastras. Sin embargo, un giro inesperado la llevó a ser enviada a Kaeviel, aunque al menos su padre mostró cierta consideración al asegurarse de que fuera acogida en Hearford Fort como una simple sirvienta del castillo. Al llegar a la capital, en lugar de mostrar interés por su hermano o intentar ganarse el favor de figuras poderosas como muchas otras mujeres que ingresaban al servicio del castillo, Anny había centrado su atención en Andréi. ¿Qué la llevó a ilusionarse con él? Ni siquiera el mismo lo sabía con certeza. Los espías que Andréi había colocado en el castillo no habían logrado descubrir mucho sobre sus motivaciones, lo que solo añadía más misterio a la situación.
La suave voz de Andréi resonaba en la habitación, mientras Anny asentía con sorpresa ante sus palabras. Sus mejillas, ya salpicadas de pecas, adquirieron un tono aún más rojizo, otorgándole una apariencia delicada y encantadora, como una fresa madura lista para ser disfrutada. —Anny, he oído mucho sobre ti —continuó Andréi, notando la reacción tímida de la joven—. Me han susurrado acerca de una mujer hermosa que muestra gran interés por mí. Me preguntan si tengo prometida, si estoy casado o si tengo "acompañantes". También mencionan tus curiosidades sobre mis gustos y disgustos en cuanto a mujeres. El murmullo de disculpa que escapó de los labios de Anny resonó en la habitación, su voz entremezclada con timidez y vergüenza. Sin embargo, Andréi no pudo evitar encontrar esa mezcla de emociones encantadora. —No me molesta que preguntes por mí, Anny —aseguró Andréi, manteniendo la calma mientras continuaba acariciando suavemente el rostro de la joven mujer. Podía sentir su ligera tensión, pero la suavidad de su tacto buscaba calmarla—. Lo que no tolero son las mentiras. La mirada de Anny se encontró con la suya, sus ojos cafés brillando con un atisbo de incertidumbre pudo sentir como se ponía un poco tensa.
La confusión en los ojos de Anny era evidente mientras tartamudeaba en respuesta a las acusaciones de Andréi. Sus labios temblaban ligeramente, reflejando la ansiedad que sentía en ese momento. —N-n-no s-se d-de qué-q-que está ha-hablando m-mi prín-príncipe —balbuceó, su voz temblorosa reflejaba su nerviosismo. Andréi observó cada gesto de la joven mujer con atención, notando cómo luchaba por mantener la compostura. A pesar de la tensión en el aire, no pudo evitar encontrarla aún más atractiva en su vulnerabilidad. —Nunca olvido un rostro, Anny —declaró Andréi con calma, su tono firme pero comprensivo—. Y mucho menos el de alguien tan hermosa como tú. Te vi cuando llegué a mis habitaciones. Además, creo que escuchaste todo ese pequeño drama entre Melissa, Jazmin y yo. Un leve rubor se apoderó de las mejillas de Anny mientras recordaba el momento incómodo en el que había sido testigo de la pasión entre Andréi y sus compañeras. —Y también creo que le dijiste a Arry que te dije que me prepararan un baño —continuó Andréi, acercándose a ella lentamente—. Para poder venir a verme y enseñarme ese bonito vestido, y quizás intentar algo más conmigo. El roce de sus cuerpos provocó una chispa de electricidad entre ellos, y Andréi notó cómo Anny se tensaba ligeramente en sus brazos.
— Y-yo n-no-no—. Su voz no era más alta que un susurro, el susurro apenas audible de Anny se perdió en el aire tenso que los rodeaba, y Andréi notó cómo su nerviosismo parecía crecer con cada momento que pasaba. La indecisión paralizaba sus movimientos, como si estuviera debatiéndose entre huir o dejarse llevar por el impulso de cerrar la brecha entre sus labios y los de Andréi. Mientras mantenía su mirada fija en los cautivadores ojos de Anny, Andréi continuó hablando en un tono suave pero firme. —Sabes, Anny, cuando alguien muestra interés en mí, siempre me tomo el tiempo para investigar. Hago que averigüen por qué están interesados en mí, quiénes son realmente, de dónde vienen... —sus palabras se deslizaron con una cadencia seductora, casi rozando los labios de Anny con los suyos mientras hablaba. La proximidad entre ambos era palpable, como una corriente eléctrica que fluía entre ellos, cargada de tensión y anticipación. Andréi podía sentir el suave temblor en el cuerpo de Anny, el palpitar acelerado de su corazón que resonaba en el silencio de la habitación.
La sonrisa compasiva que adornaba el rostro de Andréi no reflejaba más que una fachada cuidadosamente construida para ocultar sus verdaderas intenciones. Observaba a Anny con una mirada penetrante, consciente del poder que ejercía sobre ella en ese momento. —Cuando escuché tu historia, Anny, sentí una profunda compasión por ti. ¿Cómo puede un padre permitir tal injusticia hacia su propia hija? Dejar que tu madrastra y hermanastras te traten como una simple sirvienta... —sus palabras estaban impregnadas de una simpatía calculada, diseñada para ablandar el corazón de Anny y ganarse su confianza—. No mereces ese trato, Anny. Deberías ser tratada como la princesa que eres... Mi princesa. Con un gesto delicado, Andréi se acercó y depositó un suave beso en los labios de Anny, quien respondió con timidez pero no sin cierta ternura. Era un juego peligroso en el que se estaba sumergiendo, pero la promesa de poder y control sobre Anny lo tentaba demasiado como para resistirse.
— E-es enserio m-mi príncipe—. La débil voz de Anny resonaba en la habitación, cargada de una mezcla de emociones que iban desde la incredulidad hasta la esperanza y el cariño más puro. Sus ojos, que antes reflejaban tristeza, ahora brillaban con una luz diferente, rebosantes de la ilusión de un futuro que parecía prometedor a su lado. Esa mirada, tan llena de inocencia y confianza, tocó algo dentro de Andréi, despertando un deseo ardiente de protegerla y poseerla. —Por supuesto, Anny —respondió Andréi con voz suave y convincente, mientras la atrajo más hacia él para volver a sellar sus labios en un beso cargado de promesas y pasión. Su corazón latía con fuerza, acelerado por la emoción del momento y el palpitar de la lujuria que lo invadía—. Deberías estar a mi lado, Anny. Mientras te tratan como la dama noble que eres, deberías vestir las ropas más exquisitas mientras atiendes a tus deberes a mi lado. Y yo, a cambio, te daré todo lo que desees, y más. Mientras hablaba, sus labios exploraban el suave cuello de Anny con delicadeza, dejando una estela de besos, mordiscos y chupetones que marcaban su piel con su posesión. Sus manos, ávidas de explorar cada centímetro de su ser, descendieron lentamente por su cuerpo, acariciando con devoción la parte inferior de su figura.
La voz de Anny, temblorosa pero llena de una mezcla de emociones, resonaba en la habitación, envolviendo el aire con una fragilidad que parecía casi palpable. Desde la incredulidad hasta la esperanza más pura, cada palabra que pronunciaba estaba impregnada de un cariño que trascendía las barreras del tiempo y el espacio. Sus ojos, antes empañados por la tristeza, ahora brillaban con una luz distinta, como si fueran estrellas recién descubiertas en el vasto firmamento. Esa mirada, tan llena de inocencia y confianza, resonaba en el alma de Andréi, despertando en él un deseo que iba más allá de lo carnal. Era un hambre voraz que lo consumía, un ansia primitiva de posesión que lo embriagaba por completo. Anny no era solo una mujer ante sus ojos; era su presa, su juguete, una pieza que encajaba perfectamente en el rompecabezas de sus deseos más oscuros. — Mi príncipe, ¿me promete que es verdad que me quiere a su lado? —preguntó Anny con timidez, pero también con un destello de esperanza en su voz.
Andréi la miró con dulzura, con una expresión que buscaba transmitir calma y seguridad. — Por supuesto, Anny. ¿Cómo podría no querer estar al lado de una mujer tan encantadora y amable como tú? Sé cuál es tu mayor deseo, Anny. Sé que anhelas que alguien te quiera y te ame. —La atrajo más hacia él, permitiendo que sus manos acariciaran con ternura los mechones de su cabello. — Quiero ser ese hombre para ti, Anny. Quiero ser quien te cuide, quien te ame y quien te mime. —Con esas palabras, depositó un suave beso en sus labios, un gesto lleno de ternura y promesas. El beso comenzó de manera suave y delicada, pero pronto se tornó más profundo y apasionado, como si ambos estuvieran explorando un territorio desconocido en el otro. Cuando finalmente se separaron, quedaron sin aliento, pero sus miradas se encontraron y en ellas se reflejaba un amor incondicional, similar al que Andréi veía en los ojos de Melissa y Jazmin.
— Mi príncipe... — comenzó Anny, su voz resonando como una dulce melodía en la habitación.
— Andrei — la interrumpió suavemente él, con una sonrisa cálida en los labios.
Anny pareció confundida por un momento, pero pronto entendió el significado detrás de sus palabras. — Anny, llámame Andrei. Ahora que vas a estar a mi lado, quiero que me llames por mi nombre — le susurró al oído, sintiendo la calidez de su aliento en la piel. Los ojos de Anny se iluminaron con una felicidad pura al escuchar esas palabras. — Gracias, Andrei — dijo, saltando para abrazarlo por el cuello con entusiasmo desbordante. Entonces, sus labios se encontraron en un beso lleno de amor y anhelo, sellando un pacto silencioso entre ellos. Cuando se separaron, Anny lo miró con una hermosa sonrisa, llena de amor y promesas. — Prometo que seré una buena mujer para ti, mi Andrei —declaró una hermosa sonrisa llena de amor.
— Anny — susurró, acariciando su rostro mientras admiraba su sonrisa radiante.
— Si, mi Andrei — respondió ella, aún con la felicidad iluminando su semblante.
— Anny, serás una buena niña y no te molestará compartir la cama con otras mujeres, ¿verdad? — susurró, mientras depositaba pequeños besos sobre su piel y la atraía hacia él para que pudiera sentir su cercanía. Aunque se sentía extraño sonreír dos veces en un día, la lujuria lo envolvía y dominaba su mente. Además, ya había montado su pequeño teatro solo para conseguir una nueva mujer hermosa y voluptuosa con quien satisfacer sus deseos cuando quisiera.
— No me importa, Andrei. Quiero ser tu mujer y no me molesta compartir tu cama con ninguna otra, siempre y cuando estés feliz y satisfecho — respondió Anny con determinación, aunque su rostro se tiñó de un rubor encantador mientras sus manos descendían para desabrochar la parte superior de su vestido verde, liberando sus bonitos, firmes y grandes pechos pecosos.
Ese fue el límite para Andréi y todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Andréi se lanzó hacia adelante, capturando los labios de Anny mientras levantaba su cuerpo para tomarla en sus brazos. Anny, a su vez, se acomodó a horcajadas sobre su regazo, ansiosa por sentirlo más cerca. Con manos temblorosas, las de Anny buscaron a tientas los pantalones negros de Andréi, liberando finalmente su caliente miembro. Una vez libre, Anny envolvió su largo y grueso eje con sus pequeñas y delicadas manos, comenzando a acariciarlo con cierta torpeza debido a su inexperiencia. Andrei subió la pequeña falda de Anny con urgencia, soltando un gemido ahogado al descubrir que la mujer no llevaba nada bajo el vestido. La pasión lo consumía mientras besaba a Anny con rudeza, y de un empujón cerró la puerta, dejando atrás cualquier pensamiento sobre su baño o las órdenes pendientes para sus Krovavyy voin. Sin demora, arrojó a Anny a su cama y le arrancó el vestido con impaciencia, siendo un tanto brusco en el proceso, pero sin detenerse por ello. Andrei alineó su polla con el mojado coño de la castaña y la penetró con un profundo empuje, sintiendo cómo rompía una barrera y manchaba su miembro con un poco de sangre. El crujido de la cama bajo ellos resonaba en la habitación, acompañado por los gemidos de Anny, que expresaban tanto dolor como placer. Estos sonidos, combinados, comenzaron a despertar a Melissa y Jazmin, que se encontraban sumergidas en su sueño.
— Eres tan hermosa, Anny... — murmuró Andrei entre besos, limpiando las lágrimas de sus mejillas con ternura antes de envolverla suavemente entre sus brazos. Anny, por su parte, rodeó con sus piernas la cintura de Andrei, comenzando a moverse con él en un ritmo suave y sensual. — Pero te ves aún más hermosa cuando estás tomando toda mi polla — añadió con voz ronca, mientras aumentaba el ritmo de sus embestidas. Anny parecía deleitarse con la intensidad del momento, y conforme Andrei incrementaba la fuerza y velocidad de sus movimientos, los gemidos y gritos de placer de la mujer llenaban la habitación, mezclándose con los gruñidos de satisfacción del príncipe. Sintió cómo Anny empezaba a mover sus caderas en armonía con las suyas, un frenesí de deseo que los consumía a ambos, instándolos a buscar más placer con cada embestida. La pasión los envolvía, y en ese momento, no existía nada más que el éxtasis compartido entre ellos dos.
— Eres completamente mía, Anny — gruñó Andrei, aferrándose con fuerza a los pechos de la joven, dejando sus marcas en la piel pecosa. Sus embestidas se volvieron más intensas, cada golpe encontrando el punto justo de placer en el cuerpo de Anny una y otra vez. El sudor cubría sus cuerpos, haciéndolos brillar a la luz de la luna que se filtraba por la ventana. La camisa de Andrei se manchaba con las gotas que caían de su piel, pero nada de eso importaba en ese momento. Los gemidos vulgares de Anny llenaban la habitación, incapaz de articular palabras coherentes entre el placer que la embargaba, lo que solo incitaba a Andrei a aumentar la ferocidad de sus embestidas.
Los gemidos de placer que llenaban la habitación se entrelazaron con los sonidos húmedos de los besos y los susurros sensuales. Andrei alzó la mirada y encontró a Melissa y Jazmin, despiertas y entregadas al éxtasis del momento. Sus expresiones eran un festín de lujuria, sus ojos vidriosos y oscurecidos por el deseo ardiente. Melissa estaba detrás de Jazmin, sus manos hábiles acariciando y apretando los pechos de su amante mientras esta se entregaba a sí misma con desenfreno. Los labios de ambas se encontraban en un baile apasionado, intercambiando besos y gemidos de placer. La escena era tan erótica que avivó aún más el fuego ardiente en el vientre de Andrei, impulsando sus embestidas con una fuerza renovada. Cada movimiento, cada gemido, alimentaba el frenesí de la pasión desenfrenada. Anny, envuelta en el torbellino de sensaciones, soltaba gemidos que eran música para los oídos de Andrei, instándolo a llevarla al límite del placer una y otra vez.
Con un impulso final, Andrei sintió cómo su cuerpo se tensaba con el éxtasis del clímax inminente. Cerró los ojos mientras se entregaba por completo al placer que lo invadía. Con un último empuje, su polla se contrajo dentro del cálido y húmedo interior de Anny, liberando una avalancha de semen ardiente que la llenó por completo. Los gemidos de Anny se intensificaron, llenando la habitación con su melodía de placer desenfrenado. Su espalda se arqueó con fuerza, y un torrente de éxtasis la inundó, liberando un chorro de fluidos que salpicó la polla de Andrei y parte de su camisa. El encuentro culminante dejó a ambos sin aliento, inmersos en un océano de sensaciones abrumadoras. Después del clímax, Andrei experimentó un fugaz momento de desconexión del mundo que lo rodeaba. Era como si el tiempo se detuviera por un instante, permitiéndole saborear el placer en su forma más pura y primitiva.
Contemplando el rostro de Anny, perdido en la vorágine del placer, Andrei se vio atrapado por la intensidad de sus emociones. La pesada respiración de ella, sus ojos rebosantes de un amor incondicional y sus labios entreabiertos, dejando escapar un leve vapor de aliento, ejercieron un poderoso magnetismo sobre él. Era inevitable no sucumbir al impulso de besarla. El beso fue un acto posesivo, una afirmación de su deseo y posesión sobre ella. Sus labios se fundieron en un apasionado encuentro, donde cada roce era una exhalación de deseo compartido. Los labios de Anny eran tan exquisitamente suaves como los de Jazmin y tan cálidos como los de Melissa, una combinación embriagadora que lo transportaba a un mundo de éxtasis compartido. El beso parecía absorberlos por completo, devorando el espacio entre ellos y dejándolos sin aliento. Aunque el alimento era escaso, la saciedad que encontraron en ese momento era mucho más satisfactoria. Cada segundo de aquel beso fue un regalo precioso, un éxtasis compartido entre los dos.
Después de separarse, Andrei retiró su miembro de Anny, permitiendo que su semilla se derramara y se mezclara con la esencia del placer compartido. Inhaló profundamente, guiándolos hacia la cama con un gesto decidido. Allí, el agotado cuerpo de Anny se volvió hacia él, sus brazos rodeándolo con ternura mientras su espalda sudorosa se pegaba a su pecho, sintiendo su respiración pesada y el suave roce de su trasero redondeado contra su entrepierna. Comenzó a acariciar sus senos con delicadeza, sus dedos trazando círculos reconfortantes sobre la piel suave y tersa, mientras sus labios dejaban una estela de besos por su cuello y hombros. Observó cómo Jazmin y Melissa se aproximaban gateando, sus movimientos llenos de un aura juguetona y provocativa. Melissa rodeó el cuello de Anny con un gesto coqueto, mientras le dirigía una sonrisa traviesa, y Jazmin se acercó a él por detrás, envolviéndolo en un abrazo que lo hacía sentir el suave contacto de sus pechos en su espalda y el cálido aliento en su oído.
Jazmin, con su voz suave y melódica, susurró al oído de Andrei, enviando escalofríos de anticipación por su espina dorsal. Su tono, igualmente sensual y malicioso, añadió un toque de picante al ambiente ya cargado de erotismo. —¿Quién es tu nueva amiga, mi amor? —preguntó, su voz como una caricia sensual mientras su mirada juguetona se encontraba con la de Anny, atrapándola en un momento de complicidad. Anny, sintiéndose envuelta por la atmósfera sensual que los rodeaba, respondió tímidamente, su voz apenas un susurro emocionado: —Es Anny, señorita... —sus palabras se deslizaron como seda, revelando una mezcla de timidez y excitación mientras miraba de reojo a Jazmin, notando la misma chispa traviesa en sus ojos que en los de Melissa. —Diles bien quien eres mi amor—le susurro. La voz de Anny, entre cortada por la excitación y la timidez, fluía como un susurro emocionado en el ambiente cargado de erotismo. Cada palabra, cada pausa, añadía una capa de ternura que resonaba en el corazón de Andrei, recordándole la dulzura de Jazmin en su momento más íntimo. —Me llamo... An... Anny Le... Lepher. Soy la... nueva mu... mujer... de An... Andrei —expresó, sus palabras flotando en el aire con una emoción contagiosa mientras sus mejillas se tenían de un suave rubor, otorgándole un encanto irresistible.
—Entonces somos hermanas, pequeña Anny —murmuró Melissa con una voz dulce como la miel, inclinándose para susurrarle al oído antes de depositar un suave y prolongado beso en sus labios. Andrei percibió la sorpresa inicial en Anny, pero pronto sintió cómo su cuerpo se relajaba ante el gesto afectuoso. Luego, fue el turno de Jazmin y él, compartiendo un beso más apasionado y hambriento, en el que se fundían los deseos y las ansias acumuladas durante aquel encuentro.Le complacía la idea de disfrutar de estos momentos de intimidad, pero era consciente de que ya se había prolongado demasiado. Aún tenía que prepararse para el banquete y abordar algunos asuntos importantes con el capitán de sus Krovavyy voin, además de averiguar quién había ayudado a Melissa y Jazmín en su reciente encuentro. Con un suspiro resignado, se separó con delicadeza del cálido abrazo de Jazmin y soltó a Anny, con la certeza de que tendrían más tiempo para continuar aquella pasión más tarde.
— ¿Ya te vas?—. La suave y algo melancólica voz de Jazmin fue la que rompió el silencio, preguntándole si ya se marchaba. Con su delicada mano, tomó la suya con cierta firmeza, mientras su rostro aún reflejaba esa ternura e inocencia que contrastaba con la expresión lasciva que había mostrado hace apenas unos momentos, capaz de despertar el deseo en cualquier hombre. — Sí, mi amor. Tengo algunas cosas que atender antes del banquete —respondió con suavidad, atrayéndola hacia sí para envolverla en un abrazo reconfortante y depositar un beso en su cabello impregnado del aroma de las rosas. — ¿No puedes quedarte un poco más? —ahora fue Melissa quien se sumó a la petición, abrazando por la espalda a Anny, quien también parecía mostrar un deje de tristeza en su rostro. — No, mi amor. Aún tengo que hablar con algunas personas antes de esta noche, y necesito que preparen un baño para nosotros. No creo que el que nuestra querida Anny nos preparó siga caliente —mencionó con una leve sonrisa, observando cómo el rubor volvía a teñir las mejillas de Anny. — ¿Preparaste un baño para nosotros, cariño? —inquirió Melissa con una voz traviesa, acompañada de una mordida juguetona en el cuello de Anny, que provocó gemidos dulces por parte de la joven. — Cuídenla y tómense la raíz laxi —ordenó con firmeza, notando la expresión apesadumbrada en los rostros de Melissa y Jazmin. Conocía sus deseos de formar una familia con él, y la raíz que debían tomar era un obstáculo en ese camino. Sin embargo, confiaba en que todo saldría como lo planeado, permitiéndoles tener hijos en el futuro. — No se pongan así, todo saldrá bien y pronto dejarán de tomarla —añadió, esbozando una sonrisa reconfortante que pareció inyectarles ánimo. Tras darles un beso a cada una, se calzó unas botas negras y se enfundó en un abrigo del mismo tono, con detalles plateados. Recogió su cabello en una cola de caballo y se preparó para partir. Antes de salir, les dedicó una última mirada y una pequeña sonrisa, correspondida por las de ellas. Aunque le gustaba sentirse amado y deseado, sabía que debía partir, aunque no lo disfrutara.
Al salir de sus habitaciones, Andrei se encaminó en busca de Boris, el capitán de sus Krovavyye Voiny, aquellos hombres que habían jurado lealtad hasta la muerte mediante un pacto de sangre. Mientras avanzaba por los pasillos, observaba cómo la bulliciosa actividad del castillo había alcanzado su punto máximo. Los corredores estaban abarrotados de gente, desde humildes sirvientes hasta miembros de familias nobles, todos inmersos en sus quehaceres y conversaciones. Finalmente, llegó al comedor común, una vasta sala impregnada de un ambiente animado y acogedor, donde las chimeneas ardían con vigor, y la comida se ofrecía en abundancia. Este lugar era el refugio habitual para los sirvientes y los guerreros, donde compartían sus momentos de descanso y camaradería.
En medio del bullicio y el cálido ambiente del comedor, Andrei divisó a su capitán entre la guardia de los 50 Krovavyye Voiny que habían logrado entrar en el castillo. Aunque él había solicitado una guardia de 200 hombres, solo le permitieron ingresar con los mejores 50. Sin embargo, la calidad de estos guerreros era innegable. Los soldados estaban inmersos en el festín, compartiendo risas y conversaciones animadas con algunos miembros de otras casas. Algunos aún llevaban puestas sus armaduras negras con detalles en rojo, compuestas por lamelas sobre cotas de malla oscura, y sus yelmos gjermundbu, decorados con láminas de oro o plata. Otros, menos pertrechados, llevaban solamente cofias con ventailles triangulares, o incluso ninguna protección para el rostro. Algunos Krovavyye Voiny mantenían a su lado sus sables y espadas, mientras que otros preferían los largos seax, enfundados en vainas adornadas con incrustaciones de oro y plata, junto con piedras preciosas. Al divisar a su líder, los hombres se levantaron de sus asientos y su capitán se acercó a él, saludándolo con un firme apretón de manos en los antebrazos.
— ¿Qué te trae por aquí, mi príncipe? —saludó Boris con una sonrisa amable que iluminaba su rostro. El joven capitán tenía una tez blanca como la nieve y una melena oscura, larga y trenzada, que enmarcaba una barba igualmente cuidada. Su figura musculosa y robusta rivalizaba con la estatura de Andrei, ambos alcanzando la impresionante altura de un metro ochenta. Boris era más que un guerrero habilidoso; era el mejor entre los Krovavyye Voiny, y su lealtad hacia Andrei era inquebrantable. Su destreza en combate lo había convertido en uno de los guerreros más temidos y respetados de Kaeviel. Sin embargo, más allá de su habilidad en el campo de batalla, Boris era uno de los pocos en quienes Andrei confiaba plenamente, considerándolo un verdadero amigo.
— Boris, he venido a hablar contigo y algunos de tus hombres sobre un asunto importante —declaró con seriedad, una postura que no sorprendió a ninguno de sus soldados. — Por supuesto, mi príncipe —respondió Boris, soltando el apretón de manos con deferencia. — Por favor, siéntese con nosotros —invitó, abriendo espacio entre ellos. Uno de los hombres, Damien, un guerrero de cabello largo y barba negra, ofreció comida a Andrei. — ¿Desea algo de comer, mi príncipe? —preguntó mientras le acercaba un plato lleno de tiras de carne de cerdo marinadas con pasta de tomate y cebolla. Andrei asintió con gratitud, aceptando el plato con una sonrisa de agradecimiento hacia Damien. — ¿Desea beber algo, mi príncipe? —intervino Lev con su voz profunda, ofreciéndole hidromiel en un tarro grande. Lev, el subcapitán de los krovavyye voiny, era un hombre de imponente presencia: robusto y musculoso, con ojos tan oscuros como el carbón que contrastaban con su larga barba y cabello rubio, adornados con varias trenzas.
— Gracias, Lev. Y también a ti, Damien —agradeció Andrei mientras comenzaba a disfrutar de la comida y la bebida. A pesar de encontrarse en pleno invierno, el reino rebosaba de abundancia alimentaria para celebrar festines sin fin. Ese año había sido especialmente próspero, marcando un hito en la historia del reino, con cosechas y ganado que superaban todas las expectativas. Esto se debía en parte a los agricultores del oriente que habían sido traídos al reino.
— ¿De qué quiere hablar, mi príncipe? —preguntó Boris desde su asiento, mientras tomaba un trago de su tarro. Andrei, mientras probaba un bocado de la carne y se refrescaba con su bebida, respondió: — Quiero agradecer a algunos de tus hombres y preguntarles algunas cosas. — ¡Ah!... Sobre eso, estaba por comentártelo, pero estabas en tus habitaciones y escuché algunos ruidos, así que no te quise molestar —explicó Boris, poniéndose de pie y haciendo señas para que algunos hombres se acercaran.
Los recordaba bien a los cinco hombres, eran los nuevos hombres que recientemente le hicieron el juramento de sangre, aunque fueran jóvenes eran muy buenos guerreros. — Estos son los hombres mi príncipe, sus nombres son Yokr, Maksim, Rupor, Anton y Viktor—. Los cinco se inclinaron ante el en forma de respeto.
— Quiera agradecerles por haber ayudado a mis mujeres mientras estaba ocupado—. Hizo una señal para que se sentaran enfrente de el, levanto su tarro en forma de brindis, que fue seguido por varios de sus hombres. — Cuando regresemos a Ovof me pueden pedir lo que quieran, es su recompensa. — Gracias mi príncipe—. Dijeron los cinco al unísono. Después de beber de su tarro y que todos lo siguieron, volvió a hablar. — Una de mis mujeres dijo que vieron sus caras, así que quiero pedirles un favor, a todos—. Su voz era suave y tranquila para estar lleno de ira, de solo pensar en esos hombres, les quería partir los cráneos con una hacha sin filo y lo iba hacer. — Lo que quiera mi príncipe—. Dijo Boris de manera más seria. — Quiero que está noche reúnas a diez se tus mejores hombres y que busques a esos hombres y que los atrapen en las caballerizas, también quiero que me avisen cuando los tengan y no quiero que nadie los vea, me entendieron—. Todos asintieron. — Bien, todos ustedes van a tener una buena recompensa después de esto—. Dijo y después siguió comiendo y bebiendo. Durante su comida hablo un poco con sus hombres y cuando acabó de comer y beber se fue dejando el buen ambiente del comedor, era cómodo pero se tenía que limpiar para el odioso banquete de está noche.