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Chapter 7 - Capítulo 7

El teléfono sonaba sin cesar.

Alexis estiró la mano sobre la mesa de noche y tanteó el espacio hasta encontrar con el aparato.

Abrió un ojo y cuando leyó en la pantalla «Familia López» se activó de inmediato.

Los gemelos ya estaban saltando en su cama.

Respondió.

—Buen día, Leti.

—Alexis, cariño. Espero te encuentres muy bien y que no te haya despertado.

—Con tres niños es imposible dormir hasta tarde un sábado, Leti. Todo bien por aquí. ¿Pasó algo con la casa?

—¡Oh. No! Nada de eso. Es solo para avisarte que llegaremos a Savannah hoy en la tarde. Pasaremos una semana allí, para descansar un poco. Tengo una copia de las llaves, esta vez si la traje —la última vez que los López pasaron de sorpresa por la ciudad, no llevaban con ellos las copias de las llaves de la propiedad y Alexis tuvo que esperarles allí hasta que llegaran para dejarle su copia de llaves—. Te llamaba solo para avisarte que estaremos allí. Nos gustaría merendar contigo y los niños alguna de estas tardes. ¿Te parece bien?

—Estaremos encantados.

—Genial, llevamos algunos obsequios para los niños. Espero no te incomode.

—Para nada, Leti, estoy segura de que ellos estarán felices de verles; y de recibir obsequios, no se diga.

Ambas mujeres rieron.

—Bien, te llamaré entonces a principios de semana para ponernos de acuerdo.

—¿Quieres tener algo en casa para cuando llegues? —preguntó Alexis con tranquilidad aunque empezaba a preocuparse porque sabía que no tendría tiempo suficiente para poder limpiar la casa y poner en orden el jardín de la propiedad antes de que sus dueños llegaran. La semana anterior no había ido para hacer sus tareas como era debido, solo estuvo el domingo por la mañana para regar las plantas y poco más.

—No, cielo, gracias. Con que me dejes todo limpio será más que suficiente.

—Perfecto. Cuenta con ello, entonces.

Se despidieron y Alexis metió el móvil en su bolso de una vez.

Corrió al baño y desde ahí, empezó a darle órdenes a los niños de que se levantaran, cambiaran y vistieran porque tenían que salir de inmediato de casa.

—Pero tenemos hambre, mamá.

La ducha ya dejaba correr el agua cuando Alexis se asomó detrás de la puerta para ver hacia la habitación de sus chicos que ya estaban coordinados haciendo lo que ella les había pedido.

Floyd, como siempre, les estaba ayudando.

—Voy a ducharme rápido, dejaré abierta la puerta para que Dylan y Toby vengan a lavarse los dientes y la cara ¿Entendido? y en cuánto salga, preparo algo de comer, ¿ok?

—Pondré cereal, mamá, dúchate tranquila.

Alexis se puso manos a la obra, no tardó mucho en salir del baño y vestirse con ropa cómoda para las tareas del día.

Los niños pequeños estaban aún lavándose dientes y cara en el baño;

Floyd, en la ducha, ese día no tendría la privacidad que tanto le gustaba.

Lo sentía por su hijo mayor, a veces la vida era así y había que correr.

Hizo ella muy mal en haberse ido a dormir el sábado pasado en vez de hacer sus respectivas tareas. Se sentía un poco culpable por ello. Por haber descansado en vez de trabajar como correspondía.

No lo haría de nuevo.

Sintió tensión en los hombros porque parecía que ella no se merecía ese derecho de descansar.

Fue a la cocina, la mesa ya estaba servida. Floyd se había hecho cargo.

Los niños salieron del baño corriendo y se sentaron a la mesa para recibir su dosis de cereal.

—No demoren —dijo Alexis mientras servía un tercer plato para Floyd que ya salía vestido de su habitación—. ¿Tienes todo listo para ir a casa de Bonnie?

El niño asintió llevándose una cucharada colmada de cereal a la boca.

—Bien, voy a prepararme un café.

Sacó la jarra de vidrio para lavarla y, con las prisas, fue brusca al momento de abrir el grifo de la cocina lo que hizo que este saliera despedido por la presión del agua que corría en su interior.

Los niños empezaron a reír viendo a su madre como intentaba cerrar la fuga de agua, haciendo presión en el boquete en un vano intento por que la cocina no quedara inundada.

Floyd corrió en su ayuda, ella decidió que debía soltar la fuga de agua y accionar la llave de paso para cerrar por completo el flujo del líquido.

Cuando lo hizo, fue que se percató del desastre a su alrededor.

Entendió que ese día sería uno de esos que empezaban mal y, de seguro, que acabarían peor.

Las lágrimas se le escaparon de los ojos. No pudo evitarlo. Los sentimientos de rabia y molestia con ella misma por no hacer las cosas como era debido le llevaron a ese momento en el que su cocina parecía un lago y no tenía tiempo para secarla ni dinero para arreglar el grifo.

Quiso gritar también, de desesperación. En vez de que las cosas se le fueran solucionando, siempre acababan enredándose más.

Mientras sollozaba, fue secando como pudo el desastre. El resto quedaría para luego porque ahora debía correr a cumplir con su deber si quería mantener esa entrada extra de dinero.

Ninguno de los niños hablaba. Sí la observaban con pesar, sobretodo Floyd que ya entendía lo que afligía a su madre y que de alguna manera se sentía inútil por no poder ayudarla a solventar la carga económica que tenía encima.

En silencio, Alexis recogió todo de la mesa cuando los niños terminaron.

No quería verles a los ojos, odiaba que le vieran débil y triste por no darles una mejor vida.

No era justo lo que les pasaba.

¿El maldito grifo no podía esperar hasta que ella tuviera dinero para raparlo?

Suspiró intentando calmarse un poco pero el nudo en su garganta se fortaleció.

Corrió al baño, cerró la puerta y se sentó en la tapa del váter a llorar como una chiquilla. Necesitaba drenar la rabia de esa mañana, el sentimiento de culpa por haberse tomado el atrevimiento a descansar un día, cuando sabía muy bien que en su vida no había cabida para descansos de ningún tipo.

Y una cosa trajo a la otra, como siempre ocurría cuando le tocaban esos días nefastos.

Lloró por estar sola, por no sentirse comprendida, por todos los que le juzgaban en su comportamiento como mujer y madre. Lloró por todas y cada una de sus imperfecciones, por sus vacíos, por sus sueños frustrados, por lo que no podía darle a sus hijos, por lo que no podía darse a sí misma.

Lloró como tenía tiempo sin hacer porque solía acumular para luego drenar de esa manera.

Unos ligeros golpecitos en la puerta le hicieron volver a la realidad.

—Mamá, se nos hace tarde para ir a casa de Bonnie —había olvidado que debía dejar a Floyd en casa de Henry de nuevo.

Ella sollozó con ganas de quedarse ahí el resto de la vida, llorando.

Sintiéndose humana por una vez, dejando que el cansancio y las angustias le vencieran.

Eran lujos que no se podía permitir una madre soltera con tres niños, una casa que se caía a pedazos y dos trabajos a los que debía aferrarse con la propia vida si era necesario.

No, ella no podía darse el lujo de llorar y drenar un día.

Se lavó la cara, y salió del baño.

—Dejaremos lo sucio dentro del fregadero, cuando volvamos, veremos cómo arreglar esto —señaló el grifo.

Subieron al coche y recorrieron el camino en silencio.

Alexis sumergida en sus pensamientos e intentando aclararse porque tenía que tener en mente lo que debía hacer en cuanto llegara a la propiedad de los López para actuar con mayor eficiencia y rapidez.

Pensó, en algún momento, en llevarles a los niños lápices de colores y un libro de colorear para mantenerles distraídos un poco, al menos mientras limpiaba el interior de la casa. Pero con todo lo acontecido, lo olvidó.

Tendría que inventarse un juego o cualquier otra cosa para mantenerles ocupados y que le dejaran hacer las tareas necesarias en tan poco tiempo.

Aparcó frente a la casa de Henry cuando este abrió la puerta y salió, tal como el sábado anterior, con dos tazas de café. Le dio una a ella y frunció el ceño de inmediato.

—¿Qué ocurre? —dio una ojeada al asiento trasero para cerciorarse de que los niños estuvieran bien. Floyd se despedía de los pequeños y se bajó del coche.

—Buenos días, señor —luego fue junto a su madre y le dio un beso—.

¿Prefieres que vaya contigo?

—No, de ninguna manera, tu a estudiar, yo a lo mío.

El niño asintió y entró en la propiedad.

Alexis tomó un sorbo de su café y vio a Henry a los ojos.

—¿Podemos quedarnos, mamá?

—No.

Henry la vio con seriedad.

—Te hice una pregunta hace un rato y ni creas que lo he olvidado.

Alexis respiró profundo y sintió el nudo en la garganta.

—No tengo tiempo ahora —le sonrió de lado y le devolvió la taza—. Ni ganas; gracias por el café. Pasaré por Floyd más tarde.

—¡Queremos quedarnos aquíiii!

Alexis, intentando contener la calma, se giró y vio a los niños con molestia.

—Dije que no. Punto.

—Por mí no hay ningún problema —Ella lo vio de nuevo a los ojos y Henry percibió el enrojecimiento que ella se negaba a dejar aparecer por completo—. Solo quiero ayudarte. Veo que no has tenido una mañana fácil y si no quieres hablar, puedo entenderlo —Hubo un silencio incómodo en el que Alexis se aferraba al volante para olvidar las ganas de llorar que tenía—.

Mira, veo que no eres muy dada a recibir favores sin tener que pagarlos de alguna manera —Henry notó que ella apretaba más las manos al volante y supo de inmediato que estaba en la dirección correcta—, tengo que hacer la compra en el supermercado más tarde; así que te propongo cuidar de tus hijos ahora y luego vas con Bonnie a hacer la compra de casa, así le doy a ella responsabilidades.

Alexis lo vio a los ojos de nuevo.

Y rompió a llorar.

Los gemelos se quedaron en silencio de inmediato y Henry se puso las manos en las caderas, bajó la cabeza y respiró profundo.

¿Por qué las mujeres eran como una maldita bomba de tiempo?

Abrió la puerta del coche y dejó salir a los niños.

—Enciendan la TV y quédense en el salón, ¿entendido?

Ellos asintieron felices y fueron directo a hacer lo que se les pedía.

Henry se agachó junto a la puerta del conductor, Alexis lloraba sin consuelo en el interior del coche.

Esos momentos, para Henry, eran desesperantes porque no sabía cuándo era buen momento para hablar y menos, qué era lo apropiado para decir.

Cualquier cosa que dijera podía ser buen o malo.

Así que prefirió esperar hasta que ella se calmara un poco.

—¿Por qué no te vas a casa a descansar?

Ella lo vio con furia.

—Por eso es que tengo este día de mierda.

—¿Por descansar?

—Hice eso el sábado pasado y ahora mira en lo que estoy metida. Trabajo atrasado, los dueños de la casa llegan hoy de sorpresa y… Ahhhh entonces eso era. Henry lo entendió. Tenía trabajo atrasado y sentía que no alcanzaría a lograrlo.

—Estoy seguro de que una casa que permanece cerrada gran parte del tiempo puede quedar reluciente sin mucho esfuerzo.

—¿Y el jardín?

—¿Qué ocurre con el jardín?

—También tengo que cuidarlo.

—¿No me dijiste que lo regaste la semana pasada? —Ella asintió entre sollozos—; entonces no habrá gran cosa que hacer.

Los hombres siempre veían todo con tanta simplicidad que podían llegar a ser irritantes en un momento así como el que Alexis atravesaba.

—¿Y el grifo? ¿Qué demonios hago con el maldito grifo que no tengo dinero para reparar?

Ahhhhh, entonces, Henry pudo entender el panorama completo y a pesar de que le causó mucha gracia la forma en la que las mujeres se ahogaban en un vaso de agua, entendió que la presión del dinero estaba causando todo ese drama en una mujer que él no consideraba dramática en lo más mínimo.

Estaría acumulando cosas y entonces, el grifo roto y la falta de dinero, rebosaron su capacidad de acumular y ahora estaba drenando.

Le sonrió con compasión.

—No me tengas lástima, por favor.

—No la tengo, me quiero reír de ti y tu drama pero no lo hago por respeto.

Ella lo fulminó con la mirada y luego sonrió divertida pero con los ojos llorosos.

Henry siempre se preguntaba cómo las mujeres podían pasar del drama a las risas en micro segundos.

—¿Por qué te quieres reír de mí?

—Porque con pedir un poco de ayuda, todo se soluciona.

—No estoy acostumbrada a hacerlo, Henry, en parte porque no tengo a quien solicitársela y cuando lo he hecho, han querido aprovecharse de mi de alguna manera.

—Y crees que yo también voy a hacerlo.

—Nada es gratis.

—Bueno, no puedo decirte que no lo haré porque no vas a creerme pero puedo demostrártelo —abrió de nuevo la puerta del coche y sacó las sillas de los gemelos.

—¿Qué estás haciendo?

—Iré con todos los chicos a hacer la compra en el supermercado. Te esperaremos aquí para comer y luego iremos a tu casa a reparar el grifo.

Alexis se sintió intimidada por Henry, le pareció que estaba siendo un poco mandón.

Él lo percibió de inmediato.

Bonnie solía verlo de la misma manera cuando decía lo que se debía hacer.

—No te estoy mandando, te estoy ayudando que no es lo mismo.

—Prometo ayudarte con Bonnie las veces que lo necesites.

—Y te lo agradeceré. Ahora me conformo con que dejes de llorar, con que entiendas que somos amigos y que los amigos se ayudan sin cobrarse los favores.

—Gracias, Henry. De verdad.

El hombre sonrió complacido al verla más calmada.

—Enciende el coche y vete, que si no, no te va a dar tiempo de nada y vendrás llorando de nuevo y mi paciencia no es infinita.

Alexis sonrió sincera con ese comentario.

Sospechaba que Henry tenía paciencia infinita y una bondad pura, de esas que pocas personas mantienen en estos tiempos y que a ella nunca le había tocado presenciar.

*** Los gemelos corrían por el jardín cuando el móvil de Henry sonó.

Sonrió al ver la pantalla y respondió con emoción.

—¡Cheryl! ¿Cómo estás?

—Muy bien, cariño. Muy bien. ¿Y ustedes?

—Bien, espera un momento —le dijo y se apartó el móvil para darles unas instrucciones a los gemelos que de inmediato acataron. Eran traviesos pero sabían hacerle caso—. Lo siento, Cheryl, es que estoy cuidando a unos gemelos hermanos de un compañero de Bonnie del colegio… —Floyd —respondió esta y Henry pudo percibir la sonrisa.

—¿Te lo ha contado Bonnie?

—Sí. Y me ha dicho que la madre de Floyd es encantadora y que le admira.

Henry frunció el ceño.

—¿Por qué no me cuenta eso a mí?

Cheryl soltó una divertida carcajada.

—Porque es adolescente, se le pasará te lo prometo.

—Lo mismo dice Alexis; yo, cada vez lo dudo más.

—¡Bah! Ya los verás. Mi dulce Jennifer era igual y luego se convirtió en una mujer conversadora y divertida.

Henry sonrió con gran nostalgia recordando a su querida esposa y sintió la forma en la que el corazón se le contrajo del dolor.

—La sigo extrañando cada día.

—Yo también —respondió la mujer resignada—. Pero debemos seguir adelante. Es lo que nos toca seguir viviendo y demostrarle a Bonnie que a pesar de las adversidades, podemos elegir vivir siendo felices.

Henry sonrió ahora optimista.

—Tenemos tiempo sin vernos —comentó Henry a su suegra.

—Y por eso te llamo. Me gustaría pasarme unos días con ustedes.

—Por supuesto, Cheryl, el tiempo que quieras —Henry pensó en las diferencias entre su propia madre y su suegra. Cheryl era una mujer discreta y siempre trató a su hija con gran respeto. Más, después de que se casaran.

Siempre les decía que los casados formaban una nueva familia y que ella no era quien para interrumpir sus planes con visitas inesperadas e inoportunas y mucho menos, diciéndoles qué hacer o qué no hacer.

Mientras su propia madre no respetaba nada de aquellas pautas.

Cheryl le indicó el día en el que tenía pensado llegar y cuánto tiempo se quedaría con ellos.

—Me parece genial. Iremos por ti a la estación.

—Siempre tan atento y encantador. Mi pequeña tuvo gran suerte de toparse con un hombre como tu, nunca me cansaré de decirlo.

Sonrieron ambos recordando de nuevo a Jennifer.

—Dale un beso a Bonnie.

—Lo haré.

Se despidieron y colgaron.

Unos minutos más tarde, entraba en casa con los niños para darles un poco de limonada fresca y revisar las actividades de los mayores.

—¿Les falta mucho?

—No señor —respondió Floyd con gran respeto—. Ya casi terminamos.

—Perfecto porque tenemos que ir a hacer la compra al supermercado y luego, preparar la comida para cuando llegue tu madre. También pasaremos por la ferretería para comprar lo que necesitemos para reparar la grifería de tu casa.

—Gracias, señor.

—¿Es muy vieja la propiedad?

Floyd asintió.

Henry sabía lo que iba a encontrarse, lo único que esperaba era que no fuera tan grave como lo estaba imaginando.

Una propiedad vieja implicaba muchas reparaciones que de seguro Alexis no tenía para cubrir y esas reparaciones que se dejaban de hacer, representaban peligro inminente para toda la familia.

Humedad, moho, plagas y otras cosas en las que prefirió no pensar.

*** Cuando Alexis llegó a casa de Henry y Bonnie le abrió la puerta indicándole que estaban en la terraza trasera disfrutando del día y preparando barbacoa, se imaginó a los gemelos atados a un árbol y a Floyd cuidando de que ninguno de los dos se soltara porque si no, ¿cómo más podría sobrevivir una barbacoa estando ellos al rededor o cómo podrían ellos salir ilesos de las brasas estando estas tan cerca e hirviendo?

Lo que se encontró al llegar al jardín fue… Abrumador. Sorpresivo. Inesperado.

Se sintió sobrecogida por un sentimiento que desconocía pero del que escuchó hablar por años y que le parecía un mito.

El escenario, mostraba a Floyd junto a Henry asando la carne, le enseñaba a hacerlo; mientras que Bonnie y los gemelos estaban a cargo de los vegetales crudos y la joven tenía controlados a los dos pequeños.

—Bien chicos, lo están haciendo genial.

Los niños sonrieron y luego saludaron con besos fugaces a su madre.

Alexis no salía de su asombro. Atrás quedaron el cansancio y las pocas ganas que tenía de estar entre personas en casa ajena.

Ahora se sentía renovada y quería descubrir más de eso que la rodeaba en ese momento.

Sonrió.

Así debía ser tener una familia y se conmovió porque nadie nunca había tenido el gesto de cuidar de sus hijos, prepararle una comida.

Vio a Henry como si fuera un extraterrestre y este soltó una carcajada frente a todos.

—Deja de verme así que empiezas a preocuparme.

—¿Eres de verdad?

—Completamente.

—Es que tú y todo esto parecen una fantasía.

Henry sintió pena por ella y su sorpresa. No era nada lo que estaba haciendo, estaba solo teniendo una atención amable con una mujer que se lo merecía.

—Trae cervezas de la nevera, por favor. Ni creas que vas a quedarte ahí de brazos caídos —le hizo un guiño de ojo lanzando una mirada hacia los gemelos que seguían concentrados en sus actividades—. Aquí el que quiere comer… —¡Tiene que ayudar! —Gritaron los niños al unísono y Alexis abrió los ojos con sorpresa.

—¿Estuviste en el ejército?

—No —ambos adultos rieron—. Aunque hice mi inscripción, nunca necesitaron de mí, afortunadamente. Sin embargo, he tenido que trabajar mucho tiempo con grupos de personas y pronto aprendí que si no estableces jerarquías, estarás mal en poco tiempo.

Alexis buscó las cervezas y le dio una a Henry.

Sonó un pequeño chin cuando chocaron las botellas a modo de brindis.

—Es impresionante.

—¿Nunca antes los habías puesto a que te ayudaran en casa?

Alexis levantó los hombros.

—Creo que son pequeños todavía y la verdad es que son tan inquietos que me da temor que se corten o se quemen o cualquier otra cosa.

Floyd rio.

—Incluso le da miedo que me ocurra algo a mí.

Henry negó con la cabeza y sonreía irónico.

—Las madres a veces son las culpables de que los niños no sepan resolver cosas que pueden resolver, sin problemas, a su edad.

Alexis lo vio con seriedad y Henry entendió el mensaje.

—Estoy diciendo algo que considero real en todas las madres, no te lo tomes a modo personal —Ella bajó un poco la guardia, sabía que él tenía razón en lo que decía—. ¿Cómo te fue en la casa?

—Bien —respondió Alexis con calma y más tranquila.

—Genial, ahora podrás descansar un poco y luego iremos a tu casa a ver lo que ocurre con el grifo.

—No tengo dinero para… Henry la vio con muy mala cara y ella decidió que era momento de cerrar la boca pero le incomodaba que él le estuviese invitando todo el tiempo y comprándole cosas.

La última vez que un hombre había hecho eso, terminó seduciéndola y metiéndola en la cama para después hacerle mucho daño emocionalmente cuando se dio cuenta de que las ayudas que le daba eran para conseguir sexo casual.

Y ella no era una prostituta.

«¿Crees que voy a quererte en serio con esos tres demonios que tienes de hijos?» «Te quiero a ti, no a ellos» «No has pensado en dejárselos a sus padres» «Serías más feliz sin ellos» «Nosotros seríamos más felices sin tus hijos» Esas eran las clases de cosas que le decían los hombres a los que se atrevió a darle un poco de confianza y salir con ellos.

Esos momentos ingenuos en los que soñaba tener una pareja, sentirse querida, deseada y respetada.

Aceptada al completo, eso incluía a sus hijos porque eran parte de su vida y porque jamás los dejaría a un lado para ser feliz.

Ellos hacían su felicidad.

Por su parte, Henry notó el silencio repentino de Alexis y vio el dolor reflejado en su mirada. No le hacía falta que la mujer le dijera en voz alta lo que pensaba.

—Floyd, lleva esto a la mesa y entre Bonnie y tú terminen de organizar todo.

El joven hizo lo que se le indicaba y Henry le dio la vuelta a la carne sobre el asador.

Vio a Alexis de reojo, esta tomó un sorbo de su bebida.

—No tengo intenciones de acostarme contigo —ella bajó la mirada con vergüenza—. Y no porque no seas atractiva —entonces ella levantó la vista y la clavó justo en los ojos del hombre agradeciéndole con esa interesante chispa en los ojos el comentario que le había hecho—. No soy esa clase de hombres que van buscando aventuras. Para que te quedes tranquila, algún día me devuelves el dinero del grifo y todo lo que me quieras devolver. Guardaré las facturas y te las daré con todo gusto.

Ella le sonrió y Henry la imitó, deseando que los hombres que se aprovecharon de ella desaparecieran de la faz de la tierra porque era injusto lo que hacían con Alexis y quién sabía con cuántas más.