Cuando Henry entró en la calle en la que vivía Alexis y vio las casas que se encontraban allí, supo lo que iba a encontrarse al llegar a la propiedad de la mujer y aunque el jardín que circundaba la casa era sencillo pero hermoso y estaba muy bien mantenido, su ojo profesional detectó al momento que solo se trataba de una pantalla para que los ojos curiosos y los vecinos creyeran que todo iba bien con la edificación cuando no era así.
Suspiró resignado sabiendo el estado de la casa en el interior incluso antes de entrar.
Sacó su caja de herramientas, se colgó un cinturón de compartimientos en las caderas y les dio a los niños pequeños las cajas de las compras para reparar el grifo de la cocina.
Arreglar el grifo roto no fue tan complicado. Los niños le sirvieron de apoyo para pasarles las herramientas necesarias, mientras Bonnie, Alexis y Floyd recogían lo que quedaba de agua en esa habitación y se ocupaban de poner en orden el resto de la casa.
Una vez terminaron, Henry le pidió permiso para echarle un vistazo a la casa y empezó a hacer algunas preguntas de rutina, así como otras que no lo eran pero que quiso hacerlas de todas maneras porque quería saber más de la situación de ella y los niños dentro de aquella casa.
—La compré por un precio realmente ridículo cuando me mudé a Savannah.
—Pensaba que eras de aquí.
Ella negó con la cabeza mientras iban recorriendo el recinto y Henry descubría el mal estado de la vivienda.
—No, nací en Arizona y crecí en varias casas de acogida en Atlanta, mi madre murió al yo nacer y no tengo la más mínima idea de cómo fui a parar a Atlanta. Nadie lo sabe o lo saben y no lo dicen porque es algo confidencial — Alexis lo observó sin darle mayor importancia al asunto—; la verdad es que nunca me he interesado por saber de mi pasado. Soy de las que se anclan en el presente porque es lo que importa —suspiró y le sonrió con dulzura—.
Además, mis experiencias en casas de acogidas no fueron las mejores, es por eso que prefiero no hablar de ese pasado. Cuando tuve a los gemelos, tenía un poco de dinero reunido —bufó—, no sé cómo porque ahora no puedo ahorrar ni un centavo, y con ese dinero vinimos a Savannah. Vi una casa en venta y aunque por el precio ya debía imaginarme cómo estaba, no me importó. La tomé, era eso o quién sabía en dónde íbamos a vivir. No tenía un trabajo estable y —suspiró de nuevo—… en fin… me quedé con ella. Es lo que puedo pagar.
Henry le sonrió con compasión. Ahora sí que sentía pena por ella y pensó en las injusticias de la vida.
No era justo que le pasaran cosas como esas a una buena mujer mientras que, su hermano, por ejemplo, era un parásito que chupaba de quien podía.
Henry siguió observándolo todo.
Y en cada paso que daba, cada crujir de la madera bajo sus pies, cada espacio que inspeccionaba se sentía peor porque debía ser sincero con ella y a la vez no quería hacerlo porque le haría sentir mal.
La situación de la mujer era difícil.
El techo tenía filtraciones, el olor a humedad no se sentía tan fuerte pero él sí que lo podía detectar porque los años de experiencia le daban las herramientas para saberlo.
—Ni falta hace que digas que la casa se cae a pedazos o que me hables de la humedad que hay. Yo también lo sé, no soy tonta.
Henry sonrió aliviado y sintió un impulso de proponerle ayuda rápida para darle un lugar digno para vivir. Lo poco que conocía de ella le hacía ya saber que la mujer se negaría a penas él mencionara dicha ayuda.
Tendría que buscar otra forma de hacerlo para que ella no pudiera negarse.
Y estaba seguro de que conseguiría su objetivo.
*** Henry entró a su casa después de pasarse toda la mañana chequeando las reparaciones que debía hacer en la segunda propiedad que tenía y que estaba junto a la suya.
Hacía unos años, recién mudados a esa zona, Jenny y él encontraron en la casa contigua a la suya una buena oportunidad de negocio y no se lo pensaron dos veces para solicitar otro préstamo y adquirir la propiedad. Una jugada buena que generaba dinero extra y que en el futuro, una vez el préstamo estuviese saldado sería una buena entrada de dinero.
La alquilaba a parejas jóvenes o familias pequeñas, era una casa de dos habitaciones, una cocina amplia, un jardín pequeño y salón comedor perfecto para pasar tiempo en familia.
Por supuesto, la mantenía en perfecto estado para poder arrendarla mejor y los contratos los hacía por periodos cortos. Tuvo suerte al encontrar buenos inquilinos desde que compraron la propiedad y decidieron colocarla en alquiler, sin embargo, su meta era conseguir a alguien que quisiera pasarse una larga temporada en ella o quizá, el resto de la vida.
Le gustaba conocer a la gente que tenía a su alrededor y cuando los encontraba dignos de su confianza y admiración le gustaba conservarlos junto a él.
Henry era de los que querían ayudar a todo el mundo.
En cierto modo, lo hacía.
Una vez al año, desde que se había casado con Jenny, cruzó esfuerzos con la compañía para la que ella trabajaba para reconstruir o reparar casas en mal estado de familias que realmente lo necesitaran.
Era un especie de sorteo que tenían entre los residentes de varias zonas de bajos recursos, como esos programas de TV en los que un equipo entero llega a casa de una familia que vive en muy malas condiciones y que, además, han tenido muy mala suerte en la vida y les regalan un poco de felicidad y dignidad mejorando el lugar en el que viven.
No era ni por asomo tan grande como lo que se veía en los programas de TV pero a ellos les bastaba para ser mejores seres humanos y para aliviar un poco el tema del pago de los impuestos porque eso lo hacían valer como obras benéficas.
Para Henry valían más las sonrisas que le dedicaban cuando veían una casa en condiciones que lo que le descontaban de los impuestos anuales.
Respiró profundo y recordó la casa de Alexis que bien podría ser una candidata para ser reparada ese año por ellos como obra benéfica. Sin embargo, estaba seguro de que ella se negaría.
Porque creería que le estaba regalando todo y aunque llevaba varios días y sus noches pensando en el asunto, no encontraba la forma correcta de abordarla para que ella accediera a salir de ahí y dejarles a ellos hacer su magia con las reparaciones.
Lo único que conservaría de esa casa era el jardín que le había gustado mucho.
Alexis le comentó que era su pasatiempo favorito, salir al aire libre y cuidar del espacio.
Y el tiempo que pasó esa mañana en la casa vacía, estuvo observando el jardín de esta y se le ocurrieron varias ideas que quería consultarle a Alexis para ver si podían mejorar el espacio.
Le pagaría, por supuesto, porque lo consideraba una asesoría aunque ella no fuera paisajista profesional, sospechaba que sería una lucha con ella porque estaba casi convencido de que la mujer se negaría a recibir el pago por lo que él ya había hecho por ella y sus hijos.
Suspiró de nuevo.
—Veo que es el día de los suspiros y tú, empiezas a preocuparme.
Su suegra, que llevaba varios días con ellos, estaba sentada a la mesa de la cocina disfrutando de un café a media mañana.
Le sirvió uno a él y se sentó de nuevo en su lugar.
—Es que no paro de pensar en algo que me atormenta, Cheryl.
Procedió a contarle todo el asunto de Alexis y lo mal que se encuentra el lugar en el que vive con los niños.
Lo mucho que podría hacer por ella.
Y lo mucho que ella se negaría a aceptar su ayuda.
—Bueno, ante todo, es madre y estoy segura de que no se negará a tener una mejoría para sus hijos —Ambos suspiraron y sonrieron luego con complicidad. Cheryl siempre representó para Henry esa persona sabia, llena de experiencia y buenos consejos—. Teniendo en cuenta lo que me cuentas del jardín de su casa, podrías traerla aquí con la excusa de arreglar el de la casa de al lado, ahora que tu hermano empezará a pintarla, podrías incluir a Alexis en los consejos para mejorarla y, a su vez, puedes ir sembrando dudas sobre lo mal que está que ella siga viviendo en su casa.
—¿Te expliqué que ella está consciente de todo?
Cheryl le sonrió con sorna.
—Dos veces y también me dijiste que es testaruda. Toda madre con dudas acaba cediendo y deberías asegurar de inmediato la remodelación de caridad de este año con la inmobiliaria para que no tengas inconvenientes una vez que ella acepte. Porque, querido, si lo haces bien, acabará cediendo.
El móvil de Henry sonó.
Él apenas lo vio, volvió los ojos al cielo.
—Lo siento, Cheryl, es mi hermano y debo atender porque de seguro me va a dar una excusa para no venir hoy.
—Siempre ha sido un bueno para nada. Me disculpas que sea tan franca.
—Nada que disculpar, eso sí, no lo digas delante de mi madre.
Ambos sonrieron divertidos y Henry atendió la llamada en modo automático porque su pensamiento estaba enfocado en Alexis y en toda la ayuda que él quería proporcionarle.
*** Alexis estaba teniendo una semana tranquila y parecía que Bethany Malone olía su tranquilidad incluso en la distancia.
Por ello, cuando su móvil sonó y vio de quien era la llamada volvió los ojos al cielo deseando tener un superpoder para eliminar a esa irritable mujer de su vida.
Iba de camino a casa de Henry porque buscaría allí a sus hijos y porque el hombre le había dicho que quería hacerle una consulta.
Además, quedó con Bonnie para salir de paseo solo ellas dos a ver vestidos para el baile de graduación. Faltaba mucho aun pero era mejor ir con calma, sobre todo por el poco tiempo disponible que ella tenía entre el trabajo y sus hijos.
Atendió la llamada.
—¿Qué te traes con Henry Price?
—Buenas tardes, Beth, espero estés muy bien.
—Para ti soy Bethany o Sra. Malone. Beth soy para mis amigas y tú, no lo eres.
—Exacto —Alexis sonrió divertida—, por eso es que no tengo por qué explicarte lo que me traigo con Henry, porque eso lo comparto solo con mis amigas y tú, no lo eres —Escuchó un pequeño gruñido al otro lado y sonrió, ahora con malicia.
—¿Tienes amigas, Alexis? ¿Estás segura? —el sarcasmo en su voz hizo que Alexis dejara de sonreír.
—¿Qué quiere la Sra. Malone esta vez? —fue seca y directa.
—Entender cómo es que una mujer que es un desastre como tu puede lograr embaucar a un hombre como Henry.
—No creo que me hayas llamado para eso porque creo recordar que tú tienes un marido y poco podría importarte mi vida y la de Henry. No tengo tiempo, Beth, así que dime-de-una-maldita-vez ¿qué-diablos-quieres?
—Que hagas bien tu trabajo limpiando todo lo que necesito que limpies para la fiesta de fin de curso y que ese día, te encargues de los baños.
Alexis soltó una molesta carcajada. Esa mujer le hacía hervir la sangre.
—He limpiado muchos lugares en mi vida, Bethhhhh —arrastró las palabras a propósito para hacer enfurecer a su interlocutora— pero no pienso limpiar nada en la escuela porque para eso tienen personal y yo voy a acompañar a mi hijo en calidad de madre y chaperona de él y de Bonnie, quien también irá con Henry —hizo una pausa y luego añadió—; ¡Oh! Mira qué casualidad, Henry y yo iremos juntos.
—Eres ingrata e insoportable.
—¿Eso es todo lo que tenías que decirme?
—No vas a poder conmigo, estúpida. No sabes hacer nada bien, ni siquiera eres buena madre ¿cómo crees que podrías conquistar a un hombre como Henry? Estaría mejor con mis ami… Alexis le dejó ganar y se alteró de tal manera que colgó la llamada, lanzó el móvil hacia el asiento del copiloto y gritó dándole ligeros golpes al volante del coche mientras conducía por la autovía.
Menos mal.
De haber sido otra calle, ya estaría la policía tras ella para preguntarle si todo iba bien.
Gritó de nuevo y lanzó una retahíla de insultos en contra de la excelentísima Sra. Bethany Malone.
Esa mujer sacaba lo peor de ella, sobre todo cuando le decía que no era buena madre.
Y le atacaron las ganas de llorar.
Porque sabía que, en muchas ocasiones, no era buena madre.
El estrés hacía que le gritara a sus hijos más veces de las que le gustaría, no sabía cómo hacer para que los niños le prestaran atención, no eran maravillosos estudiantes, siempre iban con la ropa arrugada y a veces rota porque no tenía dinero suficiente ni una casa decente ni….
Respiró profundo y gritó de nuevo.
Se detuvo una calle antes de Junco Way, la calle en la que vivía Henry, porque no quería llegar con esa impotencia y frustración en su interior ni con la cara llena de lágrimas por la rabia que sentía gracias a la imbécil de Beth.
Esperó unos minutos mientras hacía fuertes y profundas inspiraciones a ver si así conseguía relajarse un poco. Se conformaba con parar de llorar.
Y lo consiguió, recordando que les daba amor a sus hijos y los niños la veían con ojos dulces cada noche cuando ella les daba un beso de buenas noches y le decían cuánto le amaban.
Consiguió calmarse recordando en que sí, muchas veces perdía la paciencia y les gritaba pero que casi todas las madres lo hacían.
Se calmó más cuando recordó la vocecita de Dylan, esa mañana, diciéndole que siempre le echaba de menos cuando lo dejaba en el colegio cada día.
Y sintió la necesidad inmediata de abrazar a sus hijos con fuerza y decirles que los amaba por sobre todas las cosas en el mundo.
Arrancó de nuevo el coche y cruzó en la esquina para llegar hasta casa de Henry que llegaba al mismo tiempo de ella con todos los niños en su camioneta.
—¿Todo bien? —Le preguntó ella al verle la cara que traía y él negó con la cabeza.
—No he tenido un día fácil. Es la tercera vez en esta semana que mi hermano no viene a trabajar y Bethany me abordó en la escuela para hacerme preguntas que no venían al caso… Se quedó en silencio y la vio a los ojos. Alexis notó su cambio, se estaba dando cuenta de que algo no iba bien con ella tampoco.
Le sonrió con gran esfuerzo y abrazó a sus niños tal como lo quería hacer desde hacía unos minutos.
—¿Sigue en pie nuestra salida? —preguntó Bonnie con alegría.
—Claro, cariño, tu padre y yo vamos a conversar algo pendiente y luego nos iremos —le hizo un guiño a la niña que le regaló una sonrisa cargada de ilusión.
—Se lo diré a la abuela —corrió dentro de casa y Alexis vio con espanto a Henry que finalmente sonrió con diversión.
—No se trata de mi madre, es mi suegra.
Alexis se llevó una mano al pecho.
—No quiero más drama por hoy.
—Te llamó, ¿verdad? —preguntó el hombre con gran seriedad y Alexis asintió bajando la mirada.
—Es insoportable. ¿Qué te dijo?
—Lo mismo de siempre, que no soy buena madre, etc.
—¿Y tú se lo crees?
—¿Y cómo no hacerlo, Henry? No tengo dinero suficiente, mi casa se está viniendo abajo, estoy completamente sola y mis hijos no me hacen caso.
No tengo su vida perfecta. No sé cómo tenerla.
—Yo veo que lo haces muy bien y no me vengas con la historia de la lástima porque estoy harto de ella. No te tengo lástima. Te admiro —Ella lo vio sorprendida—. Esa mujer me hizo exasperar más que ninguna otra persona. ¿Por qué ustedes nos creen incapaces de cuidar de los niños, la casa y lo demás? ¿Es que acaso solo ustedes pueden hacerlo? Es realmente muy injusto que piensen así para ser supuestas luchadoras por la igualdad de géneros.
—Pura mierda esa lucha —Alexis respondió relajada—. No creo en ella hasta que no seamos todos iguales de verdad, como bien lo dices. Y me gustaría quedarme aquí echando pestes en contra de Bethany pero ya arruinó mi tarde y no me da la gana de dedicarle ni un segundo más. Además, quiero regresar temprano con Bonnie.
Henry asintió y la guio hacia la casa que colindaba con la de este.
Los niños se escuchaban dentro de la propiedad riendo y jugando.
—¿Tu suegra no tendrá problemas con ellos? —Henry bufó alegre.
—Cheryl fue maestra de kínder así que sabe tratar con ellos muy bien.
Alexis se relajó y siguió a Henry en la entrada de la propiedad que estaba vacía.
Henry le dio un tour por la misma, su intención era que ella se familiarizara con el lugar.
Luego salieron al jardín trasero.
—Vi en tu casa que se te da muy bien la jardinería y quería que me aconsejaras sobre qué hacer con este espacio.
Alexis lo observó con los ojos entrecerrados.
Se cruzó de brazos.
Algo le decía que Henry le ocultaba algo y este, que se vio descubierto, se puso nervioso al momento.
—Voy a darte los consejos —estudió con más profundidad su mirada.
¡Oh sí, ahí escondía algo!—. Luego me dirás qué escondes.
—Si tú me prometes que escucharás sin predisponerte y lo más importante, te tomes varios días para analizar cada una de mis palabras.
Alexis no sabía qué hacer porque se debatía entre su curiosidad y las ganas de retroceder antes de que él si quiera empezara a hablar.
Pudo más su intriga y movida por ella, extendió el brazo.
Henry sonrió y apretó su mano con firmeza.
—¿Estamos cerrando un trato, Alexis?
—Sí —respondió ella con seguridad porque en su interior sabía que podía confiar en él, no solo por las cosas que ya le había demostrado, no.
Había algo más que la animaba a escucharle, como una extraña emoción que por algún motivo mejoraría la vida de sus hijos.
Y haría cualquier cosa por sus pequeños.
*** —Creo que de los tres vestidos que me probé hoy me quedo con el rosa.
Alexis arrugó la nariz con el comentario de la chica.
Consideraba que el rosa era el menos favorecedor para ella.
—No te gustó ese ¿no? —Alexis negó con la cabeza, aun arrugando la nariz—. A mí tampoco —Bonnie soltó una carcajada divertida y sincera—.
Solo quería ponerte a prueba.
Alexis abrió los ojos con sorpresa.
—¿No confías en mí?
—La verdad es que confío mucho en ti, desde que te vi por primera vez.
Y te conozco porque Floyd cuenta cosas maravillosas de ti. Pero noto que estás muy distraída y esto es un asunto importante.
Alexis la seguía viendo con asombro.
—¿Floyd te habla de mí?
—Mucho. Siempre dice cosas buenas. Eres buena con ellos, los amas y quieres darles lo mejor.
—Gracias, Bonnie, tus palabras me hacen feliz en este momento.
Bonnie sonrió complacida.
—Lo sé. Las madres a veces se sienten inseguras y creen que lo están haciendo muy mal cuando en realidad es al contrario.
—Eres muy madura para tu edad.
—Soy observadora, creo que no soy tan madura como crees. Mamá solía decirle a papá que ella a veces sentía que no hacía suficiente por mí —Bonnie le sonrió con nostalgia—. Era la mejor del mundo para mí.
—La debes echar mucho de menos.
Bonnie asintió.
—Sobre todo cuando papá insiste en querer saberlo todo de mí. Mamá respetaba más mis procesos y mis ganas de hablar o no. Con papá a veces me siento acorralada u obligada a decirle cualquier cosa para que me deje en paz y se quede tranquilo —Alexis sonrió con pesar—. Por ello quería hacer estas salidas contigo. Floyd me aseguró que tu podrías entenderme.
—Somos chicas, siempre podremos entendernos.
—Pero entiendes que no te quiero para que seas una madre para mí, ¿no?
—Por supuesto, tu y yo solo seremos amigas, eso sí, tendrás que tenerme paciencia porque soy un poco mayor que tú y quizá te de consejos que te parezcan anticuados.
Bonnie sonrió divertida.
—Lo entiendo y lo acepto —hubo un silencio entre ellas mientras seguían viendo los escaparates de las tiendas en el Savannah Mall—. ¿Fue difícil crecer en casas de acogida?
—Un poco. Aunque no tengo punto de comparación porque nunca llegué a estar con mi verdadera familia o con una familia que me quisiera como parte de ella. ¿Entiendes?
La preadolescente asintió con la cabeza.
—Yo estuve molesta mucho tiempo con Dios por quitarme a mamá de repente. Pero al menos tuve la suerte de conocerla y saber quién era. De saber que me amaba. Aún tengo a papá y a las abuelas. ¿No tienes curiosidad por saber de tu familia?
—Quizá cuando tuve tu edad sentí esa inquietud pero después de darme siempre contra un muro de burocracia y políticas de privacidad, me di por vencida y me dije a mí misma que, en el futuro, formaría una familia a la que cuidaría con las uñas de ser necesario.
Bonnie le sonrió con sinceridad.
—Y lo haces, aunque los gemelos son revoltosos pero papá siempre consigue mantenerlos en la línea del orden. Es bueno para ello, aunque reconozco que yo no le estoy haciendo las cosas fáciles. ¿Podrías conversar con él y decirle que no esté todo el tiempo sobre mí queriendo saber cómo me siento, qué me ocurre, qué pienso?
Alexis entrecerró los ojos mientras la observaba de reojo.
—Puedo intentarlo si tú me dices que intentarás ser un poco más comunicativa con él. No lo sé, quizá podrías contarle cómo te fue en la escuela sin que él tenga que preguntártelo o si te sientes triste quizá podrías decírselo y pedirle que solo te escuche.
Bonnie levantó los hombros con indiferencia.
—Suena fácil cuando lo dices tú, podría intentarlo.
—Genial.
Ambas sonrieron y Bonnie la tomó de la mano para arrastrarla dentro de una tienda en la que había vestidos de noche hermosos. La chica empezó a hablar de colores, tallas, bordados, estilos y Alexis no pudo evitar perderse de nuevo en los pensamientos que la mantenían distraída esa tarde.
La propuesta de Henry le puso el mundo de cabeza porque jamás se habría esperado una propuesta semejante y menos, sin que ella tuviese que invertir un centavo.
Aun no se lo creía por completo.
El ofrecimiento de Henry para vivir por unas semanas en la casa que le había enseñado, mientras su casa, la que se caía a pedazos, era reparada por la compañía de Henry y sus asociados bajo la figura de labor social, le parecía algo de fantasía.
Cuando el hombre se lo comentó, ella soltó una larga carcajada creyendo que él le jugaba una broma y entendió que todo era muy real cuando Henry la vio con seriedad y le dijo que jamás, jamás, le jugaría una broma como esa.
Al momento, le temblaron las piernas; tanto, que pensó que se desvanecería, aun le temblaban; le costó gran esfuerzo controlar los temblores, el nudo en el estómago por los nervios, la emoción que la embargó por la suerte que consideraba estaba teniendo en ese momento y la ilusión le llenó el alma cuando se dio cuenta de que la oportunidad que le ofrecía ese buen hombre, le iba a ayudar a mejorar su vida y lo más importante, mejorar la vida de sus hijos.
Henry no quiso que ella le respondiera al momento y lo aceptó porque quería pensar en frío los pro y los contra del asunto.
Que por más vueltas que le daba no encontraba ningún contra.
Todo era positivo.
—¿Me estás escuchando? —Bonnie la observaba con una sonrisa.
—No, lo siento.
La chica dejó el vestido que tenía en las manos en el mismo lugar en el que había estado antes y se interesó por saber lo que pensaba Alexis.
Le llamaba la atención la forma en la que se perdía en sus pensamientos sin ser consciente de lo que ocurría a su al rededor.
—¿Por qué papa te enseñó la casa de al lado?
Alexis no sabía si contarle todo lo que habían conversado ella y Henry.
—Porque le gustó mucho el jardín de mi casa y quiere saber cómo lo hice. Lo ayudaré a que el jardín de esa casa se vea mejor.
—Mmmm —la joven se cruzó de brazos esperando saber el resto. La veía directo a los ojos, con mirada analítica—. ¿Sabes que papá te admira mucho?
Alexis ladeó la cabeza y la vio con duda.
—¿En serio? Me lo ha dicho pero no sabía que fuese tanto así.
—Eres madre soltera, tienes dos trabajos y desde que lo conociste nunca te has compadecido de él por estar solo con su hija; y, además, punto importante que hizo que ganaras mi confianza, no te acercaste a papá con intenciones de ser su novia o de convertirte en una madre para mí.
Alexis abrió de nuevo los ojos con sorpresa. Bonnie era mordaz y le gustaba esa sinceridad.
—Bueno —Alexis permaneció pensativa—, no le tengo lástima a tu padre por criar en soledad a una niña, está en mi misma condición y por ello lo trato como a un igual, aunque sí siento compasión por él y por ti porque no es justo lo que les tocó vivir. Y tu padre es un hombre muy atractivo, no voy a engañarte —Bonnie la vio con sorna—, además es educado, respetuoso y sobretodo muy bondadoso. Pero yo no estoy interesada en chicos en este momento.
—Me parece bien, tienes la casa llena —comentó la chica y ambas rieron —. Papá va a ayudarte con tu casa, ¿cierto? —Alexis asintió siendo incapaz de hablar porque un nudo repentino se formó en su garganta—. Me parece bien, a la gente buena deben pasarle cosas buenas. ¿Lo sabe Floyd?
—No —Alexis respiró profundo—. ¿Podrías no decirle nada hasta que decida si voy a aceptar?
—Seguro, es lo que hacen las amigas, ¿recuerdas? —Alexis sonrió con cariño—. Pero aceptarás, ¿verdad?
Y fue entonces cuando Alexis asumió que sí, aceptaría a la propuesta de Henry porque milagros como esos no ocurrían todos los días.