Alexis estaba en su casa recorriendo todo por última vez, grabando en su memoria cómo se veía su casa antes de que Henry hiciera su magia con todo el equipo que traería de apoyo para arreglar su hogar y el de sus hijos.
No sabía cómo agradecerle a Henry todo lo que estaba haciendo por ella, se sentía conmovida, esperanzada, feliz.
Floyd no podía creerse la suerte que estaban teniendo.
Los gemelos pasaron una semana de hiper actividad debido a la emoción que contenían pensando en que tendrían un hogar nuevo.
Esa casa que ahora tenía las paredes llenas de humedad, que tenía las tuberías roídas, gastadas; una casa noble, anciana; que merecía que alguien se ocupara de ella.
Alexis sabía que no podría hacer lo que haría Henry, no en ese momento, no en el futuro próximo y dudaba que en el futuro lejano pudiera llegar a tener la posibilidad de ocuparse de semejante inversión colocando dinero propio.
A menos de qué se ganará la lotería, obviamente. Era un imposible que ganara algo porque ni siquiera le alcanzaba para comprarse un ticket y probar suerte.
Desde que Henry le explicara la propuesta y después de mucho pensarlo, darle vueltas y más vueltas, se dejó de tonterías y le comunicó a Henry su respuesta.
Una positiva, por supuesto.
Se lo había dado a entender a Bonnie en la salida de chicas que tuvieron, suponía que a ella se le escaparía algo con su padre, pero no. La chica guardó con recelo lo conversado en esa salida y Alexis se dio cuenta de que estaba creando una conexión con ella.
Henry se alegró con su respuesta y le aseguró que no se arrepentiría, que todo saldría bien.
Se alojarían esas semanas en la casa anexa a la de Henry.
Alexis sugirió el pago de un alquiler y después de verle la cara de pocos amigos al hombre tras su comentario, desistió de la idea instándole a que ella se encargaría de decorar el jardín de esa propiedad sin que él pusiera un centavo.
Él solo se limitó a soltarle un escueto «Ajá» que dejó en claro que ella no pondría más que su opinión y si quería, su dedicación en el jardín.
Lo haría, cómo no hacerlo. Henry se estaba comportando con ellos como nunca antes nadie lo había hecho así que ella se sentía en el deber de retribuirle de alguna manera.
Fue una semana agitada. Entre el trabajo, recoger las cosas para la mudanza, para la remodelación, dejarlo todo listo.
Los niños, las labores sociales de la escuela que el director Martin las aumentó dando por hecho que, entre todos, debían organizar el baile de fin de curso.
Lo que quería decir que tenía que ver, y hablar, más seguido a Bethany, quien, esa semana, la castigó con el látigo de la indiferencia mientras envolvía en halagos hipócritas y llenos de algún macabro interés a Henry, quien se divertía en grande siguiéndole la corriente a la mujer.
Alexis no conseguía entender cómo lo hacía porqué ella nada más de pensar en hacer algo semejante, se le revolvía el estómago.
Henry le dijo que se le daba mejor seguir la corriente que llevar la contraria, al final, él siempre conseguía hacer lo que quería. Lo aprendió con su madre, aunque a veces le costaba salirse con la suya cuando se trataba de su madre.
No lo ponía en duda.
Esa semana también había tenido la mala suerte de toparse con la señora Price y tuvo que aclararle, de nuevo y en un tono más amargo que la primera vez que la vio, que ella y Henry no tenían nada. Que solo eran amigos.
Por supuesto, ella no quedó satisfecha con la respuesta y el resto del rato que coincidieron en casa de Henry, la señora Price le dedicó miradas que indicaba muy bien lo que pensaba de ella.
Que era un completo desastre y quizá, sus pensamientos no eran el problema, no.
El problema de Alexis era que lo que pensaba la señora Price era cierto y ella no veía una clara solución para su desastre de vida.
Henry le estaba poniendo un poco de orden pero eso no cambiaba la falta de dinero, lo poco que los niños atendían a sus órdenes, la culpa que siempre llevaba encima por querer ser mejor madre para sus hijos y no saber cómo hacerlo.
Esperaba que con esa decisión de dejar que Henry y sus asociados hicieran labor social con su hogar sirviera para expiar la culpa que la acompañaba siempre.
Les daría una mejor vivienda a sus hijos. Eso debía contar en algo ¿No?
Le costó mucho pensar qué quería llevarse de su casa. Le costó aún más deshacerse de sus muebles viejos. De esos muebles de segunda mano que reparó con sus propias manos después de rescatarlos del basurero de alguien que había decidido que ya no los quería más.
Henry hablaba de reparar el esqueleto de la casa y luego se le metió en la cabeza que también haría los acabados de decoración. Ella quiso impedírselo mas el hombre le dijo que no se negara, que pensara en los niños y le dejó ver una mirada que en el momento hizo sentir a Alexis como una gelatina.
Una extraña sensación que no experimentó con nadie antes, bueno, sí, con sus hijos y, por supuesto, en una versión diferente.
Los niños le ablandaban pero sin temblores. Algo de lo más extraño que no quiso darle importancia, todo lo atribuía a las emociones que vivían esa semana de ansiedad por la mudanza y por lo nuevo que encontrarían en el mismo lugar que ahora llamaban hogar.
Un antes y un después.
Tenía el pequeño presentimiento de que su vida y la de sus hijos cambiaría a partir de ese momento.
La esperanza, definitivamente, se albergaba en su pecho y después de una semana de grabar en su mente una vez más cada rincón del hogar que le pertenecía, recoger las pocas cosas que tenía y recoger las pocas cosas de sus hijos, llegó con los niños a la casa provisional y se instalaron en un día.
La segunda propiedad de Henry era preciosa. Justa de espacios y con mucha iluminación natural, algo que Alexis adoraba y que su viejo hogar no tenía.
¿Lo tendría el nuevo?
Sonrió pensando en las preguntas que no dejaba de hacerse.
¿De qué material sería el suelo?
¿Conservaría el mismo espacio la propiedad?
¿Acabarían con su jardín?
Los niños también la enloquecían con preguntas que bien sabía que también le hacían a Henry y este, en vez de responderles, lo que hacía era indagar más sobre lo que querían los pequeños y lo que le gustaría a ella.
Por vergüenza, Alexis dejó de decirle cosas en cuanto notó su juego.
¿Qué estaba haciendo con su propiedad?
No quería nada de lujo, nada enorme y se lo dejó saber a él en cuanto aceptó la oferta del hombre.
¿Estaría cumpliendo sus peticiones?
Y la pregunta que no le podía faltar era: ¿Le gustaría lo que vería?
El trabajo final, ¿Le gustaría?
Claro, no tenía el derecho de ponerse exigente porque ella no estaba invirtiendo un centavo allí, y lo único que podía era estar muy agradecida por lo que hacían por ella y sus niños.
Lo estaba, más que agradecida, de igual manera la pregunta no dejaba de hacerse presente en su mente.
Sospechaba que todo saldría bien. Henry no parecía tener mal gusto y aunque no le comentó nada a nadie, había investigado a sus asociados para saber con quién estaba tratando y las propiedades que estos tenían en venta y que eran de construcción propia, eran hermosas.
Tenía que encontrar la manera de desconectarse de esos pensamientos porque le esperaban algunas semanas antes de poder ver el resultado final de la obra y sería un acto masoquista pensar cada día, cada hora, en cómo quedaría la casa, si le gustaría, si le gustaría a los niños, si cuidaría el jardín.
El jardín.
Su mirada se posó en el jardín de la propiedad de Henry que ahora ocupaba ella con Floyd y los gemelos y entonces tuvo la primera idea para que aquel jardín, que era pequeño en comparación al que tenía Henry en su casa, se viera acogedor.
Su visión para los jardines o las áreas verdes de las casas no era exactamente elegante o moderna.
No.
Alexis creía que en un hogar, estos lugares eran especiales. Una conexión con la naturaleza al alcance de la mano para poder disfrutar cada día de una agradable taza de té, una tarde de juego con los niños o un picnic en el fin de semana cuando el dinero no da para más.
Sonrió de nuevo pensando en las aventuras que ella y sus niños han vivido juntos.
Bebió un sorbo de su café y apuntó en una hoja lo que necesitaría para empezar a hacer lucir diferente aquel verde espacio.
La puerta de la entrada de la propiedad se abrió y ella levantó la mirada.
Henry se llevó esa mañana a todos los niños a la escuela porque Alexis había pedido unos días de vacaciones y le dijo que, durante esos días, él los llevaría a la escuela y ella debía recogerles porque él estaría ocupado con las supervisiones de la remodelación de su casa.
¿Podía negarse después de todo lo que Henry hacía por ella? No. Así que aceptó sin problemas.
Henry le advirtió que su hermano, Finn, debía terminar de pintar el salón de la propiedad que ahora ocupaba pero que quién sabía cuándo lo haría porque Finn era especial y hacía lo que le venía en gana.
La verdad era que Alexis no tenía una buena imagen de Finn en su cabeza, sin embargo, todo cambió cuando lo tuvo frente a ella y el hombre le sonrió con sinceridad y alegría.
—¿Tú debes ser la chica de la labor social? —Le preguntó curioso.
—¿Y tú debes ser Finn? —Respondió ella haciendo que él entrecerrara los ojos.
—No quiero saber que te dijo el gran Henry de mí.
Alexis, que permanecía deslumbrada por la encantadora sonrisa de Finn, parpadeó un par de veces deseando romper el hechizo que sabía que la había atrapado para poder responder; no funcionó y él fue capaz de darse cuenta.
Así que amplió su sonrisa porque entendía que era su arma para seducir a las mujeres.
Era parecido a Henry en altura aunque era más delgado. El tono de la voz ronco y grave le quedaba muy bien a ese aspecto descuidado de hombre sexy recién levantado de la cama al que no quieres dejar escapar.
Tenía un buen bronceado, por cierto.
Y un trasero decente.
Lo detalló en cuanto se puso de perfil y vio cuánto se pronunciaba la curva en la parte baja de su espalda en el momento exacto en el que él levantaba su camiseta para quitársela y empezar sus labores de pintura del salón.
Alexis tragó grueso y sintió un calor que la estremeció.
¿Cómo ese hombre tenía tanto poder de encantamiento sobre ella?
Parpadeó de nuevo y él ahora la veía con gracia.
—¿Estás bien?
—Perfectamente —respondió ella intentando no delatarse aunque sospechaba que Finn era capaz de leer hasta sus más remotos pensamientos —. Necesito salir a hacer unas compras. Nos veremos luego —dijo sin más y salió casi corriendo de la propiedad preguntándose qué diablos pasaba con ella; exigiéndose un alto a esos pensamientos que ahora tenía en la cabeza sobre Finn porque era el hermano de Henry que era su amigo, el amigo que le estaba ayudando a tener una vida mejor.
Además, no debía olvidar que ella no debía interesarse en ningún hombre.
Así lo decidió hacía años y nada podía cambiar en ese aspecto de su vida.
Nada. Ni siquiera el trasero Finn y mucho menos, su mágica sonrisa.
*** Finn pintó dos paredes del salón cuando decidió que era momento de un descanso en el jardín para poder fumarse un cigarrillo con tranquilidad. Quizá también se bebería una cerveza.
Abrió la nevera de la casa en la que trabajaba y no encontró cervezas, en realidad, encontró muy poco dentro y se preguntó de qué diablos vivía la mujer con sus hijos si el refrigerador estaba casi vacío.
Era guapa, no podía negarlo; aunque la encontró simple para el estilo de mujeres que a él le gustaban.
Sabía que la había conquistado con su gancho mortal para las mujeres.
Su sonrisa. Sí, un cliché de telenovela pero le había servido todos esos años para llevarse a las chicas a la cama sin que generaran problemas luego y así vivir la vida que siempre soñó sin compromisos ni ataduras.
Y si la sonrisa no cumplía su trabajo completo, pues le dejaba ver el culo que tenía y de inmediato se les nublaba la mente dejándole cabida a sus manipulaciones.
Sí, sí, puros clichés pero qué más daba si funcionaban.
Le dio una calada al cigarrillo mientras atravesaba el espacio que separaba la propiedad que su hermano alquilaba de la que vivía con su hija Bonnie y accedió a la misma por la puerta trasera que, por regla general, permanecía abierta.
Fue directo a sacar una cerveza del refrigerador cuando escuchó la camioneta de su hermano aparcarse frente a la puerta del garaje de la propiedad.
Salió, casi corriendo, al jardín para que el gran Henry no le echara la bronca por fumar dentro de su casa. Destapó la botella con lo primero que encontró que podía servirle de destapador y luego bebió un sorbo largo.
El día estaba caliente.
Tan caliente como su cuerpo pensando en el encuentro que tendría más tarde ese mismo día con la mujer que le enloquecía desde hacía unos meses.
Desde que entró a trabajar allí como jardinero y la vio por primera vez en la piscina, sintió la tensión adecuada en su entrepierna que lo instó a seducirla y llevarla a la cama en la casa de invitados de la propiedad.
Cosa que ya se había vuelto una rutina y su fachada seguía siendo la jardinería.
En realidad, iba a regar y mimar a la mujer desatendida por su marido y que estaba derretida por todos sus clichés.
Una mujer de la que de alguna manera no sabía desligarse y sabía que era porque le gustaba más de lo que pensaba. Sin embargo, hacía de tripas corazón porque sabía que nada podía hacer para cambiar su condición de amante de ella.
Jamás abandonaría a su marido y su vida estupenda por él que no tenía nada y tampoco tenía intenciones de hacer nada porque sus padres hacían todo por él, y la vida así se vivía muy bien.
No era perfecta… ¿qué cosa lo era?
Exacto.
La puerta de la propiedad se abrió y él le sonrió de lado a su hermano mientras botaba el humo por la nariz como un toro embravecido.
—¿Cuántas veces te he dicho que no fumes dentro?
—Estoy afuera.
—Sí, con una cerveza de mi refrigerador en las manos y tu estela de humo se quedó aquí. Es asqueroso, con un demonio —Henry lo vio con el ceño fruncido, como siempre, parecía que lo odiaba—. ¿Te estás tomando un descanso de haber llegado hace media hora al trabajo?
—No llegué hace media hora y casi termino de pintar el salón. Quizá mañana lo termine —Las orejas de Henry se enrojecieron y eso motivó a Finn a seguir sumando rabias al día de su perfecto hermano—. Y tuve que tomar la cerveza de tu casa porque la chica —señaló hacia la casa de alquiler —, no tiene en su nevera. De hecho, poco tiene en ella.
Finn cumplía con su objetivo al verle el rojo encendido en el rostro a Henry.
—No se te ocurra tocar nada de allí y cumple con tu maldito trabajo porque voy a echarte si no lo haces.
Finn bufó divertido.
—Sabes que no lo harás porque tendrás que verte luego con mamá.
—Tienes un contrato firmado, Finn, no me pongas a prueba.
—Soy tu hermano.
—Exacto, mi hermano, no mi maldita obra de caridad perpetua.
—¡Ah! ¿Un desconocido si puede serlo?
Henry se pinchó el puente de la nariz y Finn se dijo que era momento de bajar la presión de su ataque porque lo siguiente sería que Henry acabaría dándole un par de puñetazos como ocurrió años antes cuando Finn quiso tomarse atribuciones en la compañía que dirigía su hermano.
Bueno, una de las tantas veces que lo hizo.
Le divertía y solo aquella vez, Henry se fue de bruces contra él porque la verdad era que él cruzó todos los límites. Lo reconocía. Henry no pasaba por un buen momento con la muerte de Jenny y no era capaz de controlar sus emociones.
—En fin… —Finn quiso cortar por lo sano lanzando una pregunta que no tenía ni idea que iba a molestar tanto a su hermano—. ¿No te gusta no? ¿La chica? ¿Cómo se llama? No me lo dijo.
Henry levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Finn.
Centelleaban.
¿Qué ocurría con Henry?
Se acercó a él y le habló entre dientes como un perro rabioso y amenazante.
—Se llama Alexis, Finn, y te voy a exigir que te mantengas alejado de ella.
Finn bufó otra vez con diversión e ironía.
—¿Eres su padre? Porque la vi bastante mayorcita como para que estés exigiendo cosas por ella, a menos de que, claro, la estés metiendo en tu cama —se acercó más a su hermano para retarle—. Si no es así, me gustaría conocerla. Es guapa y se ve simpática.
Henry cerró los ojos de nuevo y respiró profundo.
—Voy a olvidar que eres mi hermano si llegas a lastimarla a ella o a los niños, ¿Quedó claro?
—¿Te gusta?
Henry parpadeó un par de veces y Finn sonrió sarcástico. Estaba dudando de lo que sentía, se lo dejó saber en la mirada.
—No. No me gusta, es una buena mujer y solo quiero que tenga un poco de paz en la vida dura que le ha tocado vivir.
Henry se dio la vuelta y caminó hacia su casa con los puños apretados.
Finn se terminó el cigarrillo y tiró la colilla al jardín sin mayor reparo.
La aplastó y luego sonrió con malicia porque pensó en que sería divertido quitarle a su hermano a la mujer que le gusta.
Nunca antes lo hizo porque no tuvo oportunidad con Jenny pero ahora… ¿Quién podría impedírselo?
*** Henry vio a su hermano alejarse.
«Imbécil» pensó.
Abrió la nevera para sacar una cerveza y se dio cuenta de que el imbécil se bebió la última que quedaba.
Cogió las llaves del coche para ir al supermercado a comprar más.
También compraría algunas cosas que hacían falta en casa y aprovecharía para comprar algunos filetes de carne como le gustaban para hacer una barbacoa para la cena.
A Bonnie le encantaban y quizá Alexis y los niños se unirían a ellos.
Ahora que eran vecinos, no había nada de malo en que compartieran alguna barbacoa ¿no?
Mas si era cierto lo que le comentó el idiota de su hermano sobre el contenido en el refrigerador de Alexis.
¿Y si necesitaba dinero para comida?
Negó con la cabeza. No le parecían cosas de Alexis, de seguro sería que con todo lo de la mudanza no había comprado provisiones para la semana.
Era una mujer muy responsable y no permitiría que sus hijos pasaran hambre.
La barbacoa le serviría para conversar un poco más con ella al respecto.
Además, tenía que ponerla sobre aviso con Finn porque su hermano era inestable en todos los aspectos de su vida y usaba a las mujeres como si de un calzoncillo se tratara. Cada día, uno nuevo.
Como hacía con el dinero; con su vida en general.
Dio un portazo al salir y vio que Alexis llegaba a la casa contigua a la suya. La mujer se aparcó y se bajó del coche mostrándole una sonrisa.
Él no se percataba de que la veía con el ceño fruncido y las manos en las caderas.
—¿Ocurrió algo? —ella se acercó un poco.
—No.
—No tienes buena cara. ¿Es por la casa? Henry si es mucho problema, lo dejamos todo como estaba y… Respiró profundo y trató de calmarse.
¿Por qué quería comportarse como un troglodita cuando pensaba en que Finn podía acercarse a Alexis?
Además, ella era una mujer inteligente y se daría cuenta enseguida de la clase de hombre que era su hermano y con las intenciones con las que quería acercarse a ella.
De igual manera, se sentía en la obligación de advertirle.
—De verdad, Henry, no pasa nada si… —Alexis se veía realmente preocupada.
—No —la interrumpió—, disculpa mi actitud. Ahora tengo prisa pero podríamos conversar mejor en la cena. Estaba pensando en una barbacoa con los niños, necesito un buen filete en mi organismo y mi hija también, lo mencionó anoche —le sonrió, un poco más tranquilo, a Alexis—. ¿Qué me dices? ¿Barbacoa para librarte de cocinar para los niños?
La puerta de la que era la casa provisional de la mujer se abrió y salió Finn sonriente con ese sarcasmo que lo caracterizaba.
—¿Barbacoa? ¿De la tuya? —vio a Alexis con interés y Henry sintió un ardor repentino en el pecho—. Me encantaría estar ¿A las seis les viene bien?
Alexis sonrió con sinceridad a Finn que le observaba los labios y Henry sintió que se quemaba por dentro.
¿Qué carajo ocurría con él?
Alexis volvió el rostro para verle a los ojos.
—¿Estás seguro de que estás bien?
—Sí —pronunció entre dientes y luego vio a Finn amenazante—. ¿No tienes nada más que hacer esta noche?
El más pequeño de los hermanos Price arqueó lo labios hacia abajo y negó con la cabeza fingiendo que pensaba.
Alexis vio de nuevo a Henry a los ojos y este leyó su mirada tan bien que se asombró.
Ella quería que Finn estuviese allí.
Entonces le gustaba.
Todas sus alarmas saltaron porque era urgente que le advirtiera sobre Finn.
—Como te atrevas a venir con las manos vacías te juro que yo mismo te corto en pedazos y te echo al asador. ¿Está claro?
Finn sonrió con diversión y victoria.
—Haré lo que pueda.
La chica se dio la vuelta y le sonrió con nerviosismo a Finn, colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja. Algo se dijeron que Henry no pudo entender por el extraño pitido que le bloqueó los oídos.
Eso pintaba peor de lo que él pensaba.
Finn y su sonrisa ya habían hecho efecto en Alexis, así como en las miles de chicas que habían pasado por los brazos de su hermano en el pasado.
La diferencia era que Alexis no era como las demás mujeres y no se merecía un hombre como Finn.
*** —¿Vas a dejarnos una piscina en casa? —Dylan interrogaba a Henry mientras este adobaba la carne para ponerla sobre el asador.
Toby lo veía expectante, con el brillo de la ilusión marcada en los ojos y sí, si era por él les habría puesto una piscina pero no quería abusar de la confianza que Alexis le estaba dando al permitirle darle un poco de alegría a su vida.
Entendía que ella no sabía confiar en la gente y las pocas veces que lo intentó no le salió bien, así que no quería hacerle sentir más avergonzada de lo que ya sabía que estaba por no poder pagar ella misma todo lo que empezaría a hacer en su casa esa semana.
Los permisos se retrasaron un poco porque los asociados de Henry no se esperaban que la obra social se llevara a cabo tan pronto.
Henry no quiso esperar a obtenerlo todo porque sabía que ese tiempo podía influir en que Alexis cambiara de decisión y no le dejara actuar en casa.
La notó decidida a dar el paso, siempre existía la posibilidad de que se echara para atrás.
No entendía muy bien qué le ocurría con ella y por qué sentía una necesidad abrumadora por ayudarle.
Quería verla sonreír y que estuviera libre de preocupaciones.
Quizá se debía a que le habría gustado que alguien tuviera el mismo gesto con su querida Jenny en caso de que hubiese sido él el fallecido y ella la que debía hacerse cargo de todo, sin tener una compañía propia ni una casa.
Desde donde él lo observaba, Alexis se lo merecía y él, sin aun saber por qué, quería llevarse el crédito de ese cambio en la vida de la mujer y de los niños.
Le engañó un poco con respecto a la remodelación pero ella le dejó ver, desde el día uno que la conoció, que era una chica lista y sospechaba que algo así se podía esperar encontrar… algo diferente a lo que él sugirió como reparaciones al esqueleto de la casa.
Se podía decir que fue honesto aunque no formuló la frase por completo:
Reparaciones al esqueleto de la casa… con arreglos en el interior de la misma.
Tenía todo un equipo destinado a la reconstrucción y decoración de la nueva casa de Alexis y los niños.
Les gustaría. Lo que estaba puesto en los planos y bosquejos decorativos dejaba ver mucha iluminación natural, espacios amplios y acogedores, un techo fuerte que les resguardara siempre y una estructura completamente nueva.
Esa mañana, al estudiar a fondo la estructura de la casa con un equipo especial, decidieron que les convenía mucho más echar todo abajo y levantar una estructura nueva sobre los viejos cimientos. Menos dinero, sin duda.
Sería más tiempo trabajando cosa que incomodaba un poco a Henry porque le dijo a Alexis que en un mes podía ir a su nuevo hogar.
Sin embargo, todo lo que hablaron ese día con los expertos en cada área, daba como pronóstico más tiempo para hacer las obras y era algo que debía comunicarle a ella.
—¿Habrá o no piscina? —preguntó su hermano rompiendo sus ideas, pensamientos y planes en mil pedazos. Es que el solo sonido de su voz era capaz de amargarle el momento y Finn estaba batiendo record ese día amargándole la existencia desde el mediodía.
Desde que llegó a su casa y le mencionó que quería salir con Alexis.
Desde que ella parecía que se sentía a gusto conversando con él.
Alexis preparaba la ensalada junto a Finn y lo vio con preocupación.
—Has estado muy raro hoy y espero que no haya piscina.
Sus ojos decían tantas cosas ese día.
¿Siempre habían sido así?
No recordaba las veces anteriores cuando estuvo frente a ella.
—No. No habrá piscina y estoy raro porque hay un cambio de planes respecto a la casa.
Alexis soltó todo y se plantó frente a él con mirada inquisidora y los brazos cruzados en el pecho.
—Explícate.
Los gemelos lo veían con ansiedad.
Él se sintió interrogado por un escuadrón de la CIA.
—Bueno, verás —le dio la espalda a Alexis y empezó a colocar los filetes en el asador mientras hablaban—, es sencillo pero complicado porque habíamos pensado una cosa y ahora resulta que es otra y… —Papá, déjate de rodeos.
Cerró los ojos y deseó que Bonnie se mantuviese con la boca cerrada de vez en cuando.
Colocó todos los filetes y bajó la tapa del asador.
Se volvió para ver a Alexis a los ojos.
—Mira, sé que te dije que debían ser unas cuatro semanas para estar aquí pero… —Algo se complicó y será más tiempo.
Henry asintió.
—¡Henry! Pensé que me dirías algo peor —ahora ella se colocó las manos en las caderas—. ¿Puedes dejar de actuar de esa manera tan extraña?
—Está nervioso —intervino Finn y Henry lo fulminó con la mirada.
—¿Por qué? —preguntó Bonnie con interés.
—Porque esta mañana le pregunté si Alexis salía con él.
Todos rieron menos Henry que se mantuvo serio viendo a su hermano a los ojos con ira mientras este lo observaba con burla.
—Me estoy cansando de esta suposición que hay en tu familia sobre nuestra relación que es solo amistosa —Alexis lo vio con sincera diversión y luego se dirigió a Finn—. Tu madre tiene la obsesión de que Henry y yo… tu sabes… —vio a su alrededor para dar a entender que no diría las cosas con claridad porque habían niños allí con ellos.
Finn cambió su mirada y sonrisa cuando la dirigió a ella y Henry sintió que la sangre le hervía.
¿Cómo era tan hábil y manipulador?
—Pues me alegra que esté muy claro porque debo confesar que me pareciste muy atractiva desde que te vi esta mañana y la verdad es que me gustaría conocerte mejor —Finn dejó escapar esas palabras en un susurro cercano a Alexis.
Ella sonrió avergonzada y bajó la cabeza para no demostrar que estaba sonrojada.
Henry sabía todo lo que ocurría a su alrededor aunque no se movió ni un centímetro y su rostro aún permanecía contraído por el disgusto que le estaba causando su hermano.
Alexis, por un momento, entendió que algo no andaba bien entre ellos y por lo poco que conversó ese día con Finn y lo que llevaba conociendo a Henry que aunque no era mucho parecía conocerle bien, entendía que ambos eran muy diferentes.
Los propósitos de vida de uno y de otro eran polos opuestos.
Y sí, Finn era muy atractivo para ella, sin embargo, ella no quería involucrarse con nadie en ese momento de su vida.
—Por mi estará bien si solo somos amigos, Finn. No estoy interesada en romances en este momento de mi vida —lo vio a los ojos y se arrepintió porque él le enseñó esa encantadora sonrisita que tenía que parecía seducirla por completo.
—Bueno, me conformo con eso por ahora.
Henry escuchó cada uno del intercambio de palabras entre su hermano y Alexis y sintió un gruñido que se le escapaba de la garganta.
Agradeció que nadie más pareciera notarlo porque se estaba comportando de forma totalmente irracional.
Ya había escuchado a Alexis. Ella no estaba interesada en romances en su vida, ni con Finn ni con nadie.
Si su misión era protegerla de Finn, pues ya podía quedarse tranquilo.
Apretó los puños y sintió otro espontáneo gruñido escapar y esta vez, Finn sí lo percibió y lo vio con esa mirada que sabía lo que indicaba.
El rechazo de una mujer para Finn se convertía en un reto que hasta que no la desnudaba y la metía en la cama no lo daba por completado.
—Te ayudaré a servir la comida —Alexis posó un mano en el brazo de Henry sintiendo la tensión que acumulaban sus músculos.
Henry asintió sin perder de vista a su hermano, manteniéndolo lo más ocupado y alejado posible que podía de Alexis.
Y eso haría a partir de ese día para protegerla.
Otro gruñido escapó de su interior y Alexis lo observó confundida.
—Estoy bien. Solo es que tengo hambre. Vamos.
*** Alexis observaba en silencio a Henry.
Los gemelos ayudaban a Floyd y Bonnie a recoger todo y a limpiar los trastes en la cocina mientras Henry tenía la mirada perdida en el azul oscuro de la noche y suspiraba a cada momento.
—¿Me vas a decir qué te ocurre en realidad o tendré que hacerme una historia en mi cabeza?
Henry río con ganas, las preguntas y ocurrencias de Alexis siempre le sacaban una sonrisa.
—Me preocupa que le gustes a mi hermano.
Alexis lo vio con duda y sarcasmo.
—¿Es en serio?
—Mucho.
—No soy una niña, Henry, y sé cuidarme de los hombres como Finn.
Henry negó con la cabeza. No tenía ni idea de lo que decía Alexis sabía que Henry actuaba con buena intención, sin embargo, le pareció un poco exagerado.
—Finn no es un buen partido, Alexis —suspiró y la vio a los ojos con tal intensidad que la mujer sintió que su temperatura corporal aumentaba—. No le gustan los compromisos, las responsabilidades, las ataduras y tu vida lleva un poco de todo eso. Sé cómo es mi hermano y sé cómo funciona con las mujeres.
—He lidiado con hombres como él, Henry.
Alexis no se estaba enterando de nada nuevo.
Finn le gustaba y sabía los riesgos que corría estando con un hombre así.
Por ello le insinuó, más temprano, esa misma noche, que ella prefería mantenerlo como amigo.
Así como prefería mantener de amigo a todos los hombres que se acercaban a ella.
Claro, ninguno le duraba.
A excepción de Henry, que estaban claras sus intenciones hacia ella.
No le interesaba en lo más mínimo como mujer y por ello se comportaba con ella como un muy buen amigo.
En fin, nada era perfecto en la vida.
Suspiró.
—Quizá es lo que necesito en mi vida.
—¿Cómo?
Parpadeó y se dio cuenta de que estaba pensando en voz alta. No sé retractó ni se disculpó. Sentía que tenía la confianza suficiente con Henry cómo para hablar claro y fuerte.
Era una de las cosas que le hacía sentirse tan a gusto estando junto a él desde que se conocieron.
—Pensaba en voz alta —dijo a modo de excusa. Él le prestaba la atención necesaria frunciendo el ceño de nuevo, como si no le gustará su comentario —. Creo que quizá lo que necesito es un poco de aventura en la vida. A veces creo que alejar de mí a hombres como Finn es lo correcto porque no quiero más complicaciones de las que tengo pero —vio a Henry a los ojos que escudriñaba los de ella como si le extrañara que ella pudiera pensar de esa manera— ¿y si eso es lo que necesito para relajarme un poco?
Henry frunció aún más el ceño.
—¿Por qué te molesta tanto?
—Porque Finn siempre se sale con la suya y acabarás cediendo.
—Es tu hermano, Henry. Aunque quisiera empezar a relajarme y tener una aventura con alguien, no sería con él. No puedo negar que me atrae físicamente pero creo que lo correcto es no involucrarme con él.
Henry resopló.
Ella lo notó incómodo.
—¿Eso tampoco te gusta? —preguntó con calma y él negó con la cabeza.
Movía las piernas con nerviosismo, como si tuviera un tic nervioso–. Te considero un buen amigo, Henry, diría que llevas el listón de «Mejor Amigo» en mi vida, quizá el único que he tenido en mucho tiempo o en toda la vida —dijo pensativa y él sonrió—, no pienso dañar nuestra amistad por tener una aventura con tu hermano.
—No cambiaría nada entre nosotros. Lo que no quiero es que te lastime.
—Nada va a pasar, no te preocupes.
Él asintió y luego hubo un silencio entre ellos. Los niños se habían sentado frente a la TV en el salón.
Henry suspiró de nuevo y volvió el rostro hacia ella —Siendo honesto, preferiría que nada ocurriera entre ustedes, pero no soy quien para impedírselo a ninguno de los dos. Me estoy comportando sobreprotector contigo y creo que estoy exagerando.
—Un poco —comentó ella divertida.
Henry negó con la cabeza y sonrió levantando las cejas.
—Te estoy cuidando —ella asintió manteniéndole la mirada intensa con la que la veía esa noche— y, de verdad, pase lo que pase entre ustedes, puedes estar tranquila porque no cambiará nada entre nosotros.
Alexis chocó el pico de su botella con la de Henry a modo de brindis por sus palabras.
Ahora fue ella quien dejó escapar un suspiro y, de reojo, notó como Henry la analizaba.
No quería verlo a los ojos de nuevo porque quedaría en evidencia.
Evitaría a toda costa tener una aventura con su hermano pero la verdad era que el hombre le gustaba y no estaba muy segura de poder mantener controlada la atracción que sentía por Finn.